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"La izquierda tendría que potenciar las organizaciones sociales"
Entrevista al historiador Mario Garcés
Patricia Bravo
Punto Final
Volver a juntar lo que alguna vez estuvo unido: la organización y la lucha
política con la organización y la lucha social...
Suena fácil, e incluso puede parecer obvio, pero no es ni lo uno ni lo otro. El
historiador Mario Garcés, de la organización no gubernamental Educación y
Comunicaciones (ECO), coordinador del Programa por un Mercosur Social y
Solidario (ver PF Nº 598) y autor de varios textos sobre el movimiento social,
aporta interesantes reflexiones y analiza experiencias de nuestro pasado.
En la búsqueda y construcción de alternativas al modelo, ¿qué papel le cabe a
las organizaciones sociales? ¿Hay perspectivas de que levanten opciones
políticas propias?
"Hay que tener presente dos problemas. Uno, que la noción dominante de la
política está centrada en el Estado y en los partidos. Aparentemente, las
organizaciones sociales no tendrían un papel político, a no ser que tengan un
vínculo con los partidos. Eso ha sido, parcialmente, lo que ha ocurrido en
Chile. Respecto de ese enfoque, la experiencia histórica muestra que las cosas
no han sido tan claras y que más bien la política se ha transformado, el Estado
se ha democratizado y las alternativas de cambio se han desarrollado cuando las
organizaciones sociales están cumpliendo algún papel significativo".
¿Podría dar algunos ejemplos?
"En el siglo XIX la política era de la élite. Hemos polemizado entre los
historiadores en cómo valorar políticamente el papel del mundo popular en ese
siglo. Cuando pensamos en formas tradicionales, los únicos que podían hacer
política -y lo hicieron- eran los artesanos, ya que se organizaron, formaron un
partido (Partido Democrático, en 1887), organizaban marchas, podían llegar al
Parlamento, etc. Sin embargo, también sabemos que en todas las guerras civiles,
conflictos y coyunturas críticas siempre eran los peones quienes asaltaban las
pulperías, liberaban a los presos, se tomaban pueblos e intervenían activamente.
Pero como no tenían organización, no entraban en los cánones tradicionales de la
política y se quedaban afuera. A fines del siglo XIX y principios del XX las
fuerzas populares -sobre todo con el desarrollo del capitalismo que tiende a dar
mayor estructura a las clases-, comienzan a intervenir en la política. Pero sus
demandas no son escuchadas y por eso deben recurrir a manifestaciones de fuerza.
Como no existe derecho a huelga, los trabajadores del salitre se reúnen, bajan a
la ciudad y copan Iquique, presionando para negociar. El gobierno, al comienzo
no sabe qué hacer...".
Pero termina ordenando una matanza...
"Culminó en una matanza... Pero esa situación ya se había producido en 1903 en
una gran huelga en Valparaíso; en Santiago en 1905, y en Antofagasta en 1906. Es
decir, fue un período en que hubo muertos por centenares. Se vio, entonces, que
no sólo se necesitaban acciones de fuerza, sino también organización y
propuestas políticas propias. En esa época el mayor desafío para el movimiento
popular era que no podía participar en la política tradicional, que se daba en
los salones del Club de la Unión, completamente separada de la experiencia y la
vida del pueblo. Además, tenía que avanzar en experiencias de acción directa.
Así, el movimiento popular tuvo que crear su propia política. La hazaña de Luis
Emilio Recabarren fue ser un dirigente e intelectual capaz de enfrentar ese
problema. La base de la política popular se sustentó en tres principios:
organización popular, ilustración (educación) y unidad del pueblo. La ideología
popular y revolucionaria de comienzos del siglo XX se organizó en torno a eso.
Si el movimiento no se hacía fuerte, no habría posibilidad de transformación.
Luego, en el camino, se verían cuáles serían las formas de lucha (electorales,
acción directa, huelgas, etc.).
Como se pensaba que la organización social era política, hasta 1920 ó 25 la
representación de los partidos y de las organizaciones sociales en las asambleas
era igualitaria. A cada cual se le reconocía un papel".
PARTIDOS Y ORGANIZACIONES SOCIALES
Según Mario Garcés, la separación entre lo político y lo social comenzó a
producirse alrededor de 1930, cuando se permitió ingresar a los partidos
populares al sistema político. "Se dividió el trabajo: 'nosotros ponemos el
candidato para la elección, y ustedes hacen las huelgas y luchan por mejorar sus
condiciones laborales'. Fue el cuadro clásico de los años 50-60. Pero cuando esa
representación política adquirió el poder suficiente como para copar una parte
del Estado -triunfo de Salvador Allende- y se impuso la posibilidad de
transformación, las organizaciones sociales ganaron protagonismo y reclamaron un
papel distinto en el proceso. Y comenzaron a avanzar hacia la creación del poder
popular. Por tanto, en la tradición de la Izquierda es imposible pensar una
política que no resuelva el problema de la relación entre partido y organización
social, o que no sea capaz de elaborar el sentido político que tiene la acción
de las organizaciones sociales. No hay ninguna posibilidad de construir una
política popular que no tenga como actor fundamental a la organización social".
Inicialmente usted habló de dos problemas. ¿Cuál es el segundo?
"Se refiere a cómo las organizaciones sociales afirman su condición política,
algo que es mucho más complejo. Me parece que en esa primera tradición, más
vinculada a un socialismo libertario, anarquista, democrático y menos
formalizado de lo que fueron posteriormente los partidos Comunista y Socialista,
a las organizaciones sociales les resultó más visible su rol político. Luego,
durante un largo período perdieron autoconciencia de su politicidad. Parecía que
la acción política sólo era posible cuando se establecía el vínculo con el
partido. Por eso, en los años 60 y durante el período de la Unidad Popular para
hacer política teníamos que ser militantes. Eso planteaba otro problema: o los
partidos se unificaban, ¡o se iba todo al traste! En gran medida, en ese período
las dificultades del movimiento popular eran las dificultades de sus partidos
para establecer acuerdos que proyectaran aún más el movimiento social. La
división más importante estaba en el interior de la Izquierda, no en el pueblo".
De acuerdo con su visión, ¿se recupera esa autoconciencia?
"Creo que se recupera parcialmente durante la dictadura militar, y con más
fuerza en los años 80. Ocurre porque los partidos ya no pueden cumplir el mismo
papel de la etapa anterior, incluso tienen que reinventar la forma de hacer
política. Los viejos partidos parlamentarios -como el PDC- no pueden hacer nada,
porque no saben hacer política fuera del régimen político institucional. Por eso
no tienen mucha presencia. De hecho, la política fue reinventada por las
organizaciones sociales, en relación con los partidos. Pero la Agrupación de
Familiares de Detenidos Desaparecidos no fue creada por una orden del PC, del
MIR o el PS, sino por los familiares, al amparo de la Iglesia Católica, e
incluso, por algunas personas que no tenían tradición política, por su juventud
o porque eran compañeras de compañeros que nunca las integraron plenamente a la
actividad política. Lo más político que pudo haber en dictadura fueron las
organizaciones que reclamaron y que con sus movilizaciones lograron que
disminuyeran los detenidos desaparecidos... y que hasta hoy cumplen el papel de
decirnos que ésta es una herida abierta. Hoy siguen cumpliendo una función
política, como también lo hicieron en el pasado organizaciones juveniles,
comunidades cristianas y la gente que se agrupó en torno a ollas comunes. Sin
embargo, si bien esas organizaciones logran actuar, instalar temas y actores
nuevos, en la configuración del campo popular aún siguen siendo dependientes de
los partidos en los temas de estrategia nacional y en aquellos relacionados con
el sistema político y social, o con la sociedad en su conjunto. Creo que esa es
la limitación que aprovecha la Concertación para reconfigurar lo político. Pero
lo hace de acuerdo con las formas antiguas, separadas de lo social, como acción
especializada en el campo de las instituciones, leyes y políticas del Estado, y
no en relación con la experiencia de las organizaciones, con sus demandas,
aspiraciones, sueños de cambio y de humanización de las relaciones sociales.
En definitiva, no hay ninguna posibilidad de política alternativa que no sea
aquella que potencie, unifique, proyecte, dé más sentido y movilice a la red de
organizaciones sociales que existen hoy, aunque estén dispersas, fragmentadas, o
sean de poco alcance".
PESO DE LA TRADICION
Al menos en Fuerza Social y Democrática hubo un intento de unir lo social y lo
político en la construcción de una alternativa.
"Sí, pero a mi juicio comete una equivocación al considerar que se tiene que
recrear la política apelando a instrumentos relativamente tradicionales, como
conferencias de prensa, participación en las elecciones, levantamiento de un
candidato presidencial. Yo no descarto eso, pero creo que en esta fase hay que
reforzar la dinámica de conocimiento recíproco entre las organizaciones. Pensaba
que había que operar como lo hace el Foro Social, con espacio de intercambio y
debates. La desventaja es que eso no produce programa y estrategia en corto
plazo, pero refuerza las relaciones horizontales entre organizaciones. Más allá
de Fuerza Social y Democrática, falta una tarea de largo alcance de distintos
actores.
Por lo demás, Fuerza Social y Democrática nace con un manifiesto que expresa el
deseo de otro Chile -'El Chile que queremos'-, un ejercicio político muy
interesante, porque en definitiva el mundo popular organizado ha sido
históricamente el portador de ese deseo de otro Chile más igualitario, más
participativo y más democrático. Pero no sólo nace con esa idea-fuerza, sino que
agrupa a organizaciones sociales y convoca a partidos. Sin embargo, se enreda en
la relación con los partidos y en el tipo de organizaciones a las cuales puede
movilizar, porque una cosa es la Anef o CUT, y otra las organizaciones de
pobladores y los universitarios".
En el plano de las organizaciones sociales, ¿hay demasiada diversidad?
"Siempre el campo popular organizado ha sido diverso en Chile. Y siempre, en
coyunturas movilizadoras, el pueblo ha requerido de asambleas, como instancias
de encuentro. El poder popular es generar una instancia donde se pueda encontrar
esa diversidad -obreros, pobladores, campesinos, estudiantes-. Y en la época de
mayor movilización durante la dictadura se creó la Asamblea de la Civilidad para
juntar las diversas vertientes".
¿Falta aunar esas diversidades para emprender la construcción de una alternativa
real, tanto en la Izquierda como en el movimiento social?
"Al pensar en la Izquierda, dudo si los socialistas en la Concertación
representan a la Izquierda. Es obvio que partidos que históricamente fueron de
Izquierda están en una situación crítica, debido a que están participando en un
gobierno con claras orientaciones neoliberales. Es difícil saber qué les queda
de socialistas. No dudo de la vocación socialista de muchos militantes, pero me
parece que la política actual del PS es de connivencia con el neoliberalismo y
eso lo despoja del contenido socialista.
En tanto, la Izquierda extraparlamentaria es anómala desde el punto de vista
histórico, porque es tremendamente reducida. El Partido Comunista llegó a
representar en algunas etapas hasta al 16 por ciento del electorado, igual que
el PS. No se puede obviar esta precariedad en el campo electoral, porque indica
que la fuerza de la Izquierda no está en ese terreno. No significa que no haya
que dar esas batallas, pero no hay que desangrarse. Tendríamos que enfrentar un
problema vinculado con lo electoral, pero ubicado en el lado opuesto: los dos
millones de jóvenes no inscritos en los registros electorales. El malestar que
existe en la sociedad, el rechazo a las formas políticas, supera el porcentaje
electoral que tiene la Izquierda. Nos indica que esta forma de política no abre
posibilidades de proyectos colectivos, ni de transformación. Creo que uno de los
problemas de la Izquierda para construir una alternativa es cómo procesar estas
desafecciones y el malestar de ese mundo que no tiene ganas de hacerse parte -ni
siquiera cómplice- de las formas políticas tradicionales, definidas por su
distancia de la sociedad y su pertenencia a un mundo institucional separado de
la experiencia de los ciudadanos. A eso hay que agregarle una cuota de
corrupción y de política mediática e instrumental".
¿Y cómo habría que procesar todo eso?
"La Izquierda tendría que ser capaz de hacerse fuerte en el potenciamiento de
las organizaciones sociales. Para lograrlo, hay que comprenderlas, dialogar,
discutir, tener actitudes unitarias, recrear las nociones del valor de la
organización, de la educación y la unidad, ponerse al día con las
transformaciones que ha tenido el mundo, acoger los nuevos temas que surgen de
las organizaciones. Eso puede refundar la política. En el fondo, el desafío es
hacer una política propia, que configure identidad, una identidad que esté en
relación con las aspiraciones del pueblo".
¿Qué le sugiere el concepto "nuevo socialismo" o "socialismo del siglo XXI"?
"Lo que siempre quiso ser. El socialismo era el 'ismo' de lo social. O sea, el
predominio, el valor, la proyección, el gobierno de lo social. Por lo tanto,
tenemos que ser capaces de reinterpretar o volver a entender qué es lo social.
No queremos el gobierno de la política separada de la experiencia de la
sociedad. Ni queremos el gobierno del mercado separado de las grandes mayorías y
al servicio de los ricos. Queremos una forma política o una forma de gobierno
que permita procesar la experiencia de la mayoría social del país. En el fondo,
hay que responder a la pregunta de cómo la experiencia se hace política. Y tener
claro que las soluciones son siempre distintas en cada país.
El problema de la política hay que resolverlo entre partidos, organizaciones
sociales y otros actores que hacen política de una manera distinta, como ocurre
con las ONGs, como puede suceder con un diario o revista -Punto Final por
ejemplo-, con las universidades, los colectivos, etc. Es preciso encontrar
espacios donde puedan dialogar actores diferentes pero con intereses comunes.
Por eso me gusta la idea de los foros, como en otra época fueron las asambleas.
Si todavía no tenemos respuestas, hay que generar espacios para debatir en todos
los niveles. Igual que a principios del siglo XX, existe la necesidad de
responder a la interrogante de cómo constituir una política popular para los
tiempos de hoy. La diferencia es que en esa época fueron capaces de responder
esa pregunta, y nosotros todavía no".