Latinoamérica
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La masacre de Cantaura: un crimen de Luis Herrera Campins
Humberto Gómez García
Trincheras de Ideas
23 años han trascurrido de aquel horrendo genocidio llevado a cabo bajo el
gobierno cobarde, conservador y entreguista del socialcristiano Luis Herrera
Campins, quien avaló aquella masacre que ejecutada por la policía política Disip,
capitaneado el operativo por el criminal que se ufana de tener 200 muertos en su
haber: Henry López Cisco, con visto bueno de Valero, Ministro de Relaciones
Interiores de entonces. Por supuesto, no sólo era el accionar de un estado
terrorista como lo fue el estado venezolano de 1959 a 1998, sino siguiendo las
orientaciones y órdenes del igualmente terrorista gobierno norteamericano de
Ronald Reagan, que impulsaba la política de tierra arrasada con los movimientos
revolucionarios de Latinoamérica y el mundo.
Ha llegado el momento de la verdad, de desenterrar del olvido la memoria no sólo
de aquellos 23 venezolanos y venezolanas, militantes de izquierda, de BR que se
reunían en un pleno para buscar la pacificación; aquellos que murieron en la
emboscada que les montó la Disip, el Ejército y la delación de un infiltrado
militante de Bandera Roja.
Todos estos años un manto pesado de silencio ha ocultado la verdad de aquellos
hechos y ha impedido que no sólo se conozcan a fondo los hechos, sino que se
haga justicia, se rompa el cerco de impunidad y se lleve ante los tribunales a
Luis Herrera Campins, Luciano Valero, Henry López Cisco y la cadena de mando
militar que participó en aquel montaje previamente preparado, un siniestro circo
que terminó en un genocidio del gobierno copeyano. No es suficiente le denuncia
y el recuerdo, es preciso tomar iniciativas legales que permitan enjuiciar a los
criminales que cometieron el genocidio del cual ahora tratan de evadirse con
leguleyismos que justifiquen jurídicamente la prescripción de los delitos y
crímenes allí cometidos, como si el genocidio prescribiera.
Hay, igualmente, necesidad de juzgar moralmente a los que fueron compañeros de
militancia de los jóvenes muertos, me refiero a Bandera Roja, que era otrora una
combativa organización de izquierda y, veintitantos años después, por
discrepancias políticas y conceptuales con el gobierno del presidente Chávez,
dio viraje de 180 grados y no sólo coincide con la derecha política, sino
incluso se han aliado en políticas subversivas con los verdugos, los que
mandaron a asesinar, planificando el siniestro hecho, o asesinaron directamente
a aquellos 23 aguerridos y soñadores jóvenes con tiros en la nuca; porque allí,
hay que decirlo en tono alto, no hubo combate alguno ni enfrentamiento entre el
Ejército y los paramilitares de la siniestra y criminal policía política de
aquel régimen genocida del partido Copei, y los muchachos que ingenuamente
buscaban una salida política legal. Fue una monstruosa emboscada donde el
imperio y sus lacayos criollos quisieron acallar las ideas por la fuerza de las
armas, los sueños con el crimen artero, las ansias de una Venezuela mejor y más
justa, por una tiranía autoritaria mal llamada democracia representativa que
contó, invariablemente, con la complicidad infame y canallesca de los medios de
comunicación.
Ha llegado la hora de la verdad en Venezuela, deben abrirse finalmente los
archivos policiales y dar a conocer misterios que por años han ocultado crímenes
horrendos y situaciones políticas inexplicables. Pero no sólo eso, hay que
investigar a fondo todos los casos de asesinados y desaparecidos de los últimos
50 años.
En el caso del crimen de Cantaura, el primer responsable, 23 años después, es el
ex presidente Luis Herrera Campins, sobre él debe caer todo el peso de la ley.
(04-10-05)