Argentina: La lucha continúa
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Las caras de la privatización del agua
Silvia Ribeiro*
América Latina es el continente de mayor injusticia en el uso y acceso al agua.
Según Maude Barlow, activista canadiense y referencia mundial en el tema, aunque
tenemos el mayor volumen de agua dulce per cápita, con 20 por ciento del total
mundial, la población del continente sólo accede a uno por ciento.
Este dato, junto a muchos otros, fue parte del armado colectivo del rompecabezas
de la crisis del agua que campesinos, pueblos indios, sindicalistas, integrantes
de movimientos urbanos, investigadores, estudiantes y organizaciones de la
sociedad civil comenzaron en el Taller Popular en Defensa del Agua, realizado en
México del 25 al 28 de este mes, convocado por el Centro de Análisis de
Formación Social, Información y Formación Popular (Casifop), junto al Instituto
Polaris de Canadá y organizaciones mexicanas e internacionales.
Con los aportes de más de 400 participantes de todo México y 10 países
latinoamericanos y norteamericanos, se hizo evidente que hay una crisis del agua
con lineamientos comunes en todo el continente. Las fuentes de esta crisis son
las mismas: la apropiación privada de los recursos hídricos por un puñado de
trasnacionales, favorecida por las políticas de organismos como el Banco
Mundial, la Organización Mundial de Comercio y los tratados de libre comercio.
Pero la privatización tiene distintas caras y nos afecta de muchas maneras. Las
trasnacionales manipulan los datos de la crisis para justificar el despojo y
aumento de la privatización, culpando a la gente común, los campesinos y los
servicios públicos por mal uso y administración. Por todo ello, es
imprescindible construir nuestros propios mapas de la crisis y de los caminos
para enfrentarla.
A partir de sus investigaciones y los testimonios y ponencias vertidos en el
taller, Andrés Barreda, de Casifop, y Tony Clarke, del Polaris Institute,
resumieron algunas de las caras que asume la privatización del agua en el campo
y en la ciudad:
-Privatización de los territorios y biorregiones. Las empresas que
comercian y/o necesitan masas de agua para sus actividades, van por la
privatización de territorios y biorregiones enteras para garantizarse el uso
monopólico del recurso, protegidas por cambios en las legislaciones. Ya sucede,
por ejemplo, con el mar en Chile. También a través de la titulación individual
de tierras colectivas de campesinos e indígenas, con programas como el Procede
en México, para permitir su venta. La separación de la propiedad de la tierra de
la de los pozos y fuentes de agua que estén en ellos, colocando ambos en el
mercado, es otra forma hacia la privatización del territorio.
-Privatización por desviación de aguas. La construcción de represas,
hidrovías y desviación de ríos de sus cauces naturales para abastecer zonas de
alto consumo industrial, agroindustrial y urbano, priva del recurso a millones
de campesinos y pueblos indios, en muchos casos con desplazamientos que
destruyen irreparablemente sus formas de vida, cultura y economías propias. Se
suma el impacto sobre el propio recurso agua y el ambiente que lo sostiene, que
genera más escasez futura.
-Privatización por contaminación. Las industrias mineras, petroleras,
papeleras, eléctricas, junto a la contaminación por agrotóxicos de la
agricultura industrial y a otras industrias sucias, contaminan las fuentes de
agua como "efecto colateral", apropiándose de facto de un recurso que es de
todos, al imposibilitar que otros las puedan usar.
-Privatización de los servicios municipales de agua en zonas urbanas. A
través de concesiones y contratos de servicios múltiples, protegidas por nuevas
legislaciones nacionales de agua, las empresas transnacionales se apropian de
las redes de distribución y plantas purificadoras, fijando las condiciones de su
acceso y tarifas a la población. Lo que antes era un recurso público vital y de
todos, ahora es una mercancía a la que accederán solo los que puedan pagar por
ella. La banda de los privatizadores del agua la lideran los gigantes del agua
Suez y Vivendi (ahora Veolia), que controlan 70 por ciento del mercado mundial,
seguidos por RWE-Thames, Bechtel y pocas más.
-Privatización por el embotellamiento de agua. No hay mantenimiento
adecuado de las redes públicas de distribución de agua por políticas
presupuestales injustas, pero se subsidia con permisos ridículamente baratos de
explotación de fuentes de agua, a las industrias de "transformar agua en agua".
El costo final a los consumidores es de mil a 10 mil veces más caro y las
propias botellas de plástico son un factor de contaminación de las aguas
subterráneas. Cuatro grandes multinacionales de refrescos lideran esta banda,
que tiende al monopolio mundial del sector: Coca-Cola, Pepsico, Nestlé y Danone.
-Monopolio de las tecnologías. Al mismo tiempo que las industrias
despilfarran y contaminan el agua dulce de todos, se presentan como las únicas
capaces de extraer el agua más profunda (tecnología que ya usan las petroleras),
o de purificarla adecuadamente, ya que la complejidad de factores de
contaminación aumenta por sus propias actividades (industrial, biológica,
salinización de acuíferos). A través de control monopólico de mercados y
patentes de tecnología, los destructores del recurso se presentan como los
salvadores, a los cuales todos tenemos que pagar.
Pero también por todo el continente crece la resistencia popular enfrentando los
diferentes aspectos de este renovado asalto a los bienes comunes. El desafío es
consolidar el tejido común desde cada perspectiva, como los arroyos cuando
bajan.
*Investigadora del Grupo ETC