Benitín y Eneas, el bueno y el malo de las tácticas de tortura, el cretino y el
sensato, Bush y Kerry, según el análisis de Milton Benítez: el poder busca copar
todos los confines de la escena, incluso y sobre y todo las zonas de resistencia
y alternativa.
En los últimos 15 años, los movimientos sociales, con la CONAIE a la cabeza,
habían logrado resquebrajar el orden de la escena y generar espacios de
resistencia. Empero, el presente año que se iniciara con su intento por
reagruparse y enfrentar la política de Gutiérrez termina con un retorno a los
peores tiempos y con la escena copada por Febres Cordero y Bucaram. Ni siquiera
el bueno y el malo, el cretino y el sensato sino el malo y el peor, los dos
Padrinos.
En estos 15 años, el poder había exhibido los rostros de Bucaram, Febres
Cordero, Durán Ballén, Alarcón, Mahuad, Noboa: el fanfarrón, el "coronel", un
antiguo representante de compañías extranjeras de la era de Camilo Ponce, el
bailarín, el "decididor" de los aparatos tecnocráticos, el "notable, figuras
casi todas ellas propias del valetudinario Ecuador oligárquico. Las tempestades
sociales y políticas barrieron con todos, salvo Febres Cordero y Bucaram. A
ellos se han sumado, Alvaro Noboa, el hombre más rico del Ecuador, una suerte de
muñeco gritón y gesticulante sin nada por dentro, y Gutiérrez el impávido, sin
nada por dentro y por fuera.
La escena política del actual Ecuador, más que el drama propio de la era
moderna, es una suerte de farsa, candomblé, mojiganga, sainete, espectáculo,
misa negra, burlesque, macumba, entremés, payasada, guiñol, chacota, bufonada,
circo: la obscenificación de la política. La globalización, al despojar a los
Estados nacionales de gran parte de su poder y capacidad política, ha
contribuido a la transformación de las grandes confrontaciones históricas en
revista de variedades. Un sistema político que expresa la renuncia a toda
concepción de país y de historia. La descomposición del Estado, en suma. Pero,
la crisis de las instituciones -Congreso, Corte Suprema, Gobierno- no solo
expresa sino que sirve de cortina de humo para la continuación de la
transferencia de la soberanía a través del TLC, la subordinación a la estrategia
militar estadounidense, la renuncia a la jurisdicción ecuatoriana sobre las
compañías extranjeras, la concesión de inmunidad de los soldados yanquis, el
hundimiento de barcos ecuatorianos por la armada norteamericana. En tanto entre
bastidores se deciden los procesos fundamentales, en la escena el imaginario
político de los ecuatorianos se encuentra copado por la lucha a dentelladas por
los escombros de las instituciones estatales entre el Partido Social Cristiano y
la troika Bucaram-Noboa-Gutiérrez. Todo ello ocurre en un momento en que soplan
nuevos vientos en América Latina -a los triunfos del movimiento bolivariano
venezolano, del Frente Amplio de Uruguay y de la izquierda chilena se suma la
abrumadora victoria de los sandinistas- y surge una alternativa, todavía
embrionaria, al poder imperial absoluto. La derrota de Russenfeld, Uribe y
Gutiérrez en la reciente reunión de Ministros de Defensa de América Latina y el
surgimiento, muy débil aún, de la Comunidad Sudamericana de Naciones, abren ese
horizonte.
¿Qué pasa en el país que luego de las grandes luchas que llevaron a la caída de
Bucaram y al 21 de enero de 2000, hayamos desembocado en un sainete tan
lamentable en que el pueblo solo asiste como espectador perplejo?.
Las fuerzas políticas legales de la izquierda ecuatoriana -Partido Socialista,
MPD, Pachakutik-, tienen una enorme responsabilidad. Mientras en otros países la
unidad de la izquierda -Frente Amplio, PRD en México, el primer PT- logra
grandes victorias, en Ecuador se profundiza su atomización. En las ultimas
elecciones fueron cada una por su lado, en alianzas dudosas, algunas de ellas
vergonzosas.
En la presente crisis institucional su conducta ha sido más lamentable aún.
Lejos de generar un polo de condensación y un referente ajeno a las disputas
oligárquicas, capaz de enrumbar la lucha política por los objetivos básicos, han
ido a la cola de los dos contendientes oligárquicos en la disputa de los
despojos del Estado, de los despojos de los despojos, como si hubieran perdido
todo proyecto de cambio y renovación.
Empero, en las últimas elecciones, sumados sus votos obtuvieron el 18 por ciento
del total, punto de partida excepcional. Más aún, en unión con los movimientos
sociales -CONAIE, FENOCIN, Frente Popular, UNE- conformarían una poderosa
energía social y política capaz de derrotar al TLC, el Plan Colombia y poner al
Ecuador en el gran movimiento latinoamericano en formación, liberándolo de la
actual política que lo ha convertido en el ariete de la estrategia
norteamericana de dividir a la América del Sur. La CONAIE ha planteado distancia
frente a las actuales disputas oligárquicas y ha llamado a luchar por los
objetivos cardinales: derrotar al TLC y a la vinculación del país en la
estrategia militar imperial. La crisis institucional, expresión de la pérdida de
soberanía, exige también una solución que bien puede ser la de elecciones
anticipadas de Presidente de la República y la convocatoria conjunta a una
Asamblea Constituyente junto con la realización del referéndum sobre el TLC.
Entonces la izquierda social y política retomaría su rumbo.