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¿Cuál es el juego de las petroleras?
Abdel Padilla y Pablo Stefanoni
Pulso
Aunque lo peor del remezón ha pasado, todavía no se conocen, a ciencia
cierta, las razones del desabastecimiento de GLP. Algunos analistas creen que la
presión apunta, otra vez, contra la ley de hidrocarburos, cuya posible
modificación será parte de la agenda inmediata del próximo gobierno.
Contrabando, sobredemanda, especulación, uso indebido (en vehículos de
transporte público) o caída en la producción por falta de inversiones fueron
algunas de las explicaciones al desabastecimiento de Gas Licuado de Petróleo
(GLP) durante las últimas tres semanas. Estas razones –algunas con dejo de
justificación– se pasearon, por igual, por los pasillos del Palacio de Gobierno,
del Congreso, de la Superintendencia de Hidrocarburos, de la Cámara Boliviana de
Hidrocarburos (CBH) y, desde luego, por las calles, donde se formaron largas
filas de vecinos sentados sobre sus garrafas vacías. Aunque el remezón todavía
no ha pasado, no se sabe, a ciencia cierta, cuál de estas explicaciones pesó más
o si fue, finalmente, una conjunción de todas la que desató el desmán. A manera
de ejercicio, lo que sí se puede es analizar la situación desde el origen
inmediato de la crisis: la ley de hidrocarburos, cuya posible modificación será,
sin duda, parte de la agenda del próximo gobierno. Lo que no se conoce es si
esta modificación será para "ablandar" la norma o, en cambio, para "endurecerla"
con vistas a una posible nacionalización. Al respecto, es por lo menos
sintomática la declaración del candidato a vicepresidente por el MAS, Álvaro
García Linera: "En enero –cuando asuma el nuevo gobierno– se va a acabar la
jauja y las empresas deberán subordinarse a un plan energético nacional; si no
pueden abastecer el mercado interno que se vayan". Fue evidente en el acto de
proclamación del binomio masista, en la Plaza San Francisco, que la
nacionalización era la consigna que más fervor jalaba del público asistente al
meeting electoral. También Samuel Doria Medina señala en sus spot de campaña que
a las petroleras "se les acabó la fiesta" e incluso Jorge Quiroga se vio
compelido a utilizar la palabra "nacionalización" –de los beneficios, no de los
hidrocarburos– para no quedar fuera de lo que indica el termómetro social: que
–más allá de las justificaciones técnicas– la demanda de nacionalización parece
mayoritaria en la sociedad boliviana, como una suerte de conjura de las
sucesivas frustraciones de la historia nacional reciente.
Desde el palco
Desde hace ya varios meses, las empresas agrupadas en la CBH vienen denunciando
a la nueva ley del gas como "confiscatoria" y –al parecer como consecuencia de
ello– los propios datos proporcionados por esta entidad muestran una parálisis
en las inversiones. Estas cifras fueron disparadas, hace algunos meses, desde la
CBH para poner en duda la posibilidad de aumentar las exportaciones de gas a
Argentina de los actuales 7 millones de metros cúbicos diarios a 20 millones.
Dos de las más importantes empresas petroleras extranjeras que operan en el
país, la hispano argentina Repsol y Petrobras Bolivia Refinación, señalaron que
no están en condiciones de cumplir con el reciente Decreto 28381, que "obliga" a
las empresas a maximizar la producción para satisfacer la demanda insatisfecha
(en cuatro años la producción aumentó en 3,9 por ciento, mientras el consumo
subió un 7 por ciento). De todos modos, aseguran que lo "analizarán", aunque al
mismo tiempo reclaman mercados para los otros combustibles que producen junto al
GLP. El vocero de la Cámara Boliviana de Hidrocarburos, Carlos Alberto López,
pinta un panorama desolador acerca de la situación energética del país bajo la
nueva ley de hidrocarburos: "La CBH expresó, al día siguiente de su aprobación,
que la nueva ley inviabiliza al sector. Hoy vemos los efectos: colapso de la
inversión, desabastecimiento de carburantes, falta de lubricantes de Santa Cruz
y profundización del déficit de hidrocarburos para las refinerías; en cinco
años, Bolivia estará importando crudo", sentencia.
–¿No cree que esta posición radical de las petroleras favorece las demandas de
nacionalización?, preguntó PULSO. Cualquier razón es buena para radicalizar las
posiciones, pero no se va a resolver el problema. Falta una visión para
desarrollar la industria petrolera en Bolivia, hay que arrancar el tema
petrolero del ámbito político. Hoy la política energética en Bolivia se deriva
de las encuestas.
–Pero las presiones de las petroleras parecen tener también un fuerte componente
político, contra la ley de hidrocarburos… Dejar de invertir no es una estrategia
para que a los bolivianos nos agarre un ataque de racionalidad; las petroleras
reaccionan como cualquier capital frente a las señales negativas que se dan.
Tendrían que ser locos para invertir ante las amenazas de nacionalización y los
desincentivos a la inversión: el barril de petróleo en Bolivia vale 27 dólares y
en el mercado internacional 65.
–Pero los costos en Bolivia son menores. ¿Por qué los bolivianos debemos pagar
los precios del mercado internacional? Ese es uno de los mitos que trasmitió el
ex delegado "anticapitalización" (el fallecido Juan Carlos Virreira). Sólo se
tomaron los lifting cost (costos de extracción) que representan el 50 por ciento
de los costos de producción.
–Algunos analistas señalan que la presión de las petroleras van dirigidas a
lograr contratos más "amigables" en el actual proceso de migración… Las empresas
se van a limitar a cumplir con los contratos suscritos, que no daban lugar a
negociaciones…
–Pero se está negociando la migración… Se están cumpliendo con sus contratos, se
está intentando una conciliación entre las empresas y el Estado. Por su parte,
el analista Carlos Villegas –que actualmente asesora al MAS– sostiene que "si
las empresas quisieran mantener una buena relación con el Estado cumplirían con
las disposiciones de la nueva ley de hidrocarburos, que señala que debe
asegurarse el abastecimiento interno antes que la provisión de los mercados
externos. Eso aumenta el malestar social y la radicalización de las demandas de
nacionalización". Para Villegas, las presiones de las petroleras persiguen un
doble objetivo: sobre el actual gobierno de transición, intentando influir en la
elaboración de los nuevos contratos –en los que se puede incidir a través de
reglamentos– y, por otro lado, apostar a que un próximo gobierno modifique la
ley de hidrocarburos en beneficio de las transnacionales. "Tratan de influir
sobre las políticas estatales para que no se les quite los privilegios de los
que gozaban hasta la nueva ley de hidrocarburos. La tasa de ganancia promedio en
el mundo es del 15/18 por ciento, mientras que en Bolivia ascendía al 35/40 por
ciento", continúa. Y considera que las empresas no quieren irse del país porque
Bolivia se puede transformar en un centro energético de la región ("la
prefectura de Tarija estima que las reservas podrían llegar a unos 100 trillones
de pies cúbicos"). "Y el equipo que el gobierno armó para negociar las nuevas
modalidades de contrato –monitoreado por el ex ministro de Carlos Mesa, Javier
Nogales– no parece el más indicado para mantener una posición firme frente a las
presiones de las empresas", concluye el asesor del MAS. Por su lado, Francesco
Zaratti rechaza las "versiones paranoicas" que indican que las empresas estarían
ejerciendo acciones de sabotaje, pero cree que tampoco hicieron nada para
resolver una situación –desabastecimiento del GLP– que se venía venir. "En
realidad, las empresas miraron desde el palco, no han bajado la producción pero
tampoco la han subido significativamente, la idea es ganar tiempo y dejar que
los problemas surjan", señala el ex delegado presidencial para la Revisión de la
Capitalización. Para Zaratti "sería tonto que las empresas asuman una posición
provocativa cuando tienen abierto un escenario de negociación encabezado por
Nogales, a quien no se puede calificar de radical". El ex funcionario
identifica, entre las causas de los problemas de abastecimiento de GLP, el
efecto de la nueva ley de hidrocarburos sobre los pozos chicos, "que pueden
producir más GLP pero se ven desincentivados por los impuestos del 50 por
ciento". Y señala otras dos facetas de la crisis, que –a falta de inversiones–
podría volverse crónica, como el déficit de diesel: las exportaciones a
Argentina –sin separar el GLP del gas– y los cuellos de botella en el
transporte.
"A la exportación de gas a Argentina se le podría quitar el GLP (propano y
butano) pero no hay una planta cercana a los campos desde donde se exporta y
construir una demanda una inversión de alrededor de 40 millones de dólares. Hoy
Argentina recibe gas y paga aparte por los líquidos", dice Zaratti. Otra manera
de resolver el déficit de GLP –continúa– sería disminuir la demanda a través de
conexiones de gas natural (que hay en abundancia), pero el ducto de Transredes
hacia el Altiplano está saturado y las obras –plantas de compresión, ramales–
recién se están haciendo". En un boletín de prensa, la Superintendencia de
Hidrocarburos añade que dentro del contrato de venta de gas natural a Brasil se
establece un valor calorífico mínimo de 1.034 BTU (Unidad Térmica Británica, por
sus siglas en inglés), pero el gas que se envía actualmente tiene 1.060 BTU; es
decir, también se está exportando GLP junto al gas enviado al vecino país. Ese
diferencial podría extraerse en una planta procesadora de gas con lo cual se
produciría hasta 374 toneladas de GLP por día, es decir, 37.400 garrafas, señala
el texto de la entidad fiscalizadora. El superintendente interino de
Hidrocarburos, Hugo de la Fuente, precisó esta semana que, mediante una carta
enviada en agosto del 2003 al entonces ministro de Hidrocarburos, Jorge
Berindoague, se explicó sobre la exportación de gas con contenido de gas licuado
al Brasil. "La separación de propano y butano se está haciendo en Brasil, donde
lo venden a un mayor precio", dice Villegas, quien considera que "si hubiera
suficiente fiscalización en Río Grande, San Alberto y San Antonio sería posible
hacer esa separación en Bolivia", señala Villegas.
Ajustes a la ley
Para Zaratti, las empresas petroleras apuestan a cambios en la ley de
hidrocarburos: "Después de las elecciones –cuando baje la presión política y
social– va a ser necesario buscar consensos políticos y técnicos para modificar
la Ley 3058. Hay gente (dentro del negocio petrolero) que apuesta que esta norma
no va a durar un año. La migración de contratos no va a funcionar ni soñando,
incluso si gana el MAS será necesario hacer ajustes, porque no sólo no es una
buena ley para las empresas sino tampoco lo es para el negocio". Según el
presidente de la CBH, Raúl Kieffer –en una entrevista con La Razón– las empresas
aumentaron la producción en unas 12.100 garrafas por día –por debajo del
déficit– y señala "el estancamiento de los mercados de gas natural" (de cuya
producción se extrae GLP, en aproximadamente un 5 por ciento del volumen total)
como una de las causas del freno al aumento de la producción. El ejecutivo niega
que las empresas exporten GLP, "por lo menos desde 2004". Pero, si se trata de
exportar más, hay que recordar que la propia CBH dice que es imposible
satisfacer los niveles de producción comprometidos por Bolivia, por ejemplo, el
aumento de los envíos a Argentina o las exportaciones a Paraguay. En relación al
régimen impositivo, el titular de YPFB, Ramiro Suárez Soruco, admitió que se
está estudiando otorgarle incentivos a las empresas ya que a las mismas "no les
cuadra el impuesto que están pagando" e, incluso, se mostró partidario de
cambiar "algunos aspectos" de la nueva ley de hidrocarburos "para hacer
atractiva la inversión".
¿Soluciones?
Por el momento, inició sus operaciones la planta procesadora de gas de Kanata
con una producción inicial de 15 toneladas de gas licuado de petróleo (GLP), lo
que equivale a 1.500 garrafas. Para la próxima semana, desde el 19 de octubre,
la producción llegará a 30 toneladas equivalentes a 3.000 garrafas y
paulatinamente subirá a su capacidad máxima de 62 toneladas, es decir 6.200
garrafas. La totalidad de la producción de esta planta de GLP, ubicada en el
Chapare, será destinada al mercado de La Paz y cubrirá el actual déficit que
enfrenta la sede de gobierno. También YPFB tiene prevista la construcción de una
planta –amparada en la nueva ley, que le permite ingresar en este segmento de la
cadena productiva– para producir GLP. Su implementación será de aproximadamente
un año. Hasta ahora, las explicaciones son muchas, pero, a falta de respuestas
estructurales a la problemática energética, el tira y afloja atenta contra los
matices y favorece respuestas maximalistas que, acertadas o no, parecen ir
ganando terreno.
Del subsuelo a la garrafa
El llamado "gas licuado de petróleo" es, en realidad, una mezcla compuesta
básicamente por propano y butano, presentes en el gas natural o disueltos en el
petróleo, ambos fácilmente condensables, mucho más maleables que el gas natural
y, gracias a esa característica, capaces de ser almacenados y distribuidos en
contenedores especialmente adaptados para tal uso, desde pequeñas garrafas hasta
grandes buques.
Se lo consigue de dos maneras:
1) Por "destilación" de petróleo, lo que implica procesarlo en refinerías. El
proceso se inicia cuando el petróleo crudo procedente de los pozos petroleros
llega a una refinación primaria, donde se obtienen diferentes cortes
(destilados), entre los cuales está la gasolina y el kerosén.
2) Mediante "Secado" de gas natural, en plantas de separación. El gas natural
tiene cantidades variables de propano y butano que pueden ser extraídos mediante
procesos que consisten en la reducción de la temperatura del gas hasta que estos
componentes y otros más pesados se condensan. Los procesos usan refrigeración o
turboexpansores para lograr temperaturas menores a -40º centígrados, necesarias
para recobrar el propano. Subsecuentemente estos líquidos son sometidos a un
proceso de purificación usando trenes de destilación para producir propano y
butano líquido o directamente GLP. El GLP se caracteriza por tener un poder
calorífico alto y una densidad mayor que la del aire.
"Un hueso duro de roer"
–¿Cómo imagina la relación con las petroleras si el MAS llega al gobierno?, le
preguntó PULSO a Villegas. Las petroleras van a ser el hueso más duro de roer.
Esperemos que en los primeros meses defina con mucha claridad las reglas de
juego. Estimo que el primer año va a ser decisivo y el punto de partida de las
negociaciones van a ser los contratos que deje el actual gobierno, por eso ése
es un tema central que ahora está bajo la presión de las empresas. Hoy está en
juego el tema de la propiedad y la renta petrolera, pero también hay un problema
de transporte –a Transredes le interesan más los gasoductos de exportación que
abastecer el mercado interno– y el problema de las refinerías. El MAS propone
recomprar las acciones de Transredes y de las refinerías.