Latinoamérica
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"Todo es memoria, el olvido no existe"
Silvina Friera
El autor, ex militante tupamaro, habla de su última novela, El enviado del
fuego, pero también de las estrategias que utilizaba para escribir durante los
trece años que pasó detenido, en calabozos bajo tierra, durante la dictadura.
Nunca pudo estar en un manicomio, pero imaginó un hospital psiquiátrico y
escribió una novela, El enviado del fuego (Alfaguara), en la que un personaje
entrañable, Fosforito, hecho a imagen y semejanza de Chaplin, le cuenta a su
novia catatónica que Carlitos fue enviado por Dios para enmendar las fallas de
fábrica de su creación. "En la Biblia no hay optimismo ni ternura, no hay
humor", dice Mauricio Rosencof. "El discurso de Chaplin en la escena final de El
gran dictador merece estar incluido como el quinto evangelio por su ternura, su
belleza y su humanidad", propone Rosencof, fundador del Movimiento de Liberación
Nacional (Tupamaros), junto con Raúl Sendic, y actual director de Cultura de la
Intendencia de Montevideo. El escritor uruguayo, uno de los dirigentes Tupamaros
encarcelados por la dictadura militar en 1972, cuenta en la entrevista con
Página/12 cómo hizo para escribir, a pesar de haber estado preso 13 años en
calabozos bajo tierra, sin poder leer, ni ver el sol.
En un momento, Fosforito señala que no existe un Premio Nobel por hacer reír.
¿Qué lugar le asigna usted al humor? Es fundamental, el humor y la risa son
productos desmonetizados. Eugene O¹Neill no quiso cederle la mano de su hija a
Chaplin porque era un cómico.
Hablo por experiencia propia: una de las cosas que nos sostenía a los que
estuvimos 13 años bajo tierra, detenidos, era el humor. Le sacábamos partido a
todo; el humor es un acto de distensión. Nunca le creas a alguien que te habla
con contundencia y seriedad, hay mucho cariño comunicativo, no en reírse de
otro, sino en hacer reír.
¿A qué se refiere cuando dice que le sacaban partido a todo? Le cuento una
anécdota político-administrativa-carcelaria. Estábamos en el noveno de
caballería, Ricardo Ehrlich (el intendente de Montevideo), de un lado del muro,
y yo del otro. Nos comunicábamos con golpes de nudillos a través de la pared. De
pronto, sintió que yo estaba a las carcajadas y me preguntó si me sentía bien,
si me pasaba algo. Yo le contesté: "No, nada, el Quijote". Estaba leyendo el
libro y no podía parar de reírme.
¿Cómo hizo para escribir en esos trece años? Estaba bajo tierra, en un
calabozo de un metro ochenta de largo por sesenta centímetros de ancho. En una
oportunidad irrumpió la guardia del calabozo y una voz perentoria me dijo, con
esta construcción semántica: "Ordena decir el sargento, si usted es el
escritor". Contesté tímidamente "Sí, señor", y el mismo guardia me dijo: "Ordena
decir el sargento que le escriba una carta a su novia". A la novia del sargento.
Entonces me trajeron papel, escribí la carta y la convencí, la seduje (risas). A
partir de entonces empezó a desfilar toda la tropa, que cambiaba de guardia cada
72 horas, y eso tuvo un valor de cambio formidable: un cacho de pan, dos
cigarrillos. Me daban el lápiz y tenía que devolverlo enseguida, entonces me
especialicé en acrósticos: me decían el nombre de su novia y le hacía el verso
obligado. Yo aspiraba a que alguno, con más confianza, me dejara la parte de
adentro del bolígrafo. En una oportunidad lo tuve por 72 horas, y saqué un par
de obras de teatro (Los caballos, El hijo que espera) que las escribí en
hojillas de fumar con letra muy chiquita y de corrido. También compuse La
margarita, que canta Jaime Ross, y además 32 sonetos con toda una historia de
amor de barrio. Esas hojillas las envolvía en el dobladillo de la camiseta con
un pedazo del nailon, y cada mes y medio se la mandaba a la vieja para que la
lavara, y mis amigos pasaban lo que yo había escrito. Pero también escribí otras
cosas que se perdieron: una novela, una obra de teatro y algunos poemas.
A partir de la búsqueda de los restos de la nuera del poeta Juan Gelman, se ha
extendido el debate sobre la dictadura uruguaya en amplios sectores de la
sociedad. ¿Qué piensa de esta situación? Las nuevas informaciones que se están
produciendo ahora no nos toman de sorpresa. En este momento se está plasmando la
investigación de algunas cuestiones que sabíamos, como "el segundo vuelo" o un
"posible tercer vuelo" o tal vez más. Las características de la dictadura
uruguaya fueron distintas a la de Chile y a la de Argentina. Uruguay tuvo el más
alto porcentaje de presos por habitantes: uno de cada 54 uruguayos pasaron por
los calabozos, hubo 20.000 presos en un país de 3 millones de habitantes. Todos
pasaron por el tacho, por la picana, y hubo compañeros que murieron o que
enloquecieron en los interrogatorios. Nunca pensamos que la dictadura uruguaya
fuera liviana. La diferencia fue metodológica: aquí aplicaron el terror, las
desapariciones; en Uruguay fue distinto, pero fue muy cruel. No hay familia
uruguaya que no esté tocada por un hijo, un sobrino o un amigo que haya
desaparecido, que haya estado preso, torturado. Yo creo que el olvido no existe,
que todo es memoria.
¿A qué atribuye el descenso de popularidad de Tabaré que se registra en las
encuestas? Los que estamos en política hace mucho tiempo sabemos que las cosas
no se pueden cambiar de un día para otro. De cualquier manera, la aceptación de
Tabaré es muy alta y el tiempo de asunción es muy poco, y como dice el
Eclesiastés, en el proverbio número 47, "cuando el carro entra a andar, los
zapallos se arrugan al sol". Es la primera vez que se gobierna y te encontrás
con una realidad mucho más grave de la que suponías desde la oposición. Es el
momento de proyectar grandes planes y plasmarlos. Nosotros en Uruguay, a la
uruguaya: tenemos un gobierno estable que está llegando hasta donde nunca se
pudo llegar. Y nosotros no vamos a parar en la búsqueda de los desaparecidos.