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Los soldados del narco: ex combatientes en Irak, kaibiles y desertores mexicanos
Jeanette Becerra Acosta
Revista milenio semanal*
Argenpress
Además de los kaibiles, las organizaciones mexicanas del narco y del crimen organizado contratan a mercenarios estadounidenses, británicos e israelitas para realizar misiones de tráfico de drogas, de armas y de indocumentados, y ejecuciones de funcionarios que se convierten en un estorbo para sus negocios. Los salarios van de 50 mil a 250 mil dólares por misión.
La captura de cuatro guatemaltecos, ex miembros de las fuerzas especiales de ese
país, los kaibiles, expertos en explosivos, presuntamente al servicio de los
cárteles de las drogas de México y Guatemala, son la punta del iceberg de un
número indefinido de comandos militares que alguna vez fueron integrantes de
fuerzas especiales entrenadas por Estados Unidos en América Latina. Sin embargo,
docenas de mercenarios estadounidenses, británicos e israelitas contratados por
agencias al servicio del Pentágono y el Departamento de Estado (DOS), también
trabajan clandestinamente para los capos en Centro y Sudamérica, y a lo largo de
la frontera México-EU.
Aunque los Soldiers of Fortune con experiencia en las guerras de Irak y
Afganistán, por ejemplo, también firman convenios con poderosas transnacionales,
"sin duda aceptan ofertas del crimen organizado para realizar misiones de
tráfico de drogas y armas y ejecuciones de funcionarios que se convierten en un
estorbo para sus negocios".
Un ex analista de la CIA confirmó a MILENIO Semanal que además de los
mercenarios latinoamericanos entrenados en la Escuela de las Américas (SOA),
tanto en Panamá hasta finales de los noventa como en Fort Benning, Georgia, así
como en otras localidades en California, Carolina del Norte, y en la última
década del siglo XX en Tapachula, Tijuana y en la frontera México-Belice, entre
muchos otros campamentos, "se han detectado desertores de las fuerzas armadas de
Gran Bretaña, Estados Unidos e Israel, que cobran por lo menos un cuarto de
millón de dólares" para realizar trabajos especiales como asesinatos de altos
funcionarios o detonar bombas y otros artefactos en oficinas públicas en
diversos países.
Para los latinoamericanos de las fuerzas de élite, por ejemplo los kaibiles o
Los Zetas, los precios van de 50 a 100 mil dólares por misión, y en ocasiones
hasta 150 mil si se trata de un atentado de importancia, sumas que para soldados
del Tercer Mundo son estratosféricas comparadas a lo que ganan en sus países,
aun si pertenecen a las fuerzas armadas especiales. "Nadie paga mejor que los
cárteles de las drogas… para ellos cien mil dólares son migajas", agregó.
Por eso no sorprendió a expertos y analistas entrevistados vía telefónica desde
Washington que kaibiles, uno de los peores comandos de operaciones especiales
entrenados por EU, que incluso alguna vez confesaron que comieron carne humana
de sus víctimas, aceptaran trabajar para los cárteles de las drogas, mexicanos y
de Centro y Sudamérica que les pagan por un operativo mucho más de lo que
ganarían en sus países en un año de trabajos altamente riesgosos en sus
batallones.
Destacaron que pese a que el procurador General de la República mexicano, Daniel
Cabeza de Vaca dijo recientemente que el grupo de élite que desertó del Ejército
Mexicano conocido como Los Zetas ya era un mito, el Departamento de Seguridad
Interna de EU afirmó en julio pasado que estos prófugos de la justicia siguen
operando y mantienen contactos con mercenarios y ex miembros de fuerzas
militares latinoamericanos, estadounidenses, ingleses y de otros continentes, ya
que juntos protegen los envíos de armas y drogas gracias a su "extraordinaria
experiencia" en tecnología de punta, comunicaciones y computación, además de su
gran pericia adquirida en el manejo de explosivos, armas de alto poder,
operaciones clandestinas, tortura y asesinatos, entre una gama de "materias de
guerra" en las que fueron entrenados.
Laboratorio de Frankensteins
Para Robert F. Kennedy Jr. —hijo del precandidato demócrata a la presidencia de
EU asesinado en 1968—, y uno de los principales promotores de la desaparición de
la SOA, rebautizada como The Western Hemisphere Institute for Security
Cooperation, donde se entrenaron cientos de Zetas y kaibiles, además de
militares que luego se convirtieron en dictadores: Manuel Noriega de Panamá,
Leopoldo Galtieri y Roberto Viola de Argentina, Guillermo Rodríguez de Ecuador y
Hugo Bánzer de Bolivia, entre otros, dicha institución castrense es la mayor
fábrica de frankensteins de América Latina.
Reclutados de la "crema y nata" del establishment militar latinoamericano, los
egresados de la SOA —pasaron a formar parte de los cárteles de las drogas y las
mafias del crimen organizado que controlan el tráfico de humanos transfronterizo
de mujeres y niños a los que prostituyen, y de toneladas de armamento—, son
"maestros" en técnicas de contrainsurgencia, inteligencia militar,
interrogatorios, manejo de armas de alto poder, tácticas de comando "irregular",
guerra psicológica y operaciones en la selva, especialidades que aprendieron de
instructores estadounidenses y en algunos casos de israelíes.
Sin embargo, apunta Kennedy, reconocido pacifista y ecologista, ex subprocurador
de Nueva York, catedrático en diversas universidades del este de EU y vocero del
Natural Resources Defense Council, los soldados latinoamericanos entrenados por
su país, no siempre recibieron el adiestramiento de alto nivel para defender sus
fronteras de una invasión extranjera. "Fueron educados, a costa de nuestros
impuestos, para hacer la guerra contra su propia gente, subvertir la verdad,
silenciar poetas, domesticar a indomables visionarios, clérigos, activistas;
atacar sindicatos, acallar las voces de la disidencia y el descontento,
neutralizar a los pobres, hambrientos y desposeídos; hacer cautivas a las
sociedades y transformar a los paladines en sumisos vasallos. Aun a costa de sus
propias vidas…".
Por lo que respecta a las fuerzas especiales guatemaltecas, los expertos
recordaron que los tres oficiales de más alto rango que apoyaron al ex
presidente Serrano en su intentona golpista en 1993 se graduaron del SOA: el ex
ministro de la Defensa, José Domingo García y el "siniestro" jefe de gabinete
Luis Francisco Ortega Menaldo. En 1976, Ortega, entonces con rango de capitán,
tomó un curso de inteligencia militar en dicha escuela. Otros ex SOA’s
guatemaltecos incluyen a otro ex ministro de Defensa, el general Mario Enríquez
y el también general Efraín Ríos Montt, ex presidente de esa nación (1982-83),
célebre por su política de "frijoles o balas" y su campaña genocida que cobró
miles de vidas de indígenas mayas.
"Corren rumores que un número importante de militares guatemaltecos de alto
rango, y aquí no estamos hablando de los kaibiles, están involucrados en
actividades criminales". Destacaron el caso del coronel Carlos René Ochoa Ruiz,
graduado del SOA en 1969, acusado de tráfico de drogas, robo de automóviles y
asesinato. Señalado como exportador de cocaína, hasta ahora Ochoa logró evadir
su extradición a Estados Unidos, añadió el experto que explicó que si los altos
mandos militares en Guatemala y otros países de la región tienen nexos con los
cárteles de estupefacientes, qué se puede esperar de miembros de las tropas de
operaciones especiales que al convertirse en sicarios de los capos pueden llegar
a cobrar sumas en dólares que "jamás pudieron siquiera imaginar". Además de los
entrenamientos en Fort Benning, Georgia, existen otros campamentos en EU donde
se actualizan y entrenan mercenarios, por ejemplo el poco conocido Blackwater
USA en Carolina del Norte, un centro rodeado de pinos donde cientos de ex
comandos militares, policías y civiles se preparan para pelear en Irak o en
cualquier otra parte donde EU los necesite. "En su supuesto intento por reducir
el tráfico de drogas en la región andina, Washington envía equipos de expertos
ex militares y mercenarios donde su presencia es prácticamente invisible, como
lo es en Afganistán, país que desde que fue invadido por EU, reanudó e
incrementó la siembra de amapola".
El ex analista de inteligencia subrayó que comandos especiales y mercenarios a
sueldo, los "invisibles", están desde mayo o junio de este año apostados a lo
largo de la frontera México-EU, lo que no significa que pese a que firmaron un
contrato con el gobierno estadounidense, directa o indirectamente a través de
subcontratistas o transnacionales, "se limiten a cumplir con sus labores por las
que pueden recibir un sueldo de entre 80 y 100 mil dólares anuales". En este
sentido, si un cártel les ofrece 250 mil dólares o más para dejar pasar
cargamentos de drogas o armas, "seguramente, muchos aceptan colaborar… después
de todo, ¿qué se puede esperar de un mercenario?, cuestionó.
Nuevos cursos
Por otro lado, precisaron que crecen los rumores de que el Departamento de
Estado apoya un programa de entrenamiento en la llamada Redstone Arsenal’s
Hazardous Devices School (RAHDS), donde se imparten cursos sobre el uso y
aplicación de explosivos entre otras "materias". Este plantel ubicado en
Alabama, es el más exclusivo para el aprendizaje de explosivos, centro donde se
adiestran bomberos, policías, escuadrones para la desactivación de bombas de las
fuerzas armadas de EU, agentes del FBI y la CIA, y personal de inteligencia de
países extranjeros.
"Aparentemente, el personal extranjero entra a EU con un green card que les
permite estadías cortas de 30, 60, 90 días. Pero lo que realmente sucede es que
el Departamento de Estado, utiliza este programa como un disfraz con el que
encubre su propósito de entrenar a personal militar y policíaco en el manejo de
explosivos, detonación y desactivación de bombas, un asunto muy peligroso para
el país. En los círculos de inteligencia se comenta que uno de los terroristas
que se estrelló contra las Torres Gemelas de Nueva York, recibió adiestramiento
precisamente en esa escuela". Además, es inadmisible, dijo, que el DOS permita a
"nacionales de otros países, posiblemente muchos de ellos nuestros enemigos, que
ingresen a EU con documentación falsa para entrenarse, de cierto modo, en
tácticas terroristas".
¿Qué sorprende a México?
El analista de inteligencia, especializado en temas latinoamericanos, se
sorprendió de la reacción de la Secretaría de la Defensa Nacional al descubrir
que kaibiles guatemaltecos están al servicio de los cárteles de las drogas.
"Todos sabemos que cerca de mil soldados del Ejército mexicano recibieron
entrenamiento de oficiales militares guatemaltecos, conocidos como uno de los
grupos castrenses de élite más represivos del continente. Aun cuando se les
bautizó como Patrullas de Operaciones Especiales, en realidad se convirtieron en
kaibiles mexicanos".
Además, también se sabe que existieron centros de entrenamiento a 50 kilómetros
de Chetumal, Quintana Roo, en la localidad selvática de Xmotoc, muy cerca de la
frontera con Belice y que el Ejército Mexicano cuenta con otros batallones
"especiales" como las "Agujas Negras", entrenados por militares brasileños, y
también los grupos que adiestraron los Boinas Verdes conocidos como Airborne
Group of Special Forces.
Recordó que a principio de los años noventa, militares guatemaltecos cometían
infinidad de actos criminales en la frontera con México y que la Defensa
Nacional "jamás levantó una queja", pues de cierta manera, "sus vecinos, los
kaibiles le asistían en el control del paso de indocumentados, armas y drogas, y
tal vez hasta existió una complicidad entre ambos ejércitos". También es público
que en 1994 la Sedena abrió un nuevo campo de entrenamiento de kaibiles en
Laguna Seca, Tijuana y otros en Tapachula, Chiapas y Campeche, especialmente el
de El Dzibalito en la frontera con Guatemala. Desde entonces, este campamento
sirve de base para un escuadrón militar para contrarrestar cualquier supuesto
ataque del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Según reportes militares de los últimos cinco años, un poco más de mil soldados
entrenados en EU, Guatemala y Brasil, están concentrados en estados
"conflictivos" como Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Hidalgo y Puebla. Paralelamente,
fuerzas de la Policía Judicial también fueron adiestrados en tácticas de
comando, en este caso bajo la responsabilidad de la PGR. "Si tomamos en cuenta
todo lo anterior, es totalmente lógico que docenas, sino es que cientos de
militares de élite y policías judiciales federales y estatales, tengan vínculos
estrechos y contactos con miembros de fuerzas castrenses de Guatemala y otros
países, y que al decidir desertar para servir a los cárteles de las drogas que
como dije, pagan en dólares sueldos inimaginables, inviten a sus ex compañeros a
formar parte de los grupos de sicarios que sin duda controlan no sólo el tráfico
de armas, drogas y personas, sino las vidas de quienes se atraviesan en su
camino".
* Jeannette Becerra Acosta es corresponsal en los Estados Unidos de MILENIO SEMANAL de México.