Internacional
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Huracán de pobreza
William Fisher
IPS
La sentencia "los ricos se enriquecen y los pobres empobrecen" suele emplearse
para ilustrar la situación de los países en desarrollo. Pero hoy describe el
panorama económico de Estados Unidos, la única superpotencia mundial.
Los últimos estudios del Buró de Censos de Estados Unidos al respecto reflejan,
según muchos economistas, el impacto negativo de la "sociedad de propietarios",
una plataforma programática propuesta a la ciudadanía por el presidente George
W. Bush.
El esquema se caracteriza por los recortes de impuestos a la inversión de
capital y a los ahorros y la privatización de la seguridad social.
La tendencia regresiva quedó patente en todos los hogares estadounidenses por
las imágenes televisivas de desesperados damnificados por el huracán Katrina en
el sudeste del país, cuya abrumadora mayoría son pobres y negros.
Muchos sobreviven gracias a la menguante seguridad social y no pueden gastar en
combustible o en pasajes de autobús para alejarse de la tormenta.
"Por lo general, la pobreza no mata rápidamente. Pero a veces sí, si, por
ejemplo, un huracán monstruoso devasta una región", escribió Bill Berlow, editor
en el periódico Tallahassee Democrat, en un comentario sobre el censo.
"En medio del terrible sufrimiento que el huracán Katrina produjo en unas pocas
horas, y que atraviesa un gran espectro socioeconómico, nos enteramos de que
muchos pobres mueren porque, sencillamente, tienen menos opciones", anotó Berlow.
Los datos del Buró de Censos lo explican con cifras
El año pasado, la pobreza alcanzaba a 12,7 por ciento de la población. Fue el
cuarto año consecutivo en que ese porcentaje aumentó. Eso significa que 37
millones de personas viven con ingresos de menos de 19.157 dólares anuales por
familia de cuatro integrantes.
Traducido en cifras absolutas, eso significa que el año pasado hubo en Estados
Unidos 1,1 millones de pobres más que en 2003.
La inequidad económica se acercó en 2004 al récord: el 20 por ciento más rico de
la población recibió 50,1 por ciento del ingreso total. El cinco por ciento más
rico fue el único sector que disfrutó un aumento de su ingreso real. El del
restante 95 por ciento se mantuvo o cayó.
Pero la situación real, de hecho, puede ser aun peor, pues no es claro si el
Buró de Censos contabiliza a los inmigrantes ilegales.
El ingreso promedio por hogar de cuatro integrantes se mantuvo en 44.389
dólares, estancado desde 2003.
Entre las comunidades étnicas, los negros son los que reciben el promedio de
ingreso más bajo, y los asiáticos, el mayor. Y entre las regiones, el sur --en
el sudeste del país, donde se abatió el huracán-- fue la que tuvo el ingreso
promedio menor, y el noreste y el oeste el mayor.
El aumento de la pobreza se registra en medio de un fuerte crecimiento económico
de 3,8 por ciento anual, que permitió el año pasado la creación de 2,2 millones
de empleos.
Pero la mayoría de esos puestos correspondían al sector de servicios, con
salarios menores a los de la industria.
Los empleos industriales desaparecen, al mismo tiempo que la fuerza de trabajo
estadounidense continúa careciendo de las destrezas necesarias para cubrir los
empleos mejor pagados del sector de servicios.
La mayoría de los trabajadores deben tener dos empleos, para cubrir con el
segundo las reducciones salariales que sufrieron en el primero.
Para colmo, buena parte del crecimiento de la riqueza económica de los últimos
años se canalizó puramente a través de bienes financieros adquiridos por ricos
en forma de ingresos de capital, como intereses, rentas y dividendos, según
muchos economistas.
La cantidad de personas sin seguro de salud subió de 45 millones a 45,8
millones. Pero el Buró de Censos sostuvo que el porcentaje respectivo se
mantiene incambiado, dado un "aumento en la cobertura del gobierno" que implica
"una caída en la basada sobre el empleo".
Pero los programas públicos de salud como Medicaid sufren cortes en estados que
no pueden financiarlos, lo que deja a los pobres aun con menos recursos
sanitarios.
El paisaje económico desde la Casa Blanca y el Capitolio, sede del Congreso
legislativo en Washington, es, obviamente, muy diferente al que se aprecia desde
debajo de la línea de pobreza.
En la última legislatura, el Congreso, presionado por firmas emisoras de
tarjetas de crédito, aprobó una ley que dificulta a las personas de bajos
ingresos declararse en bancarrota para evitar las deudas.
Mientras, las emisoras de tarjetas alientan a sus clientes a utilizarlas. Según
organizaciones de defensa de los consumidores, su objetivo es aumentar la
posibilidad de un cese de pagos, más lucrativo que las operaciones normales a
causa de los intereses y multas exorbitantes.
La semana próxima, cuando se reanuden las sesiones, el Congreso legislativo
analizará proyectos de ley que afectan a los más ricos (el impuesto a los bienes
raíces o recortes de tributos a las inversiones) y a los más pobres (un aumento
del salario mínimo).
Los legisladores también considerarán propuestas para recortar aun más los
programas de asistencia a los más pobres, como Medicaid, las estampillas para
alimentos y los préstamos estudiantiles.
Por otra parte, la Casa Blanca y el Congreso continúan paralizados en torno de
la reforma de la seguridad social, en parte porque, según las encuestas, la
mayoría del público no cree que la privatización incremente el monto de las
jubilaciones y pensiones por discapacidad, como asegura el presidente Bush.
En los últimos años, la economía estadounidense ha tenido como motor el gasto de
los consumidores, más que las inversiones de los ricos beneficiados por los
recortes de impuestos.
¿Qué sucede con el consumo cuando los pobres se vuelven más pobres?
A medida que caen los salarios y las tarjetas de crédito quedan bloqueadas, el
consumo se frena, según advierten economistas. Cada vez más personas se sumirán
en un abismo financiero y su supervivencia se convertirá en responsabilidad del
gobierno y, por ende, de todos los contribuyentes.
Dado el enorme déficit fiscal dispuesto por políticos que profesan compromiso
con la responsabilidad en el gasto público, los contribuyentes --actuales y
futuros-- deberán cargar con la pesada carga de financiar la deuda acumulada por
el Estado.
Por lo menos la mitad de esa deuda es propiedad de residentes en el extranjero
que esperan recibir los intereses de su inversión.
Eso implica una presión adicional sobre la balanza internacional de pagos de
Estados Unidos y deprime el valor del dólar, lo que, a su vez, deja fuera del
alcance de los pobres muchos productos importados de primera necesidad.
"En definitiva, Estados Unidos no cumple con un criterio clave del progreso
económico: elevar la calidad de vida del segmento más pobre de la sociedad",
dijo a IPS el ex subsecretario (viceministro) de Comercio Jack Behrman, profesor
de la Escuela de Negocios de la Universidad de Carolina del Norte.
"Las actuales políticas favorecen a los ricos y se concentran en el éxito
financiero más que en la producción de bienes y servicios reales. Es una receta
para el conflicto económico y social más que para la construcción de una
sociedad unida", concluyó.