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Latinoamérica

Bolivia: Bush pierde a un títere, pero gana a otro Lula

Econoticiasbolivia.com

La administración Bush quedó notificada este domingo desde Bolivia con dos noticias, una mala y otra casi buena. La amarga le dice que la ficha favorita de Washington, el ultraderechista Jorge "Tuto" Quiroga, fue aplastado en las elecciones. La casi buena le dice que el vencedor en las urnas y futuro presidente de nueve millones de bolivianos, el líder indígena Evo Morales, quiere y puede convertirse en un nuevo Lula, en un nuevo Kirchner.

Los primeros resultados de la votación, --que dan cuenta que Evo, el líder cocalero y jefe del Movimiento al Socialismo (MAS), logró el 51 por ciento de los votos y que Tuto, el ex presidente de la República y conductor de la agrupación fascistoide de Podemos, alcanzó apenas el 31 por ciento--, no sorprendieron sin embargo demasiado a Washington, que ya desde la pasada semana cambió de estrategia y viró hacia el primero, abandonando al segundo. La nueva orientación de Bush, impuesta por las circunstancias y el voto, es liquidar la insurgencia popular de los andinos a través de un gobierno populista que controle y ponga en cintura a los sindicatos más rebeldes y ya no mediante la ultraderecha y los militares. Al menos temporalmente (Ver: EEUU ya juega con la opción Evo presidente, en
www.econoticiasbolivia.com).

La contundencia del repudio popular a los políticos y partidos ligados a Estados Unidos, a las transnacionales y al neoliberalismo, reflejadas masivamente en las urnas, le confirma a Washington que ya no tendrá un títere a la cabeza del gobierno boliviano, tal como había ocurrido desde el último cuarto de siglo con Gonzalo Sánchez de Lozada, Carlos Mesa, Hugo Banzer, Jaime Paz y el propio Quiroga, todos ellos obsecuentes y sumidos con el Imperio y muy duros con el pueblo.

Pero como premio consuelo, en vez de la acostumbrada marioneta, emerge el líder indígena, el cocalero Evo Morales, que está dispuesto a seguir el ejemplo de los Lula y los Kirchner, que muestran a plenitud su antiimperialismo pagando la deuda externa al Fondo Monetario Internacional (FMI) con el hambre de sus pueblos, manteniendo en pie las políticas que fomentan la pobreza y destruyen la economía popular.

En la línea del hermano mayor

El líder cocalero es, a despecho de la leyenda negra que le tejen los halcones de Washington y los sectores más reaccionarios y fascistas dentro y fuera de Bolivia, un dirigente campesino que ha moderado mucho su lenguaje y sus propuestas y que ahora está muy lejos de ser un revolucionario, como dice interesadamente la romántica visión propalada por los organismos internacionales no gubernamentales y la izquierda continental que rodea a Lula, Chávez, Kirchner y Fidel.

El propio Morales ya advertido que gobernará al estilo Lula, el obrero que gobierna Brasil defendiendo al gran capital, al que llama constantemente su hermano mayor, lo que significa que lo hará con gran virulencia verbal contra Estados Unidos, pero sin tocar los grandes intereses y negocios de las transnacionales y el Imperio.

Evo es, en lo esencial, un representante de la izquierda democrática, capaz de dividir a los sindicatos y organizaciones más combativas y revolucionarias, tal como lo hizo en el pasado. Su estilo de gobierno no será ajeno al de los presidentes y gobiernos que lanzan ardientes proclamas antiimperialistas, pero que gobiernan con las recetas de Washington, con las mismas políticas contrarias al pueblo definidas por los organismos internacionales.

Y esto lo sabe la administración Bush, notificada en las últimas semanas por el propio Evo y su estado mayor, que ya han reconocido que gobernarán con las mismas políticas y leyes neoliberales que rigen en Bolivia desde 1985, respetando la propiedad privada, la inversión extranjera y los multimillonarios negocios de las petroleras (ver: Indigenismo sumiso, ultraderecha y revolución, en
www.econoticiasbolivia.com).

El timo de la nacionalización

En todo caso, la política gubernamental que se impondrá en Bolivia es poner el guiñador para la izquierda, pero para marchar hacia la derecha. Y el caso más emblemático de esta nueva política es la "nacionalización" de los hidrocarburos que harán Evo y el MAS. Según anunció oficialmente el primer senador electo del MAS y miembro de la cúpula masista, Antonio Peredo, el gobierno del cocalero pondrá en plena vigencia la ley de hidrocarburos 3058 y firmará nuevos contratos con las petroleras que controlan las reservas de gas y petróleo de Bolivia, valuadas en más de cien mil millones de dólares. Esta acción, que reportará anualmente más de 100 millones de ingresos al Estado, es presentada como una nacionalización "responsable".

Sin embargo, pocos quieren recordar que la ley 3058, elaborada por los parlamentarios neoliberales que cogobernaron con el ex presidente neoliberal Sánchez de Lozada, fue la que precipitó la caída de su sucesor, el ex presidente Carlos Mesa, cuando las organizaciones sociales y populares, incluidos los cocaleros y el MAS, se opusieron a su aprobación en mayo y junio del 2005, porque esta norma posibilitaba, a cambio de un poco más de impuestos, legalizar los inconstitucionales e ilegales contratos de loas petroleras (tal como dictaminó el Tribunal Constitucional, la máxima autoridad judicial del país).

Así, desairando el pedido popular de rescatar los cien mil millones de dólares en reservas que están en manos de las transnacionales, Evo y el MAS están listos para negociar y legalizar los contratos petroleros al amparo de la nueva ley pro petrolera, indemnizando a las transnacionales por las pérdidas y/o daños económicos que tengan al adecuarse a la nueva ley, que aumenta ligeramente los tributos y las obligaciones de las petroleras. Toda una capitulación que muestra de cuerpo entero al primer presidente indígena que gobierna en América Latina.

Ante estas promesas, Repsol, Petrobras, Total, British Petroleum, Enron, Shell, Panamerican Energy, Pluspetrol, Vintage y otras ya anunciaron su disposición para negociar con el nuevo gobierno (ver: "Evo ofrece nuevas ventajas a las petroleras" en
www.econoticiasbolivia.com). En cambio, las organizaciones de masas, como la Central Obrera Boliviana, la Federación de Mineros y la Federación de Juntas Vecinales de El Alto, que dirigieron las insurrecciones populares del 2003 y del 2005, conminaron a Morales para que nacionalice los hidrocarburos y expulse a las transnacionales.

La vía capitalista

En el campo económico, Evo y el MAS proclaman el fin del neoliberalismo, dicen que los votos le han dado un jaque mate al libre mercado. Pero éste es sólo otro discurso más, porque mantendrán en pie la libre contratación --que somete a los obreros al gran capital y que resta fuerza a los sindicatos--, y el libre comercio y la libre importación, que destruyen la economía campesina, que hunden en la miseria a los campesinos pobres y que aniquila las fuerzas productivas de la industria y la artesanía.

El ideario masista contempla una mayor intervención del Estado, pero sin menoscabar la inversión e iniciativa privada. El objetivo declarado es hacer una administración gubernamental que consolide el "capitalismo andino y amazónico" por los siguientes 50 o 100 años, prometiendo una "sociedad justa y equitativa" (ver: La verdadera cara del MAS de Evo Morales, en
www.econoticiasbolivia.com).

Otra promesa de Morales es mantener la "estabilidad económica", controlando el déficit fiscal, reduciendo los gastos públicos e incrementando los ingresos, que viene sobre todo de los impuestos al consumo que paga la gente. Música grata para los organismos internacionales y para el FMI, que está listo para trabajar con los bolivianos, como lo hace con Lula y Kirchner.

En el tema de la coca, tampoco se prevé cambios significativos en la actual política. Evo y el MAS plantean mantener una producción y legalización limitadas de coca en El Chapare (3.200 hectáreas y un cato por familia), tal como rige actualmente, con la anuencia de la administración Bush.

Electoralismo

En los hechos, Evo y el MAS agitaron demagógicamente la nacionalización de los hidrocarburos, el fin del neoliberalismo y de la exclusión social y racial tan sólo como banderas electorales, para captar el voto ciudadano, para llegar al gobierno, y trazar desde allí las mismas políticas antinacionales y antipopulares de siempre, preservando en lo esencial los millonarios intereses de las petroleras, latifundistas, banqueros, empresas mineras, agroindustriales y todos aquellos que saquean impunemente Bolivia desde su fundación hace casi dos siglos.

La intención de Evo y el MAS es desactivar la lucha popular desde los propios sindicatos, coptando a las direcciones, combatiendo a los rebeldes y revolucionarios, neutralizando la rebelión de los más pobres, agitando la bandera antiimperialista para dividir a las organizaciones sociales más combativas y revolucionarias.

En este propósito, Evo y el MAS cuentan a su favor con la mayor votación de la historia democrática de Bolivia, con la adhesión de los Lula, Kirchner, Chávez y Fidel, con el apoyo activo de las direcciones sindicales y bases de cocaleros, de los mineros agrupados en cooperativas, de amplias capas de campesinos pobres, de las clases medias que tienen muchas esperanzas en ellos. Suficiente, por ahora, para detener a la COB, a la Federación de mineros asalariados, a gran parte de las juntas vecinales de El Alto, que han convocado a desconfiar de Morales, que tienen en alto la bandera de la nacionalización y el fin del neoliberalismo, y que esperan que se disipe el fervor electoral para que Evo y el MAS muestren su verdadera cara, y ahí se reactive con fuerza otra vez la rebelión de los pobres contra el imperialismo y las transnacionales (ver: La COB disputará el poder al nuevo presidente, en
www.econoticiasbolivia.com).

Washington está conciente de ello y, por ahora, parece listo para trabajar y colaborar con Evo y el MAS, esperando que el nuevo Lula de los Andes tenga éxito y larga vida. Si fracasa, el Norte está listo para recurrir a sus fichas de siempre.