Latinoam�rica
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Situaci�n nacional en Chile: articulando las fuerzas populares, la lucha continua
Colectivo Miguel Enriquez
El Rebelde
A. Estado de la Econom�a.
La econom�a neoliberal del pa�s mantiene la tendencia sostenida de crecimiento
durante el �ltimo trimestre (julio-septiembre), de 5,2%, acerc�ndose al estimado
de crecimiento del PIB para el 2005 de un 6%, aunque con un incremento leve de
la inflaci�n (4,3% a octubre), la que se explicar�a por el ritmo de inversi�n y
consumo de las empresas m�s que por un aumento del consumo de la poblaci�n,
cuyos salarios, en su gran mayor�a, se encuentran estancados. Siguiendo con una
pol�tica exterior al servicio de los intereses del empresariado, se firman
durante las �ltimas semanas dos nuevos acuerdos de libre comercio, esta vez con
China y la India, dos de las econom�as m�s grandes y din�micas del mundo. El
entorno econ�mico internacional ha sido favorable a la estrategia
primario-exportadora del bloque dominante, pese al alza de los precios
internacionales del petr�leo durante los �ltimos meses, ya que el mayor precio
del cobre (US$ 2 la tonelada) y otros productos de exportaci�n han m�s que
compensado esas alzas. En el caso del cobre y molibdeno, est�n entregando
gigantescas ganancias a las mineras privadas, que pr�cticamente no pagan
impuestos en el pa�s, y a trav�s de Codelco, los mayores niveles de recursos al
Estado de los �ltimos a�os, permitiendo que el presupuesto de Hacienda 2006 sea
hist�ricamente expansivo: 200 millones de d�lares de "libre disposici�n" para el
pr�ximo gobierno, fuera de todos los otros �temes del presupuesto aumentados.
Por contrapartida, el alza del cobre ha llevado a una baja progresiva del precio
del d�lar, lo que en una econom�a basada en la exportaci�n de materias primas es
un problema potencial, que afecta a los otros sectores exportadores no-mineros,
que ven reducirse sus ganancias al disminuir el valor de la moneda en que se les
pagan sus productos en los mercados internacionales. Sin embargo, el BC mantiene
su decisi�n de no intervenir el precio de la divisa, contando con el apoyo de
los grandes grupos econ�micos, alineados tras la consigna de que el Estado no
debe interferir en el funcionamiento de los mercados. Como podemos apreciar, la
econom�a de los due�os del poder y la riqueza est� en pleno ciclo expansivo,
superada la crisis econ�mica y pr�cticamente resuelto el problema de
gobernabilidad interna, a trav�s de una serie de ajustes institucionales, la
continuidad de la Concertaci�n como el agente pol�tico hegem�nico de las clases
dominantes, la incorporaci�n de los comunistas al sistema pol�tico y un consenso
emergente en torno a la necesidad de introducir "correcciones" al modelo. Prueba
de ello son las expectativas del gran empresariado, que para el quinquenio
2005-2009 �el per�odo que gobernar� Bacheletcontemplan inversiones por m�s de 24
mil millones de d�lares, concentradas en los sectores de miner�a, energ�a e
inmobiliario, de los cuales 6 mil 300 millones corresponder�an s�lo a la
inversi�n materializada el 2005, casi un 30% del PIB. Por eso, Lagos recibi� una
ovaci�n de m�s de un minuto de duraci�n en el �ltimo encuentro empresarial de la
Enade, y el presidente de la Confederaci�n de la Producci�n y el Comercio (CPC),
m�xima instancia empresarial, se permiti� la libertad de decir que "sus"
empresarios lo amaban . Sin embargo, esos buenos indicadores macroecon�micos
tienen un costo social que pagan los trabajadores y empleados comunes y
corrientes, y sus familias. Costo social que no es c�clico, sino que corresponde
a las caracter�sticas estructurales de la econom�a que han impuesto en el pa�s
las clases dominantes durante los �ltimos 32 a�os, y que se resume en tres
palabras: explotaci�n, exclusi�n y opresi�n. De acuerdo a un informe de Naciones
Unidas, de hace unos meses atr�s, Chile es uno de los pa�ses con peor
distribuci�n del ingreso del mundo: el 20% m�s rico se lleva el 62,2% de los
ingresos del pa�s. El 20% m�s pobre, el 3,3%. El 10% m�s rico, posee el el 47%
de los ingresos, frente al 1,2% del 10% m�s pobre. El 20% m�s rico gana 18,7
veces m�s ingreso que el 20% m�s pobre, lo que sit�a al pa�s al nivel de
Paraguay, Honduras, Zambia y otros pa�ses africanos. Durante el trimestre
julio-septiembre la tasa de desempleo fue de un 8,5% de la fuerza de trabajo,
seg�n el gobierno, que considera "empleados" a quienes hayan trabajado
remuneradamente o por cuenta propia ...�al menos una hora! la semana anterior a
la aplicaci�n de la encuesta. El desempleo afecta principalmente a los sectores
de menores ingresos y a los j�venes, donde, seg�n sus propias cifras, la tasa de
desocupaci�n se dispara sobre el 25%. De los empleos creados seg�n el gobierno,
aumentan los trabajadores por cuenta propia, que es empleo precario de baja
remuneraci�n, baja productividad y baja cobertura social. De hecho, la mitad del
empleo creado el 2004 s�lo dur� cuatro meses y ni siquiera alcanz� la cobertura
legal para que los trabajadores se acogieran al seguro de cesant�a. As� mismo,
el pr�cticamente nulo aumento de los salarios frente al repunte c�clico de la
econom�a confirma una vez m�s que el mayor crecimiento no tiene un impacto
directo ni en el empleo ni en las remuneraciones de los sectores medios y
populares del pa�s. Es decir, el chorreo no existe. Por otra parte, la Fiscal�a
Nacional Econ�mica acus� de colusi�n a la mayor�a de las Isapres, en perjuicio
de los usuarios del sistema, lo que sigue demostrando que el sistema no
beneficia a los trabajadores ni a los sectores medios. Con la puesta en
funcionamiento del Auge, entre julio y agosto, m�s de 12.000 usuarios se
traspasaron del sistema privado a Fonasa, precisamente porque en el sistema
privado menos prestaciones de salud salen much�simo m�s caras y exist e n claras
muestras de discriminaci�n hacia cierto tipo de usuarios del sistema, como las
embarazadas y los adultos mayores. En el caso de las AFPs, el 44% de la Fuerza
Laboral no cotiza y el 45% de los que cotizan hoy corren el riesgo muy probable
de no lograr la pensi�n m�nima garantizada por el Estado al momento de jubilar,
lo que ha instalado con fuerza el debate tanto sobre la distribuci�n de los
ingresos y precariedad laboral, como sobre la efectividad misma del sistema de
AFP�s. Sin embargo, cuando se aprob� en el Congreso la creaci�n del Tribunal de
la Libre Competencia y la Fiscal�a Nacional Econ�mica, los mismos parlamentarios
y sectores pol�ticos que hablan hoy de "corregir el modelo" o critican la
concentraci�n de estas empresas, despenalizaron la colusi�n entre empresas y
eliminaron las facultades de la fiscal�a para requisar computadores y grabar
conversaciones, dej�ndola sin herramientas para hacer su trabajo. Las clases
dominantes siguen haciendo caer contra los pobres todo el peso de la ley �por
ejemplo, a trav�s de la rebaja en la edad de imputabilidad penal a 14 a�os y
fuertes penas- mientras ellas mismas se ponen a resguardo de que sean
investigados sus negociados, robos y estafas. Tan evidente es el impacto
negativo que tiene el modelo neoliberal en las condiciones de vida del pueblo,
que Felipe Lamarca, uno de los due�os del poder (ex Gerente General de COPEC, la
matriz del Grupo Angelini y ex Presidente de la SOFOFA), hizo una dura cr�tica
al modelo econ�mico, a la mala distribuci�n del ingreso y a la concentraci�n de
la propiedad, logrando instalar el debate con mayor fuerza de estos 15 a�os,
b�sicamente porque quien lo instala es uno de los m�s importantes ejecutivos de
las clases dominantes, un representante de los poderes f�cticos que controlan el
rumbo del pa�s, a quien se suman otros poderosos empresarios como Hern�n
Hoschild e incluso Hern�n Somerville, presidente de la CPC y de la Asociaci�n de
Bancos e Instituciones Financieras. Sus cr�ticas coinciden con los
planteamientos que hab�a realizado la Iglesia Cat�lica sobre la desigualdad
escandalosa, en una carta pastoral de la Conferencia Episcopal, de mayo, y en el
serm�n del Te Deum, en septiembre, as� como con el discurso que viene planteando
la actual presidencia de la DC y un sector del PS, sobre la "correcci�n del
modelo". Sin embargo, no es una posici�n �nica entre las �lites, ya que un coro
de empresarios, pol�ticos y acad�micos �la derecha m�s duraha salido a refutar a
Lamarca, situando los problemas no en el modelo, sino en la carencia de reformas
microecon�micas y una deficiente pol�tica econ�mica, lo que seg�n ellos es
responsabilidad exclusiva del gobierno.
B. Bloque en el poder poder.
El bloque en el poder mantiene completamente la iniciativa pol�tica frente a los
pocos sectores del pueblo organizado que tratan de articular una propuesta
alternativa. Cierran institucionalmente la etapa de transici�n, promulgando las
�ltimas reformas a la constituci�n de la Dictadura y, a la vez que preparan las
condiciones para un nuevo pacto social, se arman de los instrumentos de
represi�n necesarios para someter al pueblo rebelde.
La nueva Cuesti�n Social.
Como se�al�bamos, coinciden en sus denuncias sobre la mala distribuci�n del
ingreso, la concentraci�n de la propiedad y los efectos perversos del modelo
neoliberal, la Conferencia Episcopal, l�deres gremiales del empresariado y
representantes de los grandes grupos econ�micos, as� como la directiva del PDC,
sectores del PS y los cuatro candidatos presidenciales. Esta autocr�tica no es
fruto de una nueva conciencia progresista de las clases dominantes, de una
renovada piedad cristiana ni menos de un giro a la izquierda de las �lites
pol�ticas, sociales y econ�micas del pa�s, como interesadamente algunos
analistas han llegado a se�alar. Por el contrario, este nuevo consenso en el
diagn�stico muestra que la situaci�n de explotaci�n y desigualdad social del
pa�s ha llegado a ser tan evidentemente brutal, que ha encendido las luces de
alerta amarilla al interior de las clases dominantes. Ya no es s�lo Alejandro
Foxley -economista, ex senador, ex ministro de Hacienda durante el gobierno de
Aylwin y actual encargado del programa econ�mico de Michelle Bachelet, qui�n
especula p�blicamente sobre la posibilidad de un estallido social, ni son s�lo
las hip�tesis de conflicto del Ej�rcito, que ya a principios de los �90 -con su
tesis de las fronteras interiores- hab�a iniciado la conceptualizaci�n
estrat�gica del problema. Esta vez las clases dominantes han empezado a
reconocer que las situaciones de explotaci�n y desigualdad, de fragilidad de los
sistemas pol�ticos, no son un problema de gobernabilidad o seguridad interna que
afecta s�lo a los pa�ses vecinos "m�s atrasados" de la regi�n, sino que son un
riesgo latente para su exitosa y moderna econom�a capitalista neoliberal.
Preocupaci�n redoblada durante noviembre, a ra�z del estallido social de las
comunidades empobrecidas de los suburbios de Francia, en donde hasta una revista
de far�ndula se di� el tiempo para hacer comparaciones con la situaci�n de
nuestro pa�s. Hace cien a�os, entre 1910 a 1938, frente al auge de la
organizaci�n social, sindical y pol�tica aut�noma, revolucionaria, de unas
emergentes clases obreras, campesinas y sectores medios, frente a grandes ciclos
de movilizaciones y luchas populares, frente al surgimiento de fuertes
movimientos anarquistas, comunistas y socialistas en el seno de ese movimiento
popular, un sector de la oligarqu�a dominante comprendi� que era m�s efectiva la
neutralizaci�n de esos sectores, a trav�s de la negociaci�n de reformas al
sistema pol�tico y econ�mico, de concesiones que paliaran en alguna medida las
situaciones m�s extremas del pueblo trabajador. Comprendieron que se dominaba
mejor a los pobres, no a trav�s de un combate abierto, de la represi�n violenta
de sus luchas �como las matanzas de la Escuela Santa Mar�a de Iquique o Ranquil-
sino otorg�ndoles un espacio de participaci�n, que no cuestionara las bases ni
del sistema econ�mico, ni del sistema de dominaci�n vigente, a la vez que
permitiera el aislamiento de los sectores revolucionarios. A esas preocupaciones
de la oligarqu�a se las llam� en ese entonces "La Cuesti�n Social", y sus frutos
fueron la Constituci�n de 1925, la dictaci�n del primer C�digo Laboral y la
convergencia paulatina de intereses entre las clases dominantes, en particular
una emergente burgues�a industrial, con las dirigencias pol�ticas reformistas
del movimiento popular, principalmente socialistas y comunistas (en ese tiempo
los Humanistas no exist�an; tampoco Fuerza Social ni los Surdos). Esa
convergencia hizo posible el gobierno del Frente Popular de Pedro Aguirre Cerda,
que marca el comienzo de la construci�n de un capitalismo de base estatal en
Chile, de un largo ciclo de estabilidad pol�tica que se extiende por casi 40
a�os, y tambi�n de la participaci�n de socialistas y comunistas en el r�gimen
pol�tico y en distintos gobiernos hasta 1973, cuando el Golpe Militar derrumb�
en un d�a todo un orden en crisis que dej� de ser funcional a los due�os del
poder y la riqueza, y que incluso amenazaba con tener una salida revolucionaria.
Los costos para los sectores populares de esos 40 a�os fueron, entre otros, la
mantenci�n de la explotaci�n capitalista, la contenci�n de sus luchas y su
restricci�n casi exclusiva a la lucha reivindicativa, en los marcos de la
legalidad acordada con la burgues�a; la exclusi�n de los campesinos de la lucha
pol�tica y por lo tanto la mantenci�n por d�cadas de sus miserables condiciones
de vida y opresi�n pol�tica, y el aislamiento y dispersi�n de los sectores
revolucionarios, por lo menos hasta la creaci�n del MIR el a�o 1965. Hoy d�a, a
pesar de que no existe un fuerte movimiento popular ni existen como actores
pol�ticos relevantes organizaciones pol�ticas populares y revolucionarias, como
hace 100 a�os atr�s, existen condiciones sociales para su surgimiento, que
expresan tambi�n un potencial de desintegraci�n social que tambi�n afecta la
viabilidad del sistema de dominaci�n en el pa�s. Eso las clases dominantes lo
ven, y tienen muy presente la experiencia del per�odo previo a la Unidad
Popular, as� como el ciclo de protestas populares contra la dictadura en los
a�os �80 o la situaci�n de Franncia, B�lgica y Alemania hoy d�a. Si aquellos que
nunca han cedido nada sin luchar y han defendido sus intereses incluso a costa
del genocidio de una parte del pueblo chileno, est�n tan dispuestos ahora a
discutir sobre la nueva "cuesti�n social", es porque saben que existe el riesgo
real de perder pan y pedazo de sus privilegios, de no rectificar algunos
aspectos del modelo y de no ser capaces de mantener a amplios sectores del
pueblo presos de su sistema de dominaci�n. Se ha generado una masa cr�tica
proclive a la "correcci�n" del modelo econ�mico, siempre en el marco del
capitalismo, cuyo discurso p�blico es la escandalosa desigualdad, pero cuya
preocupaci�n de fondo es la proyecci�n, en t�rminos de gobernabilidad, de
"seguridad nacional" de los problemas sociales que el modelo causa.
El fin de la Transici�n y un nuevo Pacto Social
Las clases dominantes saben que en este escenario es clave la legitimidad del
poder pol�tico. Para ellos, un cuarto gobierno de la Concertaci�n da un mayor
resguardo a la estabilidad pol�tica porque tiene mayor respaldo social. Por eso
tambi�n las reformas constitucionales hacen m�s "presentable" el r�gimen,
nacional e internacionalmente, al sacar el nombre de Pinochet de la Constituci�n
y eliminar o modificar varias de las figuras jur�dicas m�s cuestionadas -como
los senadores designados o el rol y composici�n del Consejo Superior de
Seguridad Nacional, entre otras-. Por eso, la UDI apoy� a Lagos en su peor
momento, cuando explot� el esc�ndalo CORFO-Inverlink, temiendo un
resquebrajamiento del orden institucional, como suced�a en Argentina por esos
mismos d�as y por eso la derecha como sector perdi� su oportunidad de ser el
agente pol�tico hegem�nico del bloque en el poder, al demostrar con su
canibalismo pol�tico su nula capacidad de gobernabilidad interna. La
Concertaci�n no s�lo logr� recuperar su liderazgo, alcanzando el gobierno de
Lagos un porcentaje de aprobaci�n cercano al 70% en las encuestas, en su �ltimo
a�o, sino que lo proyecta ahora a trav�s de su futura Presidenta y de una
inyecci�n de recursos hist�rica para la acci�n clientelizadora del Estado.
Incluso, por fin los actores pol�ticos del bloque en el poder, nuevamente
despu�s de 32 a�os, aceptan discutir la incorporaci�n formal del Partido
Comunista al r�gimen institucional, reconoci�ndole de nuevo su car�cter
hist�rico de factor estabilizador, domesticador de los sectores populares (al
menos nominalmente de ese 9% que logr� representar electoralmente en las
municipales del 2004) Esto, porque el Juntos Podemos M�s, la alianza electoral
del PC, restringe conscientemente y sin que nadie se lo pida su actividad
pol�tica, abandonando en los hechos la articulaci�n de la lucha electoral con
otras formas de lucha y organizaci�n populares, constituy�ndose en un canal de
domesticaci�n institucional de la lucha popular, legitimador de la legalidad
patronal, en un momento en que hasta las clases dominantes perciben la
posibilidad de una ruptura, y por lo tanto, donde las tareas de una organizaci�n
revolucionaria son otras, no el apuntalamiento del sistema. Es por esto que
consideramos que son el �ltimo componente subordinado dentro del bloque en el
poder, al igual que la CUT, aunque con evidentes contradicciones internas entre
su car�cter popular, su discurso cr�tico de oposici�n y su real rol
estabilizador de la lucha de clases. Todo este proceso que se�alamos, que nos
parece indicativo de un nuevo pacto social que busca darle mayor legitimidad y
gobernabilidad al sistema de dominaci�n, manteniendo la hegemon�a de las clases
dominantes, se va expresando en una serie de gestos y medidas concretas: Por un
lado, el gobierno entrega un reajuste excepcional de un 5% a los empleados
p�blicos, haciendo un llamado al empresariado para igualar sueldos y salarios.
Acuerda tambi�n un reajuste progresivo de sueldos, por dos a�os, para profesores
municipales, amarrando a la directiva pro-gubernamental del Colegio. Adem�s, no
s�lo promulga la Ley de Financiamiento Universitario, generando un sistema de
cr�dito para los estudiantes de Ues privadas, sino tambi�n anuncia el
financiamiento del 100% de los aranceles universitarios de referencia del 60% de
los estudiantes con menores ingresos, amarrando as� a las directivas
estudiantiles de la Confech. En este nuevo clima de entendimiento, los
dirigentes del PC y el candidato del Juntos Podemos M�s visitan al Comandante en
Jefe del Ej�rcito y, en una serie de gestos "hist�ricos", el presidente de la
CPC, Hern�n Somerville, visita a la directiva de la CUT en su sede, visita que
es devuelta por los dirigentes de la CUT en la sede de la CPC.
El arsenal de las clases dominantes
Sin embargo, las clases dominantes lo son, precisamente porque por su posici�n
tienden a pensar y actuar estrat�gicamente. A diferencia de una izquierda con
anteojeras electorales y vocaci�n de comparsa, estas mismas �lites pol�ticas,
econ�micas, sociales y militares comprenden que a pesar de sus esfuerzos
hegem�nicos, a pesar de haber constituido una mayor�a social para el modelo, una
parte no despreciable de los excluidos no podr�n ser cooptados y neutralizados.
Se impone entonces la necesidad del control y la represi�n de estos sectores que
con su sola existencia niegan la pol�tica pacificadora del bloque en el poder, y
la detecci�n y anulaci�n temprana de aquellos sectores organizados del pueblo
que puedan liderar y organizar a esos descontentos. Se impone entonces la
necesidad de criminalizar la protesta social y criminalizar a una generaci�n de
j�venes empobrecidos por el modelo y sin alternativas reales de integraci�n. Las
principales herramientas son jur�dico-institucionales: la Reforma Procesal
Penal, que con su ej�rcito de fiscales se transforma en una verdadera moledora
de carne para el pueblo pobre y marginal, y una serie de leyes ad-hoc como la
nueva Ley de Control de Armas o la rebaja de la imputabilidad penal juvenil de
18 a 14 a�os. Esas leyes est�n ah� para llevar a esta generaci�n de j�venes de
las calles y los pasajes de las poblaciones, directo a alguna de las 10
gigantescas c�rceles que se est�n construyendo en el pa�s, para albergar a 20
mil nuevos condenados. Por eso somos el pa�s de Latinoam�rica con mayor cantidad
de presos en relaci�n con su poblaci�n. M�s que Brasil, m�s que Colombia o
Argentina. Las nuevas leyes est�n ah�, tambi�n, para sacar a los dirigentes
sociales, sindicales, estudiantiles y al pueblo organizado, de las acciones
directas, de las movilizaciones y las barricadas en los puertos, las calles o
las tomas en las industrias o fundos de los patrones, �nicas formas de lucha
efectivas que contrapesan en algo en desmesurado poder con el que cuentan sus
enemigos de clase. Junto al aparataje jur�dico institucional de control y
represi�n, tambi�n las clases dominantes han venido poniendo a punto sus
instrumentos operativos preventivos: fieles al car�cter contrainsurgente del
Estado, heredado de la Dictadura Militar, se constituy� la Agencia Nacional de
Inteligencia (ANI), incorporando a las FF.AA. con plenos derechos al trabajo de
seguridad interna, y la Concertaci�n ha venido colocando a la cabeza de
Carabineros e Investigaciones casi exclusivamente a altos mandos ligados al
trabajo de inteligencia durante los �ltimos 15 a�os. En el caso de los primeros,
su nuevo General Director, Jos� Bernales Ram�rez, hasta su nombramiento era el
jefe de la Direcci�n de Inteligencia y tuvo a su cargo la neutralizaci�n de la
Coordinadora Arauco-Malleco y la militarizaci�n policial del territorio mapuche.
Finalmente, por si lo anterior fuera poco y los sistemas preventivos, de control
y represi�n se vieran sobrepasados, el Ej�rcito, la principal instituci�n armada
del pa�s y la m�s desprestigiada por su implicaci�n en las violaciones a los
derechos humanos durante el r�gimen militar, a la cabeza del General Juan Emilio
Cheyre, logra avanzar a pasos agigantados en su relegitimaci�n e inserci�n
social nacional e internacional y culmina su proceso de reforma interna iniciado
con el Plan Alc�zar de Pinochet. Un ej�rcito de altos mandos pasados por la
escuela de la CNI -13 de 30 generales- (como ha debido reconocer el gobierno
tras las denuncias contra el segundo al mando de la misi�n chilena en Hait�) que
de a poco, en un doble movimiento, se reestructura doctrinaria y
organizacionalmente para hacer frente a sus enemigos hist�ricos, a la vez que
vuelve a encubrir su car�cter contrainsurgente, de brazo armado de las clases
dominantes, con el manto ideol�gico del "Ej�rcito profesional", de "todos los
chilenos", operaci�n en que hasta el PC con sus visitas coopera y en la cual la
tragedia de los soldados de Antuco, pueblo pobre uniformado, es utilizada sin
escr�pulos por los altos mandos en otra de sus maniobras comunicacionales.
C. La coyuntura electoral y el campo popular
Lo se�alado hasta ahora, y en anteriores n�meros de "El Rebelde", es el
escenario en el cual, para nosotros, adquiere sentido la coyuntura electoral. Es
un momento de un proceso m�s amplio de relegitimaci�n del sistema de dominaci�n,
y de continuidad de las condiciones de explotaci�n, exclusi�n y opresi�n de los
sectores populares. Es un momento necesario en los reacomodos del bloque en el
poder, en sus ajustes, en un per�odo de la lucha de clases que consideramos
similar (en sus procesos, no en sus tiempos ni en sus actores) al vivido las
primeras d�cadas del siglo XX, y que nos pone frente a desaf�os similares. Las
clases dominantes lograron conformar su alianza pol�tica, ideol�gica, econ�mica
y social, su bloque hist�rico, cooptando a su proyecto a una amplia base social
y pol�tica popular. Las candidaturas de Lav�n, de Pi�era y Bachelet expresan
matices, contradicciones menores entre las clases dominantes, pero un mismo
car�cter burgu�s. Son tres sectores de un mismo bloque, que se disputan la
condici�n de agente pol�tico hegem�nico sobre las mayor�as nacionales. La
candidatura de Hirsh expresa en sus contenidos el descontento y las esperanzas
de algunos sectores del pueblo, pero su funci�n final en el actual contexto
pol�tico del pa�s es estabilizadora. Proporciona una salida institucional para
descomprimir ese descontento acumulado y es una moneda de cambio frente a la
segunda vuelta electoral, para negociar la incorporaci�n de ese sector de la
izquierda en el sistema pol�tico, como ya adelant� en una entrevista de prensa
Manuel Riesco, economista, candidato a senador y coordinador del programa
econ�mico del Juntos Podemos, y como ya hab�a ocurrido cuando el PC minimiz� la
candidatura de Gladys Mar�n, para no perjudicar a Lagos frente a Lav�n el a�o
2000. Creemos que la coyuntura electoral desv�a el debate en el campo popular,
hacia la participaci�n o no en las elecciones y la forma que asume esta. Es una
agenda que nos imponen las clases dominantes en la cual se dejan envolver
tambi�n sectores radicalizados. Pensamos que no podemos, bajo la justificaci�n
de una supuesta madurez pol�tica, o con el temor de quedar aislados, ser
comprensivos con las maniobras de la izquierda electoral, cuando esa comprensi�n
implica acomodar nuestro accionar pol�tico y ser cooptados indirectamente en el
vag�n de cola del bloque dominante, v�a alianzas pol�ticas con el PC. �Qu� mejor
ejemplo que la actuaci�n de esa izquierda en la CUT durante estos 15 a�os, que
despu�s del paro de agosto del 2003 se asust� de la convocatoria que pod�a tener
y termina haciendo chistes de mal gusto como el supuesto "paro" de octubre de
este a�o! Incluso, la posibilidad del voto nulo, dada la actual correlaci�n de
fuerzas pol�ticas entre el campo popular y el bloque en el poder, la
consideramos tambi�n un mecanismo institucional de descompresi�n
pol�tico-social, un mecanismo legal y simb�lico de protesta sin consecuencias
pol�ticas reales, contemplado desde el inicio en la cancha rayada por el
enemigo, que por mucho descontento que cargue, se expresa s�lo a trav�s de un
papelito, que tambi�n simb�licamente termina validando la legitimidad de quienes
optan por las otras alternativas presidenciales y parlamentarias. Por el
contrario, consideramos que el debate de la izquierda revolucionaria no es si
participar o no en la coyuntura y la agenda impuesta por los due�os del poder y
la riqueza, sino construir nuestras propias coyunturas y agendas. La agenda de
los pobres. Eso no se logra diluy�ndonos como sector en las estrategias
pol�ticas del reformismo, ni menos limitandonos a denunciarlos eternamente como
traidores a la clase trabajadora. Se logra fortaleci�ndonos como sector en lo
ideol�gico, lo pol�tico, lo org�nico y en nuestros v�nculos con el movimiento
social. Se logra escogiendo los espacios en los que dar nuestras peleas y
apuntar a aquellas formas que nos permitan efectivamente avanzar junto al pueblo
en conciencia, organizaci�n y lucha, en forma independiente y aut�noma de las
clases dominantes y sus aliados del campo popular. Ciertamente, en el actual
escenario pol�tico la izquierda revolucionaria ocupa una posici�n no s�lo
marginal, sino casi inexistente. Esta situaci�n se va a mantener en el tiempo,
en la medida en que no salgamos de la l�gica del reducto, del "ghetto", y s�lo
podemos salir de esa l�gica fortaleciendo nuestra vinculaci�n con los sectores
populares y fortaleciendo nuestras organiaciones. No basta que nos juntemos un
par de veces al a�o a compartir nuestras experiencias entre organizados; no
basta que nos coordinemos para peleas puntuales en algunas universidades,
sindicatos u otro movimiento social, o nos autoconvoquemos para el calendario
anual de actos "pol�tico-culturales", donde siempre vemos las mismas caras.
Menos, que pensemos que rompemos el reducto de la ultra porque nos empezamos a
juntar con representantes de la izquierda tradicional, que en relaci�n a la gran
mayor�a del pueblo son casi tan marginales como los sectores revolucionarios.
Romper con la l�gica de trinchera implica para nosotros vincularnos al
movimiento social que en estos momentos est� dando sus luchas, contribuir a su
fortalecimiento con lo que podemos aportar y hacer las vinculaciones necesarias
para constituir al menos una corriente clasista y popular en su seno. En algunos
sectores creemos que eso est� tratando de surgir espont�neamente, como en
algunas recientes luchas sindicales de trasnacionales de los alimentos, o en las
luchas de los deudores habitacionales o el reciente movimiento de los profesores
contra la evaluaci�n docente, que no responde �nicamente a la pugna interna del
PC con Fuerza Social. En otros, corresponde a un impulso un poco m�s
estructurado, como en el caso de recientes luchas estudiantiles donde poco a
poco los sectores revolucionarios comienzan a converger con una perspectiva de
largo plazo, comenzando a obtener tambi�n resultados en la lucha institucional
de la que hasta ahoras se hab�an mantenido alejados. Es a trav�s de luchas como
esas como creemos se rompe la l�gica del reducto, tambi�n, porque es desde esas
luchas a partir de las que se van conformando plataformas de lucha m�s
generales, desde donde el aprendizaje de un sector puede servir para que otro
sector se monte ya sobre un cierto acumulado de experiencia, donde se comienza a
problematizar y vislumbrar los contenidos de un proyecto alternativo de sociedad
y donde efectivamente la organizaci�n revolucionaria contribuye a la la lucha de
clases contra los poderosos, cuestionando sus pol�ticas, su legalidad, las
formas de organizaci�n impuestas al movimiento popular. Donde podemos hacer un
aprendizaje junto al pueblo que permita ampliar desde las mismas luchas la base
social de los sectores revolucionarios. Es ah� donde debieran estar puestos
nuestros m�ximos esfuerzos, y es ese el espacio donde debieran converger
nuestras organizaciones.
ARTICULANDO LAS FUERZAS POPULARES; LA LUCHA CONTINUA
Ver: http://usuarios.lycos.es/cedema/Chile/MIR/ElRebelde272.pdf