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La amnesia de la armada el "segundo informe" y sus gruesas omisiones
Samuel Blixen
Brecha
La política de administrar por goteo la confesión sobre los crímenes de la
dictadura es desgastante para las propias Fuerzas Armadas y un factor de
irritación para el gobierno. El segundo informe de la Armada incurre en
omisiones infantiles y plantea una supuesta ignorancia sobre acciones conjuntas
de marinos uruguayos y argentinos. Con un abanico de señales que prometen
vientos huracanados y con un dead line el 8 de noviembre, el presidente Tabaré
Vázquez reafirmó el miércoles 5 que mantiene su confianza en los tres
comandantes de las Fuerzas Armadas y su esperanza en la ubicación de los restos
de desaparecidos.
La confianza, por lo tanto, se extiende al comandante de la Armada,
vicealmirante Tabaré Daners, después de la entrega de un segundo informe sobre
la participación del arma en la represión durante la dictadura. Este segundo
informe -recibido en Presidencia a comienzos de la semana- habría sido
calificado por Vázquez como "un importante avance", según trascendidos de
prensa. Su texto no había sido divulgado oficialmente al cierre de esta edición,
pero en cambio pudieron conocerse varias versiones extraoficiales aparecidas en
diferentes medios y que difieren, claro, en el acento que cada uno pone a los
distintos temas abordados en el documento.
EL JUEGO DE LA MOSQUETA. Si se infiere que las versiones periodísticas son
sustancialmente correctas -afirmación avalada por la ausencia de desmentidos-
entonces puede calibrarse por qué el "importante avance" no implica una
"satisfacción total". El vicealmirante Daners aprendió la lección de sus colegas
del Ejército y la Fuerza Aérea: la opción de decir "aquí no pasó nada" sólo
genera reacción; más conveniente es decir y no decir, sugerir pero no afirmar,
revelar algo y callar lo demás y, sobre todo, elaborar coartadas que permitan
sacar la pata del lazo, llegado el momento. Así las cosas, Daners juega con la
credulidad del presidente y de la población y, muy oportunamente, afirma que
entre el primer y el segundo informe fue posible ubicar en una sala del cuerpo
de Fusileros Navales (FUSNA) "una carpeta de 41 páginas, de papel deteriorado
por el paso de casi 30 años y titulada 'Operativo contrasubversivo GAU'".
Esa documentación, cuya autoría es atribuida a un organismo policial argentino,
viene a salvar la petisa, es decir, las flagrantes omisiones del primer informe:
ahora la Armada admite que se aplicó la tortura a detenidos para obtener
información, aunque dice que no fue sistemática. Y fundamentalmente se admite
que existió coordinación y colaboración con la Escuela de Mecánica de la Armada
argentina (ESMA), que hubo entrega de prisioneros, y que la información aportada
sobre las actividades de militantes de los Grupos de Acción Unificadora (GAU)
fue determinante para la captura, entre mediados de 1977 y mediados de 1978, de
numerosos uruguayos de diversas organizaciones políticas, que permanecen
desaparecidos.
El documento de Daners no reconoce la participación de personal naval uruguayo
en las redadas de Argentina, y tampoco la participación en sesiones de tortura
en diferentes centros clandestinos de detención; y sólo admite la entrega de dos
ciudadanos argentinos, uno de ellos el montonero Óscar de Gregorio (herido de
bala en Colonia cuando fue detenido), y de "otra persona" de la que no se
aporta ningún elemento, salvo que fue detenida en 1978. El vicealmirante Daners
justifica la escuálida información aportada en el hecho de que existía una
"total compartimentación" que otorgaba autonomía a los grupos represivos; y
menciona de pasada la existencia de una estructura conocida como "la
computadora", integrada por prisioneros que sistematizaban y analizaban la
información, tarea que según Daners habría sido sustancial para la represión de
los GAU en Buenos Aires.
Tal mención tiene un costado infame, en la medida que revierte la
responsabilidad sobre las propias víctimas. Daners debería saber que las
actuaciones de la Comisión Investigadora sobre Desaparecidos de la Cámara de
diputados no está compartimentada, de modo que allí puede obtener la información
básica sobre "la otra persona" que fue entregada a Argentina en 1978, entrega
que facilitó otra desaparición. Eso siempre y cuando no se confirme la sospecha
de que en realidad desapareció aquí, y no allá.
ALGUNAS DE LAS OMISIONES. No se trata de una persona, sino de dos: Manuel
Eduardo García Kieffer y María Catalina Benassi fueron detenidos el 29 de
setiembre de 1978 en el Aeropuerto de Carrasco, provenientes de Asunción, por
funcionarios policiales a solicitud de la Dirección Nacional de Migración;
estaban requeridos por la Prefectura Nacional Naval. Según un documento firmado
por el coronel Calixto de Armas, director general del Ministerio del Interior,
los dos detenidos fueron inmediatamente entregados a la Prefectura.
Si Daners no hubiera puesto tanto empeño en eludir cualquier mención sobre
archivos navales, podría haberle comunicado al presidente Vázquez la existencia
de varios documentos, uno del Comando General de la Armada del 7 de marzo de
1980, firmado por el capitán de fragata Alejandro Díaz; otro del 21 de marzo,
firmado por el capitán de navío Mario Risso; y otro del 7 de abril firmado por
el jefe de la división Inteligencia e Investigaciones de la Armada, Álvaro Diez
Olazábal, documentos en los que se admite que Benassi y García estuvieron
detenidos en la Armada desde el 29 de setiembre hasta el 5 de octubre de 1978.
Resulta muy sugestivo que la Armada, a requerimiento de los ministerios del
Interior, Defensa y del Consejo de Estado, afirmara que García, una vez
comprobado que no tenía antecedentes en Argentina, fue liberado. No se dice nada
más, lo que supone que fue entregado a las fuerzas represivas argentinas, porque
de lo contrario se consignarían detalles sobre su salida del país. García
aparece en las listas de desaparecidos de la CONADEP.
Pero absolutamente nada se dice de Benassi, que venía siendo requerida desde
1976, y cuyo rastro la dictadura argentina siguió hasta Porto Alegre, según un
documento que reclamaba de las autoridades militares su inmediata detención, en
la suposición de que había fugado a Brasil después del asesinato de su marido en
Rosario. Los documentos de la marina existentes en la comisión investigadora y
que el Comando no pudo ubicar, eluden sistemáticamente la mención de Benassi y
sólo consignan la liberación de García. Sin embargo, en una interpretación
"generosa" de las respuestas navales, Federico García Capurro, a nombre del
Consejo de Estado, responde el 18 de junio de 1980 a los familiares de los
desaparecidos afirmando que ambos habían sido liberados el 5 de octubre de 1978.
Si la Armada realiza una nueva "búsqueda" quizás pueda elaborar un tercer
informe, porque existe la sospecha de que Benassi nunca salió de su calabozo en
el puerto de Montevideo; en todo caso podría determinar quién de los dos
detenidos es "la persona" que fue entregada a Argentina y los detalles de la
entrega.
Un tercer informe podría incluir información sobre otras "entregas", las de los
ciudadanos argentinos Jaime Dri, Rosario Quiroga, Rolando Pisarello, María del
Huerto Milesi de Pisarello, María Laura Pisarello y tres hijas de Rosario
Quiroga (María Paula, María Elvira y María Virginia), que fueron detenidos el 15
y el 16 de diciembre de 1977 en allanamientos realizados en Lagomar por
efectivos de las Fuerzas Conjuntas, a partir de la coordinación entre la Armada
y la ESMA, y con la participación de oficiales argentinos.
En esos operativos, en que participaron oficiales argentinos, fueron asesinados
Susana Matta de Barri y Alejandro Barri. Los sobrevivientes fueron interrogados
en una casa de Carrasco (un centro clandestino de detención del cual los
comandantes todavía no dieron información y que bien podría considerarse la
contraparte uruguaya de Automotores Orletti) y después fueron conducidos a la
ESMA en aviones de la Armada argentina. Todo un capítulo que se "le escapa" a la
Armada es la participación de sus oficiales y personal subalterno en las
estructuras del Servicio de Información de Defensa y del OCOA.
Un tercer informe también podría mencionar la participación de oficiales navales
uruguayos en los interrogatorios a que fueron sometidos en el Pozo de Quilmes
detenidos uruguayos, hoy desaparecidos, algunos de los cuales son fugazmente
mencionados en el segundo informe, como Gabriel Corch y Guillermo Sobrino, entre
otros. Según el testimonio de uno de los sobrevivientes, el argentino Alberto
Illarzen, Sobrino le pudo informar que entre los represores uruguayos que lo
interrogaron había identificado a uno que se hacía llamar "capitán Saracho" y
que conocía de una anterior detención en Montevideo. También pudo comunicar
Sobrino que una mujer, miembro del personal subalterno uruguayo que operaba en
el Pozo de Quilmes, que participaba de los interrogatorios durante las torturas
y que se hacía llamar "sargento Peters", fue nombrada por un oficial uruguayo
por su verdadero nombre, Cristina. Si rebusca en sus archivos, la Armada podrá
entregar al presidente más información al respecto porque, coincidiendo con esos
interrogatorios en el Pozo de Quilmes, fueron torturados en la marina, en
Uruguay, varios militantes escindidos del Partido Socialista, algunos de los
cuales fueron procesados.
Las lagunas que contiene el segundo informe de la marina confirman la política
del "goteo" sobre las responsabilidades de las Fuerzas Armadas en la aplicación
del terrorismo de Estado, una táctica desgastante, peligrosa y que sólo pretende
ganar tiempo frente a lo inevitable. El presidente Vázquez parece comprender
bien ese juego de revelaciones y ocultamientos, y por eso ha reiterado su
determinación de llegar a toda la verdad. Se ha puesto como límite el Día
Internacional de los Derechos Humanos, en diciembre.