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El PT es un brazo del Estado para realizar funciones estatales. Entre las cuales la primera de todas: el control de la sociedad
¿Tiene fin la crisis?
Francisco "Chico" de Oliveira y Laymert Garcia dos Santos
Portal Popular
Las paradojas no paran de proliferar: en el poder, el Partido de los
Trabajadores paga mensualón [sobre mensual] a los diputados de la derecha para
que voten leyes neoliberales. El presidente reconoce que su partido tiene una
caja B, pero no admite que nadie pueda discutir ética con él.
El PSDB pide apurar rigurosamente las denuncias, pero no acepta que el esquema
de Marcos Valério nació en la era de Fernando Henrique Cardoso. El gobierno
sigue la pauta de la ortodoxia capitalista, pero quiere el apoyo de los obreros,
de los movimientos sociales y del pueblo en general.
La elite brasilera prefiera un obrero a un empresario en la Presidencia. Lula
acusa a "las elites" de querer desestabilizar a su gobierno, mientras el
corresponsal del New York Times escribe: "Si hay una conspiración en el país,
ella es comandada por la oposición y grandes empresarios de Sao Paulo (que
buscan) mantener a Lula en el poder y no tirarlo:"
La mayor paradoja, entonces, es el consenso de que la crisis nada tiene que ver
con la economía, lo que exige de todos un esfuerzo "cívico" para circunscribirla
a la esfera jurídico-política y moral: se impone como consecuencia la idea de
que se trata de una desviación que podría ser curada con una "reforma política",
y hasta por la ¡desconstitución de la Constitución! Cuando en verdad, la
cuestión es lo opuesto: si la política hoy se reduce a una escena grotesca – que
tiene que ver como trama central la descalificación de la representación
política, la desmoralización de la izquierda en el Brasil y, con ella, la
liquidación de la resistencia al neoliberalismo – es porque fue sometida a los
dictados del mercado.
No hay "refundación" del PT, castigo "ejemplar" de los diputados, o
"transparencia" en los gastos de campaña que puedan dar cuenta del recado. En
lugar de la prevención del Estado por el PT, ocurre lo contrario; el partido fue
aparejado por el Estado, y no pasa de un brazo de este para la realización de
funciones estatales. Entre las cuales la primera de todas: el control de la
sociedad.
No deja de ser irónico constatar que Lula llegó "allá" por las mismas manos del
marketinero que ahora contribuye para destituirlo. Se sabe que el presidente
petista optó por profundizar la implantación de la lógica neoliberal de sus
antecesores; pero no se ve mencionado que el partido había comenzado a abrazarla
al sustituir a la política por el marketing. Pues fue en la estrategia de sus
campañas que el líder del PT se rindió al neoliberalismo. Siempre se precisó de
dinero para ganar elecciones; en tiempos neoliberales, sin embargo, el proceso
exige mucho dinero.
El problema es insalvable, torna la corrupción endémica y se agrava porque la
relación marketing-corrupción no se restringe al campo electoral si pensamos,
con Deleuze, que, en el capitalismo actual, la corrupción gana una nueva
potencia cuando el marketing se torna "el instrumento de control social y forma
la raza imprudente de nuestros señores". En ese sentido, el "timing" de los
electores y militantes del PT está atrasado: el "escándalo" mayor no reside en
la revelación de las estafas, escandalosa no es la desconstrucción del PT, sino
la construcción de la victoria de Lula y de su gobierno sobre bases
neoliberales.
Parafraseando al filósofo, sólo existe una verdad universal en el capitalismo
contemporáneo: el mercado. Por eso mismo, el neoliberalismo considera que el
Estado no debe gobernar para la sociedad. Nunca está demás repetir: se trata de
gobernar para el mercado, y por causa de el, lo que implica regular la sociedad
para que se incline a los intereses económicos.
Es lo que el presidente y su "staff" venían haciendo escrupulosamente, incluso
cuando fueron comprados votos para obtener la aprobación de la Ley de la
Previsión y de la Ley de Bioseguridad. Mientras tanto, gobernar para el mercado
tiene el gravamen que no parece haber sido bien comprendido: en la medida en que
la política consiste en no tener política, se hace imposible servir al mercado
y, al mismo tiempo, pretender monopolizar en el plano político la intermediación
de sus intereses.
En ese sentido, el conflicto Palocci/Dirceu, que alimentó la sorda lucha
palaciega por el poder hasta la eclosión del escándalo, puede ser visto como la
expresión de esa incompatibilidad y sugiere, el carácter anacrónico de la
iniciativa de aparejar el Estado, cuyo riesgo sería la emergencia de una
instancia con alguna autonomía en relación al mercado.
La crisis es un episodio de una especie de "golpe de Estado permanente"
perpetrado por el mercado contra las instituciones republicanas y democráticas.
Hace ya algún tiempo el capitalismo se viene demostrando incompatible con la
democracia. En la periferia, tal incompatibilidad se reviste de tonos
dramáticos, pues el aceleramiento permanente de la economía no se compatibiliza
con las instituciones políticas, cuya tarea es, precisamente, regular la
economía.
Por lo tanto, cuando todos concuerdan en evitar la contaminación de la economía
por la política, están apenas preparando la próxima crisis. Los políticos y los
gobiernos parecen mariposas: vuelan en dirección aquello que los quema y los
torna descartables. Veamos en que está la crisis: el blindaje del presidente
parece urgente cuando ya no es necesario, pues el impeachment político ya fue
decretado. Le faltan las formalidades jurídicas que, todavía, buscan evitar las
repercusiones económicas. ¿Quién gobierna? La respuesta está ahí atrás: el
mercado.
* Francisco "Chico" de Oliveira, economista y sociólogo, profesor titular del
Departamento de Sociología de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias
Humanas de la USP, y coordinador científico del Centro de Estudios de los
Derechos de la Ciudadanía de la USP. Laymert Garcia dos Santos, sociólogo y
profesor titular del Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Unicamp
(Universidad Estadual de Campinas).
Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa