Latinoamérica
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A las trincheras
Los partidarios de la impunidad se desmelenan
El "partido de la impunidad" se atrincheró para dar la batalla contra la
ley interpretativa que permitiría desarchivar los casos más emblemáticos de las
violaciones a los derechos humanos y reclamar la responsabilidad de los mandos
militares que prohijaron y avalaron los delitos aberrantes.
Samuel Blixen
Brecha
La entrega por parte del secretario de la Presidencia, Gonzalo Fernández, del
proyecto de ley a parlamentarios del Partido Nacional (PN) y a una delegación
del Partido Colorado (PC) disparó un temor generalizado entre quienes guardan
celosamente los secretos de la dictadura; una reacción defensiva como no la
habían provocado ni los anuncios del 1 de marzo, ni los reclamos presidenciales
de información, ni las nuevas denuncias en juzgados, ni las excavaciones en
predios militares. Es que tales iniciativas no violentaban mayormente el cerrojo
de la impunidad que durante dos décadas funcionó como un complejo mecanismo para
abortar cualquier posibilidad de escarbar en el pasado: cuando los jueces
investigaron las denuncias los mandos militares guardaron las citaciones en sus
cajas fuertes. Para camuflar la insubordinación se votó una ley que atendía
supuestamente a la "lógica de los hechos" derivada de un "inevitable" quiebre
institucional; cuando esa ley debió confrontar un referendo popular, se apeló al
terror propagandístico de un regreso "a los tiempos de las capuchas". Y cuando,
a pesar de la ley, se abrieron resquicios para satisfacer el reclamo de los
familiares de las víctimas, los presidentes de turno, llámense Sanguinetti o
Batlle, ordenaron el archivo de los casos.
Ese poder político cómplice de la impunidad se cuidó de promover, en la
estructura judicial, a quienes mantendrían la interpretación de la caducidad; y
cuando algún magistrado pretendió desmarcarse, el aparato funcionó a la
perfección para expurgar a los indeseables. Como la ley de caducidad es
impecable en su objetivo político pero un desastre en su redacción, fue
necesario que otros funcionarios desplegaran su cualidad de gurúes e
interpretaran el "espíritu" del legislador, un maquiavélico recurso para superar
cualquier omisión en el blindaje de la impunidad
Así, hasta que la ausencia de resultados concretos en la investigación del
destino final de los desaparecidos, el punto muerto en que cayó la nueva
política de derechos humanos, y los desbordes de algún fiscal impulsaron a un
conjunto de legisladores oficialistas a redactar un proyecto de ley inicialmente
destinado a allanar los impedimentos de los jueces para investigar las
desapariciones, delitos de privación de libertad que no están amparados por la
caducidad en la medida en que son permanentes. De hecho, en este aspecto no se
necesitaría ninguna ley; simplemente algunos jueces en cuyos juzgados hay
denuncias de desapariciones miran para el costado y se abstienen de actuar. Con
ello abonan el "camino largo" de la verdad, una norma instalada en el país según
la cual, por medios sutiles, se imponen todas las formas privadas de
investigación, complejas, difíciles, agotadoras, para no ensayar la forma simple
y directa. Por ejemplo, en lugar de la década larga que Sara Méndez invirtió
para encontrar a su hijo Simón, y de los empeños del senador Rafael Michelini
(que dio con una pista de Simón buscando las respuestas al misterio del
asesinato de su padre), bien podría habérsele preguntado a José Gavazzo por el
paradero del niño.
O bien se podría esperar que el juez Juan Carlos Fernández Lecchini, tan presto
a desempolvar castigos ejemplarizantes, le preguntara a Ricardo Medina Blanco, a
Manuel Cordero, a Jorge Silveira y al propio Gavazzo por la ubicación exacta de
los cementerios clandestinos de los batallones 13 y 14, donde presuntamente
estuvo enterrada Elena Quinteros. Está perfectamente habilitado: cuando el juez
Alejandro Recarey, suplente por enfermedad del magistrado titular, se dispuso a
formular la pregunta –y a tales efectos citó a los nombrados al juzgado– el
partido de la impunidad perdió las casillas y el presidente Batlle presionó al
enfermo, el juez Eduardo Cavalli, para que reasumiera su cargo y diera
contramarcha en las citaciones. Nadie argumentó sobre una supuesta
extralimitación de Recarey, por lo que Fernández Lecchini, quien terminó
asumiendo la titularidad del juzgado, bien podría haberle ahorrado al presidente
Tabaré Vázquez las idas y venidas para obtener de los militares responsables de
la Operación Zanahoria una información precisa, que sigue siendo esquiva.
Pero Fernández Lecchini, que supuestamente supervisa las excavaciones en los
predios militares, mira para el costado y se abstiene de hacer lo que debe. Por
esa y otras razones algunos senadores oficialistas acordaron un borrador, que el
secretario de la Presidencia pidió para estudiar antes de ser ingresado al
Parlamento. Tras su paso por la Presidencia el borrador se convirtió en un
proyecto de ley interpretativa (véase nota en páginas 2 y 3), que según algunas
fuentes fue redactado por Gonzalo Fernández. Sin embargo, ante los legisladores
blancos con los que se reunió el lunes 14, el secretario de la Presidencia
habría aclarado que él "estaba actuando como emisario de un proyecto que había
salido, fundamentalmente, de la cabeza de los parlamentarios frenteamplistas".
En la reunión, Fernández habría admitido que el proyecto de ley es una especie
de "mensaje general", no sólo para el Poder Judicial. Y cuando fue preguntado si
la reapertura de casos archivados, que contempla el proyecto, obedece al hecho
de que aparecieron elementos nuevos, afirmó que sí: "Por ejemplo la existencia
del segundo vuelo (traslado clandestino de prisioneros desde Buenos Ares) que
recién se supo ahora".
ENTRE LA CAUTELA Y LA VIRULENCIA
Tras el informe de los legisladores Beatriz Argimón, Luis Alberto Heber, Eber da
Rosa, Francisco Gallinal, Gustavo Penadés y Carlos Camy, los integrantes del
Directorio del PN –que darán a conocer una respuesta formal la semana entrante–
evaluaron que el proyecto requiere "ciertas modificaciones" y aclaraciones, en
especial en lo referido a la imprecisión del texto acerca de quiénes serían los
mandos militares que podrían ser juzgados por los delitos de la dictadura. Los
blancos admiten que "algunos oficiales" deberían ser juzgados, en especial
después de que Fernández precisó que los autores directos de los crímenes "no
son más de diez".
La reacción de los blancos –quienes dejaron aclarado que el partido no había
participado de los pactos del Club Naval, a lo que Fernández habría respondido
que él sabía que los blancos "tienen las manos limpias" respecto de denuncias
sobre derechos humanos durante la presidencia de Luis Alberto Lacalle– fue
prudente y contrastó con la de los colorados, que fue violenta. Tras una reunión
con los legisladores Washington Abdala y José Amorín Batlle y el ex integrante
de la Comisión para la Paz Carlos Ramela, el Comité Ejecutivo del PC analizó la
iniciativa del gobierno y concluyó, según afirmaron varios dirigentes, que se
trata de una "venganza" contra los militares por la no aparición de restos de
desaparecidos. El senador Sanguinetti no ahorró comentarios: consideró el
proyecto como "un acto hemipléjico", además de una revancha, y opinó que el
gobierno relanza "un debate que estaba terminado y que ancla al país en el
pasado". Abdala prefirió la amenaza elíptica: "Esto es abrir una caja de
Pandora", dijo. Ramela, por su lado, resucitó viejos cucos en las múltiples
entrevistas que concedió a lo largo de la semana. "Es la muerte del Estado de
derecho", sostuvo al descalificar la iniciativa, y auguró que el proyecto
redoblará los escraches y pintadas contra el Poder Judicial. Ramela explicó que
detrás del proyecto está la intención inconfesa de promover la derogación de la
ley de la caducidad, pero que "no se animan a decirlo".
LA IMPUNIDAD RESISTE
Coincidiendo con Ramela en algunas de sus críticas, desde el Poder Judicial
también se alzaron voces de rechazo, pero escudadas en el anonimato de "fuentes
confiables". El Observador informó que "los magistrados están sorprendidos y
molestos porque se les tiró con el fardo de tener que decidir qué rangos deben
tener militares, policías y civiles para ser considerados mandos y quedar afuera
de la ley de caducidad". Un ministro de la Suprema Corte, "que prefirió no
identificarse", lanzó un salvavidas al sugerir que los militares citados para
declarar en casos cerrados por anteriores gobiernos, "podrían interponer un
recurso de inconstitucionalidad de la ley interpretativa".
La misma inconstitucionalidad será el argumento que esgrimirán los militares
involucrados, tal como le informó el comandante del Ejército, Ángel Bertolotti,
al presidente Vázquez, durante una reunión realizada el miércoles 16. Bertolotti
le comunicó a Vázquez que "entre algunos integrantes del cuerpo existe malestar
por el proyecto, en el entendido de que el gobierno deja por el camino el
compromiso de sólo excluir de la ley el caso Gelman y los asesinatos de los
legisladores Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz".
En el esquema no podían faltar el Círculo y el Centro Militar, que emitieron un
comunicado descalificando el proyecto. Como para descomprimir la situación, el
secretario de la Presidencia anunció, durante su entrevista con los legisladores
blancos, que había habido hallazgos en el Batallón 14. Se trata de una suela de
zapato y de vestigios de cal. El presidente Vázquez confirmó el hallazgo, pero
eludió valorar su importancia. Todo parece confluir en mediados de diciembre,
cuando expiren los plazos para encontrar restos de desaparecidos y para aprobar
la ley interpretativa. Será un mes agitado.
Con Horacio Cassinelli Muñoz
"La caducidad es inconstitucional"
El constitucionalista Horacio Cassinelli Muñoz dijo que los responsables de las
desapariciones pueden ser procesados hoy porque "la privación de libertad es un
delito continuado". Señaló que el proyecto "parece interpretar que la ley de
caducidad es la que produce el efecto de delito continuado para la privación de
libertad, cuando en realidad debería interpretarse sencillamente que para todos
los delitos continuados no corre plazo de prescripción mientras no cese su
ejecución".
Ante la postura de Miguel Semino sobre la inconstitucionalidad del proyecto, el
jurista señaló que "si se interpreta correctamente el derecho, lo que hay que
declarar inconstitucional es la ley de caducidad, sobre todo por las potestades
que le otorga al Ejecutivo". Dijo que "se renunció a la pretensión punitiva del
Estado uruguayo, pero los crímenes de lesa humanidad pueden ser juzgados por
cualquier otro Estado".