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EEUU presenta más de 750 enmiendas en la ONU para eliminar compromisos de asistencia a países pobres, anular acciones contra el cambio climático y neutralizar el Tribunal Penal Internacional
David Brooks
La Jornada
Se siente, se siente, John Bolton está presente y el nuevo embajador de
Estados Unidos ante la Organización de Naciones Unidas no ha desperdiciado ni un
segundo para promover la agenda de Washington aquí: anular casi todo enfoque
sobre el desarrollo, el ambiente y la justicia internacional, y en su lugar
promover el libre mercado, el control de armas de otros países y cancelar la
gran agenda mundial conocida como las Metas del Milenio.
Hoy el Washington Post divulgó la estrategia de Estados Unidos en la ONU
al obtener un documento secreto en el cual se detallan los objetivos del
gobierno de George W. Bush. Con ello, el proceso de negociación de más de seis
meses para formular una declaración sobre pobreza y reforma de la ONU -lista
para ser firmada por 175 presidentes y primeros ministros que se esperan para la
cumbre de la organización mundial programada para mediados de septiembre- ahora
está en jaque.
De pronto, Estados Unidos ha introducido más de 750 enmiendas al borrador de la
declaración con lo cual desea, entre otras cosas, eliminar compromisos de
asistencia extranjera a países pobres, anular llamados de acción para abordar el
cambio climático, tachar toda referencia a las Metas de Desarrollo del Milenio,
eliminar toda referencia al Tribunal Penal Internacional y buscar alterar la
cláusula en el borrador que insta a los cinco países miembros permanentes del
Consejo de Seguridad a no emplear el veto contra medidas para detener el
genocidio, crímenes de guerra o "limpiezas étnicas".
En su lugar, Estados Unidos propone un enfoque que enfatiza la lucha
antiterrorista, la promoción de derechos humanos y democracia y mayor control de
armas de destrucción masiva. Sin embargo, también se opone al texto -en el
borrador- que insta a los países a observar la moratoria sobre pruebas nucleares
y a ratificar el Tratado Comprensivo de Prohibición de Pruebas.
En lugar de promover los objetivos de desarrollo mundial adoptados por la ONU en
su Cumbre del Milenio en 2000 (donde los países miembros se comprometieron a un
calendario en los siguientes 15 años para reducir la pobreza, enfermedades como
el sida y otros problemas que afectan a la mayoría del mundo), Estados Unidos
desea que el enfoque de la declaración se limite a la reforma de la burocracia
de la ONU y establezca mecanismos para la promoción de la "democracia" y de los
"derechos humanos".
Washington también desea enfatizar, en lugar del desarrollo y asistencia a los
países pobres, la importancia del llamado "Consenso de Monterrey", donde el
enfoque es sobre reformas de libre mercado, mayor transparencia de gobiernos y
compromisos concretos a cambio de asistencia y reducción de deuda.
Así, menos de un mes antes de que se celebre en esta ciudad lo que algunos dicen
es la cumbre mundial de jefes de gobierno más grande de la historia para
comprometerse a enfrentar los grandes problemas y amenazas mundiales, Estados
Unidos demandó amplias revisiones al borrador de 29 páginas producto de arduas
negociaciones multilaterales que comenzaron, en algunos casos, hace más de un
año. O sea, al último momento, se propone una renegociación drástica del
documento.
Según el New York Times, Bolton propone desechar más de 400 cláusulas del
borrador que estaba a punto de ser finalizado para la firma de los asistentes a
la cumbre de la ONU, que iniciará el 14 de septiembre.
"El tiempo es corto", afirmó Bolton en una carta enviada a los otros 190
embajadores ante la ONU, e instó a sus contrapartes a participar en
negociaciones inmediatas. Pero no cabe duda de que para muchos esto se parece
más a un acto de sabotaje que a un intento para sumarse a un esfuerzo
multilateral. Pero como siempre, el protocolo y comportamiento diplomático
impera en la ONU y pocos embajadores ofrecieron críticas y menos condenas, y
sólo se atrevieron, en el más extremo de los casos, a "lamentar" que Estados
Unidos haya llegado tan tarde con sus propuestas.
Sin embargo, Washington goza de una coyuntura en la que la institución esta más
débil que nunca y es cada vez más difícil defenderla ante tales ofensivas. El
secretario general y su equipo continúan agobiados por investigaciones sobre
fraude y corrupción dentro de lo que era el gigantesco programa de alimento por
petróleo. Por otro lado, una serie de escándalos -desde hostigamiento sexual a
violaciones, tanto por altos funcionarios como por fuerzas de mantenimiento de
paz- han minado el perfil público de la institución.
A la vez, el daño al "orden internacional" -respeto del derecho internacional,
del consenso multilateral y cumplimiento con la Carta de la ONU- provocado por
la invasión a Irak, ponen en duda la capacidad y hasta la relevancia de esta
organización.
Por otro lado, la ofensiva desatada por Washington está encabezada por un
embajador no ratificado por el Senado de su país. Bolton carece de cierta
legitimidad ya que fue impuesto por la Casa Blanca empleando una maniobra legal
que permite instalar a altos funcionarios sujetos a la ratificación del Senado
en puestos durante los recesos legislativos.
El único problema es que sólo pueden permanecer ahí durante el periodo del
Congreso actual -en este caso hasta finales del próximo año- a menos que sean
ratificados posteriormente. Bolton enfrentaba amplia oposición entre
legisladores por sospechas de intimidación a subordinados, manipulación de
inteligencia para servir a sus intereses, y su explícito desprecio de la ONU. De
hecho, Bolton expresó que la ONU en verdad no existía ya que todos sabían que
Estados Unidos mandaba en el mundo y todo lo demás era secundario, y en otro
momento dijo que el edificio del secretariado podría perder 10 pisos sin que
nadie se diera cuenta.
Pero Bolton no está promoviendo su agenda personal, sino la del gobierno de
Bush, como aclaró hoy, una vez más, el Departamento de Estado. "John Bolton está
haciendo una gran tarea en nombre de este gobierno. Está haciendo precisamente
lo que la secretaria (Condoleezza) Rice le ha pedido en términos de abordar con
los otros representantes permanentes... trabajar y hacer este documento un
documento efectivo", declaró hoy Sean McCormack, vocero del Departamento de
Estado.
La prioridad estadunidense
Reiteró que la prioridad estadunidense es la "reforma de la ONU", y dijo que es
normal que en la recta final de toda negociación siempre haya un aceleramiento
como el que está ocurriendo ahora entre las delegaciones en la ONU.
A sus 60 años, el organismo enfrenta no sólo los desafíos mundiales de siempre
-pobreza, enfermedad, el deterioro del ambiente, los conflictos armados y más-
ahora se ha presentado otro: John Bolton. Pero a la vez, las posiciones de
Washington aquí ya no deben sorprender a nadie y, de hecho, algunos agradecen
que Bolton y el gobierno que representa por lo menos no esconden su agenda
detrás de la tan coreografiada y refinada diplomacia que se practica en la sede
de la ONU. Al contrario: es tal vez, por el momento, la delegación más honesta y
franca en el edificio.
Está por verse qué tan franca y directa es la respuesta cuando lleguen aquí los
aproximadamente 175 jefes de otros gobiernos, incluido Vicente Fox, para definir
el futuro de esta institución y el pobre mundo al que dicen representar.