Latinoamérica
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Política y botín
Eduardo Ibarra Aguirre
Acaso nadie había degradado tanto a la política como Vicente Fox Quesada. Y no
sólo por su incapacidad para asumirse como tal y que prefiera declararse
empresario, aunque no pocos con razón se sientan ofendidos, sino por una
política deliberada de corto y mediano plazos para obligar a las dirigencias
partidistas y los legisladores a negociar alianzas y pactos con su gobierno,
fracasado en lo sustancial.
Aclaro que el sustantivo fracaso no niega lo evidente, salvo para el
oposicionismo a ultranza: logros en su gestión en materia de vivienda de interés
social y disminución de la pobreza extrema.
Pero no logró Fox obligar a los partidos políticos y al Poder Legislativo a que
apoyaran, se entiende que condicionadamente, las denominadas reformas
estructurales: petrolera, hacendaria, laboral y eléctrica. En cambio, sí obtuvo
una pérdida mayor de credibilidad del Legislativo, los partidos y en general de
la política, con costosísimas campañas mediáticas para el erario y nuestros
bolsillos, a lo largo de cinco años y que aún hoy padecemos, con el
enaltecimiento demasiado elemental y que ya provoca hartazgo, de las conquistas
en Foxilandia.
Naturalmente que otra notable aportación al descrédito de la política está a
cargo de sus mismos actores, en prácticamente todos los ámbitos de la llamada y
ahora extendida clase política.
Incluso puede sostenerse que el éxito de las campañas mediáticas foxistas sería
impensable si los políticos de viejo y de nuevo cuño no hubieran hecho una
notable aportación al descrédito y la degradación políticas a lo largo de
décadas y en años recientes. Sin tal abono sería impensable el florecimiento de
la siembra reciente del gobierno de Fox Quesada.
No sorprende, por tanto, que en círculos de análisis se convierta ya en
sinónimos política y botín. Las precampañas, las campañas propiamente dichas
comienzan hasta el 16 de enero de 2006, se enuncian en el lenguaje coloquial
como la persecución del botín.
Y no me refiero a los políticos desempleados que, como bien se decía, son los
opositores y críticos más peligrosos para el sistema, sino a hombres y mujeres
que viven de la información y la reflexión, desde la academia, el periodismo y
la empresa pública y privada.
Si en estos selectos núcleos se entiende de esa manera a la política y los
políticos, ya podremos imaginarnos la percepción que existe en el mundo de las
fuerzas del trabajo y de la cultura.
Hoy se pronostica un abstencionismo de 52 por ciento en el caso de que los
comicios generales del 2 de julio se realizarán ahora. Tan lamentable resultado
es inexplicable si no se coteja con los fenómenos comentados.
Finalmente los pueblos tienen los gobiernos (y los políticos) que soportan. O
los que merecen, para que no suene a convocatoria insurreccional, pues partidos
y políticos surgen y se forjan, se forman y deforman, en nuestra realidad
nacional.