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Seguridad Social norteamericana: ¿El Stalingrado de la derecha?
Max J. Castro
"Tuvimos que destruirla para poder salvarla", dijo de manera famosa un
soldado norteamericano acerca de una aldea en Viet Nam. La propuesta del
Presidente George W. Bush para salvar la seguridad social privatizándola
representa el mismo tipo de salvamento.
Los argumentos que el Presidente está utilizando en su guerra encubierta en
contra de la seguridad social, un ataque disfrazado de reforma, son tan falsos
que hacen que la guerra de Irak parezca un caso fácil.
Como siempre, la administración abre con el factor del miedo. ¡La seguridad
social está en crisis! ¡No habrá dinero para los jóvenes trabajadores si no
actuamos ahora!
Estas tácticas atemorizantes, como hace Condoleezza Rice que conjuraba una nube
de hongo sobre una ciudad si no invadíamos a Irak, tienen el propósito de
sembrar el pánico en el pueblo norteamericano para que acepte ciegamente una
seudo reforma contraproducente. Es una seudo reforma motivada por la antipatía
ideológica de la derecha republicana en contra del más exitoso y popular
programa social de la historia norteamericana y por la posibilidad de una enorme
ganancia para Wall Street.
Lo cierto es que hay muchas crisis en Estados Unidos en estos momentos
(incluyendo una creciente en el cuidado de salud con el protagonismo de 44
millones de norteamericanos que no tienen seguro médico), pero la seguridad
social no es una de ellas. Según los estimados más confiables, el fondo en
fideicomiso de la seguridad social no comenzará a disminuir hasta una época
entre 2042 y 2052. ¿Es esto una crisis?
Además, la disminución, dentro de cuarenta o cincuenta años, se dará sólo si no
realizamos cambios en las siguientes cuatro o cinco décadas. Incluso en esa
improbable situación, la seguridad social podrá pagar 75 por ciento de sus
beneficios obligatorios, un número mayor de los beneficiados bajo la llamada
reforma de Bush. ¿Es esto una solución?
"La seguridad social es el punto débil del estado de bienestar", dijo
recientemente un prominente derechista republicano. Es una distorsión de los
hechos que demuestra la verdadera intención tras la seudo reforma de Bush.
La seguridad social, junto con Medicare, no es ningún punto débil. Es
posiblemente el búnker más fortificado y posiblemente impenetrable del estado de
bienestar. La realidad es que el Presidente Bush y los derechistas republicanos
tienen a la seguridad social en la mira debido a su éxito, y no por su inminente
fracaso.
¿Pueden imaginar ustedes un programa que: es (a) muy exitoso en su misión de
proveer un retiro digno a millones de personas; (b) es sólido desde el punto de
vista financiero; y (c) inmensamente popular?
Los fanáticos del capitalismo de laissez-faire no pueden imaginar nada de esto.
Para ellos esto es el equivalente de una velocidad mayor que la de la luz para
un físico. Es un resultado teóricamente excluyente, imposible. Contradice las
creencias básicas y toda una visión del mundo. Una cosa tal no puede existir.
¿Y qué si una cosa así existe? Debe ser destruida. ¡Ahora! Porque el éxito y la
continuada existencia de la seguridad social son una demostración perenne de que
los arreglos institucionales que no son inobjetablemente de mercado libre pueden
funcionar bien e incluso de manera eficiente para servir las necesidades
humanas. Para los ideólogos de la Fundación Heritage y los ultra conservadores
del Partido Republicano en todo el mundo, la seguridad social es algo maligno
in situ a partir del cual, si no se extirpa de inmediato, se podría extender
bajos las circunstancias adecuadas el cáncer de la redistribución de los
ingresos y del estado de bienestar.
Los ideólogos de la extrema derecha saben que la seguridad social, a pesar del
extendido mito de que es una especia de fondo de ahorros personales al cual los
individuos contribuyen durante sus años de vida laboral y del cual luego retiran
fondos cuando se jubilan, es un programa de bienestar social. Es un programa de
seguridad de ingresos por medio de la redistribución de los ingresos, y por lo
tanto es anatema.
Se supone que los norteamericanos aborrezcan los programas de bienestar social,
al menos eso es lo que la derecha quiere y lo que obtiene la mayor parte de las
veces, al menos cuando se trata de muchos de los programas para los pobres. Pero
a los norteamericanos les gusta la seguridad social, la cual beneficia no sólo a
los pobres, sino también a la clase media. Si la derecha atacara directamente a
la seguridad social como un programa de bienestar social, pudiera terminar
haciendo más para rehabilitar la imagen de los programas de bienestar que
destruyendo a la seguridad social. Al hacerlo, también haría comprender a la
gente que como programa de bienestar social, es el gobierno federal, es decir,
el Congreso y el Presidente, los que deciden acerca de los niveles de beneficio
de la seguridad social.
Esto también significa que, con una simple firma, el Congreso y el Presidente,
usando el poder de los impuestos, pueden arreglar cualquier problema financiero
que la seguridad social tenga. Esta es la razón principal, aunque no la única,
de por qué la crisis de la seguridad social es tan falsa. (Véase el excelente
libro de Dean Baker y Mark Weisbrot, Seguridad social: la falsa crisis.)
Pero los adoradores del ídolo de un mercado libre puro no quieren que el pueblo
norteamericano comprenda que el problema de la seguridad social es de
prioridades sociales y de voluntad política.
Así que la derecha necesita un enfoque que no sea el de demonizar a la seguridad
social como "otro fracasado programa de beneficio social de un gobierno
inflado". El envejecimiento de la población, que no significa la bancarrota,
pero sí requiere de algunos ajustes al sistema de seguridad social, les brinda
una oportunidad dorada para cuestionar la salud financiera del programa e
incluso amenazar con el fantasma de la bancarrota inminente.
Las distorsiones y manipulaciones que están usando la administración y sus
cómplices para demostrar su caso de una crisis de la seguridad social y a favor
de la privatización como solución son impresionantes, incluso en comparación con
las normas de las Armas de Destrucción Masiva. Desde la Guerra Civil la economía
norteamericana ha estado creciendo como promedio 3,5 por ciento anualmente. Sin
embargo, a fin de argumentar que la seguridad social se hará insolvente, la
administración supone que el crecimiento económico de los próximos 75 años será
de 1,8 por ciento anual, aproximadamente la mitad de la tasa actual. ¿Por qué?
Porque puede hacerlo, y porque el crecimiento lento encaja en el argumento de la
administración de que la seguridad social va a reventar. No importa que haya una
base real para esta predicción. Irónicamente, el pronóstico de un futuro
económico sombrío proviene de un presidente que nunca se cansa de pregonar su
optimismo acerca de Estados Unidos
De forma característica, el optimismo se restaura mágicamente cuando la
administración asegura que su presupuesto reducirá el déficit. Ahora la
administración asume una alta tasa de crecimiento económico. ¿Por qué? Porque
puede y porque, en este caso, los argumentos de la administración relacionados
con el déficit requieren de un rápido ritmo de crecimiento.
Esto no es economía basada en la realidad; en el mejor de los casos es un
pronóstico basado en la fe, y en el peor puras mentiras. Se está vendiendo al
pueblo norteamericano el espejismo de una crisis a fin de sacrificar a la
seguridad social en el altar de la ideología derechista, para piratear mejor
parte del dinero de los trabajadores en beneficio de los benefactores del
Partido Republicano en Wall Street. Mientras tanto, la mayor parte de los medios
principales se dedican fundamentalmente a los detalles técnicos e ignoran el
cuadro total.
Sin embargo, la lucha no ha terminado y esta vez puede que Bush haya exagerado.
Con las apuestas extremadamente altas y las encuestas que muestran que el
público se opone al plan del Presidente, esta es una lucha que puede ganarse y
el combate de una generación por el Partido Demócratas y por todo lo progresista
en Estados Unidos.
La derecha, que ha estado ganando casi todas las batallas de los últimos
veinticinco años, quisiera que la sentencia de muerte de la seguridad social
fuera el Waterloo de todas las causas y fuerzas progresistas de Estados Unidos.
Nada es más importante que hacer de esta batalla el Stalingrado de la derecha.