Internacional
|
La responsabilidad del pueblo de Estados Unidos
Gilberto López y Rivas
Es un lugar común en el discurso de la izquierda latinoamericana hacer una
distinción en la lucha antimperialista entre el pueblo estadunidense y su
gobierno genocida. Lejos de estimular el odio fundamentalista hacia todo lo que
provenga de Estados Unidos, se exaltan las cualidades democráticas que hicieron
famoso al hombre de la calle que con una Constitución en la mano
proclamaba a los cuatro vientos los ideales de igualdad para todos en la
tierra de oportunidades
que para muchos emigrantes ha sido el Coloso del Norte.
Cómo negar la influencia que para millones de personas han significado el
modo de vida americano, su música, literatura, cinematografía, tecnología,
sus múltiples patrones culturales adoptados en el ámbito planetario. El poder de
atracción que Estados Unidos ha ejercido en las masas empobrecidas y
perseguidas, particularmente de Europa, se hizo notar significativamente en los
siglos XIX y XX, cuando millones de refugiados cruzaron el Atlántico en pos de
una vida mejor. No sería menor la presencia de emigrantes provenientes de Asia y
América Latina que buscan aún hoy en día las condiciones elementales de
sobrevivencia que no ofrecen sus respectivos países.
Con todo, lejos han estado los sucesivos gobiernos de Estados Unidos desde su
fundación, en el siglo XVIII, de hacer realidad ese ideal de democracia e
igualitarismo que enarbolaron sus Padres Fundadores. Guerras de conquista,
exterminio de pueblos indígenas, esclavitud, linchamiento, racismo,
incorporación de territorios de los poderes coloniales en decadencia y
ocupaciones neocoloniales marcan la historia de la formación de Estados Unidos
como nación.
Claro que no hay que perder de vista el otro lado de esta historia: el de
los rebeldes, opositores, intelectuales pacifistas, los héroes anónimos del
movimiento obrero sindicalista, los activistas antisegregacionistas y en favor
de los derechos civiles, las mujeres que pagaron con cárcel y represión el
derecho al voto, los internacionalistas de la Brigada Lincoln en la guerra de
España, los resistentes contra la guerra de Vietnam. Minorías de iconoclastas
que rompían con la ideología de racismo, intolerancia política, sexismo y
estrategias imperialistas promovida por las clases dominantes del Estados Unidos
blanco, anglosajón y protestante (WASP).
País de paradojas, provoca que la admiración concitada a nivel mundial sólo sea
comparable con el odio inducido por la estela de muerte y destrucción que para
muchos pueblos ha significado la intervención de Estados Unidos en sus
respectivos naciones. Particularmente en lo que respecta a América Latina, los
"bárbaros del Norte" ocuparon, intervinieron o atacaron militarmente a México,
Cuba, Puerto Rico, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Panamá, Granada, República
Dominicana, Haití, entre otros, y coadyuvaron y apoyaron cruentos golpes de
Estado, así como sangrientas dictaduras militares en casi todos los países de
Centroamérica y el Cono Sur, ganándose los yanquis con creces el calificativo
que fue excluido del himno sandinista de "enemigos de la humanidad".
Las preguntas que surgen son: ¿hasta qué punto son responsables los pueblos de
las acciones de sus gobiernos? ¿Es posible exentar de todo yerro a los millones
de personas que conscientes o por omisión apoyan una política colonial,
neocolonial o imperialista llevada a cabo por gobiernos supuestamente electos
democráticamente? En los crímenes contra la humanidad de Hitler y el grupo
gobernante del régimen nazi, ¿son inocentes de complicidad, al menos, los
millones de alemanes que apoyaron el fascismo y formaban parte de su maquinaria
infernal? En las actuales guerras neocoloniales en las que se masacra
diariamente a los pueblos de Irak y Afganistán, supuestamente en nombre de la
democracia y la "lucha contra el terrorismo", ¿qué piensan los padres, las
madres, las jóvenes esposas? ¿Sólo cuando el número de muertos y heridos del
ejército de Estados Unidos comienza a incrementarse se hace conciencia de los
significados de la guerra y la ocupación de un país extranjero, y eso en una
minoría de dolientes? ¿No será que hasta en la muerte hay racismo y que los más
de 100 mil asesinados en Irak importan poco para la mayoría del pueblo de la
potencia ocupante? ¿La impopularidad creciente del actual presidente de Estados
Unidos se debe a su ineficacia en la conducción de una guerra de
agresión, o a la injusticia de la misma? En la época de la comunicación y de la
Internet, ¿se puede aducir no saber qué ocurre en Guantánamo, en las cárceles de
Irak, en las estaciones secretas de detención y tortura de la Agencia Central de
Inteligencia en Europa y en otras partes del mundo? ¿El hombre y la mujer de la
calle de cualquier ciudad estadunidense tienen conciencia de la agresión
permanente de su gobierno contra el pueblo de Cuba durante más de 45 años? ¿Del
apoyo de Estados Unidos a Somoza, Castillo Armas, Trujillo, Pérez Jiménez,
Duvalier, Pinochet, Franco y cuanto dictador pro estadunidense ha existido sobre
la Tierra en las últimas décadas? ¿Se han preguntado sobre las razones de un
sentimiento creciente de antiamericanismo en el mundo entero? ¿Qué
piensan la mayoría de científicos, técnicos, escritores, profesores, estudiantes
graduados de sus prestigiadas universidades sobre el papel que está jugando
Estados Unidos como principal promotor del terrorismo global de Estado? ¿Conocen
la esencia contestataria de la obra de Chomsky, considerado el intelectual
contemporáneo más influyente a nivel mundial?
Si algún día Bush y su grupo son juzgados por crímenes de lesa humanidad,
¿estará el pueblo de Estados Unidos libre de cualquier responsabilidad?