Latinoamérica
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Entrevista a Luis Macas, líder de la Confederación de
Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE):
"Nuestro objetivo es recobrar la unidad y
nuestra dignidad como movimiento indígena"
Silvia Torralba
Canal Solidario
El líder de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) ha conversado con Canal Solidario sobre la realidad de estos pueblos y el reto de trabajar con otras entidades para impulsar otro modelo de desarrollo
Desde hace casi veinte años, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del
Ecuador (CONAIE) trabaja para que las políticas que rigen su país tengan en
cuenta la opinión de los pueblos indígenas y apuesten realmente por un Estado
plurinacional. Al frente de la organización, que representa a 14 nacionalidades
y que se ha convertido en una de las entidades indígenas más importantes de
América Latina, se encuentra Luis Macas.
De nacionalidad kichwa, con estudios de antropología, lingüística y
jurisprudencia y ex ministro de Agricultura del país, el presidente de la CONAIE
acusa a ciertos grupos políticos de Ecuador y gobiernos como el de Estados
Unidos de intentar debilitar el movimiento indígena, pero también hace
autocrítica. En una charla con Canal Solidario-OneWorld, Macas advierte de la
importancia de estar unidos y trabajar desde las bases para articular propuestas
que impulsen el desarrollo de su país.
¿Ha mejorado la situación y la organización de los pueblos indígenas
ecuatorianos en los últimos años?
El movimiento indígena en Ecuador creció sobre todo en los años 90; fue un
crecimiento cualitativo e importante pero que también provocó una crisis
interna. En todos estos años hemos exhibido nuestras propuestas, no sólo de
carácter reivindicativo sino también a nivel de política nacional; hemos
visibilizado nuestra realidad, tanto en Ecuador como a nivel internacional, pero
esto también nos ha hecho daño.
¿Por qué?
Cuando el movimiento indígena salió al escenario político con todas sus
propuestas, la fuerza de la derecha en Ecuador jugó un papel importante para
detener el avance de todo este proceso. A esta presión nacional se suma también
la de Estados Unidos, que en los últimos tiempos se ha aliado con las fuerzas de
la oligarquía y las derechas locales para debilitar el movimiento.
¿Han sufrido amenazas?
Permanentemente. Esa fue la primera estrategia que han llevado a cabo los
distintos gobiernos de turno y los sectores de poder; armaron un aparato de
represión física y psicológica pero no consiguieron debilitarnos. El Gobierno de
Lucio Gutiérrez, sin embargo, optó por una estrategia de captación de las
dirigencias, a todos los niveles, y de organizaciones. En este juego han entrado
algunas organizaciones, como la FENOCIN -Confederación nacional de
organizaciones campesinas, indígenas y negras- y la FEINE -Federación
Ecuatoriana de Indígenas Evangélicos. Precisamente la FEINE ha sido la punta de
lanza de Estados Unidos; han llegado a la zona amazónica y a la costa y, tras
ellos, las compañías petroleras.
¿Ha cambiado la situación con el actual Gobierno de Alfredo Palacio?
El comportamiento político no ha cambiado sustancialmente. La política referida
a la actividad petrolera, por ejemplo, sigue siendo absolutamente contraria al
pueblo de Ecuador y la política de concesiones de recursos naturales va de mal
en peor y perjudica sobre todo a los pueblos indígenas. Tras la marcha de Lucio
Gutiérrez había expectativas y esperanzas de cambios fundamentales en el sistema
político, pero hasta ahora no ha habido avances.
En todo este contexto, ¿qué modelo de Estado propone la CONAIE?
Queremos un Estado plurinacional, que en estos momentos no existe; lo que
tenemos ahora es un Estado uninacional, vertical y representativo, pero no
participativo. En este sentido, creemos que realizar una consulta popular no
sirve de nada porque se basará en preguntas diseñadas por el mismo Gobierno, con
los intereses de los partidos políticos tradicionales.
¿La alternativa pasaría entonces por impulsar una Asamblea Constituyente que
represente a todo el país?
Sí. Exigimos una Asamblea Constituyente que nazca de la sociedad civil y esté al
margen de los partidos políticos, y en la que se aborden cuestiones como el
Tratado de Libre Comercio, el Plan Colombia o el uso de la base militar de Manta
por parte del Ejército norteamericano.
Ha mencionado a Estados Unidos, un país que en algunas ocasiones ha acusado a
los movimientos indígenas de terroristas. ¿A qué cree que se debe este
comportamiento?
Obviamente a que tienen miedo de que haya otro modelo de desarrollo. Estados
Unidos apunta a los movimientos indígenas porque exigimos el ejercicio de la
democracia en América Latina. De hecho, estamos pagando las movilizaciones que
en la década de los 90 hicimos contra la implantación del modelo económico
neoliberal en Ecuador. Pero no sólo está pasando en Ecuador, también en países
como Bolivia o México, donde se califica a los pueblos indígenas como una fuerza
endiablada que hay que debilitar, incluso liquidar definitivamente. En los
últimos 500 años las fronteras que separan nuestros países han dificultado
también el contacto entre los pueblos indígenas, pero ahora aprovechamos los
instrumentos de la tecnología moderna y la globalización para resistir y
trabajar de manera conjunta para defender nuestro modelo de vida.
Tanto la CONAIE como otros movimientos sociales han demostrado que existen
propuestas para modificar el actual modelo en Ecuador pero a nivel político,
¿hay alguna alternativa con suficiente apoyo y que apueste por medidas de
carácter social?
Mentiría si dijera que existe una fuerza que pueda ser un poder alternativo,
pero creo que en este momento sí existen las condiciones para ir articulando
nuevamente todas esas posibilidades. Se trata de establecer alianzas
estratégicas entre indígenas, sindicatos, ecologistas... y ya estamos trabajando
en ello, en un proceso que debe desembocar en una propuesta global, no sólo
desde la perspectiva indígena. Para lograr todo esto, primero debemos regresar a
la raíz, porque el poder está en las organizaciones de base. Nuestra dignidad
como movimiento indígena está muy humillada por todo lo ocurrido durante el
Gobierno de Lucio Gutiérrez y debemos trabajar para recobrarla y recuperar
nuestra unidad. Sólo de esta manera podremos reivindicar un cambio más allá de
las fronteras étnicas. Ese es nuestro propósito y cuando lo alcancemos estaremos
en condiciones de llegar a las estructuras de poder.