Latinoamérica
|
La audaz maniobra de Fujimori
Diario Hoy
de Quito, Ecuador
¿Qué le movió a Alberto Fujimori a dejar su escudo protector en el Japón y
llegar de improviso a Santiago, en escala del viaje de regreso para participar
en las elecciones presidenciales de 2006 en el Perú? ¿Es una suerte de
equivocado haraquiri o se trata más bien de una calculada y audaz maniobra
política?
Fujimori llegó en el peor momento a Chile, cuando se han deteriorado las
relaciones con el Perú, desde cuando el Congreso de este país aprobó la ley que
cambia la línea base para el cálculo de los límites marítimos y con ello generó
un conflicto en la delimitación vigente con Chile, fundamentada en declaraciones
y convenios internacionales.
¿La astucia populista de Fujimori se quiso aprovechar de este tenso momento para
inclinar a su favor la balanza política en Chile, sin que le importara un bledo
el hecho de que su presencia podía echar más leña al fuego de la delicada
confrontación entre las dos naciones? ¿O calculó que, puesto que en el caso de
anteriores colaboradores de su Gobierno, no se había conseguido la extradición
desde Chile, tampoco se la lograría en su caso?
Fujimori desestimó la fortaleza institucional chilena, y la sensibilidad de este
país al tema de los crímenes de lesa humanidad y la violación de los derechos
humanos. Un juez de la Corte Suprema de Justicia dictó orden de arresto después
de recibir desde Lima los pedidos de prisión emitidos por las autoridades
peruanas para que respondiera por diversos delitos, tanto contra los derechos
humanos como de corrupción. Sobre el ex mandatario pesan más de 20 causas en su
país. Una comisión especial presidida por el ministro del Interior del Perú
llegó de inmediato a Santiago para tramitar la extradición.
Para participar en las elecciones, Fujimori debería inscribir su candidatura
hasta el próximo 9 de enero. Sin embargo, el Congreso y el Tribunal
Constitucional suspendieron los derechos del ex mandatario, lo cual le
inhabilita para participar en cualquier proceso electoral.
Parecería un acto suicida el regreso de Fujimori si no cuenta con alguna
esperanza real de remontar esos dos obstáculos en menos de dos meses: estar
inhabilitado para ejercer sus derechos y las causas legales por delitos
cometidos durante los 10 años de su mandato.
Pero a la audacia y el cálculo político, Fujimori junta la paciencia. Los 10
años de su Gobierno dejaron unas redes políticas que no han desaparecido.
Entonces arreciarán sin duda las campañas internas de los fujimoristas en el
Perú para presionar al Jurado de Elecciones a la inscripción de la candidatura
de su líder.
Ciertamente es insólito que, después de que se ha evidenciado la podredumbre del
régimen que se sostuvo por los manejos despreciables de Vladimiro Montesinos,
Fujimori pretenda regresar al escenario político del Perú. Pero eso, que parece
un descomunal absurdo, no lo es gracias a la debilidad del establishment
político y el desprestigio actual del propio Gobierno de Toledo. La demagogia y
populismo no han perdido piso en nuestros países.
Fujimori apunta a hacer de su detención en Chile una eficaz central de campaña
electoral, con lo cual favorecerá a su partido Sí Cumple para conseguir un buen
número de escaños en el Congreso y con ello la posibilidad mayor de concretar su
retorno político. Como avizoraba ayer Gonzalo Gorriti, codirector de La
República, "será una campaña con muchos medios y con poderosos cómplices,
organizada en una red medio clandestina que continuará emergiendo paulatinamente
o se sombreará si le va mal.