Internacional
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El miedo, el odio y Cindy Sheehan
Alexander Cockburn
La Jornada
Lo que en realidad espanta a los gobiernos que envían a sus ciudadanos a la
guerra es un motín o una amenaza de motín. Fueron soldados que disparaban a sus
oficiales y marineros que tiraban aviones de combate por la borda de los
portaviones lo que impulsó al Pentágono a izar la bandera blanca en Vietnam. En
ese mismo espectro están la resistencia al reclutamiento y la negativa a ir a la
guerra. A estas alturas, entre la creciente impopularidad de la aventura en
Irak, estas acciones ya han tenido un efecto: el Pentágono revela que el sistema
de reservas está en ruinas.
Las madres de la Estrella de Oro, como Cindy Sheehan, podrían encabezar
plantones en oficinas de reclutamiento militar en todo el país y en las oficinas
de legisladores demócratas y republicanos en sus distritos de origen. ¿Qué tal
si Sheehan trasladara su Campamento Casey de Crawford, Texas, a las oficinas de
la senadora Hillary Clinton en Washington o Nueva York? Sólo que esta vez la
demanda no sería una entrevista, sino que la senadora diera marcha atrás a su
postura favorable a la guerra, la cual la ha impulsado a presentar una
iniciativa para elevar a 90 mil el número total de efectivos de las fuerzas
armadas estadunidenses.
Uno de los grandes logros del movimiento contra la guerra de Vietnam fue haber
impedido a un demócrata, Lyndon B. Jonson, volver a postularse para la
presidencia, o a Hubert Humphrey presentar su candidatura y ganar con una
plataforma favorable a la guerra. Pregunta: ¿la operación MoveOn tendría el
menor interés en realizar una vigilia ante las oficinas de Hillary Clinton, o de
algún otro demócrata prominente? Claro que no.
Cindy Sheehan atemoriza a la derecha y la impulsa a la crítica viperina, pero
también espanta a los demócratas, por ser tan clara. Pongamos en contraste el
calendario de Sheehan incluso con el de un demócrata relativamente decente, como
el senador Ross Feingold. Este político demanda una retirada de Irak que
comience tal vez dentro de unos 16 meses. ¿Cuántos soldados muertos y nuevas
madres de la Estrella de Oro se pueden meter en ese calendario? ¿Mil o más? La
exigencia de Sheehan, Salir Ahora, debería ser la línea de prueba para cualquier
vocero del movimiento contra la guerra.
Notando la gigantesca ola de simpatía hacia ella, los demócratas de Washington
comienzan a inquietarse por la postura favorable a la guerra de su partido. Sólo
un legislador demócrata, Ruth McKinney, ha visitado el Campamento Casey.
Entre tanto, la Casa Blanca de Bush continúa sus esfuerzos por enlodar a Sheehan.
Uno de los perros de presa favoritos de la Casa Blanca, Christopher Hitchens, ha
insultado con crueldad a Sheehan, a la que incluso llamó "LaRouchie"*. ¿Por qué?
No dio ninguna explicación. Obviamente recordó que "LaRouchie" es uno de esos
insultos del tipo "a ver, niégalo". Cuando se lo cuestionaron, Hitchens se
apresuró a retirar ese calificativo en particular. También acusó a Sheehan de "antisionismo
paranoide" y se aseguró de poner su nombre en el mismo párrafo que el del
prominente ultrarracista David Duke. Al reprochársele de nuevo por esa táctica,
respondió piadosamente: "No he dicho que sea antijudía". Hitchens, claro, es un
fulano que conoce a la perfección el lugar que ocupa Israel en la política
estadunidense, pero no tiene escrúpulos en insinuar que Sheehan es antisemita
tal vez porque se atrevió a mencionar la palabra Israel.
¿Que perdió un hijo? Hitchens dice que eso tiene poca relevancia y no es razón
para tomarla en serio. Luego pontifica sobre los horrores que se desencadenarían
en Irak si los soldados volvieran a casa, sin mencionar la forma en que la
invasión con la que él colaboró ya los ha desencadenado.
Me parece que con esas columnas llenas de ofensas contra Sheehan Hitchens perdió
los últimos adeptos que le quedaban en la izquierda. Allí se le vio en toda su
pureza y crudeza como golpeador de la Casa Blanca (tal vez recibe sus órdenes
del día de Kevin Kellems, asistente de Dick Cheney), que marcha hombro con
hombro con Rush Limbaugh y Hill O'Reilly.
No tiene sentido debatir con Hitchens. El hombre ha naufragado ante la realidad,
pero en su Titanic de fantasía el comodoro Hitchens aún camina sobre el
puente, jurando contra toda evidencia que el barco sigue en curso. Llamó a
realizar una guerra que ha hundido todavía más a Irak en la muerte y la ruina.
¿Cuánto tiempo más seguirá diciendo que el ataque valió la pena y que Estados
Unidos debe "mantenerse allá"? Respecto de este último punto, el pueblo de Irak
expresó su sentir al participar en las elecciones con la esperanza de que
agilizaran la retirada estadunidense.
Sí, Saddam Hussein era un tirano sanguinario que llevó muerte y miseria al
pueblo iraquí. ¿Qué se necesitará, más allá de la cifra actual de 100 mil
iraquíes -500 mil, un millón, dos millones-, para que Hitchens y los de su
calaña reconozcan que entre Saddam y la invasión y ocupación estadunidense la
primera opción, sin duda espantosa, era preferible? ¿Y en qué momento el
autodesignado azote del "islamofascismo" admitirá que jamás hubo mayor impulso
al fundamentalismo islámico en Irak que la agresión estadunidense?
* Alusión a Lyndon H. LaRouche Jr., perpetuo candidato presidencial, criminal
convicto y frecuente calumniador politico. (N. del T.)
© 2005 Creators Syndicate Inc.
Traducción: Jorge Anaya