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Las huelgas en Centroamérica y la crisis de la energía
Las oportunistas compañías extranjeras han invertido en plantas contaminantes de producción energética con petróleo para conseguir una tasa del mercado energético de la región
Toni Solo
Znet/Central America &Caribbean
Traducido para Rebelión por Felisa Sastre
En Centroamérica la implacable tendencia a la subida del precio del petróleo
está provocando una crisis en el sistema de producción eléctrica de la región
que depende del petróleo. Panamá, Nicaragua y Honduras son los países de la zona
más subordinados a la importación de combustible. Más del 70 % de sus
necesidades de energía dependen del petróleo, en su mayor parte importado de
Méjico y Venezuela. Sólo Costa Rica se ha esforzado para no depender
energéticamente de él. Más del 80 % de la energía que produce su compañía
estatal de electricidad es origen hidroeléctrico.
La corriente neo-liberal de privatizaciones de los 90 ha ocasionado las
previsibles pocas inversiones a largo plazo en energías renovables de origen
geotérmico o eólico. Las oportunistas compañías extranjeras han invertido en
plantas contaminantes de producción energética con petróleo para conseguir una
tasa del mercado energético de la región. Una idéntica aproximación a corto
plazo a las necesidades de transporte de la zona ha enfatizado la construcción
de infraestructuras de carreteras hasta el punto de excluir de hecho cualquier
otra opción. Una típica y miope decisión del gobierno de Chamorro en Nicaragua
en los años 90 fue la de clausurar la vía ferroviaria que unía la capital del
país con la costa del Pacífico y con el Lago Nicaragua en Granada.
Con la tendencia al alza de los precios del petróleo, el fracaso del "libre
mercado" para satisfacer la necesidades fundamentales de energía y transporte de
la gente se hace más evidente casi semana a semana. Pero las implicaciones a
largo plazo de esta crucial realidad económica todavía tienen que dar al traste
con gobiernos sin esperanza que intentar seguir a base de fe creyendo en la
ideología del "libre mercado". Han empezado con retraso a coquetear con algunas
iniciativas sobre energías renovables como la energía eólica para la
electricidad, o el etanol como carburante derivado de la caña de azúcar para el
transporte, pero la aritmética presupuestaria de las importaciones de petróleo
ya se ha vengado de la mayor parte de la región.
La huelga en Honduras El 6 de septiembre el transporte público de la capital
hondureña, Tegucigalpa, paró durante dos días cuando los conductores de taxi y
los propietarios de autobuses fueron a la huelga como protesta a la subida del
19,7% en el precio de los carburantes impuesta por el Gobierno. El Gobierno
adujo que el aumento se debía a los daños producidos por el Katrina en las
infraestructuras petroleras y portuarias de la costa del Golfo estadounidense.
La mayoría de la gente en Honduras creyó que se trataba de un desvergonzado
aprovechamiento de las compañías petroleras protegidas por altos funcionarios
del gobierno hondureño. El periódico diario de ámbito nacional, El Heraldo,
informó de que cerca del 70% de las oficinas y empresas cerraron durante la
huelga.
El miércoles por la noche, la Asamblea Nacional discutió la adopción de medidas
para anular el aumento de precios, decisión votada al final de aquella sesión
nocturna. Así que la vida de pronto volvió a la normalidad el jueves por la
mañana. Pero la huelga relámpago fue un recordatorio contundente para los
gobiernos de la región de que más de quince años de política neoliberal habían
dejado a la gente corriente sin margen para absorber los aumentos de precios en
sus necesidades esenciales. La huelga evocaba las violentas protestas del año
anterior en la capital nicaragüense, Managua, provocadas por un pequeño aumento
de las tarifas de autobuses.
La razón de que los taxistas y propietarios de autobuses hondureños fueran a la
huelga fue el que ellos sabían que sus clientes no podían abordar una aumento de
los gastos de transporte. La aritmética no miente. Una familia media constituida
por dos adultos que trabajan, con dos niños en edad escolar, normalmente tienen
unos ingresos totales de 200 dólares más o menos al mes. Esa familia tiene que
pagar diez billetes de autobús diarios para ir y volver a la escuela y al
trabajo. Para ellos, un aumento de sólo 0,05 céntimos de dólar en billetes de
autobús supone un extra de 0,50 céntimos diarios en gastos de transporte, es
decir 12 dólares extras mensuales en transporte. Así que los márgenes de los
medios de vida de la gente son extremadamente pequeños.
Implicaciones más amplias Habida cuenta de esas realidades, las continuadas
tendencias alcistas del precio internacional del petróleo implican subidas
repentinas en el coste de vida de la gente, a través del transporte y de la
electricidad. La tendencia también supone el aumento indirecto de los precios ya
que las empresas de todo tipo intentan mantener sus márgenes de beneficios. Los
Gobiernos de la región están, normalmente, formados por oportunistas
comprometidos en obedecer los deseos del gobierno de Estados Unidos. Una
respuesta a medio plazo a la crisis, obviamente, sería conseguir acuerdos
preferenciales con Venezuela -el fantasma de Estados Unidos-, similares a los
acuerdos Petrocaribe entre Venezuela y sus vecinos caribeños.
El deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela hace que
semejante acercamiento resulte difícil para los aliados de EE.UU. en la región
(Aunque en este contexto merece mencionarse que Cuba tiene centenares de médicos
trabajando en Honduras, donde se ocupan de las zonas rurales que los médicos
hondureños no quieren atender). Es innegable que Estados Unidos puede ofrecer a
sus aliados de Centroamérica poca ayuda en sus costes energéticos. Venezuela, sí
puede, y los gobiernos regionales puede que empiecen a explotar esa
contradicción habida cuenta de que el radical fracaso de la política del contra
productivo "libre mercado" deja a la gran mayoría de sus gentes cada vez más
dispuestas a rebelarse en defensa de sus niveles básicos de vida.
Otro de los pequeños impactos de la incesante subida de los precios del petróleo
es que pondrá de relieve para la mayoría de las gentes de la región las
desventajas y la irrelevancia del Acuerdo de Libre Comercio Centroamericano (CAFTA,
en inglés) y las grandes líneas de las infraestructuras regionales como el Plan
Puebla Panamá. El CAFTA y el Plan Puebla Panamá se basaban en un aumento de la
urbanización y en los bajos costes de la energía. La respuesta pública racional
al aumento de los costes de la energía se opondrá a las grandes concentraciones
de gente en enormes centros urbanos y tenderá a promover actividades económicas
sostenibles, pequeñas y medianas consumidoras de energía en ciudades pequeñas y
zonas rurales.
Huelgas y cortes de electricidad en Nicaragua.
Nadie realmente ha calculado las consecuencias políticas que se derivan del
conflicto entre la desacreditada y falsa ideología del "libre mercado" y la
obvia realidad económica y medioambiental. Los movimientos regionales de
oposición de izquierdas parecen incapaces de reconocer la profundidad de los
cambios ya experimentados. Sin embargo, es probable que se beneficien
políticamente de su histórica solidaridad con los obreros urbanos y rurales y
con sus familias. Evidentemente, su identificación tradicional de clase les
proporciona los elementos para conseguir un acuerdo viable social y
políticamente que no sería posible para las oligarquías locales.
En la actualidad, Nicaragua ofrece un ejemplo claro de ello. Los días 20 y 21 de
septiembre, la capital, Managua, se vio sacudida por una huelga de trabajadores
del transporte como a principios de año. Pero la última huelga tuvo lugar en el
contexto de los cortes de electricidad originados por la incapacidad de
multinacional española Unión Fenosa de pagar a las compañías generadoras de la
energía, a sus proveedores. Unión Fenosa responsabilizó al Gobierno, alegando
que necesitaba aumentar los precios para continuar en Nicaragua. El Gobierno
responsabiliza a la Asamblea Nacional por negarse a ratificar los decretos
presidenciales autorizando la subida. La oposición sandinista ha tratado de
equilibrar la defensa del nivel medio de vida de la gente con medidas viables
para mantener el alumbrado y la refrigeración y el funcionamiento de los
autobuses.
La crisis energética en Nicaragua ha coincidido con la continua crisis política
del país. Paradójicamente, la confusión resultante ha hecho aflorar con claridad
los más amplios conflictos a los que se enfrenta la región. ¿A quién beneficia
el Gobierno?, ¿a la mayoría pobre o a las corporaciones extranjeras y a la
minoría rica? ¿Quién dirige la política pública?, ¿la embajada de Estados Unidos
y las instituciones financieras internacionales o los gobiernos soberanos que
representan los intereses de sus pueblos? La crisis energética va a presionar en
las estructuras políticas de la región de forma sin precedentes desde el final
del abierto conflicto armado de principios de los 90.
Esas estructuras es improbable que sobrevivan sin cambio a la presión de la
crisis energética que se está desarrollando, aunque las elecciones de este año
en Honduras no cabe duda de que seguirán el habitual formato del teatro de
marionetas, carente de sentido. Por contraste, las elecciones del próximo año en
Nicaragua deberían tener una mayor relevancia regional. Los diplomáticos
estadounidenses y los políticos están ya implicándose en implacables chantajes
intervencionistas para minar el apoyo a los sandinistas. Las elecciones en
Nicaragua serán un símbolo de si la mayoría pobre está dispuesta o no a sufrir
indefinidamente la pobreza más extrema por miedo a las represalias del Gobierno
estadounidense.
25 de septiembre de 2005 http://www.zmag.org/content/print_article.cfm?itemID=8809§ionID=54