Internacional
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Policías cerraron un puente para forzar a refugiados a volver a Nueva Orleáns
A balazos detuvieron el primero y 2 de septiembre a gente que huía, la
mayoría negros
Andrew Buncombe
TheIindependent
Miembros
de la Guardia Nacional se introducen a una casa aislada por las aguas, en un
suburbio de Nueva Orleáns, en busca de víctimas FOTO Reuters
Washington, 10 de septiembre. Un oficial de la policía de Luisiana admitió que
tras el paso de Katrina en el sur de Estados Unidos, ordenó a sus
subordinados cerrar un puente sobre el río Mississippi para forzar el regreso a
Nueva Orleáns de gente que intentaba escapar del caos y del peligro en esa
ciudad. Testigos dijeron que los agentes policiales hicieron tiros de
advertencia contra personas aterradas, con el propósito de proteger suburbios
habitados por la clase media.
Dos paramédicos que llegaron a Nueva Orleáns para participar en una conferencia
del gremio en esa ciudad y que permanecieron ahí para auxiliar a los
damnificados por el ciclón, afirmaron que policías les confesaron que no querían
que su comunidad residencial "se convirtiera en otro Nuevo Orleáns o en otros
Superdome".
Los cansados y desesperados evacuados fueron forzados a volver a la ciudad que
acababan de abandonar. "Fue una forma de abrir los ojos", dijo a The
Independent Larry Bradshaw, paramédico de 49 años, residente en San
Francisco. "Creo que eso fue racismo y crueldad".
Bradshaw afirmó que la policía obstaculizó el puente sobre el Mississippi el
jueves primero y el viernes 2 de septiembre.
El paramédico y su esposa, Lorrie Slonsky, que tienen la misma ocupación
profesional, estuvieron refugiados en el hotel Monteleone del antiguo barrio
francés. Pero cuando los alimentos y el agua se agotaron ahí, los paramédicos
fueron obligados a recluirse en el centro de convenciones de Nueva Orleáns.
De camino a ese lugar escucharon versiones sobre el caos y la violencia que
había en el interior del estadio, adonde habían sido enviados miles de personas,
a pesar de la falta de agua corriente, sanitarios, electricidad y aire
acondicionado.
Eso llevó a Bradshaw a hablar con un alto oficial de la policía, que le indicó
que cruzaran el puente que comunica a la localidad suburbana de Crescent City
Connection con el condado de Jefferson, donde encontrarían autobuses para salir
de esa región, según aseguró el agente policial.
La pareja formaba parte de un contingente de 800 personas -la mayoría negra- que
caminaba por el puente sobre el río Mississippi, cuando oyeron disparos de armas
de fuego y vieron a la gente correr.
"Habíamos escuchado disparos durante los días anteriores. Pero la diferencia en
ese momento fue la cercanía de los tiros", dijo Bradshaw. Al emprender el camino
hacia la cresta del puente, los paramédicos pudieron ver una fila de policías
que obstruían el paso sobre la ruta.
Cuando preguntaron por los camiones, los agentes les informaron que esa versión
era falsa y que el paso a desnivel estaba cerrado para evitar que el condado
vecino se convirtiera en otro Nuevo Orleáns. Los policías -indicaron los
Bradshaw- eran parte de la corporación de la ciudad de Gretna.
Al día siguiente, Bradshaw dijo que trató una vez más de cruzar y que en ese
intento pudo observar cómo los policías hacían disparos de advertencia a la
gente y que eso los obligó a volver a Nueva Orleáns. El viernes en la mañana, la
pareja logró pasar al lado contrario del puente, pero con la ayuda de un bombero
local.
Según el jefe de la policía de Gretna, Arthur Lawson, hasta hoy no ha podido
interrogar a los agentes de su corporación sobre los disparos hechos en el
puente.
Sin embargo, confirmó que los policías de Gretna, junto con oficiales del
condado de Jefferson y de Crescent City Connection, sellaron el puente y
rechazaron a la gente que intentó pasar, a pesar del hecho de que los medios
locales informaron en esos días que el puente era una de las pocas rutas seguras
de evacuación de Nueva Orleáns.
"No había alimentos ni agua ni refugios en Gretna. No teníamos la necesidad de
tratar con esa gente. Si hubiésemos abierto el puente, nuestra ciudad hubiera
quedado como Nuevo Orleáns: saqueada, incendiada y vandalizada".
Bradshaw y su esposa fueron trasladados a Texas y desde ahí viajaron finalmente
a su hogar en California.
Su postura ahora es de condena a las autoridades. "El trato gubernamental
contrastó con la cálida y sentida recepción que nos brindó el texano promedio.
Pudimos ver cómo el empleado de una aerolínea le dio sus zapatos a un hombre que
andaba descalzo. Gente desconocida nos ofreció dinero y nos dio la bienvenida.
Más allá de eso, la ayuda del gobierno fue insensible, incapaz y racista. Hubo
perdidas humanas que nunca debieron ocurrir".
© The Independent
Traducción: Guillermo García