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La futura asamblea constituyente en Bolivia
Mauricio Ochoa Urioste
El centralismo y la excesiva burocracia perjudicaron el desarrollo económico
y social de los departamentos, las provincias, los municipios y los pueblos
indígenas y originarios. El delincuencial manejo de la res publicae, la
debilidad de los órganos de fiscalización y control gubernamental, la precaria
institucionalización de los poderes del Estado, el neoliberalismo rapaz y la
excesiva injerencia política exterior, contribuyeron los últimos años a
incrementar las grandes brechas entre ricos y pobres, el déficit fiscal, la
emigración de cientos de miles de bolivianos al extranjero, mantener casi
inalterables las deprimentes tasas de desempleo y el nivel de pobreza, y todavía
alarmantes los índices de mortalidad infantil y esperanza de vida. La falta de
realización de los derechos civiles, políticos, sociales, económicos, culturales
y de solidaridad - consustanciales del Estado Social y Democrático de Derecho -
conllevaron la emergencia de fuerzas opositoras e insurgentes en Bolivia los
últimos años.
Las consignas mayoritariamente entusiastas de las autonomías departamentales,
las autonomías de los pueblos indígenas y originarios, la nacionalización de los
hidrocarburos, la política de tierras y territorio, deben dar pie a un
concienzudo análisis crítico entorno a su contenido, su pertinencia y sus
consecuencias reales. Lo que resulta evidente es que la legitimidad y la
legalidad de este proceso constituyente está condicionado a la correspondencia
de las reformas normativas con los principios del actual Estado social y
democrático de derecho, vale decir, la dignidad y la libertad humana, la unidad
en la diversidad multiétnica y pluricultural, la solidaridad, la justicia
social, y el desarrollo económico y social armónico de todos los bolivianos.
Los consejos pre - constituyente y pre - autonómico, no deberían ser los únicos
espacios de diálogo y concertación; por el contrario, la sociedad civil tiene el
derecho y la responsabilidad de informarse sobre las propuestas de cambio
normativo y asumir su rol presente aportando criterios para el debate. Las
agrupaciones sociales, los medios de comunicación, las asociaciones de
empresarios, los intelectuales, los obreros, los campesinos, los mineros, los
empleados públicos y privados, los universitarios, los jóvenes, entre otros,
tienen la responsabilidad de propulsar éstas y otras transformaciones en un
escenario deliberativo amplio.
Concretamente, la agenda del debate podría profundizar algunos temas que en
cierta medida ya se encuentran socializados: las competencias de los gobiernos
autonómicos y de los pueblos indígenas y originarios, los beneficios económicos
de la nacionalización de los hidrocarburos y de los otros recursos naturales no
renovables, así como de las otras formas de intervención del Estado en la
economía, el alcance preciso de la propiedad privada y de su función social, la
institucionalización, coordinación, equilibrio y control de los poderes del
Estado, la ampliación de los derechos fundamentales de tercera y de cuarta
generación no reconocidos expresamente en la Constitución, etc. Asimismo sería
importante introducir en el debate otros temas no menos importantes, como ser:
la definición del sistema parlamentario, la política económica, exterior,
fiscal, ambiental, educativa, cultural, migratoria y de promoción del turismo,
la institucionalización del Ministerio Público y de la Contraloría General de la
República, la reforma del procedimiento de juicio contra dignatarios de Estado y
jueces, la incorporación de la Procuraduría General de la República, sólo por
citar algunos ejemplos.
En definitiva, el espacio de debate debería incluir todas las propuestas que
guarden relación con los principios del Estado Social y Democrático de Derecho,
en una lucha no restrictiva de ideas que tenga como horizonte común mejorar las
condiciones de vida de cada uno de los ciudadanos bolivianos.
Ciertamente los logros de la Asamblea Constituyente dependen de la acción y la
omisión de sus integrantes, así como del grado de eficacia de la reforma
constitucional en el futuro. Por estas razones la interacción entre la sociedad
civil y los asambleístas, y la adecuación del cambio normativo a la realidad
social, y no viceversa, son inestimables.