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Cr�nicas de una revuelta anunciada
Ulysse Urriola
Desde hace doce d�as Francia ocupa las primeras p�ginas de la prensa
internacional y de todos los medios de comunicaci�n. Las im�genes transmitidas
por la televisi�n planetaria apuntando a la rebeli�n incendiaria de los j�venes
franceses � de segunda gene-categor�a �, ha creado la justa inquietud de algunos
y el regocijo de otros. Una vez m�s se ha tratado de ocultar y desvirtuar las
verdaderas razones que explican la generaci�n de este estallido social de
consecuencias imprevisibles.
La muerte de dos j�venes electrocutados, tras ser perseguidos por la polic�a en
las afueras de Par�s, pareciera ser el detonador de esta r�plica masiva y de
violencia callejera inusitada, desplegada por miles de j�venes cuyas edades
fluct�an entre los 11 y 25 a�os, a lo largo y ancho del pa�s. Esto no ha sido
m�s que la gota que rebals� el vaso y que tiene sus or�genes en una pol�tica
sistem�tica de discriminaci�n y de racismo encubierto hacia las poblaciones
extranjeras -fundamentalmente las antiguas colonias- practicadas durante d�cadas
por los sucesivos gobiernos de la V Rep�blica.
Cuando Francia solicit� el concurso de los extranjeros, inmediatamente despu�s
de la segunda guerra mundial, no hubo aparentemente dificultad para integrar a
la reconstrucci�n de la naci�n a miles de for�neos provenientes de Espa�a y
Portugal, entre otros. Posteriormente, fueron los de Africa del Norte, conocidos
como los pa�ses magrebinos. Ellos no s�lo se asentaron en nuestro pa�s sino que
adem�s formaron familias y construyeron su futuro en esta nueva patria.
Voluntariamente se omite aceptar que todos estos extranjeros formaron parte
activa en la reconstrucci�n de Francia destruida por la guerra, al mismo tiempo
que se inscrib�an en una clase social determinada, la de los trabajadores, y que
inevitablemente sufrir�an los efectos de la evoluci�n del capitalismo franc�s
inserto en el contexto mundial.
Los j�venes implicados en la revuelta actual pertenecen a una segunda y tercera
generaci�n de emigrados, en casi su totalidad nacidos en Francia, por lo tanto
franceses crecidos y educados en los valores de la Rep�blica, a priori, en
igualdad de condiciones frente al resto de sus compatriotas lo que desecha la
hip�tesis del problema de � integraci�n �.
La crisis actual tiene sus ra�ces en dos fen�menos bien diferenciados. El
primero es que estos j�venes franceses de ancestros extranjeros sufren al igual
que los franceses de � origen �, la misma ley del capitalismo neoliberal que
marginaliza vastas capas de la poblaci�n dobleg�ndolas a una condici�n
infrahumana de vida, que comienza por el desempleo, les impide el derecho
habitacional por falta de solvencia econ�mica y termina por excluirlos
completamente del sistema. Las tasas de cesant�a que se registran en estas � cit�s �
donde han tenido forzosamente que replegarse estas familias, supera en el doble
o m�s, los �ndices de desempleo a nivel nacional. Es evidente que las
posibilidades de igualdad y de competitividad sobre el mercado laboral son
�nfimas en relaci�n a las capas m�s solventes de la poblaci�n, a�n m�s, cuando
se sabe que el acceso a la educaci�n y formaci�n de estos j�venes ha sido
violentamente limitada por la escasez de recursos materiales y de acompa�amiento
necesario, sea familiar o exterior.
El segundo fen�meno dice relaci�n con los prop�sitos racistas que deben soportar
lo que potencializa el primero. Es decir, los problemas de inserci�n son a�n
mayores en la medida que no s�lo deben afrontar las dificultades propias a su
condici�n de clase desfavorecida, sino que adem�s est�n sujetos a la mirada
suspicaz del � extranjero que viene a comer su pan � o bien y peor, el emigrante
que socava las bases mismas de la convivencia por su condici�n de afuerino que
perturba el orden y siembra el miedo a partir de un supuesto � delictual �
incompatible con la unidad nacional.
Entre paradoja e hipocres�a, los j�venes que � destruyen � los cimientos de la
institucionalidad del Estado, se ven enfrentados al doble castigo : son v�ctimas
de la pauperizaci�n a todos los niveles porque descienden de una clase excluida
y porque la imagen de � extranjeros � que proyectan en los franceses de
� origen � acrecienta la sospecha de esa misma incompatibilidad. Seamos claros,
el racismo franc�s no desapareci�
con la � descolonizaci�n �. S�lo fue reinvertido de otra manera, en la
apariencia aceptando la diversidad cultural y �tnica que enriquecer�a nuestra
potencia pero en realidad siempre y hasta ahora, se mantuvo la concepci�n oculta
y probablemente inconsciente, que los extranjeros despose�dos no son m�s que
individuos inferiores.
No es posible concebir que los unos y los otros teniendo reivindicaciones
esenciales en com�n, no puedan coexistir y luchar por los mismos intereses que
los cohabitan. La ideolog�a dominante del poder econ�mico y pol�tico que ha
reinado hasta ahora, ha inculcado la idea de la � fractura social �, de la
� diferencia cultural � de la � civilizaci�n y la barbarie � y tantas otras
premisas antojadizas que han permitido la noci�n de exclusi�n entre los mismos
franceses.
Esta pol�tica premeditada de los gobernantes de nuestro pa�s, se ha visto
incrementada negativamente por el catastr�fico gobierno que tenemos desde el a�o
2002, cuya legitimidad es ya altamente sospechosa. Este gobierno de ultraderecha
que no ha vascilado en desmantelar todos los servicios p�blicos en detrimento de
los intereses de la naci�n, privatizando todo lo que est� a su alcance y
cubierto por las � directivas europeas � ha conseguido crear una econom�a a dos
velocidades. Mientras las grandes empresas realizan beneficios insospechados,
las clases desposeidas no cesan de perder su poder adquisitivo a tal punto que
una capa creciente de indigentes se instala en nuestro pa�s de manera durable
donde las familias de estos j�venes en rebeli�n figuran en primera l�nea.
Por cierto, la arbitrariedad aplicada no puede sostenerse sin un cuerpo
legislativo que la acompa�e y que est� dispuesto a crear todas las leyes
necesarias con el objeto de continuar sin l�mites en su carrera desenfrenada de
zanja social impuesta al conjunto de la poblaci�n.
Consecuencialmente, la estructura represiva del Estado va in crescendo, lo que
la lleva a dictar cada d�a m�s leyes que limitan las libertades individuales y
colectivas, que frenan la organizaci�n sindical, que reprimen el derecho laboral
y que por supuesto, estigmatizan una cierta poblaci�n (la de los emigrados y
asimilados) a una presunta conducta marginal y contraria a los � intereses de la
naci�n �.
El gobierno, inserto en las pol�ticas neoliberales a ultranza, no s�lo se
contenta de marginalizar los emigrados, entre otros, sino que adem�s penaliza su
precariedad que es reprimida a trav�s de la suspensi�n de subvenciones y
subsidios o simplemente la eliminaci�n de recursos bajo la consideraci�n que nos
son � familias dignas � de percibir las ayudas del Estado.
La juventud francesa en general y la asignada � extranjera � por su color, se ve
sometida constantemente a las presiones de la polic�a que no trepida en ejercer
controles de identidad abusivos en la b�squeda incesante de comportamientos
� ilegales �. Esta determinaci�n gubernamental de persecuci�n a los franceses
sospechosos de � extranjer�a de origen �, est� encabezada personalmente por el
ministro del interior, Nicolas Sarkozy, hijo de un emigrado h�ngaro, cuya
obsesi�n � s�curitaire � sobrepasa lo imaginable. Inspirado en el sistema
estadounidense, profundo admirador del sistema judicial expeditivo
norteamericano, y candidato presidencial a las elecciones de2007, encarna lo
inaceptable para todos estos j�venes franceses que se ven amenazados en su
propia identidad, y con raz�n, pues este personaje dudoso de sus propias
capacidades mentales, pero con un gran acierto populista, concita la atenci�n
preferencial de los medios de comunicaci�n franceses que siguen su juego de
disipar los miedos de la poblaci�n, todos ligados a la � seguridad �.
Es en ese contexto que los j�venes franceses ha respondido en�rgicamente a la
agresi�n permanente del ministro del interior, que en vez de apagar el fuego lo
ha alimentado con sus declaraciones y actos y que una vez m�s, todo lo que ha
ofrecido es m�s de lo mismo, es decir m�s represi�n. La gesti�n del conflicto
por parte del ministro y del gobierno en su conjunto, intervenciones de Chirac y
de deVillepin, no han logrado en absoluto apaciguar los �nimos, muy por el
contario, no han hecho m�s que exaltar la violencia de los j�venes sinti�ndose
absolutamente despreciados y se�alados como criminales. La criminalizaci�n de la
juventud francesa por parte del gobierno, que trata por todos sus medios de
reestablecer el orden republicano a cualquier precio ignorando las causas que
engendran el conflicto, puede conducirnos a un desenlace a�n m�s dram�tico de la
situaci�n.
Esta noche esp�rabamos una respuesta m�s consistente de la parte del primer
ministro en alocuci�n a la televisi�n. Sin embargo, no hizo m�s que reafirmar la
pol�tica del gobierno en el sentido de endurecer su posici�n aferr�ndose a los
valores de la Rep�blica en aras de restaurar el orden en nombre de la ley para
lo cual anunci� la eventualidad de colocar todas las localidades � sensibles �
bajo toque de queda nocturno sin privarse de la carta de militarizar el
conflicto.
La actitud gubernamerntal y la desesperaci�n de los j�venes franceses que
participan activamente en esta insubordinaci�n con �ndices autodestructores
tambi�n, permite pensar que el desenlace de la crisis tendr� caracter�sticas
dram�ticas donde ser� necesario delimitar las responsabilidades del gobierno. Ya
en este minuto hay m�s de cien j�venes, muchos de ellos menores, que se
encuentran en las c�rceles. Seguramente ma�ana habr�n otros tantos y as� muchos
m�s en la l�gica del gobierno, pero qu� se obtendr� como lecci�n si la gesti�n
del conflicto se da entre dos bandas : la de los � insurrectos � y las
policiales ?
El silencio de la oposici�n se deja oir ! Curiosamente, los an�alisis
acostumbrados de los responsables pol�ticos de este pa�s no se escuchan, como si
se esperara un desenlace fatal, uno m�s, para que reaccionen en funci�n de sus
propios intereses electorales o de poder independientemente de los
acontecimientos, que por tanto atraviesan medularmente la problem�tica social,
econ�mica, pol�tica y moral de nuestra Francia, pa�s de los derechos humanos,
nuestra Francia tierra de acogida, mitos que cayeron estruendosamente desde el
28 de octubre pasado.
Es imperativo que las organizaciones sociales de todos los horizontes, las ONG y
asociaciones diversas nos movilicemos r�pidamente para evitar una cat�strofe
mayor y exijamos un amplio debate democr�tico con el conjunto de los actores
implicados en esta coyuntura con el objeto de encontrar soluciones reales para
los sectores mas desfavorecidos de nuestra sociedad, donde la juventud tenga su
lugar y reconocimiento.