Latinoamérica
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En Uruguay, el mundo al revés
Penalización de la protesta y legitimación de la violencia
Andrés Capelán
Comcosur al día
La incapacidad de la justicia uruguaya ya alcanza niveles proverbiales. Esa
ineptitud tiene varios orígenes. Por un lado, los jueces deben aplicar algunas
leyes que van a contramano de la legislación internacional (como es el caso de
la Ley de Caducidad), o que han sido copiadas directamente del código fascista
mussoliniano (como la que tipifica el delito de "Sedición"). A eso se le suma su
histórica carencia de recursos, situación que nada indica vaya a cambiar en el
mediano plazo (un poder del Estado sin recursos ni propios ni suficientes no es
un poder independiente). En forma paralela, su estructura kafkiana permite que
en su seno convivan jueces y fiscales que interpretan las leyes en forma
diametralmente opuesta.
Hay procesos paradigmáticos que no sólo no se han cerrado luego de más de una
década de papeleos, sino que ni siquiera pasaron de la etapa del presumario. Los
casos más notorios son el del asesinato del contrabandista Luis Ernesto
González, y el de la funcionaria de Presidencia Susana Manzur, por no abundar.
Pero el ejemplo más flagrante de la incapacidad de la justicia uruguaya es el
caso del asesinato del chileno Eugenio Berríos, un operativo del Plan Cóndor
desarrollado en pleno gobierno del presidente Luis Lacalle, cuya investigación
no ha pasado la etapa del presumario luego de diez años de iniciada. Mientras
tanto, la justicia chilena ya tiene condenados a los asesinos y está pidiendo la
extradición de los militares uruguayos que fueron cómplices del crimen (quienes
para la justicia uruguaya sigue siendo simplemente "testigos").
Es curioso, pero mientras los uruguayos hacemos gárgaras con nuestro "espíritu
democrático", el nuestro es el único de los países en los que operó el Plan
Cóndor en el que no ha sido posible condenar alguna vez a alguno de sus
participantes. Ni un sólo terrorista de Estado ha sido procesado, ni aún por
delitos cometidos antes o después del período de vigencia de la Ley de
Caducidad. La actitud de algunos jueces y fiscales, y la de la Suprema Corte de
Justicia misma, llevan a pensar a que -por más leyes interpretativas que se
voten- hasta que no haya cambios en el contenido humano del Poder Judicial o se
voten leyes que no den lugar a "interpretaciones", la impunidad seguirá rampante
por estas playas.
Como contrapartida de esta actitud y aquella ineptitud, nos encontramos hoy con
un juez que condena a cuatro personas por sus ideas. Es curioso, porque al juez
Juan Carlos Fernández Lecchini no le importaron los destrozos que se produjeron
al salirse de madre la manifestación del 4 de octubre en la Ciudad Vieja, sino
su carácter anti capitalista y anti imperialista. Con sólo el testimonio de la
policía, cometió la desmesura de procesar a cuatro ciudadanos por "sedición".
Aplicando el mismo criterio, todos los que pensamos como ellos podríamos ser
procesados en cualquier momento sin que sea necesario salir a romper vidrios o a
abollar autos.
Pero además, al juez Fernández no pareció importarle mucho que los policías
dejaran que ciertos "civiles" patearan a los detenidos bajo su custodia, ni que
uno de los policías haya sido fotografiado con una pistola disparada apuntando a
la altura de la cabeza en su mano. Tampoco las autoridades ministeriales parecen
demasiado preocupadas por ambas circunstancias. Cual si se tratara de hechos
menores y sin demasiada importancia, se prometen "las debidas investigaciones".
El subsecretario del Interior, Juan Faroppa, ha dicho que "Es una barbaridad
decir que aquí hay presos políticos por pensar, como si se tratara de una
dictadura; acá no hay presos por pensar, por sus ideas, están presos por cometer
actos tipificados en el Código Penal como delitos". Si, claro, tiene razón. El
problema es que el Código Penal tipifica como delito tener ideas anti
capitalistas y anti imperialistas, o por lo menos deja la puerta abierta para
que el juez de turno así lo interprete.
A principios del mes de septiembre, quien esto escribe participó en
representación de Púlsar -la agencia de noticias de Amarc- en las Primeras
Jornadas Internacionales de Redes Radiofónicas Comunitarias, en la ciudad de
Madrid. En una pausa del trabajo, los participantes no españoles del Encuentro
fuimos llevados a conocer la capital de España por nuestros anfitriones de la
Fundación Redcon Voz. Nuestro paseo histórico-turístico se vio detenido por una
manifestación que se desarrollaba en la Puerta del Sol.
Quien oficiaba de guía -sonriendo- nos pidió que esperáramos unos instantes
mientras averiguaba si se trataba de "los buenos" o "los malos" (es decir, que
iba a investigar si se era una manifestación de los fascistas o de alguna
organización popular). Fue entonces que alguien dijo jocosamente: "bueno, si son
los buenos, nos vamos con los manifestantes; y si son los malos, nos quedamos
con la policía". "No, no -respondió nuestro guía- con la policía nunca". Eso.