Europa |
Europa fue a la guerra
Leyla Carrillo Ramírez
Rebelión
Cuando niños solíamos entonar "Mambrú se fue a la guerra", inocentes de lo que
ésta representaba para la humanidad. Europa vivió dos guerras mundiales, con un
saldo de más de sesenta millones de muertes, sin contar los heridos, mutilados y
desplazados. Entonces los europeos prometieron salvaguardar la paz a toda costa.
Hoy el flagelo de la guerra parece más distante e impersonal, porque aquella
experiencia ha sido transformada, desde finales del siglo XX y en los albores
del XXI con operaciones militares en otros continentes, donde los europeos
secundan a su principal aliado: los Estados Unidos.
Sarajevo y Bosnia sólo fueron el preámbulo para ulteriores acciones "en nombre
de la paz", en la lucha denominada antiterrorista o en acciones más complejas,
inducidas por la Alianza Trasatlántica. ¿Actores o coautores? La definición
jurídica puede oscilar, según quien califique. Lo evidente es que Europa asiste
y participa en múltiples escenarios bélicos y veinte Estados de la Unión Europea
integran la OTAN, mientras que tres son socios asociados, escaño inmediato
inferior para ingresar a la Organización.
Si recontamos los pretextos para la guerra podríamos imitar la canción infantil.
Pero con, o sin ella, la presencia europea se patentiza y metamorfosea hasta
abarcar cuatro continentes. El rechazo popular es secundario para los
gobernantes europeos, sólo importa cumplir los objetivos, pese al enunciado del
prólogo en el Tratado Constitucional Europeo: "Europa desea obrar en pro de
la paz, la justicia y la solidaridad en el mundo" o en sus objetivos: "la
finalidad de la Unión es promover la paz, sus valores y el bienestar de sus
pueblos". Los otros pueblos son irrelevantes. Sin embargo, en el capítulo
destinado a Política Exterior y de Seguridad Común, la PAZ o la evitación de la
guerra son omisas.
El terrorismo de Estado, el genocidio anti-iraquí o anti-afgano, o el terrorismo
mediático que los Estados desarrollados despliegan para incitar a acciones
coercitivas contra la República Popular Democrática de Corea, Irán o Siria se
interpretan como normales y lógicos para Europa, tanto en sus relaciones con
Israel y ante el conflicto palestino, como en la instigación de "intervenciones
humanitarias", como es el caso de Haití, donde precisamente los derechos humanos
están peor que antes, desde el ingreso de las Naciones Unidas, Francia y otros
europeos, que reconocen el clima de violencia, por el que más de mil personas
han sido víctimas de la ocupación.
Y es porque la neoglobalización de la ilegalidad jurídica internacional se ha
convertido en algo cotidiano para la mayoría de la comunidad eurocomunitaria.
Veamos sino la reticencia o el distanciamiento ante las violaciones innegables
del gobierno norteamericano contra los "detenidos ilegales" en las bases de Abu
Ghraib y Guantánamo. Las fuerzas de ocupación en Afganistán—y no merecen otro
nombre, según el Derecho Internacional-- estarían obligadas a proteger a los
talibanes y milicias según el Convenio III de Ginebra, porque los prisioneros de
guerra provenientes de Al Quaeda o sospechosos de serlo, son prisioneros de
guerra, por tratarse de un conflicto internacional.
Europa ha silenciado durante varios años la verdadera esencia del "combatiente
no privilegiado" inventada por los Estados Unidos, pero tampoco ha mostrado
intención de que se establezca un tribunal competente, caso de que no tengan el
derecho al estatuto de prisioneros. Estados Unidos no aplica su propia norma
nacional de 1997 con la categoría de prisioneros de guerra. La TORTURA, cometida
en Irak o Afganistán, contraviene ocho normas del Derecho Internacional, cinco
del Derecho Internacional Humanitario y tres sobre Derechos Humanos. Pero,
además, en el caso de Guantánamo, los Estados Unidos y el silencio cómplice de
sus aliados europeos, niegan el Artículo 2 del Convenio para la Explotación
Carbonera y Naval, al permitir la utilización de ese territorio como campo de
concentración.
Los reductos de guerras precedentes o actuales han colocado a Europa ante una
situación peligrosa, como es el caso de las minas, los artefactos explosivos
abandonados, proyectiles de artillería, granadas de mortero, misiles y bombas
racimos, ensayadas desde la guerra en la exYugosavia. No es posible olvidar que
las explosiones de uranio empobrecido fueron estrenadas en ese territorio, para
utilizarse—pocos años más tarde—en los conflictos bélicos del presente siglo. De
los 82 Estados sufrientes de estas armas, Polonia heredó los resultados de la
invasión nazi; Kosovo se encuentra entre los más afectados, con 30 mil
artefactos sin estallar, Bosnia-Herzegovina y Chechenia. Afganistán integra la
lista actual, sin olvidar Irak, donde todavía no sería "útil" declararlas.
La enajenación bélica europea y su necesidad de atemperarse a los compromisos
trasatlánticos se expresa en el último decenio con la proliferación de cuerpos
militares: (EUROCUERPO, (EUROFOR), (EUROMARFOR). SIAF (Fuerza
Anfibia Hispano-Italiana) y El Grupo Aéreo Europeo (European Air Group), entre
otros.
La reticencia inicial francesa y alemana de participar directamente en la guerra
de Irak o la retirada anunciada por el Gobierno socialista español, se han
transformado paulatinamente en asesoría o, como por ejemplo, la reciente
instalación de un satélite francés en Afganistán para la detección del
movimiento de tropas, la formación estilo "gendarmerie" francesa de la policía
iraquí y afgana, el incremento del apoyo sanitario en hospitales germanos a los
combatientes norteamericanos Resulta un detalle curioso que solamente la
participación de las fuerzas armadas españolas en Bosnia (SFOR), entre 1992 y
2004 asciende a 1.504,34 millones de euros; la Operación de Afganistán
(eufemísticamente denominada Libertad Duradera) entre 2002 y 2004 costó 194,58
millones de euros y en Irak desde 2003: 259,24 millones de euros.
Pero lo más significativo es el incremento de tropas "de nuevo tipo" británicas
e italianas. No hay que olvidar el reciente escándalo londinense por fondos
destinados a un regimiento invisible, que enmascaró la contratación de
militares, sólo visibles en Irak. Esa modalidad militar parece que habrá de
extenderse en los próximos tiempos, incluso para aplacar la repulsa de las masas
a participar en guerras allende los mares, como es el caso de Grecia, donde ya
estudian la posibilidad de contratar fuerzas armadas, para disminuir la
manifestación de objetores de conciencia, opuestos a enmascarar el "orgullo de
defender la patria", donde ésta no tiene necesidad de ser defendida.
Hoy se advierten con mayor frecuencia modalidades participativas, como es el
caso del ejército británico, que imita al norteamericano con la utilización de
"soldados contratados" y, que en el orden interno, funciona mediante agencias
privadas militares o de seguridad. Esta terminología "comercial" no oculta el
delito de mercenarismo.
Un recuento nos permitiría recordar que los belgas aplicaron durante su fase
final en el Congo al mercenario, lo que más tarde introdujeron Savimbi y Mobuto
en Angola. En Surafrica el hijo de la Primer Ministro británica utilizó
mercenarios contratados en un intento de golpe de Estado. Posiblemente por ese
motivo, los africanos hayan sido los pioneros al concertar un convenio contra el
mercenarismo, que para serlo, se sustenta en "la intención de causar daño,
mediante la remuneración monetaria u otros favores". En el ocupado Irak, con el
sobrenombre de agentes de seguridad privados—antiguos combatientes de ejércitos
profesionales contratados—desmovilizados del ejército de Su Majestad británica
fungen como ejército irregular buscando fortuna en calidad de "Agentes de
Seguridad Privados", con una paga de 15 mil dólares mensuales (varias fuentes
señalan 15 mil británicos contratados contra 8,700 soldados de las fuerzas
regulares de ese país).
Luego de nueve años de negociaciones, la Asamblea General de Naciones Unidas
aprobó, sin votación, el 4 de diciembre de 1989, la Convención Internacional
contra el Reclutamiento, utilización, financiación y entrenamiento de
mercenarios, que requiere 20 ratificaciones para entrar en vigor. ¿Adivinamos
quién se opone?: Estados Unidos. Entre los 24 Estados prestos a consentir su
obligación internacional, sólo son europeos: Azerbaiyán, Belarús, Bélgica,
Chipre, Croacia, Georgia, Italia, Turkmenistán y Ucrania. No han ratificado la
Convención, habiéndola suscrito: Alemania, Polonia, Rumania y Yugoslavia.
El mercenarismo comienza a integrarse discreta, pero eficazmente en diversas
empresas transnacionales en la economía y los servicios europeos. Su mayor
peligro radica en la extensión de este mal a los escenarios bélicos donde Europa
está presente. EUROPA está en la guerra.
Leyla Carrillo Ramírez. Centro de Estudios Europeos. Miembro de las Sociedades
Científicas de Derecho Internacional y Constitucional de la Unión de Juristas de
Cuba