Argentina: La lucha continúa
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25 de mayo de 1810 y de 2005
'Yo desearía, que todos los días repitiésemos esa lección sublime, para que
con el escarmiento de nuestros padres, no nos alucinemos con el brillo de
nombrar un gobierno supremo, dejando en su arbitrio hacernos tan infelices, como
éramos antes'
1810 - Mariano Moreno
Hugo Alberto del Pedro
Cada año cuando nos aproximamos al 25 de mayo nos preguntamos qué ha pasado
en la historia de la República Argentina castigada y empecinada en no encontrar
un rumbo como Nación donde la vida merezca ser vivida sin sobresaltos ni
penurias.
Muchas de las esperanzas, luchas y reclamos de aquellos hombres que hace 195
años quebraron un repugnante sistema colonial virreinal hoy siguen presentes, y
muy alejadas de haber encontrado una solución definitiva. Aún a pesar de haber
pasado gobiernos de las más diversas procedencias y pertenencias -conservadores,
radicales, peronistas y desgraciadamente militares-.
Aquellos revolucionarios que propiciaron la gesta de mayo en 1810 no han
encontrado parangón con los cientos de miles de políticos que de diferentes
formas fueron detentando y concentrando el poder a través de presidencias,
gobernaciones, intendencias y legislaturas nacionales, provinciales y
municipales.
Hombres como Miguel de Azcuénaga, Manuel Belgrano, Antonio Berutti, Juan
Castelli, Feliciano Chiclana, Domingo French, Juan Larrea, Domingo Matheu,
Mariano Moreno, Bernardo de Monteagudo, Juan Paso y Juan Vieytes dejaron
establecida una impronta de dignidad, patriotismo y desprendimiento. Los
políticos que les fueron sucediendo se cansaron de no imitar hasta el hartazgo,
aún en los más mínimos contenidos. Aquellos habían dejado las bases para una
mejor vida en libertad e independencia de los naturales y extranjeros que
decidieron, por diferentes motivos, habitar el suelo argentino.
La falta de participación de los habitantes que residían en el Virreinato del
Río de la Plata, creado en el año 1876 y por el que habían pasado 11 virreyes,
no presenta una diferencia sustancial con los más de 37 millones representados
en la actualidad en Argentina. Si antes fueron comerciantes, trabajadores,
profesionales, militares y clérigos hoy son únicamente los miembros activos de
la clase política, los que tienen como única meta y ambición permanecer
enquistados en el poder, y con el poder en sus manos llevar adelanto proyectos
personales y de su clase.
La dependencia económica con la metrópoli, España, establecida por el monopolio
y el contrabando en la entrada de todos los bienes indispensables para la vida
cotidiana contra la insaciable salida de los productos nativos no difiere mucho
con el país actual. Este encuentra en la exportación de sus productos primarios
agropecuarios y energéticos, sin prácticamente ningún valor agregado, la única
relación comercial con el resto del mundo. Lo mismo sucede con el destino de los
impuestos y las tasas cobradas por el Estado que despiadadamente fluyen hacia el
rico y poderoso exterior de las multinacionales y de los Organismos
Internacionales de Crédito.
Como dato en los dos últimos años 12.000 millones de dólares han tenido ese
destino, mientras el desempleo es del 17% y la pobreza abraza a la mitad de la
población que encuentra a 6 de cada 10 niños en ella y a 1 de cada 4 en la
indigencia.
Desde las diferencias sociales, económicas y políticas verificadas a principios
del siglo XIX, donde indios, esclavos y mestizos eran desplazados del bienestar,
la educación, y la participación política e institucional incipientes llegamos a
estos días con la realidad que agobia a millones de familias. Los gobiernos han
dejado ausentes y olvidadas aquellas políticas que contengan y permitan
vislumbrar un futuro que las reincorpore a la vida digna.
Como ayer existieron Imperios descubridores, colonizadores y genocidas que
llegaron hasta la América India hoy somos sometidos por el Imperio de la guerra,
el terrorismo, las finanzas y el comercio, con idénticas prácticas que las de
ayer y que llevan a la sumisión y al hambre a cientos de millones en el
continente.
Sin embargo, hay semejanzas con las cuestiones mundiales que llevaron hace casi
200 años atrás a nuestros patriotas a pensar que en el mundo se estaban
generando acontecimientos que deberían ser estudiados, considerados e imitados
por estos lares. La Revolución Francesa, la Independencia de los Estados Unidos
de Norteamérica y de Haití, las Rebeliones indígenas, las de Chuquisaca y La
Paz, las posturas críticas de la Ilustración, etc. son claros ejemplos. La
valentía criolla demostrada en las invasiones inglesas de 1806 y 1807 dieron el
ánimo suficiente para la búsqueda de cambios urgentes.
Las obras de Jean Jacques Rousseau 'Discurso sobre el origen de la desigualdad
entre los hombres' y el 'Contrato Social' calaron hondo por aquellos tiempos en
los que entendían que era preciso independizarse de toda dominación extranjera,
y en nuestros tiempos los gobiernos solamente han sabido respaldarse en las
premisas del capitalismo, devenido en neoliberalismo, para postrar a todo un
pueblo y dejarlo al desamparo del mercado y las finanzas. Hoy tenemos como
excelente referencia las actividades del 'Foro Social Mundial' que se viene
realizando anualmente desde el año 2001 y que a través de manifiestos,
resoluciones y diversas actividades en muchos países nos presentan una realidad
incontrastable y muchos principios y acciones dignas de ser llevadas adelante.
Con todo, los pueblos latinoamericanos siguen evidenciando que es posible
realizar cambios políticos y revolucionarios para quebrar el orden impuesto
desde el discurso y la visión única del mundo. Ya están los pueblos participando
y luchando activamente sobre principios progresistas, socialistas y
fundamentalmente anticapitalistas y antisistema como lo demuestran bolivianos,
brasileños, colombianos, cubanos, chilenos, ecuatorianos, mexicanos,
nicaragüenses, uruguayos y venezolanos.
Los argentinos no debemos estar ajenos y disimulando no conocer los nuevos
tiempos, los nuevos aires y menos aún las viejas y renovadas reivindicaciones
por un mundo mejor que cada vez se presenta como más posible, urgente y
necesario. Los últimos días del año 2001 fueron un ejemplo de que es posible dar
por tierra con los gobiernos que no representan a la ciudadanía, como también
que ante la participación y luchas ciudadanas no hay poder que pueda mantenerse
en pie si desoye a su pueblo.
Renovando el espíritu revolucionario, terminando con la política de las mentiras
y los abusos de poder imperantes, no permitiendo que la hegemonía política nos
siga ahogando y buscando los caminos de la activa participación popular
seguramente seremos capaces de alzar los principios rectores de nuestros mayores
y romper con el pasado, dando así paso a un futuro de todos y para todos. Ese
será el mejor de los homenajes para aquellos hombres y el inicio de la
refundación de una nueva Nación justa, libre, solidaria y soberana que las
mayorías reclamamos.