Argentina: La lucha continúa
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Lo viejo y lo nuevo en la Argentina
Facundo Aguirre
Panorama Latinoamericano
Dos registros diferenciados de la realidad argentina concentran hoy la atención
pública: la crisis del peronismo; y la conflictividad laboral y social donde se
destaca la recomposición del movimiento obrero. Ambos sucesos expresan la
continuidad de la crisis orgánica. Son la manifestación de la crisis de
representación por la que atraviesa la política burguesa y del cambio en la
disposición de fuerzas en la lucha de clases y entre las facciones políticas que
disputan las porciones del poder.
Lucha de facciones
La lucha interna entre el presidente Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde (ex
presidente y jefe territorial del peronismo bonaerense), ha dividido al Partido
Justicialista en la provincia más poblada y de mayor concentración obrera y de
pobres urbanos de la Argentina. Allí la pelea es entre las esposas por el cargo
de senadora en las elecciones de octubre: Cristina Kirchner, en las listas del
Frente para la Victoria, y de Hilda Chiche Duhalde por el PJ. Este
enfrentamiento ha sido bautizado por los operadores del presidente como la madre
de todas las batallas y concentra toda la atención electoral. Teniendo en cuenta
que el PJ –aunque altamente fraccionado- fue el único partido burgués que
sobrevivió al levantamiento popular del 2001, como un partido de la contención
social, la resolución de su crisis interna es el principal tema de la política
nacional. De su resultado dependerá el futuro equilibrio de las fuerzas
políticas y va a plantear las contradicciones que dicten la relación entre clase
obrera y peronismo.
La crisis de representación
Néstor Kirchner representa a una facción pequeñoburguesa que llego al frente del
estado capitalista en alianza con el duhaldismo (una de las expresiones más
rancias de las llamadas mafias políticas y el viejo régimen). La política
burguesa esta polarizada alrededor de los intereses particulares de las
facciones en pugna. El presidente, basado en una gran ponderación popular que
espera traducir en victoria electoral, intenta derrotar al viejo aliado para
construir poder propio. Sobre esta prioridad política se guían los actos de
gobierno y se define la agenda y el discurso de un tono centroizquierdista
polarizando contra un Duhalde que agrupa a la derecha del peronismo para
defender sus posiciones amenazadas. La débil y dispersa oposición burguesa
contempla la situación sin grandes posibilidades de despegue y pensando
esencialmente en posicionarse para las presidenciales del 2007.
Lo viejo y lo nuevo
El kirchnerismo es la facción del peronismo que mejor ha comprendido la crisis
de los partidos del viejo régimen. Intenta una "renovación" que recicle desde
adentro a la vieja casta política ya sea mediante un liderazgo "progresista"
dentro del PJ o la formación –sobre la base de un ala del peronismo- de un nuevo
partido de centroizquierda. Un representante transversal –las dispersas fuerzas
y figuras centroizquierdistas y nacionalistas no peronistas del kirchnerismo-
como José Nun –Secretario de Cultura- así lo explica "No hay más remedio que
construir lo nuevo con lo viejo, y desde este punto de vista no dio suficiente
resultado una transversalidad concebida como alianza con sectores no peronistas
que garantizasen el éxito electoral. (…) Frente a esto quedaba, a mi juicio, una
sola opción válida: dar una lucha frontal como la que está dando el kirchnerismo
para constituirse en mayoría indiscutida en el movimiento peronista (…) confío,
fuertemente, que después de octubre, con un kirchnerismo firmemente establecido,
haya una redefinición táctica y sobre todo estratégica que nos permita dos años
de gobierno de Kirchner que sean francamente progresistas." (Pagina12 08/08/05)
Esto se traduce en el hecho que el kirchnerismo es hoy un conglomerado de ex
menemistas y ex duhaldistas unidos al presidente por la corrupción clientelar y
la compra de sus voluntados a través de los fondos publicos. La transversalidad
que se planteaba la idea de un Kirchner "chavista" o progresista es hoy un
completo fracaso que muestra la impotencia de la pequeñoburguesía
centroizquierdista. Nuevamente ha sido funcional al rescate de los partidos
patronales en crisis como hicieron con la UCR formando la Alianza en 1997.
El dicho criollo de que se están tragando algunos sapos –palabras del piquetero
transversal Luis D’Elia- es una confesión que califica mejor la actitud del
kirchnerismo que la máxima gramsciana con que enaltecen la opción del gobierno.
El "reformismo" del neoliberalismo del 3 ($) a 1 (U$S)
El capital político del gobierno se debe esencialmente a su discurso renovador y
populista que alienta un tenue reformismo. Pero hasta ahora ha sido el gobierno
de la gran burguesía que está haciendo ganancias extraordinarias. Esta realidad
es lo que hemos bautizado como neoliberalismo de 3 ($) a 1 (U$S), una
combinación de beneficios extraordinarios para las grandes patronales
internamente, de disciplinamiento externo con los EEUU -recordemos que junto a
Lula, Kirchner sostiene militarmente la ocupación imperialista de Haití o fueron
garantes de la estabilidad boliviana en los últimos levantamientos- y un
reformismo acotado a ciertas obras publicas y misérrimos aumentos saláriales. El
gobierno ha fijado como prioridad de la política económica el cumplimiento de
los pagos al FMI y los acreedores externos en un momento que el superávit fiscal
es $13.100 millones en lo que va del año (Clarín 17/08/05). Los ingresos extras
del estado se han utilizado para el pago de la deuda externa, la cual también ha
crecido por la especulación financiera en U$S 4.500 millones (LVO 169 11/08/05).
Mientras tanto la relación de ingresos entre el 10% de la población más rico
respecto al 10% más pobre, es de 33 veces (Nueva Mayoría. www.nuevamayoria.com/ES/)
Por ultimo, hay que resaltar la existencia bajo este gobierno del mayor número
de presos políticos desde la restauración democrática de 1983, lo que desmiente
el cariz democrático de un presidente que se jacta de su política de derechos
humanos.
Lo viejo y lo nuevo. Lucha de clases
Lo verdaderamente nuevo en la situación argentina hay que buscarlo en la lucha
de clases donde se están produciendo cambios profundos en la conciencia y la
organización. La crisis de representación actúa sobre este registro de la
realidad debilitando la capacidad de las instituciones del régimen y de las
direcciones sindicales tradicionales para contener un proceso social que destaca
la recomposición de la clase obrera. Un importante analista del mundo sindical,
Julio Godio, señala la proyección política de los actuales conflictos "Los
conflictos políticos sindicales caminan en paralelo con la lucha interna en el
peronismo, lo que da cuenta de una inédita separación entre sindicatos
peronistas y gobierno peronista. En un país como la Argentina era inevitable que
la situación genere todavía mucha inquietud y malestar, que podría tener
diversas manifestaciones políticas" (Pagina12 08/08/05).
La huelga del personal no medico del Hospital Garrahan, en la Ciudad de Buenos
Aires, concentra la atención pública y es la primera gran lucha de importancia
contra el gobierno. Un periodista amigo del kirchnerismo explica la posición
oficial señalando que "el Gobierno es arisco a negociar. Interpreta que está
frente a un "caso testigo", que un acuerdo triunfal para la comisión interna
tendría un fenomenal efecto cascada". (Pagina12 14/8/05). El trasfondo de esta
preocupación oficial es una recomposición de las luchas obreras por el salario y
las reivindicaciones postergadas de diversas capas de los trabajadores. El
primer semestre del 2005 –tomado hasta el mes de julio- se han sucedido 437
conflictos laborales y 119 cortes de rutas mensuales. Muy por arriba del 2004
que en todo el periodo presencio 249 enfrentamientos sindicales y 98 cortes de
ruta. (Nueva Mayoría http://www.nuevamayoria.com/ES/). Recientemente se han
sumado a la lucha los docentes y estudiantes universitarios contra la Ley de
Educación superior vigente y en reclamo de salarios y mayor presupuesto. También
los movimientos de desocupados han vuelto a movilizarse concentrando la atención
mediática. La respuesta oficial ha sido una brutal campaña maccartista contra la
"ultraizquierda y el trotskysmo"[1].
Presión de la base y democracia asamblearia
En este fenómeno se combinan distintos tipos de luchas: además de aquellas
dirigidas por los sindicatos –con gran presión de las bases- las más dinámicas y
combativas surgen por abajo y contra la voluntad de los dirigentes sindicales,
en la mayoría de los casos destacando nuevos activistas y dirigentes combativos
y la soberanía de la asamblea de base en la toma de decisiones. Allí donde se
impone esta dinámica se comienza una puja por el control de los lugares de
trabajo. Los sectores más avanzados del proceso de nuevas direcciones y
activistas fueron los que en el mes de abril convocaron al primer Encuentro de
organizaciones obreras y activistas combativos entre los que figuraban los
ceramistas neuquinos de Zanon, el Subte, el Hospital Garrahan, aeronáuticos,
etc.
El surgimiento de una dirigencia sindical combativa y de la democracia de base,
preocupa al gobierno, las patronales y la burocracia sindical. Temen que la
crisis de representación que también afecta a los sindicatos de aire al
surgimiento de sectores combativos e independientes del peronismo. Por esto es
que el claro objetivo de "evitar los desbordes" que se impuso el nuevo
secretario general de la CGT, el camionero Hugo Moyano.
Lo nuevo y lo viejo. Lucha de clases y lucha política
El registro diferenciado entre lucha de clases y luchas políticas, la separación
que señala Godio, puede ser interpretada más mediadamente pero su realidad es
una de las características nuevas del proceso político. La burocracia sindical
esta dividida por discusiones particulares y muy poco por la interna del PJ.
Mientras, en paralelo, un proceso de politización y reflexión acompaña la
experiencia del movimiento obrero. La subjetividad más general de los
trabajadores puede calificarse de reformista, ya que prima el carácter
reivindicativo y hasta corporativo de sus demandas y las ilusiones en los
cambios desde arriba.
Si bien en lo inmediato los trabajadores probablemente voten a las listas del
kirchnerismo o del PJ duhaldista, las lealtades de la clase obrera con el
peronismo es cada vez menor y su crisis actual –junto a la persistencia de la
actividad obrera- amenazan con relajar los mecanismos clásicos de contención y
proyectan un escenario donde la emergencia de nuevas fuerzas políticas o
correlaciones partidarias, pueden abrir brechas para luchar por la independencia
política de los trabajadores.
El planteamiento del PTS en esta situación es de impulsar el combate por un
Partido de los Trabajadores basado en los sindicatos recuperados a la burocracia
y las organizaciones obreras combativas, dotado de un programa revolucionario y
socialista. Es una política que en la presente etapa tienda un puente entre los
marxistas y las grandes masas de la clase obrera que se han puesto en movimiento
pero se mantienen cautivos de la política burguesa. Apuesta a resolver la
cuestión estratégica de la independencia política de clase y de la recuperación
de los sindicatos para preparar políticamente a los trabajadores frente a las
futuras crisis por venir.
[1] Ver www.pts.org.ar. La Verdad Obrera 170