La furia la estremece y desgarra, cada vez que María Eliana rememora el dolor y
la humillación de la tortura, aquí, en el Valparaíso de los vientos, en el
hermoso caos del puerto de todos, a pasos de la bahía donde, hace treinta años,
estuvo anclado un velero que le cambió la vida para siempre. La furia estremece
los sentidos y desgarra la piel, porque la Armada continúa negando lo evidente:
que detuvieron y torturaron a millares de chilenos y chilenas. Y está claramente
establecido que el buque escuela Esmeralda fue utilizado como centro de
detención, tortura y asesinato, tal como sucedió con otras dependencias de la
Armada, el buque Lebu, la Academia de Guerra Naval, el cuartel Silva Palma,
entre otros. En todos ellos estuvo María Eliana Comené. Hoy, tres décadas
después, la joven estudiante universitaria de esa época, recuerda el doloroso
periplo que compartió con miles de víctimas de la represión militar que, en el
puerto, vistió por sobre todo uniforme de marino.
En la "Esmeralda" fue asesinado el sacerdote Miguel Woodward y, además, se
torturó a mucha gente. Usted estuvo también ahí...
"Sí, a mí me detuvo Carabineros el 13 de septiembre, al mediodía, en mi casa. En
un bus me llevaron a la 4º Comisaría en Viña. Luego me trajeron a la intendencia
de esa época, hoy Primera Zona Naval. En la noche, alrededor de las once, los
marinos nos llevaron a la Esmeralda. Al llegar al barco nos bajaron a empujones
por las escaleras. Estaba a oscuras, pero no iba vendada y por eso me di cuenta
que era la Esmeralda. Nos tiraron hacia donde estaban los camarotes de los
oficiales, no eran de los marinos, porque eran salas grandes con tres camarotes
en fila. Me pasaron inmediatamente al baño, un baño enorme donde me hicieron
desvestirme y dejar la ropa en una banca de madera. Y me empezaron a revisar, a
ver si tenía alguna cosa escondida en el cuerpo, por lo tanto a meterme los
dedos en la vagina, en el ano, mirarme los oídos, la nariz. Era un grupo de
muchachos, todos con caras pintadas de negro, no sé si eran oficiales, porque
todos vestían iguales".
El tratamiento violento y humillante fue desde un comienzo, entonces...
"Sí, claro. Luego me pasaron a la ducha, y ese fue quizás para mí el momento más
difícil, aunque después lo pasé peor. Ahí me sentí tremendamente vejada,
humillada por ser obligada a estar desnuda, por las tocaciones sexuales, los
comentarios que hacían, las burlas de todos los marinos. Hasta ahora tengo una
pesadilla: estoy en un baño y en el baño pasa mucha gente y no puedo estar
tranquila. Entonces, me despierto llorando.
Después los marinos me tiraron a la última litera en un camarote. Me tocó la
tercera litera de arriba. Me di cuenta que estábamos separados: los hombres
estaban tras una cortina hecha con frazadas. Los hombres estaban muy mal, a
ellos los torturaban de manera brutal. Yo los veía cuando llegaban, por ejemplo
Sergio Vuscovic, alcalde de Valparaíso durante la Unidad Popular, tuvo un ataque
de vómito, de sangre. Los compañeros, muchos de ellos ex autoridades y
dirigentes de la zona, llegaban arrastrándose, pero no se quejaban.
Me hicieron dos interrogatorios en la Esmeralda, todos violentos, humillantes,
con golpes y abusos sexuales. Les causaba placer torturarnos, disfrutaban
tocando para saber tu reacción, esperaban que gritáramos, pero gritar, para mí,
era peor. A veces era mejor dejar que hicieran lo que quisieran para que te
dejaran tranquila. También, si nos movíamos o pedíamos permiso para ir al baño,
nos pegaban con las culatas, no nos dejaban dormir. Estábamos en un camarote
rodeadas de armarios metálicos. No podíamos saber si era de día o de noche, sólo
escuchábamos gritos, llantos de las compañeras que suplicaban que no las
tocaran. Había una alemana a la que la golpeaban constantemente. Había mujeres
de todas las edades, incluso niñas de quince años y eran torturadas física y
psicológicamente. Para soportar la situación yo contaba los pernos y los
remaches del buque. Así me abstraía del horror de la Esmeralda. Y ahí estuve
hasta que nos sacaron a todas, yo fui una de las últimas que salí".
¿Adónde las llevaron?
"Nos trasladaron al Lebu, un buque de la Compañía Sudamericana de Vapores, de
Ricardo Claro, que se lo había cedido a la Armada para los prisioneros. La
Esmeralda estaba casi al final del molo y el Lebu estaba en la punta. Nos
llevaron en un bus y era impresionante, porque estaba el molo cubierto de gente
en el suelo, todos prisioneros. Los marinos nos metieron en un camarote, a
diferencia de los hombres que estaban en las bodegas del barco. Los camarotes
eran pequeñísimos y habíamos dentro unas 25 mujeres. Tanto que en la noche
teníamos que dormir sentadas en el suelo con las piernas recogidas. En turnos
nos poníamos cerca de la puerta para tomar un poco de aire, aunque había un
marino de guardia que no nos dejaba acercarnos.
En el Lebu no estábamos encapuchadas, así que conocíamos muy bien a los marinos
y, al igual que en la Esmeralda, éramos mujeres de todas las edades. De hecho,
un día llegó una niña de uniforme escolar. Nos tenían encerradas y nos daban
comida una vez al día, tallarines, porotos con gusanos y arvejas secas en caldos
indefinibles. De repente llegaba un pan, una fruta, pero era la excepción".
VIOLACION EN EL LEBU
¿En el "Lebu" los marinos también torturaban?
"No sólo los marinos. También había carabineros y civiles que torturaban. En una
ocasión, cuando me tocó el turno de acercarme a la puerta del camarote para
respirar mejor, se asomó a la ventanilla un teniente de Carabineros que conocía,
porque había sido detenida antes del 73 en Valparaíso, en la acción de retoma de
la Universidad Católica. Me llevaron a la comisaría Barón y trataron de
revisarme, pero me defendí y fue ese teniente el que me golpeó y, luego me dejó
botada en una celda. Era el mismo teniente Pérez que aparecía en el Lebu y me
quedó mirando, con odio. El, con otros carabineros y marinos, empezó a llamar a
las mujeres; primero mandaron a buscar a una joven de chaleco blanco, luego
llevaron como a cinco o seis jóvenes, hasta que al final, me llevaron a mí. Era
un camarote desocupado, enorme, que estaba en una esquina. Estaba muy oscuro,
pero a él lo vi claramente porque no estaba encapuchada. Además, me recibió con
groserías y diciendo "ésta es la chora que quiero" y gritando "defiéndete ahora,
huevona". Me sentó a empujones en un sillón y empezó a tocarme y golpearme, me
desvistió a la fuerza y ahí mismo me violó. Hizo lo que quiso conmigo y los
otros que se encontraban en el camarote se reían y burlaban. Después, me ordenó
vestirme y peinarme, me obligó a ordenarme antes de salir. Además de los
garabatos me dijo: "Ya nos vamos a ver de nuevo".
No fui la única torturada en el Lebu, por supuesto. Cuando llegaban las mujeres
al barco, primero pasaban por la sala de tortura y después las tiraban al
camarote. Alrededor de diez días después, me mandan a llamar de la Academia de
Guerra, y ahí empezó nuevamente el terror. Me interrogaban los marinos y
carabineros".
¿La Academia de Guerra Naval fue el principal centro de detención y tortura de
Valparaíso?
"Sí, cuando llegué a la Academia, el primer día me pasaron inmediatamente a
interrogatorio y me empezaron a hacer el teléfono, a golpear los oídos con ambas
manos abiertas. Yo sabía que para aliviar el dolor tenía que gritar y empecé a
gritar, y un compañero, que no sé quien es, que estaba en la misma pieza parece,
empezó a reclamar por lo que me hacían. Y le pegaron de tal manera que se
sentían los golpes, los quejidos. Fue horrible y tuve que dejar de gritar. Así
se dañaron mis tímpanos. En la Academia estuve aproximadamente tres semanas. Me
sacaban todas las noches para interrogarme. Preguntaban acerca de supuestas
armas, pero era para amedrentar, para dejarte a nivel de cosa y no de persona.
En la Academia se escuchaban gritos día y noche. A mí me golpearon, me violaron
y me aplicaron electricidad. La corriente era horrible, porque da espasmos que
no se pueden controlar. Y te ponían corriente en los pechos, la vagina, la boca,
quemaduras de cigarro en las nalgas, en los brazos y en los muslos. Una noche me
llevaron y me sacaron la ropa: me obligaban a desnudarme cada vez que decía un
no, o que daba una respuesta que no les satisfacía. Me sentí tremendamente
vejada, empezaron a tocarme, a manosearme, a hacerme cosas. Me devolvieron a la
sala como a las cuatro de la mañana o más tarde, porque estaba aclarando. Me
puse a mirar por los hoyitos de las ventanas tapadas con banderas de los barcos
y empecé a llorar. Un compañero se dio cuenta y me abrazó. Nadie se movió,
excepto él. No me preguntó nada. Fue una cosa muy linda. Te hace sentir que no
estás sola.
Lo concreto es que te van ablandando físicamente, con golpes, con violaciones,
con electricidad, y después llega el golpe psicológico, cuando ya no te quedan
defensas. De hecho, había una carabinero mujer que me interrogaba violentamente,
con mucho ataque psicológico. Los marinos nos sacaban a las mujeres para
divertirse con nosotras, para abusar sexualmente. Y siempre estábamos
encapuchadas o vendadas. El teniente Pérez, de Carabineros, también estaba en la
Academia, ahí lo vieron varias personas. Tenía rango, en el Lebu hacía lo que
quería. Recuerdo muy bien que andaba con pistola, y en un momento la tomó, no sé
para qué, pero pensé que me podía matar, realmente creí que iba a salir muerta".
CARA A CARA CON EL TORTURADOR
Tengo entendido que se encontró con uno de sus torturadores. ¿Cómo fue eso?
"Al hombre no lo volví a ver nunca más después de mi detención. Sin embargo,
hace poco tiempo estaba en el café de Falabella, en Valparaíso, con una amiga.
De repente me quedé helada, porque a pesar de que ha cambiado mucho, no sé si
fue por los ojos o por instinto, lo reconocí. Entonces le digo a mi amiga: ‘Oye,
mira, el paco Pérez’. Estaba conversando con un viejo, y me quedé paralizada. Yo
había pensado muchas veces lo que le iba a decir cuando lo viera. Pero no fui
capaz de moverme; pagamos rápidamente y salí, pasé por su lado, lo miré, pero no
me atreví a hacer nada. Me tiritaban las piernas. Y estaba tan enojada conmigo
después. Estaba indignada conmigo misma.
Yo hice una declaración en Punto Final hace un par de años. Ahí menciono a
Pérez. Un ex preso político, que era carabinero y también trabajó en la
Comisaría de Viña del Mar en ese tiempo, me dijo que se llamaba Carlos Pérez San
Martín, y que es gerente de operaciones del club Santiago Wanderers. Desde que
le hicimos una funa estoy más en paz. Pero cuando lo veo, me vuelvo a acordar
del café y me da mucha rabia, me dan ganas de ir a hablar con él. Pero todo el
mundo me ha dicho que no lo haga, es peligroso, dicen que es matón, que tiene
gente. Entonces no me he atrevido, ha pasado tanto tiempo...
Pero el azar permitió que usted se cruzara con el ahora capitán (r) Carlos Pérez
en el supermercado...
"Sí, hace poco estaba en la fila de la carnicería del supermercado cuando
alguien me pasa a llevar, me doy vuelta y me encuentro cara a cara, a no más de
diez centímetros, con Carlos Pérez, con mi torturador. Le pregunté: ¿No se
acuerda de mí?
- No señora. ¿Dónde la conozco? respondió.
- La ultima vez que nos vimos fue en el Lebu...
- ¿En el Lebu? Yo no tengo ningún problema con derechos humanos, dijo
inmediatamente, delatándose solo.
A mí esto no me lo contaron, le dije. No se me van a olvidar nunca su cara ni su
voz, porque usted me echó a perder la vida.
A esas alturas ya tenía un nudo en el estómago, pero no podía perder la calma,
era importante mantener mi dignidad a pesar de todo. Pero siguió negando todo,
como hacen los cobardes. Como han hecho los militares todo este tiempo".
COBARDIA DE LA ARMADA
¿Cree que el informe sobre prisión política y tortura servirá para hacer
justicia en su caso y en tantos otros?
"Cuando entregaron el informe al presidente Lagos pensé que no era cierto. Es
algo que nunca esperé ver en vida, pero después surgió el enojo. Primero, porque
la derecha sigue diciendo que somos todos responsables. Pero haber tenido ideas
de Izquierda no es equivalente a haber torturado y matado. Realmente, es
vergonzoso el aprovechamiento político. Soledad Alvear jamás ha hecho nada y
ahora que es pre-candidata saca la voz. Lo que diga el presidente Lagos no es
importante. Lo que nos interesa es que el informe se publique completo, que se
sepa lo que hicieron estos criminales".
El almirante Vergara, comandante en jefe de la Armada, dice que él pone las
manos al fuego por sus hombres.
"El almirante Vergara se va a quemar. Da rabia la cobardía de la Armada al no
reconocer sus crímenes. El ahora senador Jorge Arancibia era capitán de fragata
a cargo de un barco en San Antonio. También me merece dudas que diga que no sabe
nada. Ahí estaba Tejas Verdes y no sólo participaba Contreras en la represión,
también había marinos. La Armada abusó de las personas en sus dependencias. A mí
me detuvieron, torturaron y violaron marinos".
¿Han pasado treinta años y por primera vez se conocerá, al menos de manera
sistemática, lo sucedido a miles de torturados. ¿Ayudará esto a aliviar el dolor
de las víctimas?
"Hay consecuencias físicas y psicológicas profundas. Tienes que empezar a
convivir con esto, siempre he dicho que soy exiliada y nunca voy a
acostumbrarme. No es mi Chile, es un Chile que a mí no me ha dado nada, al
contrario, me quitó mucho. Las pesadillas nunca se me han pasado. Me despierto
angustiada, porque creo que estoy detenida en la Esmeralda, cuando los marinos
con la cara pintada me desvisten, me revisan, me meten al agua. Es el primer
signo de humillación, donde enfrentamos al enemigo de manera real. No puedo
olvidar, porque a mí me golpearon, me pusieron corriente, me violaron y me
contagiaron gonorrea, cosas que ni siquiera mi familia sabe.
Hace un par de años subí a la Esmeralda acompañando a periodistas de la BBC de
Londres. Empecé a sentir los olores, los gritos, todo lo que había sentido
antes. Caí en una profunda depresión, hice crisis de pánico y estuve encerrada
en mi casa cuatro meses. Fue horrible, no dormía, las pesadillas eran continuas.
Ningún informe hará olvidar lo que pasamos, lo que sufrimos"
MAURICIO BUENDIA
TOKICHEN TRICOT
En Valparaíso
- Publicado en "Punto Final" Nº 581, 26 de noviembre, 2004