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Argentina: La lucha continúa

Alberto Santillán, padre de Darío
"A veces, el poder compra el dolor de los familiares, a mí nadie me va a comprar"

Prensa de frente

El fin de semana anterior a la represión, Darío y su novia Claudia estuvieron en la feria de Don Orione, Cláypole, junto a Alberto.
Mientras tomaban cerveza y comían choripán sobre unas banquetas improvisadas entre decenas de vecinos que domingueaban a la pesca de ofertas, Darío sacó un cigarrillo del paquete que había comprado con el peso que le mangueó al viejo. En ese instante, un viejito castigado por los años empobrecidos le pide uno. Darío automáticamente se guarda cuatro rubios en el bolsillo de la camisa y le obsequia el paquete. El hombre lo observa admirado, como si hubiese cometido un error; el cumpa sonríe: "No, abuelo, lléveselo".
"Esas pequeñas anécdotas son las que me quedan de Darío. Era difícil que esté un fin de semana entero con nosotros, no porque no quisiera o porque se vaya de joda. Siempre estaba con actividades o visitando a los compañeros -recuerda Alberto-. El se debía a la gente. A veces cobraba el plan y se lo daba todo a algún compañero que no había cobrado o lo necesitaba más que él".
En el 2001 Darío, junto a un puñado de compañeros y vecinos de Don Orione, fundaron el MTD de Almirante Brown. Tiempo después se marcharía al barrio La Fe de Lanús para participar en un asentamiento del cual ya no volvería. Finalizado el tiempo que duró la toma, resistiendo a las fuerzas represivas y al hostigamiento del aparato punteril del intendente Quindimil, Alberto fue a conocer el terreno que su hijo había conquistado: "Ahí no podés vivir", había sentenciado. "El terreno estaba lleno de piedras, fierros, humedad", recuerda hoy, y agrega que le ofertó pagarle un alquiler cercano para que no abandonara la militancia. El joven lo había mirado y señalado con el dedo hacia el primer asentamiento de la zona: "Viste ese lugar qué lindo, antes era como éste, pasaron los años y cambió porque la gente se organizó".
- ¿Cómo percibiste a Darío los días anteriores al 26?
- Estaba preocupado. El ya había estado el 19 y 20 en Plaza de Mayo combatiendo contra la cana, igual tenía miedo y le dije que se quedara, pero ¿cómo hacés para convencer a un tipo así? Pensábamos que iba a haber palazos, corridas, pero jamás que podría haber muertos".
- ¿Cómo fue eso de empezar siendo un padre que reclamaba justicia por su hijo a tener hoy un protagonismo en la lucha por los derechos humanos?
- El referente siempre es Darío, yo no estoy a la altura de él. Una vez un viejo dirigente me decía que Darío tenía una claridad que nadie tenía, con sus 21 años veía más allá que cualquier tipo.
Alberto se detiene y traga saliva, el orgullo no le cabe en el pecho, pero todo gira y marea. Faltan sólo unos días para que empiece el juicio que tanto esperamos. Fija la vista y arremete contra los tibios: "A veces el poder compra el dolor de los familiares: a mí nadie me va a comprar, yo jamás negociaría la vida de mi hijo". "Ya son tres años sin Darío... pero sin el acompañamiento de los compañeros, esto no sería nada, de hecho cuando yo flaqueo un cacho siempre están ellos. Y ahí estoy orgulloso de mi hijo".
- A casi tres años, el rostro de Darío aparece como el del Che en las remeras de los nuevos pibes que luchan, siempre hay banderas con su cara en las marchas, es un ejemplo que se multiplica. ¿Qué sentís con todo eso?
- Darío era una persona libre, si volviera a vivir le respetaría todo. No es nada fácil pregonar y hacerlo. Darío decía "cortemos la ruta, hagamos tal actividad en el barrio" y lo hacía, no era un dirigente que mandaba. Él siempre estaba en la primera línea. Quizás sea de tanto leer al Che, creo que ese hombre nuevo es Darío volviendo a la estación, tiene una actitud despojada de todo egoísmo, cualquiera habría hecho lo contrario. Su muerte tiene que ver con su forma de vida, estaba predestinado, su actitud de volver sabiendo que las balas estaban por todos lados... Pero él tenía un compromiso con la gente, estaba haciendo un proyecto para los pibes de la calle y hasta estaba enseñando computación en el barrio con una computadora de cartón que él mismo había hecho para que los pibes aprendieran.
Alberto también nos ayuda a humanizar a Darío: "El me decía que no se iba a casar porque ya estaba casado con el MTD. Tenía su compromiso con la lucha, aunque yo sé que con Claudia consiguió amar a una mujer". Y no puede dejar de decir lo que siente: "Yo soy un padre muy orgulloso a pesar del vacío. Sé que esto sirvió para que Duhalde se fuera y para que nuevos jóvenes se sumaran al MTD. Creo que Darío se ganó un lugarcito en la historia".