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CLAVES: EL REPUNTE ECONóMICO
En las últimas semanas Brasil ha vivido un clima de euforia con la
divulgación de datos económicos. El crecimiento del PBI del 5,3 por ciento en
los nueve primeros meses de 2004 es atribuido a la política económica ortodoxa
que viene siendo aplicada por el gobierno de Lula.
Mário Augusto Jakobskind*
Pocos fueron los órganos de prensa que revelaron que en otros países de América
Latina y de Asia los índices de crecimiento fueron aun mayores: Argentina 8 por
ciento, China 9 por ciento, y Corea del Sur 5,5 por ciento. Por no mencionar el
caso uruguayo, que asciende a dos dígitos.
En el caso brasileño, no se trata de negar la evidencia de que hay crecimiento,
pero la presentación de los números, desprovistos de análisis y sin mostrar la
coyuntura internacional y el ciclo actual de la economía mundial, puede
desilusionar a la opinión pública, una vez más, como sucedió en otros momentos
en Brasil, incluso durante la dictadura militar, en los años del "milagro
económico".
En la última reunión ministerial del año, el presidente Lula reforzó la posición
del ministro de Economía, Antonio Palocci, que viene siendo reprobada incluso
por miembros del propio gobierno. En tono de euforia, Lula afirmó que en dos
años el gobierno sacó al país del abismo y colocó a la economía nacional en el
camino del crecimiento duradero.
Una de las críticas más contundentes al gobierno de Lula fue hecha pocas horas
antes por el teólogo Leonardo Boff (véase nota aparte), al cuestionar lo que
viene siendo divulgado en tono triunfalista: "¿Qué se gana con un crecimiento
económico sin desarrollo social?". En respuesta a Boff, Lula señaló que "nadie
se equivoque sobre las prioridades de este gobierno o sobre mi fidelidad a mis
orígenes". Negó con vehemencia que esté adoptando las políticas de Fernando
Henrique Cardoso, como ha sido afirmado por analistas independientes.
REVERSIÓN DE EXPECTATIVAS. Hace dos años los brasileños vivían momentos de
esperanza convencidos de que el país ingresaba en un tiempo nuevo, que dejaría
atrás el modelo neoliberal. La elección de Henrique Meirelles, ex director del
Banco de Boston, para el Banco Central, dejó perplejos a muchos de los 52
millones de electores de Lula. Pero Meirelles provocó la euforia de los
mercados.
Este mes el gobierno consiguió que el Congreso aprobara que el presidente del
Banco Central ganara la condición de ministro. Con eso, Meirelles es inimputable
de los cargos que se le formularon por omisiones en la declaración del impuesto
a la renta.
Naturalmente, no se puede culpar al gobierno de Lula por los males sociales que
padece Brasil. Sería, por ejemplo, un contrasentido afirmar que Lula es culpable
de la existencia de 27 millones de niños viviendo en la miseria, según el
reciente informe de UNICEF. Lo que se le cuestiona es qué ha hecho en estos dos
años para revertir esta situación.
En la última reunión ministerial, Lula respondió a sus críticos al garantizar
que en la segunda mitad de su mandato va a "concentrar esfuerzos en la
generación de empleos, en la distribución del ingreso y en la promoción de la
inclusión social". Promesas como ésas han escuchado los brasileños muchas veces
en los últimos 50 años, por los sucesivos gobiernos militares y civiles, sin
duda los principales responsables por el actual panorama social del país.
TENDENCIAS. En los grandes medios, sobre todo la tevé que ha dado un apoyo
integral a la política económica de Lula, el presidente tiene una exposición
mayor que sus antecesores en el cargo. En el parlamento circuló la información
de que el gobierno y la red Globo, el principal canal de tevé del país, habrían
llegado a un acuerdo para divulgar datos favorables a la presidencia.
En el área sindical, la otrora combativa CUT viene siendo acusada por los
segmentos más combativos de la clase trabajadora de estar sometida al gobierno.
Algunos sindicatos, como el de los petroleros de Sergipe, entre otros, se
desligaron de la CUT y algunos sectores defienden la creación de una nueva
central sindical con el objetivo de retomar las luchas de los trabajadores.
En el área energética, el gobierno de Lula decepcionó a los sectores
nacionalistas con la realización de una nueva licitación de los yacimientos
petrolíferos que favorece en gran medida a las grandes multinacionales del
sector. Pero algunos partidos que siempre criticaron esta política, como el
Partido Comunista de Brasil y el propio pt, apoyaron la medida.
En el área ambiental las decepciones fueron mayores. La principal fue la
liberalización de los cultivos transgénicos, que facilitó la consolidación de la
multinacional Monsanto y de algunos productores de Río Grande del Sur que,
clandestinamente, se dedicaron al cultivo de transgénicos. Los agricultores
reciben generosamente las semillas por parte de Monsanto, con promesas de que
tendrán ganancias aseguradas, lo que según especialistas es algo bastante
cuestionable. Para evitar una eventual quiebra de esos agricultores, el gobierno
de Lula, contrariando incluso a su ministra de Medio Ambiente, la senadora
Marina Silva, decidió esforzarse para que la medida liberalizadora fuera
aprobada en el Congreso.
Otro factor de decepción de los electores de Lula está relacionado con la
reforma agraria. El MST, cuyos miembros votaron masivamene a Lula, ven que las
promesas no son cumplidas. Un número irrisorio de familias fue asentado, cuando
las promesas inciales fueron de asentar hasta medio millón de ellas.
Por último, está el empeño del gobierno de hacer aprobar las "sociedades público
privadas" (PPP en portugés), un esquema que para muchos analistas representará
la consolidación del modelo neoliberal. Con la entrada en vigor de las PPP
Brasil será un país de capitalismo sin riesgos, ya que si las inversiones no
rinden el Estado las cubre. El psdb, de Cardoso, y el PFL, representativo de la
oligarquía del nordeste, apoyaron las PPP en el Congreso.
A pesar de estas decepciones, aún hay en la izquierda quienes creen que el
gobierno de Lula retomará las banderas históricas que defendió desde 1978,
cuando era dirigente de los metalúrgicos de San Bernardo del Campo. Los más
excépticos, en tanto, creen que difícilmente habrá cambios de ruta en el plano
económico. Las respuestas definitvas a estas dudas vendrán en los próximos
meses.
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* Periodista y escritor.