Latinoamérica
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Situación nacional en Chile: articulando las fuerzas populares, la lucha continua
Colectivo Miguel Enriquez
El Rebelde
A. Estado de la Economía.
La economía neoliberal del país mantiene la tendencia sostenida de crecimiento
durante el último trimestre (julio-septiembre), de 5,2%, acercándose al estimado
de crecimiento del PIB para el 2005 de un 6%, aunque con un incremento leve de
la inflación (4,3% a octubre), la que se explicaría por el ritmo de inversión y
consumo de las empresas más que por un aumento del consumo de la población,
cuyos salarios, en su gran mayoría, se encuentran estancados. Siguiendo con una
política exterior al servicio de los intereses del empresariado, se firman
durante las últimas semanas dos nuevos acuerdos de libre comercio, esta vez con
China y la India, dos de las economías más grandes y dinámicas del mundo. El
entorno económico internacional ha sido favorable a la estrategia
primario-exportadora del bloque dominante, pese al alza de los precios
internacionales del petróleo durante los últimos meses, ya que el mayor precio
del cobre (US$ 2 la tonelada) y otros productos de exportación han más que
compensado esas alzas. En el caso del cobre y molibdeno, están entregando
gigantescas ganancias a las mineras privadas, que prácticamente no pagan
impuestos en el país, y a través de Codelco, los mayores niveles de recursos al
Estado de los últimos años, permitiendo que el presupuesto de Hacienda 2006 sea
históricamente expansivo: 200 millones de dólares de "libre disposición" para el
próximo gobierno, fuera de todos los otros ítemes del presupuesto aumentados.
Por contrapartida, el alza del cobre ha llevado a una baja progresiva del precio
del dólar, lo que en una economía basada en la exportación de materias primas es
un problema potencial, que afecta a los otros sectores exportadores no-mineros,
que ven reducirse sus ganancias al disminuir el valor de la moneda en que se les
pagan sus productos en los mercados internacionales. Sin embargo, el BC mantiene
su decisión de no intervenir el precio de la divisa, contando con el apoyo de
los grandes grupos económicos, alineados tras la consigna de que el Estado no
debe interferir en el funcionamiento de los mercados. Como podemos apreciar, la
economía de los dueños del poder y la riqueza está en pleno ciclo expansivo,
superada la crisis económica y prácticamente resuelto el problema de
gobernabilidad interna, a través de una serie de ajustes institucionales, la
continuidad de la Concertación como el agente político hegemónico de las clases
dominantes, la incorporación de los comunistas al sistema político y un consenso
emergente en torno a la necesidad de introducir "correcciones" al modelo. Prueba
de ello son las expectativas del gran empresariado, que para el quinquenio
2005-2009 –el período que gobernará Bacheletcontemplan inversiones por más de 24
mil millones de dólares, concentradas en los sectores de minería, energía e
inmobiliario, de los cuales 6 mil 300 millones corresponderían sólo a la
inversión materializada el 2005, casi un 30% del PIB. Por eso, Lagos recibió una
ovación de más de un minuto de duración en el último encuentro empresarial de la
Enade, y el presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC),
máxima instancia empresarial, se permitió la libertad de decir que "sus"
empresarios lo amaban . Sin embargo, esos buenos indicadores macroeconómicos
tienen un costo social que pagan los trabajadores y empleados comunes y
corrientes, y sus familias. Costo social que no es cíclico, sino que corresponde
a las características estructurales de la economía que han impuesto en el país
las clases dominantes durante los últimos 32 años, y que se resume en tres
palabras: explotación, exclusión y opresión. De acuerdo a un informe de Naciones
Unidas, de hace unos meses atrás, Chile es uno de los países con peor
distribución del ingreso del mundo: el 20% más rico se lleva el 62,2% de los
ingresos del país. El 20% más pobre, el 3,3%. El 10% más rico, posee el el 47%
de los ingresos, frente al 1,2% del 10% más pobre. El 20% más rico gana 18,7
veces más ingreso que el 20% más pobre, lo que sitúa al país al nivel de
Paraguay, Honduras, Zambia y otros países africanos. Durante el trimestre
julio-septiembre la tasa de desempleo fue de un 8,5% de la fuerza de trabajo,
según el gobierno, que considera "empleados" a quienes hayan trabajado
remuneradamente o por cuenta propia ...¡al menos una hora! la semana anterior a
la aplicación de la encuesta. El desempleo afecta principalmente a los sectores
de menores ingresos y a los jóvenes, donde, según sus propias cifras, la tasa de
desocupación se dispara sobre el 25%. De los empleos creados según el gobierno,
aumentan los trabajadores por cuenta propia, que es empleo precario de baja
remuneración, baja productividad y baja cobertura social. De hecho, la mitad del
empleo creado el 2004 sólo duró cuatro meses y ni siquiera alcanzó la cobertura
legal para que los trabajadores se acogieran al seguro de cesantía. Así mismo,
el prácticamente nulo aumento de los salarios frente al repunte cíclico de la
economía confirma una vez más que el mayor crecimiento no tiene un impacto
directo ni en el empleo ni en las remuneraciones de los sectores medios y
populares del país. Es decir, el chorreo no existe. Por otra parte, la Fiscalía
Nacional Económica acusó de colusión a la mayoría de las Isapres, en perjuicio
de los usuarios del sistema, lo que sigue demostrando que el sistema no
beneficia a los trabajadores ni a los sectores medios. Con la puesta en
funcionamiento del Auge, entre julio y agosto, más de 12.000 usuarios se
traspasaron del sistema privado a Fonasa, precisamente porque en el sistema
privado menos prestaciones de salud salen muchísimo más caras y exist e n claras
muestras de discriminación hacia cierto tipo de usuarios del sistema, como las
embarazadas y los adultos mayores. En el caso de las AFPs, el 44% de la Fuerza
Laboral no cotiza y el 45% de los que cotizan hoy corren el riesgo muy probable
de no lograr la pensión mínima garantizada por el Estado al momento de jubilar,
lo que ha instalado con fuerza el debate tanto sobre la distribución de los
ingresos y precariedad laboral, como sobre la efectividad misma del sistema de
AFP´s. Sin embargo, cuando se aprobó en el Congreso la creación del Tribunal de
la Libre Competencia y la Fiscalía Nacional Económica, los mismos parlamentarios
y sectores políticos que hablan hoy de "corregir el modelo" o critican la
concentración de estas empresas, despenalizaron la colusión entre empresas y
eliminaron las facultades de la fiscalía para requisar computadores y grabar
conversaciones, dejándola sin herramientas para hacer su trabajo. Las clases
dominantes siguen haciendo caer contra los pobres todo el peso de la ley –por
ejemplo, a través de la rebaja en la edad de imputabilidad penal a 14 años y
fuertes penas- mientras ellas mismas se ponen a resguardo de que sean
investigados sus negociados, robos y estafas. Tan evidente es el impacto
negativo que tiene el modelo neoliberal en las condiciones de vida del pueblo,
que Felipe Lamarca, uno de los dueños del poder (ex Gerente General de COPEC, la
matriz del Grupo Angelini y ex Presidente de la SOFOFA), hizo una dura crítica
al modelo económico, a la mala distribución del ingreso y a la concentración de
la propiedad, logrando instalar el debate con mayor fuerza de estos 15 años,
básicamente porque quien lo instala es uno de los más importantes ejecutivos de
las clases dominantes, un representante de los poderes fácticos que controlan el
rumbo del país, a quien se suman otros poderosos empresarios como Hernán
Hoschild e incluso Hernán Somerville, presidente de la CPC y de la Asociación de
Bancos e Instituciones Financieras. Sus críticas coinciden con los
planteamientos que había realizado la Iglesia Católica sobre la desigualdad
escandalosa, en una carta pastoral de la Conferencia Episcopal, de mayo, y en el
sermón del Te Deum, en septiembre, así como con el discurso que viene planteando
la actual presidencia de la DC y un sector del PS, sobre la "corrección del
modelo". Sin embargo, no es una posición única entre las élites, ya que un coro
de empresarios, políticos y académicos –la derecha más duraha salido a refutar a
Lamarca, situando los problemas no en el modelo, sino en la carencia de reformas
microeconómicas y una deficiente política económica, lo que según ellos es
responsabilidad exclusiva del gobierno.
B. Bloque en el poder poder.
El bloque en el poder mantiene completamente la iniciativa política frente a los
pocos sectores del pueblo organizado que tratan de articular una propuesta
alternativa. Cierran institucionalmente la etapa de transición, promulgando las
últimas reformas a la constitución de la Dictadura y, a la vez que preparan las
condiciones para un nuevo pacto social, se arman de los instrumentos de
represión necesarios para someter al pueblo rebelde.
La nueva Cuestión Social.
Como señalábamos, coinciden en sus denuncias sobre la mala distribución del
ingreso, la concentración de la propiedad y los efectos perversos del modelo
neoliberal, la Conferencia Episcopal, líderes gremiales del empresariado y
representantes de los grandes grupos económicos, así como la directiva del PDC,
sectores del PS y los cuatro candidatos presidenciales. Esta autocrítica no es
fruto de una nueva conciencia progresista de las clases dominantes, de una
renovada piedad cristiana ni menos de un giro a la izquierda de las élites
políticas, sociales y económicas del país, como interesadamente algunos
analistas han llegado a señalar. Por el contrario, este nuevo consenso en el
diagnóstico muestra que la situación de explotación y desigualdad social del
país ha llegado a ser tan evidentemente brutal, que ha encendido las luces de
alerta amarilla al interior de las clases dominantes. Ya no es sólo Alejandro
Foxley -economista, ex senador, ex ministro de Hacienda durante el gobierno de
Aylwin y actual encargado del programa económico de Michelle Bachelet, quién
especula públicamente sobre la posibilidad de un estallido social, ni son sólo
las hipótesis de conflicto del Ejército, que ya a principios de los ´90 -con su
tesis de las fronteras interiores- había iniciado la conceptualización
estratégica del problema. Esta vez las clases dominantes han empezado a
reconocer que las situaciones de explotación y desigualdad, de fragilidad de los
sistemas políticos, no son un problema de gobernabilidad o seguridad interna que
afecta sólo a los países vecinos "más atrasados" de la región, sino que son un
riesgo latente para su exitosa y moderna economía capitalista neoliberal.
Preocupación redoblada durante noviembre, a raíz del estallido social de las
comunidades empobrecidas de los suburbios de Francia, en donde hasta una revista
de farándula se dió el tiempo para hacer comparaciones con la situación de
nuestro país. Hace cien años, entre 1910 a 1938, frente al auge de la
organización social, sindical y política autónoma, revolucionaria, de unas
emergentes clases obreras, campesinas y sectores medios, frente a grandes ciclos
de movilizaciones y luchas populares, frente al surgimiento de fuertes
movimientos anarquistas, comunistas y socialistas en el seno de ese movimiento
popular, un sector de la oligarquía dominante comprendió que era más efectiva la
neutralización de esos sectores, a través de la negociación de reformas al
sistema político y económico, de concesiones que paliaran en alguna medida las
situaciones más extremas del pueblo trabajador. Comprendieron que se dominaba
mejor a los pobres, no a través de un combate abierto, de la represión violenta
de sus luchas –como las matanzas de la Escuela Santa María de Iquique o Ranquil-
sino otorgándoles un espacio de participación, que no cuestionara las bases ni
del sistema económico, ni del sistema de dominación vigente, a la vez que
permitiera el aislamiento de los sectores revolucionarios. A esas preocupaciones
de la oligarquía se las llamó en ese entonces "La Cuestión Social", y sus frutos
fueron la Constitución de 1925, la dictación del primer Código Laboral y la
convergencia paulatina de intereses entre las clases dominantes, en particular
una emergente burguesía industrial, con las dirigencias políticas reformistas
del movimiento popular, principalmente socialistas y comunistas (en ese tiempo
los Humanistas no existían; tampoco Fuerza Social ni los Surdos). Esa
convergencia hizo posible el gobierno del Frente Popular de Pedro Aguirre Cerda,
que marca el comienzo de la construción de un capitalismo de base estatal en
Chile, de un largo ciclo de estabilidad política que se extiende por casi 40
años, y también de la participación de socialistas y comunistas en el régimen
político y en distintos gobiernos hasta 1973, cuando el Golpe Militar derrumbó
en un día todo un orden en crisis que dejó de ser funcional a los dueños del
poder y la riqueza, y que incluso amenazaba con tener una salida revolucionaria.
Los costos para los sectores populares de esos 40 años fueron, entre otros, la
mantención de la explotación capitalista, la contención de sus luchas y su
restricción casi exclusiva a la lucha reivindicativa, en los marcos de la
legalidad acordada con la burguesía; la exclusión de los campesinos de la lucha
política y por lo tanto la mantención por décadas de sus miserables condiciones
de vida y opresión política, y el aislamiento y dispersión de los sectores
revolucionarios, por lo menos hasta la creación del MIR el año 1965. Hoy día, a
pesar de que no existe un fuerte movimiento popular ni existen como actores
políticos relevantes organizaciones políticas populares y revolucionarias, como
hace 100 años atrás, existen condiciones sociales para su surgimiento, que
expresan también un potencial de desintegración social que también afecta la
viabilidad del sistema de dominación en el país. Eso las clases dominantes lo
ven, y tienen muy presente la experiencia del período previo a la Unidad
Popular, así como el ciclo de protestas populares contra la dictadura en los
años ´80 o la situación de Franncia, Bélgica y Alemania hoy día. Si aquellos que
nunca han cedido nada sin luchar y han defendido sus intereses incluso a costa
del genocidio de una parte del pueblo chileno, están tan dispuestos ahora a
discutir sobre la nueva "cuestión social", es porque saben que existe el riesgo
real de perder pan y pedazo de sus privilegios, de no rectificar algunos
aspectos del modelo y de no ser capaces de mantener a amplios sectores del
pueblo presos de su sistema de dominación. Se ha generado una masa crítica
proclive a la "corrección" del modelo económico, siempre en el marco del
capitalismo, cuyo discurso público es la escandalosa desigualdad, pero cuya
preocupación de fondo es la proyección, en términos de gobernabilidad, de
"seguridad nacional" de los problemas sociales que el modelo causa.
El fin de la Transición y un nuevo Pacto Social
Las clases dominantes saben que en este escenario es clave la legitimidad del
poder político. Para ellos, un cuarto gobierno de la Concertación da un mayor
resguardo a la estabilidad política porque tiene mayor respaldo social. Por eso
también las reformas constitucionales hacen más "presentable" el régimen,
nacional e internacionalmente, al sacar el nombre de Pinochet de la Constitución
y eliminar o modificar varias de las figuras jurídicas más cuestionadas -como
los senadores designados o el rol y composición del Consejo Superior de
Seguridad Nacional, entre otras-. Por eso, la UDI apoyó a Lagos en su peor
momento, cuando explotó el escándalo CORFO-Inverlink, temiendo un
resquebrajamiento del orden institucional, como sucedía en Argentina por esos
mismos días y por eso la derecha como sector perdió su oportunidad de ser el
agente político hegemónico del bloque en el poder, al demostrar con su
canibalismo político su nula capacidad de gobernabilidad interna. La
Concertación no sólo logró recuperar su liderazgo, alcanzando el gobierno de
Lagos un porcentaje de aprobación cercano al 70% en las encuestas, en su último
año, sino que lo proyecta ahora a través de su futura Presidenta y de una
inyección de recursos histórica para la acción clientelizadora del Estado.
Incluso, por fin los actores políticos del bloque en el poder, nuevamente
después de 32 años, aceptan discutir la incorporación formal del Partido
Comunista al régimen institucional, reconociéndole de nuevo su carácter
histórico de factor estabilizador, domesticador de los sectores populares (al
menos nominalmente de ese 9% que logró representar electoralmente en las
municipales del 2004) Esto, porque el Juntos Podemos Más, la alianza electoral
del PC, restringe conscientemente y sin que nadie se lo pida su actividad
política, abandonando en los hechos la articulación de la lucha electoral con
otras formas de lucha y organización populares, constituyéndose en un canal de
domesticación institucional de la lucha popular, legitimador de la legalidad
patronal, en un momento en que hasta las clases dominantes perciben la
posibilidad de una ruptura, y por lo tanto, donde las tareas de una organización
revolucionaria son otras, no el apuntalamiento del sistema. Es por esto que
consideramos que son el último componente subordinado dentro del bloque en el
poder, al igual que la CUT, aunque con evidentes contradicciones internas entre
su carácter popular, su discurso crítico de oposición y su real rol
estabilizador de la lucha de clases. Todo este proceso que señalamos, que nos
parece indicativo de un nuevo pacto social que busca darle mayor legitimidad y
gobernabilidad al sistema de dominación, manteniendo la hegemonía de las clases
dominantes, se va expresando en una serie de gestos y medidas concretas: Por un
lado, el gobierno entrega un reajuste excepcional de un 5% a los empleados
públicos, haciendo un llamado al empresariado para igualar sueldos y salarios.
Acuerda también un reajuste progresivo de sueldos, por dos años, para profesores
municipales, amarrando a la directiva pro-gubernamental del Colegio. Además, no
sólo promulga la Ley de Financiamiento Universitario, generando un sistema de
crédito para los estudiantes de Ues privadas, sino también anuncia el
financiamiento del 100% de los aranceles universitarios de referencia del 60% de
los estudiantes con menores ingresos, amarrando así a las directivas
estudiantiles de la Confech. En este nuevo clima de entendimiento, los
dirigentes del PC y el candidato del Juntos Podemos Más visitan al Comandante en
Jefe del Ejército y, en una serie de gestos "históricos", el presidente de la
CPC, Hernán Somerville, visita a la directiva de la CUT en su sede, visita que
es devuelta por los dirigentes de la CUT en la sede de la CPC.
El arsenal de las clases dominantes
Sin embargo, las clases dominantes lo son, precisamente porque por su posición
tienden a pensar y actuar estratégicamente. A diferencia de una izquierda con
anteojeras electorales y vocación de comparsa, estas mismas élites políticas,
económicas, sociales y militares comprenden que a pesar de sus esfuerzos
hegemónicos, a pesar de haber constituido una mayoría social para el modelo, una
parte no despreciable de los excluidos no podrán ser cooptados y neutralizados.
Se impone entonces la necesidad del control y la represión de estos sectores que
con su sola existencia niegan la política pacificadora del bloque en el poder, y
la detección y anulación temprana de aquellos sectores organizados del pueblo
que puedan liderar y organizar a esos descontentos. Se impone entonces la
necesidad de criminalizar la protesta social y criminalizar a una generación de
jóvenes empobrecidos por el modelo y sin alternativas reales de integración. Las
principales herramientas son jurídico-institucionales: la Reforma Procesal
Penal, que con su ejército de fiscales se transforma en una verdadera moledora
de carne para el pueblo pobre y marginal, y una serie de leyes ad-hoc como la
nueva Ley de Control de Armas o la rebaja de la imputabilidad penal juvenil de
18 a 14 años. Esas leyes están ahí para llevar a esta generación de jóvenes de
las calles y los pasajes de las poblaciones, directo a alguna de las 10
gigantescas cárceles que se están construyendo en el país, para albergar a 20
mil nuevos condenados. Por eso somos el país de Latinoamérica con mayor cantidad
de presos en relación con su población. Más que Brasil, más que Colombia o
Argentina. Las nuevas leyes están ahí, también, para sacar a los dirigentes
sociales, sindicales, estudiantiles y al pueblo organizado, de las acciones
directas, de las movilizaciones y las barricadas en los puertos, las calles o
las tomas en las industrias o fundos de los patrones, únicas formas de lucha
efectivas que contrapesan en algo en desmesurado poder con el que cuentan sus
enemigos de clase. Junto al aparataje jurídico institucional de control y
represión, también las clases dominantes han venido poniendo a punto sus
instrumentos operativos preventivos: fieles al carácter contrainsurgente del
Estado, heredado de la Dictadura Militar, se constituyó la Agencia Nacional de
Inteligencia (ANI), incorporando a las FF.AA. con plenos derechos al trabajo de
seguridad interna, y la Concertación ha venido colocando a la cabeza de
Carabineros e Investigaciones casi exclusivamente a altos mandos ligados al
trabajo de inteligencia durante los últimos 15 años. En el caso de los primeros,
su nuevo General Director, José Bernales Ramírez, hasta su nombramiento era el
jefe de la Dirección de Inteligencia y tuvo a su cargo la neutralización de la
Coordinadora Arauco-Malleco y la militarización policial del territorio mapuche.
Finalmente, por si lo anterior fuera poco y los sistemas preventivos, de control
y represión se vieran sobrepasados, el Ejército, la principal institución armada
del país y la más desprestigiada por su implicación en las violaciones a los
derechos humanos durante el régimen militar, a la cabeza del General Juan Emilio
Cheyre, logra avanzar a pasos agigantados en su relegitimación e inserción
social nacional e internacional y culmina su proceso de reforma interna iniciado
con el Plan Alcázar de Pinochet. Un ejército de altos mandos pasados por la
escuela de la CNI -13 de 30 generales- (como ha debido reconocer el gobierno
tras las denuncias contra el segundo al mando de la misión chilena en Haití) que
de a poco, en un doble movimiento, se reestructura doctrinaria y
organizacionalmente para hacer frente a sus enemigos históricos, a la vez que
vuelve a encubrir su carácter contrainsurgente, de brazo armado de las clases
dominantes, con el manto ideológico del "Ejército profesional", de "todos los
chilenos", operación en que hasta el PC con sus visitas coopera y en la cual la
tragedia de los soldados de Antuco, pueblo pobre uniformado, es utilizada sin
escrúpulos por los altos mandos en otra de sus maniobras comunicacionales.
C. La coyuntura electoral y el campo popular
Lo señalado hasta ahora, y en anteriores números de "El Rebelde", es el
escenario en el cual, para nosotros, adquiere sentido la coyuntura electoral. Es
un momento de un proceso más amplio de relegitimación del sistema de dominación,
y de continuidad de las condiciones de explotación, exclusión y opresión de los
sectores populares. Es un momento necesario en los reacomodos del bloque en el
poder, en sus ajustes, en un período de la lucha de clases que consideramos
similar (en sus procesos, no en sus tiempos ni en sus actores) al vivido las
primeras décadas del siglo XX, y que nos pone frente a desafíos similares. Las
clases dominantes lograron conformar su alianza política, ideológica, económica
y social, su bloque histórico, cooptando a su proyecto a una amplia base social
y política popular. Las candidaturas de Lavín, de Piñera y Bachelet expresan
matices, contradicciones menores entre las clases dominantes, pero un mismo
carácter burgués. Son tres sectores de un mismo bloque, que se disputan la
condición de agente político hegemónico sobre las mayorías nacionales. La
candidatura de Hirsh expresa en sus contenidos el descontento y las esperanzas
de algunos sectores del pueblo, pero su función final en el actual contexto
político del país es estabilizadora. Proporciona una salida institucional para
descomprimir ese descontento acumulado y es una moneda de cambio frente a la
segunda vuelta electoral, para negociar la incorporación de ese sector de la
izquierda en el sistema político, como ya adelantó en una entrevista de prensa
Manuel Riesco, economista, candidato a senador y coordinador del programa
económico del Juntos Podemos, y como ya había ocurrido cuando el PC minimizó la
candidatura de Gladys Marín, para no perjudicar a Lagos frente a Lavín el año
2000. Creemos que la coyuntura electoral desvía el debate en el campo popular,
hacia la participación o no en las elecciones y la forma que asume esta. Es una
agenda que nos imponen las clases dominantes en la cual se dejan envolver
también sectores radicalizados. Pensamos que no podemos, bajo la justificación
de una supuesta madurez política, o con el temor de quedar aislados, ser
comprensivos con las maniobras de la izquierda electoral, cuando esa comprensión
implica acomodar nuestro accionar político y ser cooptados indirectamente en el
vagón de cola del bloque dominante, vía alianzas políticas con el PC. ¡Qué mejor
ejemplo que la actuación de esa izquierda en la CUT durante estos 15 años, que
después del paro de agosto del 2003 se asustó de la convocatoria que podía tener
y termina haciendo chistes de mal gusto como el supuesto "paro" de octubre de
este año! Incluso, la posibilidad del voto nulo, dada la actual correlación de
fuerzas políticas entre el campo popular y el bloque en el poder, la
consideramos también un mecanismo institucional de descompresión
político-social, un mecanismo legal y simbólico de protesta sin consecuencias
políticas reales, contemplado desde el inicio en la cancha rayada por el
enemigo, que por mucho descontento que cargue, se expresa sólo a través de un
papelito, que también simbólicamente termina validando la legitimidad de quienes
optan por las otras alternativas presidenciales y parlamentarias. Por el
contrario, consideramos que el debate de la izquierda revolucionaria no es si
participar o no en la coyuntura y la agenda impuesta por los dueños del poder y
la riqueza, sino construir nuestras propias coyunturas y agendas. La agenda de
los pobres. Eso no se logra diluyéndonos como sector en las estrategias
políticas del reformismo, ni menos limitandonos a denunciarlos eternamente como
traidores a la clase trabajadora. Se logra fortaleciéndonos como sector en lo
ideológico, lo político, lo orgánico y en nuestros vínculos con el movimiento
social. Se logra escogiendo los espacios en los que dar nuestras peleas y
apuntar a aquellas formas que nos permitan efectivamente avanzar junto al pueblo
en conciencia, organización y lucha, en forma independiente y autónoma de las
clases dominantes y sus aliados del campo popular. Ciertamente, en el actual
escenario político la izquierda revolucionaria ocupa una posición no sólo
marginal, sino casi inexistente. Esta situación se va a mantener en el tiempo,
en la medida en que no salgamos de la lógica del reducto, del "ghetto", y sólo
podemos salir de esa lógica fortaleciendo nuestra vinculación con los sectores
populares y fortaleciendo nuestras organiaciones. No basta que nos juntemos un
par de veces al año a compartir nuestras experiencias entre organizados; no
basta que nos coordinemos para peleas puntuales en algunas universidades,
sindicatos u otro movimiento social, o nos autoconvoquemos para el calendario
anual de actos "político-culturales", donde siempre vemos las mismas caras.
Menos, que pensemos que rompemos el reducto de la ultra porque nos empezamos a
juntar con representantes de la izquierda tradicional, que en relación a la gran
mayoría del pueblo son casi tan marginales como los sectores revolucionarios.
Romper con la lógica de trinchera implica para nosotros vincularnos al
movimiento social que en estos momentos está dando sus luchas, contribuir a su
fortalecimiento con lo que podemos aportar y hacer las vinculaciones necesarias
para constituir al menos una corriente clasista y popular en su seno. En algunos
sectores creemos que eso está tratando de surgir espontáneamente, como en
algunas recientes luchas sindicales de trasnacionales de los alimentos, o en las
luchas de los deudores habitacionales o el reciente movimiento de los profesores
contra la evaluación docente, que no responde únicamente a la pugna interna del
PC con Fuerza Social. En otros, corresponde a un impulso un poco más
estructurado, como en el caso de recientes luchas estudiantiles donde poco a
poco los sectores revolucionarios comienzan a converger con una perspectiva de
largo plazo, comenzando a obtener también resultados en la lucha institucional
de la que hasta ahoras se habían mantenido alejados. Es a través de luchas como
esas como creemos se rompe la lógica del reducto, también, porque es desde esas
luchas a partir de las que se van conformando plataformas de lucha más
generales, desde donde el aprendizaje de un sector puede servir para que otro
sector se monte ya sobre un cierto acumulado de experiencia, donde se comienza a
problematizar y vislumbrar los contenidos de un proyecto alternativo de sociedad
y donde efectivamente la organización revolucionaria contribuye a la la lucha de
clases contra los poderosos, cuestionando sus políticas, su legalidad, las
formas de organización impuestas al movimiento popular. Donde podemos hacer un
aprendizaje junto al pueblo que permita ampliar desde las mismas luchas la base
social de los sectores revolucionarios. Es ahí donde debieran estar puestos
nuestros máximos esfuerzos, y es ese el espacio donde debieran converger
nuestras organizaciones.
ARTICULANDO LAS FUERZAS POPULARES; LA LUCHA CONTINUA
Ver: http://usuarios.lycos.es/cedema/Chile/MIR/ElRebelde272.pdf