Argentina: La lucha continúa
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Diagnósticos, perspectivas y lineamientos propositivos respecto al sector energético argentino
Ricardo De Dicco
Introducción
En el contexto del Consenso de Washington, las reformas estructurales iniciadas
en Argentina a mediados de los ’70 se profundizaron con la sanción de la Ley N°
23.696 de Reforma del Estado (de 1989), que en el sector energético se
materializaron con una serie de decretos y leyes nacionales inmediatamente
posteriores, dando lugar a programas de privatización y aregulación económica,
con el objeto de transferir las funciones básicas del Estado en materia de
gestión, planificación, control y regulación de la cadena energética al capital
privado; por consiguiente, el mercado ampliado de la energía se desenvolvió –y
se desenvuelve– de forma anárquica:
I. Los activos estratégicos y económicamente viables del Estado enajenados por
la Administración Menem, con la gestión privada fueron dilapidados y/o
transferidos al exterior, al igual que los técnicos altamente calificados.
II. Tras la desintegración vertical y horizontal de los segmentos petróleo, gas
y electricidad llevadas a cabo con las privatizaciones, un puñado de empresas
integró vertical y horizontalmente tales segmentos; es decir, participando éstas
en cada uno de los eslabones de las cadenas productivas mencionadas (desde la
extracción de la materia prima hasta la comercialización mayorista/minorista y
consumo industrial del producto final), conformando así un mercado de
competencia extremadamente imperfecto y violando los marcos regulatorios creados
durante las reformas estructurales.
III. Los aumentos sistemáticos de combustibles y tarifas de servicios públicos
de la energía aplicados en los ’90 violaron el Régimen de Convertibilidad (Ley
Nº 23.928, de 1991) y los marcos regulatorios de los segmentos gas (Ley Nº
24.076, de 1992) y electricidad (Ley Nº 24.065, de 1992); los correspondientes
al período 2002-2005 son violatorios de la Ley Nº 25.561 de Emergencia Pública y
Reforma del Régimen Cambiario (de 2002).
IV. La expansión de la red troncal de gasoductos y de la red de alta tensión de
energía eléctrica que abastecen al mercado interno nunca tuvo lugar (violatorio
de los marcos regulatorios), pese a la captación de rentas extraordinarias
(transferidas al exterior y/o "invertidas" en gasoductos de exportación).
V. Los permisos de exploración y concesiones de explotación hidrocarburífera
adjudicados con la entrega de las áreas centrales y marginales de las cinco
cuencas productivas del país violaron escandalosamente la Ley Nº 17.319 de
Hidrocarburos (de 1967).
VI. La alta dependencia hidrocarburífera, la nula inversión de capital de riesgo
en exploración, el escaso desarrollo de fuentes alternativas de energía y las
exportaciones violatorias (de hidrocarburos y derivados), así como el divorcio
del Estado de sus funciones básicas, han dejado al país al borde del abismo
energético.
Como resultado de ello, Argentina cuenta con menos de una década de
disponibilidad de petróleo y gas natural. Es responsabilidad de la actual
Administración recuperar el control del subsuelo por la vía legal para captar su
renta y desarrollar a través de ésta fuentes de energía primaria alternativas a
los hidrocarburos (nuclear, hidroenergía y eólica) y combustibles alternativos a
los derivados del crudo (biocombustibles, hidrógeno, etc.). Caso contrario, no
sólo el subdesarrollo continuará siendo insostenible, sino que la posibilidad de
lograr un desarrollo económico autónomo por medio de un proceso de
reindustrialización y avance científico-técnico, incluso en un contexto de
Integración Regional Sudamericana, estará pérdida para siempre.
Diagnósticos y perspectivas
Como es sabido, Argentina es un país hidrocarburo-dependiente, ya que el
petróleo (43%) y el gas natural (46%) satisfacen casi el 90% de las necesidades
energéticas de la estructura socioeconómica nacional. Este dato reviste una
preocupación muy seria, dado que las reservas certificadas de petróleo y gas
natural estarían agotadas a mediados del próximo quinquenio, considerando la
proyección del crecimiento de la extracción para los próximos años (en el caso
del gas natural) y el escaso interés de las petroleras en realizar las
inversiones de riesgo (que, por cierto, nunca efectuaron); de hecho, adicionando
el 50% de las reservas probables, el agotamiento definitivo de ambos
hidrocarburos se podría demorar tan sólo dos o tres años (no más allá de 2015 o
2016). Ello es el resultado de una política de explotación irracional que se
practica en el país desde el inicio de las reformas estructurales en el sector
hidrocarburífero y de manera sostenible desde la privatización de YPF, donde la
ecuación fue y sigue siendo: extraer de manera predatoria todo el volumen
posible de los pozos descubiertos por la vieja petrolera estatal y no realizar
esfuerzos exploratorios para compensar el nivel de reservas a fin de mantener
horizontes de vida que aseguren el abastecimiento energético en el largo plazo
(véanse, al respecto, los informes del IDICSO AREP003, AREP007 y AREP012, en la
siguiente dirección: http://www.salvador.edu.ar/csoc/idicso/energia/energia.htm).
En efecto, los agentes económicos privados (locales y extranjeros) que se
beneficiaron con los programas de privatización de YPF, Gas del Estado, Agua y
Energía Eléctrica, SEGBA e Hidronor, diversificaron sus participaciones a tal
punto que un puñado de estos explican en el presente alrededor del 90% de la
extracción petrolera y gasífera y controlan el transporte de crudo, el
transporte y distribución troncal de gas natural, la generación termoeléctrica e
hidroeléctrica, el transporte de energía eléctrica por alta tensión y su
distribución, además de ser grandes consumidores industriales de petróleo y/o
derivados, de gas natural y energía eléctrica. Por consiguiente, se conformó un
oligopolio energético integrado y conformado por los conglomerados extranjeros
Repsol YPF (y su controlada "argentina" Pluspetrol), Total, Pan American Energy,
Petrobras (tras la adquisición de los activos de Pérez Companc) y por los grupos
económicos locales Techint y Sociedad Comercial del Plata; agentes que están
operando en casi todos los eslabones del circuito productivo del petróleo, de la
cadena gasífera y del segmento eléctrico.
La industria petroquímica está prácticamente monopolizada por Repsol YPF y algo
parecido se replica en la refinación de crudo, donde Repsol YPF concentra el 56%
en forma directa, Shell 15% y Esso 14%, correspondiendo el porcentaje restante a
Refinor (50% Repsol YPF y 50% Petrobras), Petrobras, EG3 (controlada por
Petrobras) y algunas más. En relación al mercado del gas licuado de petróleo
(GLP) envasado en garrafas y tubos se observa una situación similar: Repsol YPF
y Petrobras concentran el 70% del fraccionamiento, y en lo concerniente a la
comercialización, Repsol YPF, Total y Shell concentran el 72% del negocio. En
suma, la formación de precios de combustibles y tarifas de gas y electricidad se
encuentra bajo el control del oligopolio energético liderado por Repsol YPF, y
el Estado nacional en la actual Administración ha perdido la oportunidad de
sumarse como actor al no adquirir la refinería de la anglo-holandesa Shell, el
65% de las acciones de EDENOR a la estatal francesa EDF y el paquete accionario
de la británica BG en Metrogas. Quedaría por ver qué sucederá cuando Petrobras
enajene parte de sus acciones en TGS y Transener. En este sentido, vale
preguntarse si algún día la creación de ENARSA brillará por su accionar.
Cabe destacar que inmediatamente luego de las privatizaciones, el capital
privado, formador de precios de combustibles y de tarifas de gas y electricidad
en lugar del Estado, comercializó el barril de crudo en el mercado interno con
precios referenciados con el WTI (West Texas Intermediate) hasta 2002 (y en
innumerables ocasiones por encima del precio de referencia internacional) e
incrementó las tarifas de gas (durante 1993-2000) y electricidad (durante
1993-2002) de acuerdo a una fórmula polinómica que combinó las variaciones que
ocurrían en los precios al consumidor y en el índice de precios mayoristas de
productos industriales de EE.UU., violando el Régimen de Convertibilidad (en
todos los casos) y los marcos regulatorios (en los casos de las tarifas de gas y
electricidad). Muy ilustrativos resultan, al respecto, los informes elaborados
por investigadores del IDICSO, pero en particular los numerosos y excelentes
informes y libros de los investigadores de CONICET-FLACSO (Daniel Azpiazu y
Martín Schorr), y también los del Grupo MORENO (José Francisco Freda, Alfredo
Fernández Franzini, Gustavo Calleja y Félix Herrero).
A continuación se presenta en forma resumida las siguientes perspectivas:
I. Alta dependencia hidrocarburífera (mayoritariamente gasífera) en el
suministro de energía eléctrica (55% en 2004), que de no construirse nuevas
centrales nucleoeléctricas e hidroeléctricas que disminuyan drásticamente la
participación de la generación térmica hacia finales del presente decenio
ocurrirá un colapso energético que se extenderá hasta mediados –o más– de la
década entrante; es decir un colapso en el sistema de transmisión de energía
eléctrica y fallas parciales con origen en la capacidad de fuerza de las usinas.
II. La nula intervención del Estado ante la drástica declinación de las reservas
certificadas de gas natural (de 34 años en 1988 a 10,7 años para fines de 2004,
al ritmo de extracción de 2004, sin considerar proyección de crecimiento), y de
las reservas certificadas de petróleo (de 14 años en 1988 a 9,5 años para fines
de 2004, al ritmo de extracción de 2004), más la nula intervención del Estado
ante la drástica declinación en los esfuerzos exploratorios registrada también
desde la privatización de YPF (hacia 1985 la YPF estatal había descubierto 148
pozos, mientras que el capital privado descubrió 60 en 1995, 31 en 2000, 17 en
2003 y 21 en 2004), conllevará a una inseguridad del abastecimiento energético
sin precedentes en la historia energética nacional; es decir, estará
comprometida la entrega del gas natural y de combustibles derivados del crudo,
al igual que los insumos requeridos por la industria petroquímica para la
elaboración de agroquímicos, plásticos, fertilizantes, etc., ya que la
importación se verá afectada por la tendencia ascendente de los precios
internacionales. Por cierto, esto comprometerá a todo el aparato productivo
nacional en general y al sector agropecuario en particular (la siembra, cosecha
y transporte de cereales y oleaginosas, por ejemplo, deberán enfrentarse con
barriles de crudo que se comercializarán a precios internacionales –U$S 100 el
barril para 2010 no suena descabellado–). Además, las "inversiones extranjeras
directas" tan reclamadas por los defensores fundamentalistas de la misteriosa
"mano invisible del mercado" no arribarán a un país sin energía abundante y
barata.
III. El suministro de gas natural boliviano no podrá extenderse más allá del año
2023 en caso de que el mismo tenga que satisfacer el 100% de las necesidades de
la estructura económica de Argentina a partir del próximo quinquenio, ya que las
reservas certificadas de gas natural bolivianas superan levemente a las de
Argentina (Bolivia: 760 mil millones de m3 y Argentina 560 mi millones de m3,
según datos oficiales); es decir, los compromisos del país andino con sus
clientes brasileños hasta el 2019 y sumado a ello el gran volumen de exportación
hacia Argentina a partir de finales de la presente década, terminarán agotando
las reservas gasíferas bolivianas en una fecha próxima a la señalada
(considerando la sumatoria del 100% de las reservas certificadas y el 50% de las
probables, Bolivia podrá disponer de gas natural hasta el año 2027).
IV. El ingreso al Sistema de Interconexión Nacional para fines de la década en
curso de las generadoras Yaciretá (2008) y Atucha II (2009) proyectado por la
actual Administración no podrá evitar el colapso energético que se espera para
dentro de pocos años si no se suman nuevas centrales de generación de energía
eléctrica alternativas a la térmica, dado que la dependencia gasífera para
cubrir la demanda de suministro eléctrico continuará siendo superior al 55% en
2012, según datos de la Secretaría de Energía de la Nación.
¿Qué hacer?
El Estado debería recuperar la renta energética en general e hidrocarburífera en
particular para financiar el desarrollo de fuentes de energía primaria y
combustibles alternativos a los hidrocarburos y derivados (alrededor de U$S 15
mil millones anuales). Para ello, se debería pensar en dos caminos, que por
cierto podrían complementarse uno con el otro:
1) En base a las operaciones ilegales en los programas de privatización e
incumplimientos contractuales por parte de las prestatarias de los servicios
públicos de la energía, se debería expropiar por la vía legal a toda empresa que
haya violado la legislación nacional, provocando de esta manera el retorno del
Estado a sus funciones básicas de gestión, planificación, control y regulación
del mercado ampliado de la energía. En este sentido cobra relevancia la todavía
no ejecutada (desde la Administración Duhalde) evaluación, y su respectiva
renegociación, de los contratos de los servicios públicos, la intervención del
Estado en la fijación de los precios máximos correspondientes para evitar las
distorsiones provocadas por los principales agentes económicos que operan en el
sector energético del país y la formulación e implementación de leyes nacionales
y provinciales orientadas al interés de la comunidad nacional.
2) Se debería emplear a ENARSA como instrumento de poder en la formación de
precios de combustibles y tarifas de servicios públicos de la energía; por
ejemplo, ENARSA debería asociarse con la estatal venezolana PDVSA para comprar
las siguientes refinerías: la de la Shell, la que Repsol YPF tiene en La Plata y
la que Repsol YPF y la estatal brasileña Petrobras tienen en Salta (Refinor), y
a su vez asociarse con Petrobras en las refinerías que ésta opera en Bahía
Blanca y San Lorenzo (Refisan). Por otra parte, ENARSA debería asociarse con las
empresas públicas provinciales para obtener participaciones controlantes en las
transportistas y principales distribuidoras troncales de gas natural y energía
eléctrica, así como también en las principales generadoras térmicas e
hidroeléctricas, en todas las fraccionadoras de GLP, en oleoductos, gasoductos
regionales, puertos, etc. Pero, por sobre todo ENARSA debería obtener la
titularidad de todas aquellas concesiones de explotación hidrocarburífera que
fueron entregadas en forma ilícita (incluidas las prórrogas fraudulentas como la
de Loma de la Lata, donde el gobernador de Neuquén Jorge Sobisch, el ex
presidente de Repsol YPF Alfonso Cortina y la Administración De la Rua son los
responsables de la misma; véase al respecto el libro del investigador del IDICSO
Federico Bernal "Petróleo, Estado y Soberanía", publicado por Editorial
Biblos; véase también, al respecto, los informes del IDICSO, del Instituto de
Energía e Infraestructura de la Fundación Arturo Íllia y del Grupo MORENO).
Otro tema de vital importancia es el referido a las exportaciones
hidrocarburíferas. En concordancia a lo estipulado por las leyes nacionales
17.319 (de Hidrocarburos) y 24.076 (Marco Regulatorio del Gas Natural), se
deberían prohibir las exportaciones de gas natural y de petróleo, para asegurar
el abastecimiento del mercado interno. En el caso particular del gas natural, la
evidencia empírica señala que el 39% de los ciudadanos argentinos (alrededor de
15 millones) carecía de provisión de gas por redes para Enero de 2005, en base a
estimaciones del IDICSO-USAL sobre datos del INDEC; los cuales consumen
energéticos alternativos: 80% gas licuado de petróleo (GLP) envasado (60% de
estos consumidores viven por debajo de la línea de pobreza y el gasto de las
garrafas de GLP en la canasta básica alimenticia y en los servicios públicos
elementales representa entre el 50% y 60% del gasto total de estos hogares
pobres) y el 20% restante quema plásticos, residuos vegetales/animales, cartón,
leña, etc. Para el caso del petróleo, si bien el mercado doméstico no se
encuentra en la actualidad desabastecido, considerando el horizonte de vida de
las reservas y, además, por tratarse –como cualquier hidrocarburo– de un recurso
estratégico, la prohibición de las exportaciones de crudo extendería la
disponibilidad del mismo significativamente.
En lo concerniente a la oferta de energía eléctrica por parte del parque
generador nacional, la hidroenergía es una fuente que no ha sido explotado
correctamente en el país. Por ejemplo, además de finalizar las obras en Yaciretá
(trasladar el nivel de cota 76 msnm a 83 msnm), se deberían llevar a cabo los
estudios de factibilidad correspondientes a los aprovechamientos hidroeléctricos
Garabí y Corpus Christi, los cuales podrían adicionar a la generación
hidroeléctrica 10.500 GW/h anuales. El tiempo de planificación de este tipo de
obras demanda entre 8 y 12 años su cumplimentación total. Un problema que no es
menor en el caso de este tipo de generadoras es el reasentamiento involuntario
de las poblaciones afectadas por el embalse de los aprovechamientos
hidroeléctricos.
Con respecto a los combustibles nucleares, además de finalizar las obras
relativas a la Central Nuclear Atucha II (CNA-II), se deberían agregar a CNE,
CNA-I y CNA-II un reactor de 600 MWe netos para cada una, no sólo para extender
la vida útil de las generadoras, sino también para incrementar en un lapso de 3
años la participación nucleoeléctrica: serían 14.200 GW/h netos adicionales por
año.
También se debería planificar la construcción simultánea por parte de la estatal
INVAP de al menos 3 nuevas centrales nucleares con un reactor (importado con
transferencia de tecnología) de 1.600 MWe netos para cada una: serían alrededor
de 37.843 GW/h netos adicionales por año. El tiempo de planificación total
demandaría alrededor de 4-5 años, siempre y cuando se destine el fondo
fiduciario pertinente sin interrupciones y se incorpore nuevo personal de alta
calificación más jóvenes egresados universitarios para reproducir la fuerza de
trabajo requerida a mediano y largo plazo.
Considerando los lineamientos propositivos precedentes en materia de
diversificación del riesgo en la oferta de energía eléctrica, hacia mediados de
la década entrante (2015) el suministro podría estar cubierto en un 44,1% con la
generación hidroeléctrica y en un 48,2% con la nucleoeléctrica, correspondiendo
el 7,7% restante al parque térmica (que podría estar repartido 50% y 50% con gas
natural y carbón mineral), lo cual reduciría drásticamente la dependencia
gasífera con Bolivia o de terceros países (desde esta perspectiva, la generación
térmica sólo aumentaría su participación cuando se presenten años
hidrológicamente pobres). Lo que sugiere que será difícil escapar en 2010 a
programas de racionamiento en la entrega de gas natural y algunos combustibles
(especialmente GLP y GNC) hasta tanto las nuevas generadoras entren en
operación.
Por otra parte, INVAP debería llevar a cabo la construcción de un prototipo de
la central nuclear CAREM de 300 MWe; y su posterior producción en serie
(ejemplares de 25 a 300 MWe), para destinarla tanto al mercado interno como para
la exportación principalmente a países de la región y a todos aquellos que
desean iniciarse en el campo de la nucleoelectricidad (cabe señalar que esta
tecnología diseñada en Argentina no tiene hasta el presente competencia en el
mundo, ya que los países constructores de reactores nucleares están dedicados a
la fabricación de módulos de gran potencia y en forma no serial). En el caso del
mercado interno, estos reactores no sólo podrían satisfacer el suministro
eléctrico de los principales aglomerados urbanos y de grandes parques
industriales del país, sino que también podrían utilizarse para la producción de
hidrógeno vehicular. Cabe destacar que la producción de hidrógeno vehicular a
través de reactores nucleares compactos como el CAREM y/o por medio de plantas
aerogeneradoras (eólica), al igual que la producción de biodiesel y bioetanol
para el sector agropecuario y el transporte público y de cargas, posibilitarían
que el crudo de explotación nacional se destine a la industria petroquímica y en
menor medida a la elaboración de otros combustibles que los alternativos
(hidrógeno y biocombustibles) no podrían reemplazar.
Por último, cabe señalar que la construcción de centrales eólicas para la
generación de energía eléctrica (para pequeñas aglomeraciones urbanas del
interior del país) y de plantas carboquímicas son también opciones de
contingencia muy interesantes para estudiar.
* Investigador del Área de Recursos Energéticos y Planificación para el
Desarrollo del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales () de la
Universidad del Salvador, del Centro de Estudios de Pensamiento Económico
Nacional (CEPEN) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), del
Instituto de Energía e Infraestructura de la Fundación Arturo Íllia (FAI)
y del Movimiento por la Recuperación de la Energía Nacional Orientadora (MORENO).
Fecha: Agosto de 2005. Email: