Latinoamérica
|
Con Rebeldía y Dignidad, a disputar los espacios sociales al electoralismo y sus cantos de sirena
Frente Patriótico Manuel Rodríguez
Estos 15 años de gobiernos civiles, de la denominada "democracia
representativa", se caracterizan principalmente por un proceso dirigido a
consolidar la convergencia de las instituciones políticas y del Estado, con los
intereses de los grupos económicos nacionales y transnacionales (la burguesía
monopólico-financiera).
La búsqueda de esta convergencia -el consenso neoliberal- es lo que el bloque
dominante ha denominado "transición a la democracia", que en concreto significa
cómo las distintas esferas del poder resuelven y se hacen cargo de problemas o
contradicciones que pudieran afectar la tranquilidad y legitimidad del modelo y
sus actores principales, entre ellos los temas llamados de derechos humanos, los
"enclaves autoritarios" y la "equidad".
En síntesis, nuestra democracia representativa en realidad representa la
continuidad del modelo, representa los intereses del bloque dominante del país,
que participa, decide y gestiona directamente la política, la economía y todos
los aspectos de la base y la superestructura de nuestra sociedad .
En este marco, Ricardo Lagos no podía evitar la tentación de sus predecesores,
de decretar el "fin de la transición", queriendo cerrar de esta forma su
gobierno con una declaración pomposa sobre las últimas reformas constitucionales
que "perfeccionan" la constitución flexibilizando aspectos del sistema político
(senadores designados, vitalicios, etc), y de paso legitimarlo aún más a escala
internacional.
Ciertamente hay diferencias entre la Concertación y Derecha en cuanto a la
profundidad de las reformas, especialmente en lo referente al sistema electoral
binominal, cuya postergada tramitación implicaría terminar con "la exclusión" de
la izquierda institucional (PC y sectores aliados), al permitir la expresión de
las minorías electorales en el parlamento. En dicho punto la Concertación
pretende con una mirada a largo plazo, integrar a estos sectores y "tenerlos
ocupados" en insertarse en este andamiaje ("luchar dentro de la
institucionalidad" le llaman).
La mentada convergencia neoliberal produce también que la gestión de la política
y la economía estén cada vez más distanciadas de los sectores sociales. Los
llamados poderes del Estado se muestran en su real carácter, entidades alejadas
y por encima de la población, pero que con la complicidad de los medios de
comunicación de masas (cuyos dueños son parte del mismo consenso), mantienen y
sostienen un sentido común que favorece la continuidad del modelo y oculta o
maquilla su verdadera naturaleza clasista y discriminadora, que si lo requieren
pueden ser profundamente represiva recurriendo a leyes como la Antiterrorista y
de Seguridad Interior contra sectores que se organizan y luchan por sus derechos
y dignidad, como la Coordinadora Arauco Malleco en el caso del pueblo mapuche.
Incluso, el Ministerio del Interior ha llegado a querellarse contra los
"peligrosos" deudores habitacionales que levantan su voz ante la indolencia del
poder.
Estos aspectos que involucran los llamados "derechos civiles", son los que aún
provocan cuestionamientos puntuales o parciales a la legalidad chilena en el
exterior. La detención de Pinochet en Londres en su momento, y las recientes
derrotas del gobierno en el intento de extraditar a Patricio Ortiz y Sergio G.
Apablaza (Salvador) muestran algunos flancos débiles del régimen chileno en su
legitimación internacional, aunque en los aspectos económicos y sociales goza de
toda la venia de los Estados y organismos que representan al imperialismo y el
capital financiero.
El mencionado abismo entre los intereses del Estado y los partidos oficiales (de
gobierno y oposición) respecto a los de la mayoría del pueblo, los hace
convertirse en aparatos electorales (con variados caudillos) que disputan base
social con sólo esos fines, que más bien administran cuotas de poder en su
propio seno, haciendo diversos cálculos, movidas, transacciones y "blindajes"
con el interés de asegurar sus mezquinas parcelas políticas. Esto quedó más que
demostrado con la candidatura del ultraderechista Longueira, o las confusas
disputas y "gestos" en el PS, la DC y el PPD a la hora de negociar los cupos
parlamentarios.
La disputa no es electoral porque sí, se trata de acceder a la administración
del Estado, ya sea para seguir gozando de sus beneficios económicos
(sobresueldos, contratos a lo amigo, consultorías millonarias) en el caso de la
Concertación, o bien para acelerar a fondo el saqueo privatizador en el caso de
la Derecha. En ambos casos en disputa de un jugoso botín. Eso es lo que en
verdad explica las denuncias sobre corrupción de la UDI y RN, que no son sólo
con fines electorales inmediatos, pues el interés a largo plazo es crear
condiciones que permitan la privatización de empresas como Codelco o por último
ser incorporados a formar parte de sus directorios.
Esta distancia con la población del bloque dominante y sus aparatos no es en
forma aislada una amenaza a su estabilidad, no genera en sí misma un antagonismo
social capaz de hacerlo temblar. Para que esto ocurra, se requieren condiciones
vinculadas con la existencia objetiva de un movimiento popular con la voluntad
de romper el actual orden político-social, y con la perspectiva de consolidar un
nuevo proyecto nacional de desarrollo. De acuerdo a nuestro programa, esta es
una tarea que bajo las condiciones históricas solo podrían llevarla hasta el
final los sectores populares más conscientes y avanzados, en un gran movimiento
donde la clase trabajadora y el pueblo conformen un único cuerpo tras la
destrucción de las bases que sostienen al imperialismo en Chile y América
Latina, sean estas sociales, políticas o militares.
Otros caminos, otras formas y maniobras
En posición paralela a lo anterior, existen otros proyectos dentro de los
sectores que se declaran anti neoliberales, que ven la presencia en el
parlamento como la posibilidad real de conseguir cambios en el modelo.
Estrategia determinada más por lo electoral que por una construcción de fuerzas
orientadas a la confrontación con el régimen imperante, cuyos avances y
retrocesos son medidos justamente con esta misma vara.
Nuestra propuesta al contrario, junto a distintas organizaciones hermanas, se
sustenta más bien en la consolidación de organizaciones de base independientes,
con capacidad de desarrollar la lucha, participación, protagonismo y formación
del pueblo. Esfuerzo de construcción distante del "basismo" y el "movimientismo",
y puesto a prueba desde los años 90 a través de la coordinación o esfuerzos
particulares de muchos colectivos sociales y políticos en varios territorios y
zonas a lo largo del país, cuyos horizontes estratégicos y de perspectiva
nacional han ido superando lentamente las debilidades iniciales, aunque todavía
no se logré romper del todo con el localismos, la inercia y la
autoreferencialidad. Construcción en la cual las organizaciones revolucionaria
les cabe una gran responsabilidad, sobre todo en los temas de la unidad sin
sectarismos y pequeñas disputas. Aptitud que ha facilitado la articulación y
convergencia de los objetivos y los contenidos de las luchas sectoriales y
territoriales, más allá de "salir en la prensa" u ocupar espacios formales y
cupulares dentro de la institucionalidad.
Finalmente los frutos de estos esfuerzos sólo los veremos a mediano plazo.
Aunque igual en fechas significativas como las de septiembre y octubres se ponen
a prueba una vez más la capacidad, coherencia y solidez de las fuerzas populares
y sus direcciones. Estimulante es ver como ya se activan coordinaciones y
espacios unitarios para organizar las protestas, actos, marchas y mítines que
fortalecen la organización de nuestra gente. Contingencia en la cual esperamos
se inunden las calles y murallas de los barrios, centros laborales y
estudiantiles con rebeldía y dignidad, para disputar los espacios populares al
electoralismo y sus cantos de sirena de aquí a diciembre.