Internacional
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Dos metros y sigue subiendo
Katrina, Irak y beneficios hechos con
sangre
Ron Jacobs
CounterPunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
No sólo me siguen rondando por la cabeza los últimos compases
de la canción de Led Zeppelin ""When the Levee Breaks" [Cuando se rompe el
dique], es muy real la posibilidad (como lo mencionaran los editores de
Counterpunch en su edición del 31 de agosto de 2005) de que la tragedia que
se desarrolla en Nueva Orleans y Mississippi pueda despertar al pueblo de
Estados Unidos a la realidad de que los únicos en el mundo a los que
aparentemente les va muy bien son los que dirigen la industria de la energía. No
importa lo que ocurra en Irak, ellos ganan más y más dinero. No importa lo que
ocurra en Louisiana, ellos ganan más y más dinero. No importa lo que la gente
piense y diga mientras llenan sus tanques en las gasolineras, ellos ganan más y
más dinero.
¿Cuánto dinero más están Ganando? Bueno, veamos algunas cifras: El 31 de julio
de 2005, ExxonMobil señaló beneficios en el segundo trimestre que representaron
un aumento de un cuarenta por ciento por sobre los beneficios en el mismo
trimestre del año pasado; Shell tuvo un aumento porcentual similar (un 43%) y
Chevron un aumento de un 11%. Todas estas ganancias, a pesar de que no aumentó
la producción de petróleo. Por cierto, tanto Shell como Chevron tuvieron una
caída de la producción a partir del segundo trimestre de 2004. Mientras tanto,
la ley de energía recién aprobada obsequió millones y millones de dólares en
reducciones de impuestos e incentivos a esas mismas corporaciones.
Los tópicos de conversación en el autobús urbano de Asheville de hoy fueron dos:
Irak y Katrina. Jóvenes y viejos, de piel negra o blanca, hombres y mujeres, no
importa. Como se encuentran más cerca de las áreas afectadas por Katrina que los
que están en los centros mediáticos de EE.UU., había un verdadero sentido de
tragedia. Por cierto, gran parte de esta gente sufrió la serie de huracanes del
año pasado y muchos de ellos tienen parientes en Mississippi y Louisiana.
Una señora africano-estadounidense ya mayor le contaba a un amigo (que se
parecía a Johnny Cash en sus últimos años) que su hija iba a volver a Irak el 2
de septiembre y que su yerno ya estaba en Afganistán. Así que, continuó, iban a
cocinar pescado y pollo y que lo invitaban a ir de visita. Dijo que llevaría un
poco de cerveza para loa adultos y soda para sus nietos y para los que no bebían
de lo bueno. Entonces, de repente, dijo que esperaba que ese idiota en la Casa
Blanca simplemente sacara a todos los soldados de Irak y los enviara a Louisiana
y Mississippi donde podrían servir para algo. Ese comentario no provocó ni un
solo argumento de alguien en el bus. La abuela, que cuidará a sus nietos
mientras sus padres sirven en las guerras de Bush, señaló que si no hubiese
tantos guardias nacionales y reservistas en Irak y otros sitio, podrían haber
utilizado a esos hombres y mujeres soldados para sacar a todos los pobres de
Louisiana antes de que se rompiera el dique.
"Se da cuenta", lanzó una mujer de algo más de veinte, que volvía de su trabajo
en Burger King, "que la mayoría de los ricos se fueron a tiempo." "Los que
murieron", continuó, "no fueron los dueños de los casinos en Biloxi. Fueron los
que limpian los malditos garitos".
En eso el tipo que se parecía a Johnny Cash volvió a la conversación: "Ese
hiputa Bush nunca estuvo en guerra alguna. No le importan los soldados, sobre
todo porque son pobres. No quisiera que sus niños tengan que ir allá, porque soy
cristiano, pero tiene que hacer volver a los muchachos y muchachas ahora mismo".
El autobús se detuvo a recoger a un pasajero en un paradero junto a una
gasolinera. Señalé que el encargado estaba colocando un nuevo precio. Alguien
bromeó que igual podría dejar su escalera junto al letrero porque los precios
seguirían subiendo.
"Después de todo", continuó el que hablaba, un joven que llevaba un gorro de
béisbol de los Braves, "eran 20 centavos más bajos antes de ayer. Mi amiga y yo
simplemente aparcamos el maldito coche y decidimos que por el momento
viajaríamos en autobús."
Desde luego, tarde o temprano las tarifas de los autobuses van a subir porque la
compañía semi-privada que opera el sistema no podrá permitirse los costes y
todos sabemos que en este gran país al gobierno no le gusta subvencionar el
transporte público. Sólo a la guerra y las corporaciones a las que sirve.
Había visto antes al tipo que subió al autobús en la gasolinera. Era un viejo
hippy que me dio la lata una tarde mientras yo estaba sentado en un banco en el
centro de Asheville. Veterano de Vietnam, notó mi insignia de "FUERA DE IRAK
AHORA" en mi mochila y me dijo que estaba de acuerdo cien por ciento. Luego me
dijo que el único motivo por el que la guerra iba como iba era para que la gente
que gana dinero con la guerra y el petróleo ganara lo más posible. Si hubiesen
querido librarse de Sadam o sea cual sea su excusa, podrían haberlo hecho en una
semana. Tarde o temprano, continuó, el pueblo estadounidense se cansará del
asunto y tendrán que detener esa guerra de mierda. Pero hasta entonces, iban a
cosechar los beneficios, no importa cuánta gente pobre muera.
"Eso", dijo, "es lo que ocurre cuando hay ricos que nunca han sido otra cosa que
ricos y gobiernan tu país."
No pude hacer otra cosa que estar de acuerdo. Y me pregunté, cuando se romperá
el dique que protege a los que gobiernan el país.
* * *
La cobertura en las noticias televisivas se ha ido encolerizando durante las
últimas veinticuatro horas. En lugar de su acostumbrada impasibilidad o
emocionalismo sobreexcitado, parecería que los presentadores y reporteros en las
tres redes más antiguas (CBS, NBC, ABC) se convierten en
abogados de las víctimas de Katrina. El contenido y el tono de sus preguntas a
FEMA y a otros funcionarios del gobierno federal bordean la verdadera cólera.
Haciéndose eco de las almas que viven al borde de la supervivencia en Nueva
Orleans y en otros sitios a lo largo de la Costa del Golfo; están exigiendo
respuestas por la insensible incapacidad del gobierno de realizar numerosas
operaciones básicas de rescate.
Por cierto, incluso han comenzado a preguntar si esta insensibilidad tiene que
ver con la clase económica y el color de la piel de la mayoría de los que más
sufren. Después de formular la pregunta en un especial noticioso vespertino el
jueves por la noche, uno de los canales transmitió la historia de raza y clase
de Nueva Orleans, informando a los espectadores que en la inundación de 1927,
los ciudadanos negros fueron obligados a trabajar reforzando los diques,
causando varias muertes.
"En aquel entonces usaron realmente a gente negra como bolsas de arena", recordó
el congresista Jefferson de las memorias de infancia de su padre. "Aceptaban
cualquier trabajo peligroso que hubiera para tratar de hacer retroceder las
aguas". (ABC News Special, 1/9/2005)
La pregunta no fue formulada sólo en relación con la terminología utilizada para
describir a los que se llevaban artículos de los negocios – ABC mostró
dos fotos de personas que hacían exactamente esto, una de una pareja de piel
blanca y otra de algunas personas de color negro; la leyenda bajo la primera
explicaba que la pareja tenía hambre y había encontrado algo de comida en un
negocio, la segunda describía a las personas de piel negra con alimentos como
saqueadores; también ha sido presentada en relación con cómo esa gente no obtuvo
medios para abandonar el área antes de la tormenta.
Aunque probablemente no hubo una intención específica de abandonar a esa gente a
la merced de la naturaleza y de los depredadores, el hecho mismo de que no se
les haya suministrado medios para salir del paso de la tormenta muestra algo más
profundo. Muestra una división de clase. De modo muy similar a muchas otras
decisiones gubernamentales, a esta gente se le dijo que hiciera algo pero se la
dejó sin medios de hacerlo. Sólo los residentes con suficiente dinero para salir
conduciendo o para pagar por otros medios de transporte estuvieron realmente en
condiciones de abandonar la escena. Desde luego, el gobierno no acepta la
responsabilidad por esta negligencia, prefiriendo en lugar de hacerlo las
promesas baratas respaldadas por hombres nerviosos con armas. Por cierto, es
probable que ni siquiera comprendan que el que no haya dado a esta gente los
medios para partir constituye un crimen, tan alejados se hallan del mundo de
esos residentes de EE.UU. cuyo salario es lo único que los separa del asilo para
los sin techo.
Vale la pena repetir las palabras de mi compañero en el autobús.
"Eso", dijo, "es lo que ocurre cuando hay ricos que nunca han sido otra cosa que
ricos y gobiernan tu país."
Ron Jacobs es autor de "The Way the Wind Blew: a history of the Weather
Underground", que acaba de ser republicado por Verso. El ensayo de Jacobs sobre
Big Bill Broonzy forma parte de la nueva colección de CounterPunch sobre
música, arte y sexo, "Serpents in the Garden". Para contactos: ron05401@yahoo.com
http://www.counterpunch.org/jacobs09022005.html