Latinoamérica
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La cara del gobierno
A dos años de haber iniciado su gestión, el gobierno tiene ya una
fisonomía definida. Las opciones hechas marcan los rumbos por lo menos en el
actual mandato, ya sea por el peso de las declaraciones de Lula o por el papel
determinante que el equipo económico y en particular el ministro de Economía,
Antonio Palocci tiene dentro del Ejecutivo.
Emir Sader
Esta fisonomía tiene en la política económica su eje fundamental. A lo largo
del primer año el gobierno pasó de sus argumentos iniciales -mantenimiento de la
política económica porque "no se cambia de médico en medio de una enfermedad",
porque la "herencia maldita" recibida no permitía una ruptura inmediata, porque
se trataba de una política de transición- a asumirla como permanente, según las
palabras del propio Palocci. Una de las características del segundo año del
gobierno de Lula fue la de asumir sin complejos la política económica actual
como permanente.
Los eventuales cuestionamientos a la política de Palocci se debilitaron con los
golpes sufridos por la imagen del jefe del gabinete, José Dirceu -eventual polo
de divergencias-, a raíz de las denuncias de corrupción de su entorno conocidas
como "caso Waldomiro", a comienzos de 2004. Se debilitaron igualmente conforme
se fue creando, a lo largo del año, un clima de optimismo económico, a partir de
la previsión de crecimiento de la economía entre el 4 y el 5 por ciento, con el
aumento del empleo formal y la expansión del mercado interno.
La autonomización de las decisiones sobre la tasa de interés y las discusiones
sobre el nivel del salario mínimo fueron claros indicadores de que el equipo
económico -y el Banco Central en particular- tiene fuerza propia para definir
las orientaciones económicas, así como se constituyeron en filtros hasta para la
determinación del salario mínimo. Este episodio fue uno de los que marcaron el
segundo año del gobierno de Lula, por la simbología que tiene una decisión como
ésa, especialmente en un gobierno presidido por un ex líder sindical, que
adquirió su notoriedad por dirigir un movimiento de base que rompió con la
rigidez de la política salarial de la dictadura militar.
Después de las reformas previsional y tributaria, en el primer año de gobierno,
se anunciaron la reforma laboral, universitaria y de los partidos políticos,
pero ya sea por el debilitamiento de las bases internas del gobierno, o por ser
año electoral, o bien por las dificultades para conseguir apoyo a sus
propuestas, el gobierno no pudo implementarlas. Lo mismo sucedió con la
anunciada propuesta de autonomía del Banco Central, que encontró fuerte
oposición dentro del PT, aunque la actuación de ese banco demostró no necesitar
de esa decisión para autonomizarse. Ante las acusaciones de corrupción al
presidente del banco, el gobierno consiguió imponer su blindaje, para lo que
debió extenderlas a los presidentes anteriores.
ELECCIONES MUNICIPALES. Después de una reforma tributaria inocua en términos de
distribución de ingresos -en un país con las brutales desigualdades sociales que
lo caracterizan-, el gobierno pasó a apostar a las llamadas "sociedades
público-privadas", como alternativa para obtener recursos para las inversiones.
Esto sucede porque el mantenimiento de un superávit fiscal superior al
solicitado por el FMI impide que el gobierno pueda disponer de recursos para
impulsar el desarrollo. El gobierno apuesta a un financiamiento que sólo puede
provenir de las inversiones de las bolsas de valores, ofreciendo tales ventajas
que representarían un nuevo paso en la privatización del Estado.
Las elecciones municipales acabaron siendo el acontecimiento político más
importante del segundo año del gobierno de Lula, porque permitieron medir las
fuerzas de éste y la oposición, y por el nuevo escenario político que dibujan,
teniendo en cuenta las elecciones presidenciales, de gobernadores y
parlamentarias de 2006, y en particular por el tema de la reelección de Lula.
Los balances no pueden dejar de constatar la derrota política del gobierno y el
debilitamiento del PT, así como los resultados que la oposición obtuvo, con el
oxígeno que recibió de la crisis gubernamental, impulsada también por los
resultados electorales.
OPOSICIÓN FORTALECIDA. Desde el punto de vista político se puede decir que el
hecho más importante del segundo año del gobierno de Lula fue el fortalecimiento
de la oposición, correlato del debilitamiento del gobierno. En tanto en el
primer año se esbozó una oposición de izquierda, quien acabó encontrando espacio
para afirmarse fue la oposición de derecha. El debilitamiento del gobierno se
dio por el fracaso en su capacidad de poner en marcha políticas sociales
eficientes, en elevar de forma significativa el salario mínimo, en mantener y
ampliar su base de apoyo partidaria, por la proliferación de denuncias de
corrupción, por las derrotas electorales -especialmente en San Pablo y Porto
Alegre-, además de la incapacidad de avanzar en la reforma agraria, y de los
conflictos con los movimientos ecologistas.
La derecha tradicional, centrada en el eje de alianzas partidarias del gobierno
de Fernando Henrique Cardoso -el PSDB y el PFL1-, que había perdido iniciativa y
audiencia, rapareció con fuerza a partir de las denuncias del caso Waldomiro y
ganó confianza, confirmada por los resultados electorales. Sus portavoces
volvieron a ocupar generosos espacios en la prensa, comenzando por el propio
Cardoso. Si antes no querían adelantar el debate presidencial, cuando Lula
parecía el favorito, ahora articulan candidaturas, y percibieron, especialmente
por las elecciones en San Pablo, que pueden derrotar al PT y a Lula. Polarizan
por la derecha, estimulan las críticas sociales al gobierno, al Movimiento de
los Sin Tierra (MST), multiplican las denuncias, al mismo tiempo que distinguen
la política económica, apoyada siempre por ellos y los grandes medios, como
diciendo que lo rescatable del gobierno de Lula viene de Cardoso.
INFLEXIÓN SOCIAL. El resurgimiento de un polo de oposición de derecha al
gobierno, animado por los resultados electorales y por la incapacidad del
gobierno de movilizar sectores sociales en su apoyo, llevó también a un
debilitamiento de la base de apoyo al gobierno federal. La estrategia de hacer
del PMDB2 el aliado más importante del PT en el gobierno -lo que la dirección
petista había caracterizado como una alianza de centro-izquierda- fracasó, al
participar la mayoría de ese partido en el polo opositor en las elecciones
municipales y retirarle el pasado fin de semana el apoyo al gobierno. Lo mismo
sucedió con el pequeño PPS3 -ex Partido Comunista- que rompió con el gobierno y
formalizó su alianza con el PSDB-PFL.
El resultado es que Lula tendrá grandes dificultades en la Cámara de diputados,
y más en el Senado, para hacer aprobar sus iniciativas. Y el gobierno empieza a
pensar en la estrategia de la campaña para la reelección de Lula con un
escenario partidario negativo, que si bien no determina el voto popular, por lo
menos disminuye el tiempo gratuito del partido en la televisión. La reunión del
gabinete de Lula, para conmemorar la mitad de su gobierno y proyectar las
acciones para 2005, estuvo marcada por el tono de euforia por la situación
económica por parte de Lula y una serie de medidas que pretenden concentrar las
inversiones en infraestructura para intentar darle un impulso a la expansión
actual de la economía, así como una serie de medidas en el área de la educación,
la salud y la previsión social, para fortalecer los programas sociales del
gobierno. Entre esas medidas se incluye un salario mínimo superior a la
inflación, así como un reajuste del impuesto a la renta, destinado a favorecer a
los sectores medios, considerados como los que más apoyaron a la oposición en
las elecciones municipales.
La izquierda fue derrotada en las elecciones, tanto por las candidaturas que la
representaban;especialmente en Porto Alegre, Belem, Caxias, Campinascomo por la
polarización de la derecha contra el gobierno. La tendencia a la dispersión se
acentuó, tanto por la fundación del PSOL4 -sin que éste consiguiera canalizar el
amplio descontento con el gobierno de Lula- como por la tendencia a la
desafiliación de la Central Única de Trabajadores (CUT) por parte de algunos
sindicatos. Las tendencias de izquierda dentro del PT también revelan fracturas
internas, bloqueando su capacidad de polarizar el debate dentro del gobierno o
por lo menos en el partido.
¿OTRA IZQUIERDA? Para la izquierda el problema no se reduce a su valoración del
gobierno de Lula y las previsiones sobre el futuro. Más importante es la
afirmación del perfil de la izquierda, dentro y fuera del gobierno, dentro y
fuera del PT, en el movimiento social y en otras fuerzas políticas. Se trata de
definir las mejores vías para la acumulación de fuerzas de la izquierda. Las
diferencias principales no se dan en el nivel de las críticas y las expectativas
con relación al gobierno de Lula, sino sobre las formas de acumulación de
fuerzas.
Hay propuestas de ruptura con el gobierno y con el PT, cuyo mejor ejemplo es el
PSOL. El primer paso es claro: denunciar el carácter del gobierno de Lula y
proponer un espacio de acumulación externo al gobierno y al PT, contra el
gobierno de Lula y contra el PT. Si el primer paso parece claro, el segundo
presenta problemas, principalmente cuando la propuesta inicial de construcción
de un foro que acogiese a todos los sectores de izquierda críticos fue
sustituida por la construcción inmediata de un partido, tal vez condicionada por
el calendario electoral. Ese paso es menos claro, tanto porque la formación de
un nuevo partido no es un simple acto, sino un largo proceso -como lo demuestra
la historia del PT-, así como porque dividió, separó, distanció a los
descontentos de fuera y dentro del PT o en otros partidos, en vez de unirlos.
Definió un camino claro -la construcción de otra fuerza-, pero de forma
reductiva. Sus dificultades y limitaciones fueron visibles durante la campaña
electoral de 2004, así como en el vaciamiento de las posiciones de izquierda en
el debate político nacional, restringido a espaciados artículos en los medios.
Una iniciativa importante fue la presentación por el Colegio de Abogados y la
Conferencia Episcopal del proyecto de iniciativa popular, que propone la
utilización de plebiscitos y referendos populares en cuestiones esenciales desde
acuerdos comerciales hasta temas de importancia estratégica como la
privatización de empresasEsta iniciativa, además de rescatar instrumentos de
participación popular, utilizados hasta ahora por el movimiento popular de forma
autónoma -sobre la deuda externa, el ALCA y el Mercosur-, ha tenido un papel
importante en países como Italia y Uruguay y puede abrir espacios para que la
izquierda retome la iniciativa.
Cumplidos los dos primeros años del gobierno de Lula, con hegemonía liberal en
la política económica y en los discursos gubernamentales, la izquierda precisa
afirmar un espacio y una identidad propias. Una de las vías puede ser un
plebiscito sobre la política económica y una convocatoria a la formación de un
frente antineoliberal, que no sea sólo la negación de esa política sino también
la formulación de una perspectiva alternativa. Ese polo puede aglutinar a todos
los descontentos con los rumbos actuales del gobierno, cruzando sectores de
varios partidos, de los movimientos sociales y del propio gobierno, con la
formación de un grupo parlamentario de varios partidos y una coordinación de
movimientos sociales para defender esa plataforma.
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1. Partido Social Demócrata de Brasil y Partido del Frente Liberal.
2. Partido del Movimiento Democrático de Brasil.
3. Partido Popular Socialista.
4. Partido Socialismo y Libertad, creado por los expulsados del PT.