Latinoamérica
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Guatemala; ¿Desastre natural?
Miguel Ángel Sandoval
La furia natural del huracán Stam hizo recordar el desastre causado por el Mitch
en 1998. Sin embargo, las medidas preventivas no aparecieron por ninguna parte,
al extremo que 48 horas después del paso destructor del fenómeno metereologico,
comunidades del interior del país siguen sin atención de ningún tipo. Falta
agua, víveres, ropa, etcétera. Sin duda de ningún tipo la población pobre, como
siempre, es la más afectada. Las cifras de daños, siempre preliminares, nos
hablan de miles de damnificados, incontables muertes, perdidas de viviendas,
siembras, y todo tipo de recursos en las comunidades. No hay un dato serio y
confiable.
Las vías de comunicación se encuentran colapsadas en por lo menos 6
departamentos del país y ante ello vemos con claridad que el estado es incapaz
de reaccionar de manera rápida, eficiente y coordinada. En el fondo se debe a
que la agenda de los neoliberales no contempla a la gente y por ello la agenda
social no existe de hecho. Sin duda, como ya se observo en el paso del Katrina
en Nueva Orleans, asistimos a la demostración clara de que las políticas
neoliberales que han desmantelado al estado, son una de las principales causas
de la escasa o pésima atención de la gente y sus comunidades.
Pero junto con ello hay otro elemento que es necesario considerar. Durante los
últimos años se ha dicho hasta el cansancio que no se puede jugar con el medio
ambiente, que no se pueden destruir los manglares en las costas, que la
deforestación debe tener un alto inmediato, que no se pueden construir presas o
desviar ríos con impunidad pues luego la naturaleza pasa la factura. De igual
manera que no se puede construir viviendas en cualquier lugar, que hace falta
una política ordenamiento territorial con participación de la gente.
De igual manera que no se puede construir puertos en donde no existen
condiciones y menos construir muros de contención destruyendo las defensas
naturales en los lugares. La construcción de obras de infraestructura no
autoriza la destrucción de los mecanismos de defensa que la naturaleza ha
desarrollado en muchos años.
Con el huracán Mitch en el año 1998 se dijo por múltiples voces que Guatemala se
encontraba ante una especie de Mitch estructural y que debía de tomarse medidas
que abordaran y resolvieran de fondo, el desequilibrio ambiental creado en los
últimos años por la voracidad de empresas o por la torpeza de instituciones de
gobierno. Los resultados están a la vista: un caos absoluto, miles de
damnificados y una demostración de incapacidad institucional para atender este
tipo de acontecimientos.
No se trata de un castigo divino. Es el resultado, en gran medida, del desastre
ambiental a que nos ha conducido una visión que considera a la naturaleza como
algo propio y no como un patrimonio colectivo. Una visión que no tiene agenda
social y deja todo a una idea de mercado retórica. En fin, una idea del estado
mínimo que a la hora de un desastre natural no puede reaccionar porque no tiene
los recursos ni las capacidades. En suma, el resultado de una política que
únicamente considera a la gente como mano de obra barata, y no como ciudadanos a
quienes se les debe dar atención de manera permanente y con mayor razón, cuando
se encuentran expuestas a fenómenos naturales como ahora con en el Huracán Stam.