Latinoamérica
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Notas sobre las ideas de Raúl Wiener
Erick Tejada Sánchez
Raúl Wiener ha señalado recientemente que la izquierda peruana "no ha querido
ver, no le ha interesado ver" que el llamado "etnocacerismo" era "una fuerza
enfilada a representar a sectores populares"(1). Yo creo que más bien los
izquierdistas advertimos tempranamente los peligros de la demagogia humalista y
sus rasgos fascistoides y por eso preferimos guardar la distancia.
Que el humalismo haya efectivamente llegado a representar a algunos sectores
populares no cambia en absoluto las cosas. En su momento el fujimorismo llegó a
ser la representación política de aquellos sectores empobrecidos y marginales
ganados por el asistencialismo, cuya supervivencia dependía de su lealtad
política a la dictadura. Probablemente los discursos incendiarios de Humala
traduzcan la frustración de millones de peruanos hartos de una secular
exclusión, quizá esa misma que llevó a los pobladores de Ilave meses atrás a
asesinar a su alcalde acusado de corrupción, cuando las imputaciones no se
habían siquiera comprobado. Ese fue, muy a nuestro pesar, un movimiento popular,
pero ello no tenía porque haber significado la adhesión de la izquierda. Lo
mismo sucede con el humalismo.
Por otro lado queda por ver qué tan sostenida sea esa eventual simpatía hacia
Antauro Humala y su prédica. Hace unos meses Humala gozaba de una interesante
intención de voto en los sectores que la derecha llama D y E. Al momento del
histriónico levantamiento de Andahuaylas, Humala yacía en la infinita categoría
de los "otros". Así que es explicable que en un momento de indignación
justificada y extática, alentada por malabares espectaculares -y sangrientos-,
algunas personas se entusiasmen. Pero reparando en el desparpajo de Humala para
referirse a la violencia y para prometer fusilamientos, el terrible recuerdo de
la violencia política hace retroceder las afiebradas adhesiones. Amén de la
inconsistencia de sus alternativas.
Algunas organizaciones indígenas han sido las primeras en desentenderse de la
aventura de los "ultranacionalistas". Miguel Palacín, presidente de la
Confederación de Pueblos Indígenas del Perú (Coopip), luego de rechazar que su
causa sea objeto de manipulación política por parte de Humala, ha expresado este
viernes: "Los indígenas rechazamos todo acto violento de confrontación armada
porque tenemos un nefasto recuerdo: según la Comisión de la Verdad, el 70% de
las víctimas de la violencia política fueron campesinos e indígenas"(2). Raúl
Wiener tiene serias reservas sobre el informe de la CVR, pero ello no implica
que le reste importancia a un tema tan delicado como el uso de la fuerza, de la
que Humala habla con la ligereza de quien está contando un chiste: "Estamos
amariconando al pueblo con esa cuestión de que la violencia es mala"(3).
A propósito, la izquierda no debe dolerse de haber asumido un perfil más
democrático, renunciando progresivamente a sus delirios stalinistas y
militaristas. Que Humala haya elegido tomarse la lucha armada como una
estrategia publicitaria no significa que la izquierda tenga que disputarle la
necedad de parecer "el más radical". La tarea que le compete a la izquierda en
el Perú no es martirizarse por haber perdido su papel de abanderada de la
violencia, y que éste haya sido asumido rimbombantemente por el humalismo, sino
construir su propio espacio político y social para enfrentar a la derecha y
prevenir la ofensiva de actores de imprevisible actuación como los
etnocaceristas.
Wiener se muestra escéptico respecto de que el humalismo sea un movimiento
fascista. Su reivindicación del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas
(1968-1975) presidido por Juan Velasco Alvarado sería una buena señal en ese
sentido. Ciertamente, un sector de sus colaboradores y el propio Velasco tenían
una orientación socialista dentro de su nacionalismo. Pero estaban también los
otros, los que quisieron "orientar el proyecto hacia posiciones autoritarias (y)
corporativas" (4). Humala se asemeja más bien a estos últimos.
"El etnocacerismo es totalmente antiextranjero"(5) ha admitido el buen Antauro;
¿esa xenofobia no tiene tufillo de fascismo?. Pedir el paredón para los
homosexuales, ¿no evoca tristemente los triángulos rosas y los campos de
concentración del nazismo o el franquismo?. Por si fuera poco, Humala no se
avergüenza de ser militarista, y su mágica receta para afrontar los problemas
del país es "globalizar la guillotina"(6).
Wiener, desde luego se ha percatado suficientemente, afirmando que el
etnocacerismo combina "ideas progresivas con otras equivocadas y hasta
reaccionarias". Sin embargo, apoyándose en Mariátegui -"El fascismo es la fuerza
de choque del gran capital"- Wiener da por descartado el perfil fascista del
humalismo. "Aquí el gran capital se muere de miedo de ver a sus ex defensores
heridos porque después de usarlos los dejaron al abandono", explica Wiener
aludiendo a los reservistas licenciados del ejército que forman el movimiento de
Humala. Pues bien, si la derecha más reaccionaria no ha echado mano directamente
-todavía- del extremismo es 1) porque por criollos y blancos muchos de ellos
están en la mira racista de Humala -aunque él mismo se dio tiempo para un affair
con una rubia y aristocrática limeña- y 2) porque de momento no le hace falta -a
la derecha- embarcarse en una aventura fascistoide, ya que virtualmente
monopoliza el poder político ante la ausencia sentida de las izqu ierdas en la
escena oficial.
Antauro Humala, puede ser como dice Wiener, el vocero de la radicalidad
antitoledista. Eso, empero, no es garantía de nada. Muchos sectores de la
ultraderecha y de la derecha -Barba Caballero y Rafael Rey por ejemplo- se han
pronunciado amargamente por deshacerse de Toledo. El proyecto de las izquierdas
está centrado en desmontar el neoliberalismo, y a la larga, en construir una
sociedad nueva, socialista. Durante sus días de ensangrentada fama en
Andahuaylas, Humala no mencionó al menos la política económica. Sus ataques se
enfocaron el presidente y los altos mandos militares.
Como sea, estamos conscientes de que Humala nos pone a prueba. Tenemos el reto
de llegar de nuevo hasta los sectores populares con un mensaje de democracia,
participación y socialismo que cale más hondo que la explotación sorda y estéril
del resentimiento, el racismo y las meras ganas de desquitarse fusilando a medio
mundo.
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Erick Tejada Sánchez es director de la Revista Virtual ESPERGESIA
www.unsa.edu.pe/publicaciones/espergesia
(1) Raúl Wiener. La toma de Andahuaylas: hablamos de fascismo. www.rebelión.org
06/01/05. (2) Diario La República, 08/01/05. Edición on line.
www.larepublica.com.pe (3) "El poder alucinado", entrevista con Antauro Humala
por Santiago Pedraglio y Martín Paredes. Revista QUEHACER, N° 144. Nótese además
la reluciente homofobia del caudillo, explicitada hasta el hartazgo en sus
intervenciones públicas. (4) Enrique Bernales. Socialismo y Nación. Mesa Redonda
Editores. Lima. 1987. p.108 (5) "El poder alucinado". QUEHACER, N° 144. (6)
Ídem. Ingenuamente Wiener se pregunta a propósito: "¿es verdad que los Humala
nos regimentarán como si todos fuésemos sus soldados?" Y sorprendentemente se
responde: "No veo en que se sostiene una suposición de ese tipo."