Znet 30 de agosto, Port-au-Prince, Haití. Al investigar noticias sobre Haití en
la actualidad, uno se tropieza con dos artículos futbolísticos muy diferentes.
Un despacho de Associated Press intitulado "Soldados usan el fútbol para poner
de su lado a los haitianos" por Alfred de Montesquiou nos cuenta cómo los
soldados brasileños desplegados por la ONU juegan fútbol con residentes en Bel
Air para contrarrestar la intensa resistencia popular al golpe del 29 de febrero
de 2004 contra el presidente Jean-Bertrand Aristide y la subsiguiente ocupación
militar extranjera de Haití.
Otro artículo intitulado "Matanza de hinchas del fútbol provoca temores de
terror estatal", escrito por el periodista independiente Reed Lindsay, nos
cuenta como un escuadrón de la muerte paramilitar y la Policía Nacional Haitiana
(PNH) blandiendo sus machetes, bajo las narices de las fuerzas de la ONU,
atacaron a espectadores el 20 de agosto en un partido de fútbol auspiciado por
la Agencia de Desarrollo Internacional de EE.UU. (USAID, por sus siglas en
inglés), matando a por lo menos ocho. La discrepancia entre estos dos informes
da en el corazón mismo del problema: ¿Cuál es el papel de la ONU en Haití?
¿Quién es el responsable en realidad? A medida que continúan apareciendo
informes sobre el infierno de derechos humanos en el que se ha convertido Haití,
cualquier observador independiente tiene que preguntar: ¿cuántas masacres
cometerá la policía haitiana bajo la tutela de las fuerzas de la ONU antes de
que se responsabilice a esta última? ¿Están las fuerzas de la ONU a cargo de la
PNH, como lo estipula su mandato, o aceptamos simplemente su excusa de que son
incapaces de detener la violencia policial contra los partidarios de Aristide?
¿Por qué hay que recompensar a los perpetradores? Como ha informado HIP; la
policía haitiana ha matado a tiros a manifestantes de Lavalas desarmados en
varias ocasiones durante el último año e incluso ha colocado armas sobre los
cadáveres de sus víctimas. El jefe de policía durante estas operaciones era Léon
Charles, ungido por EE.UU., aceptado por la ONU e impuesto al pueblo haitiano.
Si hay alguien responsable, es Charles.
¿Y dónde se encuentra Charles actualmente? Es el Jefe de Seguridad y Adquisición
de Armas de facto del gobierno en la embajada haitiana en Washington D.C., con
un salario anual de 150.000 dólares. Charles obtuvo esta posición de lujo a
pesar de afirmaciones de que dirigió una estafa para cobrar los salarios de
empleados fantasmas de la PNH para llenar sus propios bolsillos. También está
siendo recompensado por supervisar la masacre de partidarios de Lavalas durante
manifestaciones pacíficas.
¿Y quién paga el salario de Charles en Washington? Los contribuyentes de EE.UU.,
Canadá y Europa, que proveen a sus gobiernos el "dinero de donantes
internacionales" recolectado bajo los auspicios de la ONU para construir la
"democracia" en Haití. La ONU prefiere tener a Charles aparcado en un puesto
bien remunerado en Washington que hacerlo responsable por los asesinatos, caso
en el que podría revelar la complicidad de EE.UU.
El "arreglo" de Bush se halla en otro caso de hipocresía que fue suministrado
recientemente por el embajador saliente de EE.UU: James B. Foley quienlamentó la
reciente liberación de Louis Jodel Chamblain – asesino condenado y
vicepresidente del Frente por el Adelanto y el Progreso en Haití (FRAPH),
escuadrón de la muerte paramilitar financiado por la CIA. Foley no mencionó que
su gobierno sigue dando refugio al líder del FRAPH Emmanuel "Toto" Constant en
algún sitio del área metropolitana de Nueva York. Desde 1996, Constant ha
obtenido asilo político en EE.UU. Si Foley desea realmente justicia en Haití,
podría comenzar por exigir que "Toto" Constant sea deportado a Haití para ser
juzgado y encarcelado. En la actualidad hay una superabundancia de lágrimas de
cocodrilo en Haití en la embajada de EE.UU. y en la misión de la ONU. Los sound
bites reemplazan la realidad mientras matan salvajemente a los partidarios de
Lavalas o son hechos prisioneros políticos.
Mientras tanto, la administración Bush ha presentado su propio candidato a las
elecciones haitianas planificadas por la ONU para noviembre. El empresario
basado en TexasDumarsais "Dumas" Siméus tendrá de jefe de su campaña a Rob Allyn,
un consultor político republicano y hombre duro de Bush en su campaña de
reelección de 2004. Allyn anunció falsamente que el presidente venezolano Hugo
Chávez había perdido el referendo revocatorio del año pasado y fue el arquitecto
de la victoria electoral del presidente Vicente Fox en 2000 en México.
Las verdaderas preguntas
¿Cuántas matanzas como la que las fuerzas de la ONU realizaron el 6 de julio en
Cité Soleil, deben cometerse antes de que reconozcamos que su papel en Haití
está lejos de ser altruista? ¿Cuántos prisioneros políticos más tienen que
pudrirse en las cárceles haitianas, mientras la ONU continúa apoyando y
fortaleciendo el régimen instalado por EE.UU. del primer ministro de facto
Gérard Latortue? ¿Cuántas veces la ONU lleva a cabo investigaciones sobre las
violaciones de los derechos humanos por parte de la policía haitiana que no
conducen a ninguna parte, mientras sigue la carnicería de haitianos inocentes?
¿Cuándo admitiremos que la misión en sí de la ONU es fundamentalmente corrupta?
La ONU es responsable de la creación del propio entorno que ha originado el
estado policial en Haití. Algunas organizaciones de derechos humanos creen que
la ONU puede jugar un papel positivo, si se la presiona para que lo haga.
Piensan que sólo la ONU se encuentra entre la represión brutal de la policía
haitiana y la mayoría de la población que sigue exigiendo el retorno de Aristide.
Pero esa idea es ingenua y peligrosa.
Es peligrosa porque en el fondo ve a la mayoría pobre como si fuera impotente, y
sirve los intereses de los que quieren arrebatar aún más el poder y la voz de
los pobres de Haití. Es ése, precisamente, el papel jugado por la ONU, cuyo
objetivo fundamental es legitimar el golpe del año pasado mediante elecciones
ficticias este otoño. El régimen de Latortue instalado por EE.UU. no
permanecería en el poder durante más de una semana sin los fusiles de la ONU que
lo protegen en el palacio presidencial. Y las elecciones ficticias tampoco
serían realizables.
Objetivamente, la ONU ha demostrado una y otra vez que está imponiendo la agenda
del golpe de Washington y que es responsable en última instancia de la actual
pesadilla de los derechos humanos en Haití.