Argentina: La lucha continúa
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16 de setiembre de 1955
El golpe gorila
Facundo Aguirre
LVO 172
El 16 de setiembre de 1955 el golpe gorila bautizado como Revolución Libertadora
derrocó de la presidencia a Juan Domingo Perón. Tras el asesinato en 1956 de más
de 27 militantes peronistas luego del frustrado levantamiento del General Valle,
los trabajadores la rebautizaron como la "revolución fusiladora".
La fusiladora llevó al poder a una junta encabezada por el General Eduardo
Lonardi -que al poco tiempo será desplazado- el General Pedro Aramburu y el
Almirante Isaac Rojas.
Perón capituló sin luchar, llamando a evitar un derramamiento de sangre. Los
funcionarios peronistas y los burócratas sindicales de entonces siguieron los
mismos pasos. Los gorilas ejercieron su revanchismo asaltando sindicatos con los
comandos civiles –entre los que se encontraban militantes comunistas- mientras
las señoras "bien" de la Argenti na burguesa festejaban volver a tener
"sirvientas baratas".
El golpe fue promovido desde los EE.UU. y apoyado por la burguesía, la
oligarquía terrateniente, la Iglesia Católica, la UCR, el Partido Socialista y
el Partido Comunista, entre otros. Su objetivo era permitir una mayor
penetración imperialista, liquidar las conquistas de los obreros y a sus
organizaciones de base.
Ante la capitulación del peronismo, la respuesta al golpe corrió por cuenta de
los trabajadores. En algunas zonas como Rosario, Berisso y Ensenada la
resistencia tardó casi dos semanas en ser liquidada. Pero tiempo después una
formidable oposición obrera –la "resistencia peronista"- enfrentará al régimen
libertador impidiendo que se consolide la ofensiva patronal imperialista.
Más tarde, con el Cordobazo en 1969, la clase trabajadora logrará el retorno de
un Perón dispuesto a salvar al poder burgués frente al auge obrero. La
experiencia política de los trabajadores con el peronismo ll evará al
enfrentamiento abierto en las huelgas de junio y julio de 1975 que deberá ser
liquidado con el golpe genocida de 1976.
El golpe de 1955 lejos de evitar un derramamiento de sangre, fue el inicio de
una guerra civil –de baja intensidad- entre las clases que se prolongará hasta
1976 cuando el terrorismo de estado creará las condiciones para una dominación
imperialista descarnada.
Paradójicamente la consumación de la entrega nacional y la liquidación de las
conquistas obreras se hicieron bajo el gobierno peronista de Carlos Menem –quien
supo abrazar al fusilador Isaac Rojas- y sus secuelas fueron perpetuadas por
Duhalde y ahora por Kirchner.
Este ciclo político que se abre en 1955 mostró el fracaso del nacionalismo
burgués y la contradicción de la clase trabajadora que combinó una enorme
combatividad con la falta de autonomía y la confianza en un liderazgo político
patronal.
La lección es presente, hay que conquistar la independencia política de los
trabajadores.