Argentina: La lucha continúa
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Intimidación, lucha y capitalismo social
Hugo Alberto de Pedro y Jorge Fernando Daffra
Después de haber prohibido el acto en el puente los 3.000 manifestantes se
dirigieron hacia la histórica Plaza de Mayo a la cual también se les prohibió el
ingreso mediante un operativo de intimidación como pocas veces tengamos memoria
de haber visto. Tampoco el Gobierno Nacional permitió que una delegación de
piqueteros tenga una reunión con alguna autoridad nacional como tampoco se
avinieron a recibir un petitorio. Todo esto transcurrió en un plazo de siete
horas entre el comienzo de la movilización y la desconcentración que en todo
momento fue pacífica y donde no se verificó ningún hecho de violencia por parte
de los movimientos sociales participantes (Frente Darío Santillán, MTD Aníbal
Verón y la Corriente Clasista y Combativa), sólo quedo demostrada la violencia
de la intimidación.
El día anterior la represión se daba contra desocupados en las puertas de la
Sociedad Rural y nuevamente en la provincia de Santa Cruz con más heridos y
detenidos, cada vez más fichados, más procesados y más señalados con el dedo
acusador de quienes hacen del autoritarismo una cuestión de estado.
Hasta aquí los hechos acontecidos.
Lucha social
Ahora corresponde hacer la consideración de los motivos que han llevado al
Gobierno Nacional para actuar de la forma en que lo hizo, la que cuenta con el
beneplácito de los mismos sectores sindicados por él como los que tienen un plan
o pacto para desestabilizarlo. Una paradoja que explica muchas cosas.
El presidente Kirchner determina las políticas necesarias para desactivar al
conflicto social existente con un ojo puesto en las encuestas de la intención de
voto para las próximas elecciones legislativas y el otro puesto en las otras
encuestas sobre la opinión de unos cuantos cientos de consultados sobre el tema
de los cortes de puentes, rutas y calles. Se comprenderá la predilección
gubernamental hacia estás formas tan democráticas y tan participativas en la
cuestión política.
El tema principal y fundamental de discusión está fuera de la agenda del
Gobierno que desconoce una realidad laboral, social y económica que está muy
lejos de las soluciones que puede aportar este capitalismo social siempre
mencionado. Unicamente está presente en el discurso oficial la agresión hacia
los sectores de la sociedad que tienen una mirada, junto a una ideología clara,
precisa y combativa hacia el modelo de exclusión y hambre, que no se condice con
los planes economicistas de la acumulación de riquezas y de dinero que se
quieren perpetuar en la Argentina. Aunque le pese y le moleste estarán, como
necesariamente deben estar, las miradas de las izquierdas socialistas,
comunistas y anarquistas siempre atentas, vigentes y saludables a la hora de
señalar que otro mundo es posible.
Después de más de dos años de gestión el presidente Kirchner ha delimitado muy
bien quienes pueden representar a los sectores populares que están desocupados,
de ahí que algunos de ellos sean funcionarios y hagan subir a su clientela de
desocupados a los micros que los llevan a los actos donde las, y los, que
quieren seguir perpetuados en la democracia representativa llegan en
helicópteros o automóviles fuertemente custodiados para hablar de lo que
solamente ellos quieren imponer como realidad.
Algunos ciudadanos -únicamente reconocidos como tales a efectos de las
necesidades políticas- son instigados desde los medios de comunicación
reaccionarios, desde el Gobierno y también desde la propia comprobación de la
realidad para que rechacen sin mayor análisis y comprensión a los otros
ciudadanos que han perdido su trabajo y también la oportunidad de tenerlo, esos
que conforman la mitad de la Argentina hambreada y excluida. Claro está que
muchos no comprenden que ese puente o esa ruta a veces cortada los conduce a
ellos mismos hacia las mismas fosas del trabajo mal remunerado, del
quebrantamiento de los derechos laborales, de la segura inequidad en las
oportunidades y para ser los posibilitadores que las distribuciones del ingreso
y la riqueza nacional nunca se produzcan. O sea, que todos los ciudadanos son
prisioneros del mismo sistema que no los considera al momento de establecer las
políticas activas que imposibilitan el bienestar general e igualitario, por
cualquier bien nacido deseado y esperado.
Si el pueblo cae por imposición en estas contradicciones será señal que el
proyecto de los políticos seguirá presente y perdurará en los tiempos futuros,
una cuestión que no es menor para que se pueda diseñar un país diferente y
mejor. Es el mismo pueblo que hace 44 meses, a fines de diciembre del año 2001,
reclamaba 'que se vayan todos' los políticos culpables de la destrucción
económica, social, educativa y sanitaria. El abandono del reclamo y la
movilización, más la frágil esperanza en confiar que algo cambiaría al fijar
nuevas reglas de juego institucionales dio como resultado que esos muertos vivos
se hayan quedado. Además, claro está, que se hayan perfeccionado en sus formas
de mentir y traicionar para que sea posible el 'que se queden todos'.
Que la construcción de un movimiento social y popular para enfrentar a las
políticas de siempre no haya podido concretarse es un dato de la realidad, que
nadie puede desconocer y que desgraciadamente permitió que se aumenten las
prácticas prebendarias, mafiosas y mentirosas de la política vernácula. Lo cual
no significa que no está pendiente la lucha del pueblo, que no existen las
condiciones objetivas para que se desarrollen las luchas sociales necesarias
para lograr poner las cosas en su lugar.
En muchos sectores éstas luchas se evidencian con mayor o menor fuerza, con
mayor o menor compromiso de clase, con mayor o menor resultado. Pero existen más
allá que se las quiera tapar desde la mirada autoritaria del poder. Docentes,
sanitaristas, estatales, campesinos, estudiantes, trabajadores con o sin trabajo
dan a diario ejemplos que únicamente desde la unidad y la perseverancia en la
lucha por las reivindicaciones está el éxito y cambios buscados.
Porque miente el Gobierno, tan adicto y afecto a los pactos electoralistas con
los mismos impresentables que representan al pasado político, cuando pretende
instalar la idea que es la 'ultraizquierda' o los 'revolucionarios' la que los
quiere desestabilizar. Claro está que ese discurso mendaz llega de una forma u
otra a muchos sectores de la sociedad, porque si se mintió, si se miente y se
vuelve a mentir mañana algo quedará en el inconsciente colectivo. Ellos lo
saben, por eso lo hacen.
Capitalismo social
Mientras éstas cuestiones suceden, mientras que el modelo de exclusión se
agudiza, mientras que los más ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez
más pobres, mientras que el Estado acumula riquezas y fondos que no pone al
servicio de la producción y el bienestar general, mientras que se sigue
atendiendo a los pagos de la deuda externa odiosa e ilegal, y mientras muchas
cosas más; las esperanzas de millones de argentinos se van dinamitando y se van
perdiendo los más elementales principios de solidaridad.
Eso es sencillamente el producto que busca un sistema económico-social-político
que desprecia poner en el centro de sus acciones a las mujeres y los hombres,
jóvenes o ancianos, trabajadores o desocupados. Eso es así desde el mismo
nacimiento del capitalismo moderno en el siglo XIX -sabemos que sus prácticas y
bases ya tenían varios siglos de preparación- que tomó diferentes nombres en su
camino hasta llegar a nuestros días a su mundialización dentro de la
globalización económica, política y guerrerista, o sea el neoliberalismo.
La Argentina no es ajena a ello, sus gobernantes sin excepciones han ido
estableciendo los métodos necesarios para llegar al actual estado de situación.
Quizás podamos comprender que cuando el Gobierno Nacional pierde la calma,
intimida a los desposeídos, miente sobre la realidad que todos comprobamos como
expulsiva de las mayorías lo que está haciendo es exactamente lo mismo que las
anteriores gestiones presidenciales: Perfeccionamiento del capitalismo
neoliberal, ahora llamado capitalismo social y quizás mañana capitalismo
progresista.
Terminar con esto es el desafío de los argentinos para que las próximas
generaciones no sean excluidas, vilipendiadas y olvidadas.