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Internacional

Cuando bajen las aguas
       Crónica de urgencia sobre el paso del huracán Katrina

 
* Por Carlos Iaquinandi Castro, redacción de SERPAL.
 
    El pueblo norteamericano ha descubierto que también es vulnerable a la Naturaleza. El durísimo aprendizaje vino de la mano de un huracán anunciado cuyos efectos devastadores parecen haberse multiplicado por los cambios introducidos por un desarrollo incontrolado de la costa del Golfo de México, marcado los clásicos patrones del lucro: instalaciones, residencias, alteraciones geográficas, oleoductos... El New York Times, titulaba su editorial: "La venganza de la naturaleza. El huracán fue un desastre autoinfligido".
 
A medida que transcurren las horas, aumenta la incomprensión, dentro y fuera de las fronteras de Estados Unidos. ¿Cómo es posible que en el país más poderoso del planeta, la reacción ante un fenómeno natural haya sido tan lenta y precaria?; ¿Porqué los efectos han sido tan devastadores?; ¿Porqué han pasado cuatro días para que comenzaran a tomarse algunas medidas de envergadura?
 
Antecedentes de una catástrofe anunciada
 
En junio pasado, Shirley Laska, profesora en Evaluación de Peligros y Ayuda en Emergencia hizo en conferencia de prensa un anuncio premonitorio: "No hay un solo lugar seguro en Nueva Orleans". No era la primera persona, ni el primer técnico que descalificaba las modificaciones que se hicieron en las costas, las construcciones en zonas pantanosas, y el desprecio por las elementales normas que rigen la Naturaleza.
 
Pero estos hechos no son patrimonio de la costa sur de los Estados Unidos, ahora devastada por el Katrina, sino un eslabón de las políticas alentadas por la Casa Blanca. Porque hace una semana que
el nuevo representante norteamericano ante las Naciones Unidas, anticipó que su país eliminaría del borrador de la declaración de la próxima asamblea general, toda referencia a "respetar a la Naturaleza". Ni que decir que mantiene la negativa de su gobierno a firmar el Protocolo de Kyoto que pretende comprometer a los países desarrollados a una tímida y progresiva reducción de la emanación de gases contaminantes a la atmósfera terrestre.
 
Para Bush prevalece su compromiso con las grandes corporaciones energéticas que fueron parte de su sustento electoral. Reiteradamente desoyó las observaciones de técnicos y expertos que indicaban que el calentamiento de la atmósfera provoca daños irreversibles en el planeta.
Thoms Knuston, experto en investigación marítima había anticipado que el calentamiento global incrementa el riesgo de huracanes y de que aumenten en su intensidad.
 
Sus gobernadores también son consecuentes con esa política irresponsable de la Casa Blanca:  Haley Barbour, gobernador de Mississipi fue cuestionado por su política ambiental. El gobernador definió en el 2001 el control de emisiones de dióxido de carbono, principal gas que provoca el efecto invernadero, como "eco-extremismo".
 
El diario "New Orleans Times-Picayune" en una serie de cinco partes editada en el año 2002, había explicado que los miles de millones de dólares invertidos en diques, muros de protección, sistemas de bombas de aguas y tecnología de satélite no sólo no habían reducido los riesgos, sino que los habían aumentado. El periódico local explicaba que "la tecnología e ingeniería moderna enmascaran un hecho alarmante...
el sur de Louisiana se ha hecho más vulnerable a los huracanes, no menos". Y añadía una gráfica descripción, comparando esa zona con un plato hondo sobre una tina llena de agua: "empujen hacia abajo o inclínenla un poco, y el agua la invade". El trabajo del río Mississipi que durante miles de años amontonó de forma natural toneladas de tierra, fue alterado por los hombres que primero desviaron el curso del río y después, progresivamente continuó alterando niveles, construyendo canales, instalando bombas y oleoductos.
 
Las previsiones que hacía ese diario, reflejo de múltiples opiniones de técnicos e ingenieros, se han cumplido.
Las aguas que finalmente penetraron en la ciudad por las grietas que el huracán abrió en los diques, la anegaron en más de un 80 por ciento. Algunas zonas, con alturas superiores a los siete metros.  El "plato hondo" se llenó hasta igualarse con las aguas del mar y con el nivel del lago Pontchartrain. Muchos compararon el fenómeno con el de el "tsunami" que devastó una región asiática. La diferencia es que en aquel caso el agua penetró profundamente tierra adentro, y luego se retiró. Aquí, el paso del huracán provocó daños serios que se multiplicaron horas más tarde cuando la ciudad quedó cubierta por las aguas, pero por el desnivel, no se retiraron.
 
"Huir y rezar"
 
Cuando las previsiones no dejaban lugar a dudas de que el huracán "Katrina" entraría al territorio norteamericano por la costa sur con vientos muy fuertes,
el presidente de los Estados Unidos, sin interrumpir las vacaciones hizo un llamamiento para estar alertas, pero condimentado con dos consejos básicos: alejarse, huir de las zonas de riesgo y rezar.  El martes, ante la gravedad de la situación sus asesores le convencieron de interrumpir sus prolongadas vacaciones.
 
Pronunció un nuevo discurso que el diario "The New York Times" criticó duramente. En un editorial titulado "Esperando por un líder", el periódico indicaba que "la nación esperaba un discurso de consuelo y de sabiduría", y agregaba que el de Bush, había sido "uno de los peores discursos de su vida". Lo que ocurre es que
el "Rey de las Vacaciones" como irónicamente lo llamó Hugo Chávez, parecía no comprender lo que sucedía y la relación que eso tenía con sus políticas.
 
Sus primeras decisiones prácticas y de envergadura tardaron dos días más. Ahora el Departamento de Defensa dispuso el envío de cuatro buques con aprovisionamientos, una nave-hospital, decenas de helicópteros y más de veinte mil hombres de la Guardia Nacional, no sólo para rescates imprescindibles, sino para el control de la zona. También llegó el Cuerpo de Ingenieros del Ejército, pero ya no podrá reforzar las defensas. Ahora deberán encarar la reconstrucción de los diques, antes de iniciar una tarea casi imposible, evacuar aguas que están por debajo del nivel del mar.
 
Por muchas horas Nueva Orleans ha permanecido prácticamente abandonada a su suerte, y los saqueos iniciales, casi justificados por la supervivencia, se transformaron en bandas armadas que ponen en riesgo a quienes aguardan rescate en los techos de sus viviendas. Un hospital de 200 camas que funcionaba y no había sido afectado por las aguas, tuvo que ser evacuado... por no poder garantizar la seguridad de los internos.
 
Depósitos de armas de grandes almacenes han sido saqueados. La libre venta de armas, incluso automáticas y sofisticadas, parte también de la política de George Bush y de "los amigos del rifle" que denunciaba Michael Moore en sus películas y sus libros, también pasa su perversa factura. Ahora hay quienes se apoderan de esas armas y municiones para saquear, y otros que se procuran armas para defender lo poco que les queda. La escasez de agua, alimentos y otros productos básicos para subsistir, agrava el deterioro de la situación. Si no se produce una intervención inmediata, el caos y la violencia pueden aumentar hasta límites imprevisibles.
 
El director de la empresa privada Acadian Ambulancias que hasta ahora realizaba algunos de los salvatajes, anunció que suspendía las operaciones hasta que se recuperara el control de la situación. Se denunció que un helicóptero había sido tiroteado desde tierra, y que en otro suceso un guardia nacional había sido herido de bala. El diario local "The Times Picayune" afirma que la sección de armas y municiones del  almacén Wal-Mart en el distrito Lower Garden fue completamente vaciada por los saqueadores.
 
¿Quienes son las principales víctimas?
 
Los días previos al paso del huracán el gobierno y los medios de comunicación aconsejaron que para evitar sus consecuencias, la gente evacuara la ciudad. Gran parte de la población, los que disponían de medios y recursos, ordenadamente trataron de tapiar sus propiedades, proteger sus principales pertenencias y luego alejarse en sus vehículos, poniendo a salvo sus familias.
 
Pero Louisiana, Mississipi y Alabama, están entre los estados más pobres de EE.UU. La media de pobreza del país era el año pasado de 12,6. Louisiana tiene 16,8 y Mississipi 17,3. Ambas con un elevado índice de desocupación. Los barrios de gente pobre de mayoría negra en el norte de Nueva Orleans, se componen de casas de una sola planta. A muchos ni siquiera les quedó un tejado al cual encaramarse para salvar sus vidas. Perdieron todo y no habrá un seguro que les compense aunque sea en parte sus pérdidas.
 
Muchos de los sobrevivientes rescatados cuentan que no evacuaron la ciudad antes del huracán porque no tenían dinero para comprar el billete de autobús, ni tenían adonde ir. Al parecer, las autoridades no dispusieron servicios gratuitos para quienes no tenían autos ni recursos para pagarse un pasaje o un hotel.

 
El alcalde de Nueva Orleans, Ray Nagin dice que no sabe cuántos muertos pueden estar flotando en la ciudad o debajo de las casas, galpones o árboles derribados. Consternado dijo "Cientos, o quizás miles". Todos ellos serán quienes por una otra causa, generalmente la falta de medios, no pudieron abandonar la ciudad.
 
Como en Irak, las víctimas, los muertos los ponen los mismos. Por los ocupados: su población civil. Por parte de los agresores norteamericanos, la mayoría de los muertos o en combate, han sido enrolados entre los empobrecidos, inmigrantes de origen latino o afro, mediante promesas de ser compensados con becas para sus estudios o un salario seguro. Lo que diaria y crecientemente vienen denunciando padres como Fernando Suárez del Solar o Cindy Sheenan, y las organizaciones civiles que cuestionan la "guerra".
 
No es demagogia ni capricho vincular estos hechos. Es puro sentido común y una lectura de la realidad.
 
¿Cuántos ciudadanos de origen latinoamericano hay entre las víctimas de Nueva Orleans?  No se sabe. Quizás no lo sabremos nunca.
 
El canciller mexicano informó que sus consulados en Nueva Orleans, Houston y Atlanta calculan que hay mas de cien mil mexicanos afectados. Solamente en Nueva Orleans estiman que unos 40 mil sufrieron las consecuencias del huracán, pero desconocen el alcance de los daños físicos y el número de las posibles víctimas. Casi en su totalidad son emigrantes que salieron de su tierra en busca de un futuro mejor.
 
Los que pudieron alejarse a tiempo en sus vehículos con sus familias y sus pertenencias mas importantes o de mayor valor, se alojan en centenares de hoteles de los estados vecinos. Comportan otra categoría de afectados. Allí permanecerán sin privaciones.
Pueden ver los telediarios, pueden comunicarse telefónicamente o por correo electrónico. Solo tendrán que esperar la evolución de la situación para resolver sus próximos pasos: si hay posibilidades de regreso a medio plazo o conviene radicarse en otro lugar, al menos provisionalmente.
 
El periodista español Javier Rioyo estaba de vacaciones en la zona afectada y pudo finalmente salir de la región y alojarse en un hotel céntrico de Birminghan, donde se alojaban familias que consiguieron salir antes de la catástrofe.  Desde allí, cuenta en una de sus crónicas que "por sus elegantes salones se ven perros salvados y acompañados por sus dueños".
 
Las víctimas principales, las que aportarán el mayor número de muertos, los que en el caso de sobrevivir realmente se habrán quedado sin nada, son aquellas que no pudieron salir. Son los que en esta trágica lotería, siempre tienen todos los números.
 
Cuando bajen las aguas
 
En lo inmediato es de esperar que aunque tarde y mal, los mecanismos administrativos y la movilización de los enormes medios que dispone el gobierno, logren poco a poco reencauzar este desastre y recuperar alguna forma de normalidad dentro de la irreversible herencia de la catástrofe.
 
Pasarán los días, bajarán las aguas, llegarán los medios técnicos, los helicópteros, los sanitarios, los hospitales de campaña. Los ingenieros repararán los diques destrozados, propondrán nuevas y más eficaces defensas. Los estudios de arquitectura comenzarán a preparar sus proyectos para la reconstrucción de la ciudad. Conoceremos algunos detalles, y unas cifras estimadas sobre las víctimas. 
Hasta puede que haya quienes propongan erigir un monumento para recordar a las víctimas. Es posible que en ese momento no reparen en gastos. Y entonces, la Fox y otras cadenas de televisión repetirán incansablemente emotivas imágenes en colores de las ceremonias, con fondos de marchas patrióticas y banderitas de barras y estrellas sobreimpresas. Y escucharemos retóricas alabanzas a la capacidad de recuperación sobre la tragedia.
 
Es posible que todo suceda más o menos así cuando " bajen las aguas".  Lo que ya no es tan seguro, es saber cuántos ciudadanos norteamericanos habrán sacado enseñanzas de este terrible golpe. Cuántos comprenderán la irracionalidad y la irresponsabilidad de la política ambiental de Bush.  De que sus efectos no los padecerán solamente en remotas regiones del planeta sino en su propio suelo.
 
Cuántos ciudadanos cuestionarán que un país que a miles de kilómetros de su territorio tiene medios para aniquilar con precisión casas, vehículos o personas desde el aire o el mar; para transportar miles de soldados en pocas horas y depositarlos en tierra con sus blindados, sus anfibios, sus hospitales... no haya sido capaz de evitar la muerte de cientos de sus ciudadanos a causa de una catástrofe anunciada. Que no hayan sido capaces de adoptar previsiones para paliar las consecuencias del huracán, de rescatar a los sobrevivientes, de proveer eficaz ayuda a quienes no tuvieron ni se les ofrecieron medios para escapar.
 
¿Qué pensarán en Bagdad los 3.700 soldados de una brigada de la Guardia Nacional de Louisiana, que se aprestaban a regresar a su base en Lafayette, Louisiana, después de haber combatido un año en Irak? ¿Por quién han peleado? ¿Porqué o por quien han muerto algunos de sus compañeros? ¿Cuántos de ellos, tras sumarse a "la causa patriótica" de invadir y ocupar Irak, se encontrarán con la triste realidad de que su madre, su hermano, su amigo murió en la trampa mortal en la que se convirtió su ciudad?
 
Oportunamente, el teniente coronel Trey Cate, portavoz del ejército norteamericano les advirtió - tras la tragedia -que no habría un desplazamiento masivo de soldados norteamericanos apostados en Irak y Afganistán para ayudar a los esfuerzos de recuperación de las zonas afectadas por el huracán Katrina.  Eso sí, les dijo que aquellos militares que en forma individual deseen volver al país para atender a sus familiares necesitados podrán hacerlo. Pero aclaró que "eso, no alterará el equilibrio en las zonas de guerra".
 
Cuando bajen las aguas, ¿todo seguirá igual?.
 
Confiemos que no, que a pesar de las mentiras y las manipulaciones, habrá muchos más que cuestionemos este rumbo. Y que sepamos transformar ese cuestionamiento en organización.  Que aprendamos a converger en defensa de las cuestiones mas elementales. Por la justicia y por la razón. Por la Vida. Para que haya futuro. Para desplazar a quienes solo les mueve un perverso y destructivo afán de poder.
Antes de que sea demasiado tarde.
 
*  Carlos Iaquinandi Castro
   Redacción de SERPAL.