Las cumbres iberoamericanas han sido incapaces de hacer cumplir su retórica
respecto a las lacras sociales de América Latina, que desde la cita fundacional
en Guadalajara, México(1991), se han incrementado. Ello se debe, en primer
término, a que ya en esa época la unipolaridad estadunidense se manifestaba
abiertamente. Se acentuó la subordinación de las burguesías ibéricas y de
América Latina a la superpotencia, lo que mermó más aun sus posibilidades de
mantener posturas internacionales autónomas. Esto llevó, a su vez, sobre todo en
la región latinoamericana, al avance arrollador de la ofensiva neoliberal con
sus nefastas consecuencias sociales. Y es que la orientación política de un
mecanismo internacional depende, ante todo, de la predominante en los gobiernos
miembros.
Sin embargo, todo hay que decirlo, las cumbres iberoamericanas tuvieron también
la virtud de excluir a Washington por primera vez de los encuentros de jefes de
Estado latinoamericanos y de incluir a Cuba para disgusto de aquel. No es casual
que en respuesta a la reunión de Guadalajara, la diplomacia yanqui reactivara
las cumbres de las Américas, con el propósito expreso de oponerse al más leve
intento de independencia de los países al sur del río Bravo. Con ese cometido
diseñó el ALCA y sus ramificaciones de implicación militar como el Plan
Colombia, el Plan Puebla-Panamá y el establecimiento de nuevas bases bélicas en
Colombia, Aruba, Ecuador, Perú y Paraguay. Estas herramientas también persiguen
desalojar de América Latina a los capitales no estadunidenses, y por tanto al
español. Lejano del espíritu de cooperación pregonado por las cumbres
iberoamericanas, este enfrenta, sin embargo, esa amenaza del imperialismo
estadunidense, contradicción explotable por los gobiernos progresistas y
populares, para fortalecer su posición negociadora.
Una nueva realidad ha hecho que cambie la situación política en América Latina.
El neoliberalismo está en bancarrota no sólo por el desastre económico y social
a que ha llevado, sino porque los pueblos de la región se niegan a aceptarlo por
más tiempo. De la cumbre de Guadalajara a nuestros días surgieron potentes
movimientos populares contra los planes de ajuste y las privatizaciones,
por el derecho de los campesinos a la tierra, por los derechos de los pueblos
indígenas, por la defensa del agua, la biodiversidad y el derecho al usufructo
nacional de los recursos naturales. Eso que se ha llamado populismo
despectivamente por los tecnócratas lleva en sus entrañas más recónditas los
nuevos vientos de la revolución latinoamericana, pospuesta pero viva en el
inconsciente colectivo. Los movimientos han mostrado su capacidad para deponer
presidentes y para aupar al gobierno opciones de cambio, que si no siempre han
satisfecho las expectativas de los electores, sí han, como en el caso de Brasil,
Argentina y Uruguay, dado pasos independientes frente a Estados Unidos. Por su
parte, Hugo Chávez en Venezuela ha desarrollado una política exterior
tercermundista y de integración latinoamericana y caribeña, cuyo resorte, el
ALBA, ya ha conseguido logros concretos como los solidarios convenios con Cuba,
Petrocaribe y los acuerdos energéticos y en otros campos con sus vecinos del
sur. A ello hay que añadir la obtención en seis años de grandes logros sociales
que han robustecido su probado apoyo popular. Estos hechos, unidos a una Cuba
que enarbola altiva su bandera socialista pese al inclemente hostigamiento
imperial, han producido un cambio en la correlación de fuerzas en América Latina
que hace de ella la región del mundo donde hoy se libra la batalla decisiva
contra el imperialismo estadunidense y sus pretensiones de imponer una dictadura
fascista en el mundo. Las cumbres iberoamericanas no son impermeables a estas
realidades, como no lo son los gobiernos neoliberales en América Latina, que ya
no se atreven a admitir su adhesión a ese modelo y tratan de enmascararla
recurriendo a una fraseología hueca y engañosa.
No ha de subestimarse que en la reciente Cumbre Iberoamericana de Salamanca
fueran reafirmados los principios del derecho internacional y derrotado el
intento de otorgarle facultades supranacionales a la Secretaría General creada.
Junto a los pronunciamientos exigiendo a Estados Unidos el fin inmediato del
bloqueo a Cuba(no "embargo" como quería Washington) y la extradición a Venezuela
del terrorista Luis Posada Carriles constituyen victorias de los pueblos
latinoamericanos.