Latinoamérica
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Los derrotados
Andrés Soliz Rada
Los separatistas de la oligarquía cruceña, uno de cuyos representantes es el
presidente de la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), José Céspedes ("El
Deber•", 18-06-05), son los principales derrotados en las elecciones
presidenciales del 18 de diciembre pasado, en las que Evo Morales, del
Movimiento al Socialismo (MAS), obtuvo un triunfo inobjetable. Estos
disgregadores del territorio patrio se aprestaban a entregar a las petroleras
norteamericanas y europeas el dominio total de las regiones arrancadas de la
soberanía nacional, a fin de convertirlas en otros "kuwaits" del cono sur
latinoamericano.
Céspedes y sus congéneres no imaginaron, ni en sus peores pesadillas, que uno de
cada tres habitantes de Santa Cruz de la Sierra votaría por el MAS y que uno de
los tres senadores de ese departamento responderá al primer indígena que llega a
la Presidencia, con un discurso de unidad nacional, que aísla y derrota también
a los voceros de un fundamentalismo indigenista, tan trasnochado como la edad de
piedra. En las candidaturas perdidosas, los separatistas también fueron
marginados.
La noche de las elecciones, alrededor de 40.000 personas se congregaron en las
inmediaciones de la Casa de Campaña del MAS de Santa Cruz para festejar su
victoria. La prepotencia de la Unión Juvenil Cruceñista, que repelió a palos a
indígenas que trataban de ingresar a la Plaza de la ciudad oriental, será
difícil que se repita. Uno de los economistas más prestigiosos del país, por su
talento y honestidad, además de portador de dos apellidos tradicionales del
oriente boliviano, Roger Ortiz Mercado, es el vocero del MAS en Santa Cruz, lo
que equivale a decir también que es el vocero de la unidad nacional en ese
departamento.
La derrota alcanza a los gerentes y subalternos de las transnacionales, que
añoraban discutir los contratos petroleros con sumisos funcionarios distritales
que acataran sus órdenes y no con un Estado nacional, que debe retomar el
interrumpido camino de su construcción y fortalecimiento, con el apoyo de
regímenes que, en mayor o menor grado, defienden la autonomía de sus pueblos,
como Chávez, Lula, Vásquez y Kirchner. Los racistas de los nueve departamentos
también han mordido el polvo de la derrota. Sus antepasados fundaron, en 1825,
una república oligárquica de la que fue excluido el 90 por ciento de sus
habitantes, lo que generó un colonialismo interno que el MAS debe terminar de
erradicar.
Este triunfo tiene, como antecedentes, la rebelión de Tupak Katari de 1781; las
insurrecciones de mojeños y chiriguanos en el oriente boliviano, la revolución
paceña del 16 de julio de 1809, en cuya Junta Tuitiva participaron
representantes indígenas; la revolución del 9 de abril de 1952, que consagró el
voto universal; la fundación de Conciencia de Patria (CONDEPA), que, en 1989,
logró que Remedios Loza sea la primera mujer indígena en ser diputada nacional y
los triunfos de movimientos sociales que expulsaron a la norteamericana Bechtel
que impuso la privatización del agua y consiguieron la fuga del corrupto Gonzalo
Sánchez de Lozada..
La victoria de Evo Morales está, sin embargo, plagada de dificultades. La
primera de ellas reside en contener a quienes tratarán de utilizar la elección
de prefectos (gobernadores de cada departamento) para continuar enarbolando
consignas separatistas. El Presidente electo ha aclarado que en la Asamblea
Constituyente, a reunirse desde agosto próximo, se apoyarán a las autonomías en
el marco de la unidad nacional. La simbiosis de ponchos y corbatas es la frase
que utilizó al iniciar su campaña proselitista.
Las autonomías no están en discusión. Lo que se debatirá serán su contenido y
sus alcances. Esta claro que las autonomías no incluyen a las relaciones
exteriores, a las Fuerzas Armadas y la Policía, al régimen económico y
financiero, a una base filosófica común en la educación, que coadyuve a la
consolidación del ser nacional, y la planificación estratégica de la economía.
Lo anterior significa estructurar un Estado nacional capaz de insertarse en los
proyectos de integración de América Latina, sobre todo, en materia petrolera.
Finalmente, Evo y el MAS requieren aislar a la ultra izquierda, pero para ello
deben demostrar que no son una continuación del neoliberalismo, repudiado en las
calles y en las urnas, sino una ruptura con la claudicación y el saqueo, con la
inmoralidad y el cinismo.