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Presupuestos Militares y justificación del Gasto Militar
Alberto Villanueva Arandojo
Noticias.com
Probablemente no se pueda comprender la historia del Siglo XX sin tener en
consideración la intensa militarización de la vida política internacional a lo
largo de dicho periodo. El presente artículo quiere representar una aproximación
general a la influencia real que los complejos Militar-Industriales ejercen en
la actualidad sobre el desarrollo de las políticas de defensa de los diferentes
estados.
La enorme importancia que a lo largo del siglo pasado han ido adquiriendo las
estructuras militares, incluso en tiempos de paz, han conformado un enorme
sector, lo que el presidente Dwight Eisenhower había denominado como Complejo
Militar-Industrial, cuya participación, influencia, y capacidad de decisión
dentro de la vida política de los estados desarrollados no a parado de aumentar
hasta la actualidad. En otras épocas históricas los ejércitos se formaban cuando
amenazaba el conflicto, los presupuestos militares aumentaban cuando estallaba
la guerra, o existía una amenaza inminente de de la misma. En la actualidad hay
siempre una estructura militar permanente; dispuesta a entrar en acción en casi
cualquier momento, tentando a los dirigentes políticos para hacer recurso de la
fuerza a la menor oportunidad; ante el primer indicio de crisis; sin necesidad
de un tiempo de preparación que probablemente serviría también para pensarse, al
menos dos veces, el camino más idóneo de actuación.
Los datos económicos son rotundos respecto al incremento de la participación y
el coste del mantenimiento de las estructuras militares a lo largo del Siglo XX.
Tomados a precios constantes de 1980 el coste total de todos los gastos
militares de la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y 1985 fue de
35.000 millones, 130.000 millones y 600.000 millones de dólares
respectivamente[1]. Las cifras, aunque no hablan por si solas, si son bastante
elocuentes. La paz, el desarme, o la simple no-proliferación de armamentos
supone siempre algo temible para los fabricantes de armamento y los responsable
de las fuerzas militares: corren el riesgo de quedarse sin una cantidad enorme
de dinero.
En 1986, Mark Oliphant, un físico británico que había trabajado en el desarrollo
de la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial, contaba una visita hecha
2 años antes, junto con Neils Bohr, una de la personalidades científicas más
importantes del Siglo XX, a una gran fabrica de norteamericana. Al observar que
una gran parte de su actividad industrial se centraba en la producción de
armamento, Bohr inquirió al presidente de la compañía; y le pregunto qué haría
él si llegase el desarme y la reducción o desaparación de arsenales. La cándida
respuesta del industrial fue la siguiente: “esa posibilidad me quita el sueño
muchas noches” [2].
Es fácil entender que el comportamiento del sector y las estructuras asociadas a
la actividad militar de muchos países no sean neutro; como debería. El fácil
entender como, y de acuerdo a qué, intervienen, a veces de manera decisiva, en
las políticas y decisiones concretas de los gobernantes en una dirección
concreta: fomentando el militarismo y el incremento de los presupuesto
militares; a través de una tupida red de intereses políticos y económicos que
llega hasta el mismo corazón de las estructuras de los estados democráticos[3].
Los intereses económicos son, muchas veces, demasiado fuertes como para poder
resistirse a ellos.
El complejo Militar-Industrial recurre constantemente, además, a los
sentimientos más simples y menos reflexivos de la opinión pública[4], excitando
sus miedos y sus reflejos nacionalistas y patrioteros, tratando de impresionarla
con la amenaza del “Enemigo Exterior” al que siempre se representa como un poder
amenazante y maligno, que impide o amenaza nuestro desarrollo, o está, incluso,
obsesionado con destruirnos y acabar con nosotros. Así Hitler hablaba de los
infla-hombres del Este, Stalin de los norteamericanos como los opresores del
proletariado, Franco de las conspiraciones Judeo-Masónicas y el primer Bush de
la URSS como el Imperio del Mal. Es fácil saber de que habla el segundo Bush.
Para mantener la ingente estructura económico-militar que existe en la
actualidad es necesario renovar periódicamente nuestros arsenales, desarrollando
constantemente nuevos y costosos sistemas de armas, sin que las necesidades
reales de nuestra defensa importen mucho realmente. Lo importante es justificar
el gasto, no proporcionar una defensa adecuada al clima político internacional.
En la práctica el mantenimiento de unos elevados presupuesto militares no es, en
realidad, una forma de garantizar la seguridad de los ciudadanos. Es una forma
de desviar parte de los recursos públicos hacía una parte muy concreta del
sector privado[5].
NOTAS
[1] TULLBERG, R. (1989), “Gasto militar Mundial”, en Armas y Desarme: Hallazgos
del SIPRI, editado por M. Thee, Madrid, Fepri, p. 17. En la actualidad, 2002, el
gasto militar mundial se situó aproximadamente en el 1.200.000 millones de
dólares, merced en gran parte al notable incremento de los presupuestos de
defensa de EE.UU. a raíz de la llegada al poder del segundo Bush.
[2] OLIPHANT, M (1986), Los científicos, la carrera armamentística, y el
desarme, editado por J. Rotblat, Barcelona, Serbal-Unesco, p. 245.
[3] Y de cualquier otro tipo de régimen.
[4] Generalmente a través de los Media Mass, cuyo control esta asociado, en
última instancia, al mismo capital que controla la producción de armamentos.
[5] Dentro del ámbito interno de los propios EE.UU., habría que analizar si unos
presupuestos públicos que destinan hasta un 30% de su importe total a gasto
militar, y no por ejemplo a prestaciones sociales, se guían en función de los
intereses del conjunto de sus ciudadanos o ene función de otro tipo de interes.