Argentina: La lucha continúa
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Requiem por Juan Ingallinella
Roberto Bardini
BAMBU PRESS
Hace unos días, se publicó en este espacio mi artículo 'Vallese, el primer
desaparecido'. Debo retractarme: el título correcto debió ser 'Vallese, el
primer desaparecido político peronista'. Porque antes hubo otro, de distinta
filiación: el médico rosarino Juan Ingallinella, dirigente del Partido Comunista
de Santa Fe.
El 17 de junio de 1955, Ingallinella fue detenido, torturado y asesinado por
policías de civil. Su cadáver nunca fue hallado.
Lo paradójico es que el médico y sus camaradas santafecinos se opusieron -al
menos a través de un manifiesto- al sangriento golpe militar que el día antes
había intentado derrocar al presidente Juan Domingo Perón.
Quién fue
Ingallinella, nacido en 1912 e hijo de inmigrantes sicilianos, vivía y atendía a
sus pacientes en la calle Saavedra 667, del barrio Tablada. En el consultorio
exhibía un cuadro con la foto de Lenin. Su esposa, Rosa Trumper, era maestra.
Quienes lo conocieron, lo describen como una persona muy querida en el barrio.
Testimonios recogidos en la prensa de Rosario cuando se cumplieron 50 años de su
desaparición, narran que no les cobraba a los pobres y les suministraba muestras
gratis cuando no tenían para comprar medicinas. Incluso, les regalaba ropa y
zapatillas. También atendía ad honorem en el Hospital de Niños de Rosario. Hay
que reconocer que hoy no existen muchos médicos con estas características.
Además, Ingallinella era un militante que acumuló 20 procesos por desacato y
resistencia a la autoridad. En los últimos diez años de su vida fue el 'huésped'
más frecuente de la Jefatura de Policía en Rosario.
En 1943, el golpe militar que derrocó al presidente Ramón Castillo declaró
ilegal al Partido Comunista. A principios de 1944, la policía rosarina detuvo y
torturó a tres comunistas. Ingallinella, que manejaba una pequeña imprenta
clandestina, denunció el hecho en un volante y señaló como responsables a los
oficiales Félix Monzón, Francisco Lozón y Santos Barrera.
El comisario Monzón era jefe de Orden Social y Político. Barrera era el subjefe.
El comisario Lozón dirigía Leyes Especiales. En abril descubrieron al médico y
lo encarcelaron. El matrimonio Ingallinella festejó en una celda el primer
cumpleaños de su hija Ana María.
En las elecciones de abril de 1954, el doctor fue candidato a diputado nacional
por el Partido Comunista, cuya dirección provincial integraba al momento de su
desaparición.
Los hechos
El 16 de junio de 1955, un golpe militar intentó derrocar a Perón. Aviones de la
Marina y la Fuerza Aérea bombardearon la Casa Rosada y a civiles reunidos en la
Plaza de Mayo. La masacre dejó 300 muertos y más de 2 mil heridos y mutilados.
Ese mismo día, en Rosario, el Partido Comunista distribuyó un volante titulado
'Unidad popular contra el golpe oligárquico imperialista'. Era una breve
declaración contra el complot antiperonista.
Sin embargo, el entonces jefe de policía de Rosario, Emilio Gazcón, ordenó
detenciones masivas de comunistas. Los primeros en caer fueron los hermanos
Víctor Hugo y Miguel Angel Riskin, a quienes el subcomisario Barrera y un grupo
de agentes les secuestraron 'panfletos en los que se instaba al pueblo a
mantenerse contra los golpes de estado', según el informe posterior.
El 17 de junio, Ingallinella repartió volantes cerca del Frigorífico Swift, en
la zona sur de Rosario. Por la tarde, tres policías al mando del oficial
Telémaco Ojeda llegaron a pie a su casa y lo detuvieron junto con su cuñado,
Joaquín Trumper. Se fueron a la jefatura en el tranvía 18 y cada uno pagó su
boleto de diez centavos. Una vez allí, mientras esperaban el ascensor -relató
Trumper cinco décadas después- pasó un policía y dijo: 'Hola Inga, hace mucho
que no viene por aquí'. El médico siempre era de los primeros en ser buscados.
Poco después, todo cambió. Ingallinella fue brutalmente torturado con la picana
eléctrica por el comisario Francisco Lozón y otros policías, hasta que murió de
un paro cardíaco. Tenía 43 años.
Los epílogos
El 18 de junio de 1955, todos los detenidos quedaron en libertad y Lozón
falsificó la firma del médico en el registro de salida. Después, exhibió ante
sus cómplices una carta escrita a máquina por el propio jefe de policía,
comisario Emilio Gazcón, como si hubiera sido dirigida por Ingallinella a su
esposa. El falso mensaje a Rosa Trumper anunciaba que se iba del país. Para
darle más credibilidad, Lozón dijo que él mismo la iba a enviar desde Entre
Ríos.
El 3 de agosto de 1955, la justicia de Santa Fe intervino en la investigación
del asesinato de Ingallinella y el 9 de septiembre inició el proceso a los
policías. Uno de ellos, Rogelio Tixe, rompió el habitual pacto de silencio y
reveló los detalles del caso. Un grupo de expertos en calígrafía determinó que
la firma del médico había sido falsificada. Los acusados dijeron que el cadáver
había sido arrojado al río Paraná, mientras que la defensa planteaba que no
existía prueba del crimen porque no se había encontrado el cuerpo de la víctima.
El 30 de mayo de 1961, el juez Juan Antonio Vitullo rechazó la hipótesis de
homicidio sin intención que esgrimía la defensa. Sostuvo que la muerte de
Ingallinella pudo no haber sido planeada, pero estaba dentro de las
posibilidades por el método de tortura. Lozón, Monzón, Tixe y Barrera fueron
condenados a prisión perpetua y Serrano a dos años de prisión. El magistrado le
impuso al jefe de policía Gazcón una multa y la inhabilitación por un año.
La defensa apeló y el caso volvió a ser debatido el 19 de diciembre de 1963,
ante los jueces Carlos Carré, Luis Laporte y Jorge Tellería.
En su edición del 12 de junio de 2005, el diario La Capital, de Rosario, publicó
un artículo de Osvaldo Aguirre con el epílogo: 'En opinión de estos jueces, el
asesinato de Ingallinella debía ser encuadrado como homicidio simple, ya que los
policías no se habían propuesto matar a la víctima', escribe el periodista.
Aguirre, que es redactor de la sección policiales y editor del suplemento de
cultura, apunta que la defensa de los policías insistió en que 'no podemos
suponer (que la picana eléctrica) fuera normalmente peligrosa desde que ninguna
de las otras víctimas sufrió consecuencias graves. Más bien debe pensarse en una
condición anormal predisponente del doctor Ingallinella para explicar la
diferencia de resultado'. El periodista comenta que este argumento es 'algo que
se parecía a responsabilizar a la víctima de lo sucedido'.
Los jueces rebajaron las penas a todos los condenados a prisión perpetua: 20
años, en el caso de Lozón, y 15 años para los otros policías. Aún así, señala
Aguirre, el crimen no quedó sin castigo.
Dos epílogos adicionales: Ana María Ingallinella, tenía 12 años cuando
secuestraron a su padre. Hoy es ingeniera sanitaria, directora del Centro de
Ingeniería Sanitaria (CIS) e investigadora de la Universidad Nacional de
Rosario.
Telémaco Ojeda, el oficial que detuvo a al médico, con el paso de los años llegó
a ser comisario inspector y subjefe de la Policía Provincial de Santa Fe. Antes,
había ganado fama de 'mano dura' como jefe de Robos y Hurtos. El 23 de marzo de
1975 fue acribillado a tiros por un comando de los Montoneros en Campana,
mientras guardaba el coche en un garage cercano a su casa.