"Sólo los necios hablan de establecer relaciones
perdurables, sin el empleo de la fuerza, entre la raza americana pura, tal como
existe en los Estados Unidos, y la raza mestiza hispano india, tal como se
encuentra en México y Centro América" William Walter: "Autobiografía".1855
("Guía del Tercer Mundo". Editorial Bodoni. México, 1979. Página 315).
En las campañas electorales de todo el mundo existen exageraciones y falsedades.
Sin embargo, es demasiado que Hernán Terrazas, representante de la candidatura
presidencial de Jorge Quiroga, hubiera indicado a Juan Ramón Quintana, delegado
de Evo Morales, que este último apoyaba al "Imperialismo Venezolano", de Hugo
Chávez, en respuesta a la crítica que recibió de coincidir con la política de
EEUU.
La frase del filibustero norteamericano que inicia esta nota, quien, con apoyo
de Washington, se proclamó, en 1856, presidente de Nicaragua, a fin de extender
el esclavismo que estaba a punto de ser abolido en su país, se anticipó a la
diferencia que establecieron los clásicos del marxismo, sobre todo a partir de
Lenin, entre países opresores y oprimidos, caracterizada por la succión del
excedente económico que, en mayor o menor grado, sufren las colonias y
semicolonias por los imperios, no exenta de invasiones y mutilaciones
territoriales.
Sobre el particular, Carlos Montenegro, en su libro "Las Inversiones Extranjeras
en América Latina", desnuda la brutalidad con que EEUU se anexó la mitad de
México, dividió a Colombia para crear la República de Panamá, los desembarcos de
marines en Centro América, la prepotencia con que la CIA derrocó a Jacobo Arbenz,
en Guatemala, o las matanzas de la United Fruit, en países "bananeros" insumisos
al coloso norteamericano.
Lo anterior no sólo es historia. Es también presente. No han pasado muchos años
desde el bombardeo a Panamá, las invasiones a Granada o la República Dominicana,
las imposiciones de dictaduras inhumanas en la región o los genocidios en Irak o
Afganistán, sin olvidar los innecesarios bombardeos atómicos a Hiroshima y
Nagasaki, sus cárceles en Bagdad o Guantánamo o los actuales centros de tortura
de la CIA en Europa oriental.
Venezuela, en cambio, es una más de las provincias balcanizadas de la Patria
Grande. Sufrió todas las consecuencias de esa disgregación, desde la succión
petrolera y la mono producción, recordada por Sergio Almaraz en su "Petróleo en
Bolivia". A fines del Siglo XIX y principios del Siglo XX, sufrió el bombardeo
de sus puertos, por barcos ingleses, alemanes e italianos, por el no pago de la
deuda externa.
Todos los intentos de las semicolonias por detener la humillación han sido
denostados por las metrópolis y sus agentes internos. Perón fue tildado de
fascista, Villarroel de nazi, el MNR de comunista, al igual que el gobierno del
general Alfredo Ovando y Marcelo Quiroga Santa Cruz, por nacionalizar el
petróleo.
Con todos los defectos que se quiera encontrar al Presidente venezolano, Hugo
Chávez es un referente de la liberación nacional en América Latina, sobre todo
por pretender articular a las empresas estatales en América del Sur y
Centroamérica. Lo anterior es intolerable para las transnacionales europeas y
norteamericanas del oro negro.
En la política cotidiana, no siempre coinciden las visiones de Venezuela y
Bolivia, menos si esta se halla gobernada por los continuadores de la política
de Gonzalo Sánchez de Lozada. Desde luego que nos alegró que Chavez apoyara la
causa marítima de Bolivia y no compartimos su apoyo a José Miguel Insulza para
la Secretaría General de la OEA. Hubiéramos preferido que siga comprando soja
boliviana y no la de EEUU. Quisiéramos que rompa el anillo energético que busca
succionar el gas boliviano.
Sin embargo, una es la política concreta de Chávez que tiene que buscar las
formas de detener los intentos de la CIA por derrocarlo y asesinarlo, y otra
utilizar esos matices para calificar a su régimen de "imperialista", como los
que presiden los Bush, los Cheney o los Tony Blair.