Latinoamérica
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Entre Peru y Chile
Un conflicto artificial
Gustavo Espinoza M. (*)
Una vez más se ha agitado el caldero. Nuevamente, como en otras ocasiones, ha
surgido un "conflicto fronterizado" entre Perú y Chile como una manera de agitar
intereses turbios, encubrir descontentos reales, tender cortinas de humo para
atontar a los pueblos y promover y alentar carreras armamentistas.
A diferencia de otras épocas, esta vez el debate ha surgido en el plano marítimo
a partir de la resolución adoptada por la Comisión de Constitución del
Congreso Peruano sobre la línea de base para el do0minio marítimo. En Santiago
-según parece- la oligarquía chilena y los grupos chovinistas tradicionales, han
puesto el grito en el cielo; y las autoridades oficiales han amenazado incluso
con recurrir a los organismos internacionales, recordando tal vez que el
Secretario General de la OEA es un ciudadano de esa nacionalidad.
El tema en sí, no es excepcionalmente trascendente ni tiene aplicación
inmediata. Responde a largas diferencias que deben ser analizadas y resueltas
mediante el diálogo, con paciencia, sabiduría y equidad, entre dos pueblos que
se saben hermanos, que tienen los mismos intereses en el plano del progreso y el
desarrollo, y los mismos enemigos que buscan impedirles la construcción de
sociedades verdaderamente democráticas.
El que ahora los parlamentarios del Perú tomen cartas en el asunto, se explica
ciertamente porque estamos en víspera de una contienda electoral. En la
perspectiva de los comicios de abril del próximo año,
una "defensa intransigente de los intereses de la patria" le cae como
pera en dulce a la camarilla corrupta del APRA y a los politiqueros de
oficio que le hacen el juego. Sobre todo porque es también en una menara de
enrrostrar a la cancillería una política "débil" en relación al
expansionismo chileno. Una línea sobre el mar, además, le sale a
cuenta en lugar de ver el fondo, que es simplemente económico: hay
en el Perú 4 mil millones de dólares chilenos que han cautivado buena parte del
mercado interno.
Los grandes almacenes comerciales como Saga Fallabella Tottus o Ripley,
son chilenos, pero no pertenecen al país del sur. Nada tienen
en común con la patria de Allende o de Neruda. Son más bien la expresión del
Gran Capital acumulada en manos de los Momios, esa
clase dominante que se dio maña para amamantar en el pasado a los González
Videla y a los Pinochet.
Si ahora presionan a nuestro país es porque buscan los puertos, asociados con
banqueros peruanos, como Dionisio Romero, o porque tratan de afirmar su dominio
alcanzando el control de los aeropuertos para lo cual ya han dado un buenos
pasos.
El estilo es el mismo. Y parte de la idea de afirmar que Chile es una unidad
total, que los chilenos, cualquiera sea su origen o extracción social, por
"patriotismo" o "espíritu nacional" se incorporan a la defensa de los intereses
de la clase dominante porque ella es la poderosa y su ejército "el jamás
vencido".
Haría bien la izquierda peruana y el movimiento popular de nuestro país si
percibiera que en el escenario del sur no hay una posición homogénea y que
ahora -como siempre- hay fuerzas contestatarias que ponen por encima de todo la
relación entre los hombres y los pueblos, y que no se enfrentan por intereses
mezquinos.
Una afirmación de esto la acaba de proporcionar el candidato presidencial Tomás
Hirsch que ha puesto en evidencia la maniobra de las camarillas dirigentes
de las tierras del Mapocho empeñadas en utilizar el tema "para distraer la
atención ciudadana por la caída en las encuestas de la candidatura de Michelle
Bachelet". Demostración clara que los afanes electorales no son privativos de
nuestro país sino que asoman también más allá de nuestras fronteras.
Y es que aquí y allá se quiere, en efecto utilizar el caso por afán electoral. Y
es bueno que eso se perciba para que se busque una solución por vía directa, y
no a través de mecanismos multilaterales que responden a los intereses de lña
grandes potencias dominantes.
En lo que respecta a los peruanos, debemos ser conscientes que defender
realmente la soberanía nacional no es trazar una línea imaginaria sobre el mar.
Es, básicamente, preservar nuestra independencia y nuestra soberanía. Y es bueno
subrayarlo ahora cuando muy recientemente el New York Times nos ha recordado
cómo gracias al régimen fujimorista y sus protectores de ayer y de hoy, la
empresa norteamericana Yanacocha, se ha llevado de nuestro paìs 500,000 kilos de
oro puro en los últimos ocho años, por valor de 7 mi millones de dólares, y a
cambio de eso, nos ha dejado cerros enteros cubiertos con cianuro.
El verdadero patriotismo no radica entonces en atizar diferencias con
pueblos hermanos sino enfrentar la expoliadora voracidad de los monopolios.
Peruanos y chilenos tenemos ahí una larga batalla por delante (fin)
(*) Colectivo de dirección de Nuestra Bandera