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El dolor de las torturadas y abusadas sexualmente en dictadura
Cecilia Yáñez
La Nación
Han pasado más de treinta años, pero aún pocas se atreven a hablar. Algunas
bloquearon esa parte de sus vidas. Otras siguen soñando cada noche con el mismo
dolor de entonces. El Instituto de la Mujer y la Corporación Humanas lanzaron un
nuevo libro que recoge sus testimonios. Es su forma de asegurar un nunca más.
"Me pusieron un bloque de cemento en el vientre y me aplicaron electricidad en
la vagina, pezones y oído. Fui violada, me quemaron con cigarrillos y me hacían
chupones. Me pusieron ratas en la vagina. Podía sentir cómo me desgarraban por
dentro cuando intentaban huir. Utilizaron perros para que me violaran. Se reían.
Nos ofrecían comida pero nos daban cáscaras y cuando estábamos sedientas nos
tiraban el agua al suelo..."
Para algunas mujeres que fueron prisioneras políticas durante la dictadura de
Augusto Pinochet, el sólo relato de las vejaciones sufridas, como parte de una
política sistemática de tortura, revive el dolor que padecieron entonces. Un
dolor que no sólo fue físico sino que las dejó marcadas para el resto de sus
vidas. Muchas de ellas, declararon haber sufrido torturas, pero se negaron a
confirmar si habían sido o no violadas.
La semana pasada se cumplió un año desde que la Comisión Nacional sobre Política
y Tortura entregó al Presidente Lagos el texto de más de 600 páginas, más
conocido como el "Informe Valech".
Las secuelas de esta violencia sexual ejercida contra las mujeres ha sido tema
de trabajo y análisis desde el año 2002 para la el Instituto de la Mujer y la
Corporación Humanas, organismo que el miércoles pasado dio a conocer el libro
"Memorias de ocupación" en un seminario en el que estuvieron presentes mujeres
torturadas y abusadas y también algunos profesionales que han dedicado su vida a
trabajar con ellas.
En ese entonces algunas todavía eran niñas y adolescentes. Algunas estaban
embarazadas. La idea es mostrar los efectos en la memoria personal y colectiva,
la reconstrucción de la identidad de género, las secuelas de esta tortura.
¡Qué inocencia la nuestra!
Abrió el seminario el abogado Roberto Garretón, miembro del directorio del
Instituto de la Mujer, quien tuvo una activa participación en la Vicaría de la
Solidaridad, no sin antes hacer un reconocimiento a las mujeres que trabajaron
con los perseguidos y aceptar que la situación de las torturadas y abusadas
nunca fue vista con una perspectiva de género. "La tortura a las mujeres, fue
soslayada. Creímos que eran situaciones circunstanciales, aisladas, sólo algunos
casos en el centro de detención de Tejas Verdes. ¿Por qué iba a ser la chilena,
la única dictadura fascista del mundo que no utilizaría violencia contra las
mujeres", se preguntó.
Según su relato, todos fueron muy inocentes al pensar que no eran violentadas y
abusadas. "Fueron muchos años de silencio en el que las mujeres asumieron
solas". Garretón contó que pese a que conocía directamente los relatos de muchas
mujeres que fueron torturadas, ignoraba que además habían sido violentadas
sexualmente porque ellas no lo contaron y porque a él jamás se le ocurrió
preguntar por algo así.
Mucho por hacer
La vicepresidenta de la Comisión Valech, María Luisa Sepúlveda, manifestó que
sin existir una intencionalidad, la perspectiva de género no está incorporada en
la defensa de los derechos humanos y ésa es una falencia que se puede remediar
con educación.
"Las mujeres habían contado poco, pero también había hombres que no dijeron nada
de este tipo de violencia. Y ellos también la sufrieron".
Según Sepúlveda, seminarios como estos, instancias de reflexión y análisis,
ayudan a la reparación. "Cooperan con el reconocimiento de la memoria y la
dignidad de las mujeres que fueron torturadas y violentadas sexualmente. La
sociedad debe tomar medidas preventivas para no repetir estos hechos".