Argentina: La lucha continúa
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En el 29 aniversario del inicio de la dictadura
Somos iglesia y sentimos indignación
Marta Alanís*
Es una pena para la comunidad de fieles católicos que haya tantos Obispos
argentinos que comparten la posición del obispo Antonio Baseotto no sólo en
relación al aborto, sino también en la complicidad con la dictadura militar.
Ellos no pueden entender que la despenalización del aborto es para salvar vidas
de muchas mujeres y que el derecho al aborto es un derecho de las mujeres. No
saben de salvar vidas y no saben de derechos humanos los que fueron cómplices de
la dictadura militar.
Es obvio que el conjunto de la feligresía católica no puede sentirse culpable
por los atropellos de la jerarquía. Somos muchas las personas que hemos
aprendido la fe católica y hemos tomado de las enseñanzas de Jesús los mejores
valores que han guiado nuestras vidas. Muchas mujeres católicas que en su
juventud optaron por la militancia en la izquierda fueron víctimas del
terrorismo de Estado bendecido y asesorado por una cúpula eclesial, mujeres
presas, mujeres en el exilio, mujeres en los campos de concentración. Entre
ellas recordamos y nombramos especialmente a las monjas francesas desaparecidas
Alice Domon y Leonie Renée Duquet.
Pero no sólo mujeres, laicos, religiosos y hasta un obispo como Enrique
Angelelli fueron perseguidos, torturados o muertos en esos tiempos de la
dictadura por ser fieles al Evangelio y haberse jugado por lo que creyeron.
Queremos rendir homenaje a todas y a todos los que perdieron su vida por vivir
el Evangelio de manera radical y nombramos también a Salvador Barbeito, José
Barletti, Carlos de Dios Murias, Pedro Dufau, Héctor Ferreiros, Alfredo Kelly,
Alfredo Leaden, Gabriel Longueville y Carlos Mugica y seguramente habría una
lista muy larga si conociéramos el nombre de cada uno, de cada una, que
inspiradas en la fe se comprometieron con el prójimo/a porque se conmovieron y
se indignaron ante la injusticia.
En el 29 aniversario del golpe militar es justo recordar a los/las 30.000
desaparecidos/as y recordar sus rostros, sus compromisos, sus valores, sus
ideales y saber que entre ellos/as había personas de diferentes religiones y
muchas que renegaban de su pertenencia religiosa justamente por el espanto que
les causaba 'los compromisos' de la Jerarquía católica con la dictadura tan
lejos del Evangelio y tan lejos de la gente.
Angelelli, ese obispo cordobés de gran corazón decía siempre: con un oído en el
Evangelio y otro en el pueblo, en ese pueblo del que somos parte las mujeres con
nuestras demandas y nuestras luchas también. Para él esa era la clave para los
cristianos y así lo enseñaba y por eso lo mataron. Escuchar el clamor de la
gente y leer el Evangelio con el corazón abierto para comprender, para caminar
juntos, para encontrar la tan ansiada justicia, que hoy sigue siendo una
necesidad imperiosa para todas y todos en este país, eran motivos suficientes
para perder la vida.
El proyecto inclusivo de Jesús fue y sigue siendo subversivo. Ese espíritu del
Evangelio es negado por los que prefieren defender un determinado orden y un
sistema donde tienen privilegios. Aquellos que hoy están pidiendo que tiren
gente al mar, como en los vuelos de la muerte, invocan (fuera de contexto)
pasajes del Evangelio donde Jesús utilizaba palabras propias de la época para
conmover a los poderosos que atentaban contra humildes y pequeños. Pero nunca la
jerarquía usó esta expresión para condenar a los curas que abusaron sexualmente
de niños, de niñas, de seminaristas, de mujeres, de religiosas. Qué condena, qué
reflexión, qué corrección proponen para Mr. Storni o el padre Grasci que fueron,
entre muchos otros, denunciados y procesados por abuso sexual en nuestro país.
La oposición permanente de la jerarquía católica a la anticoncepción y a la
despenalización del aborto habla a las claras de la intención de someter a las
mujeres a una maternidad forzada. No puede una mujer ser madre por coerción o
por destino y mucho menos como consecuencia de una violación. Es por eso que
defendemos el derecho a la maternidad elegida y denunciamos que la maternidad
forzada es una violación a los derechos humanos de las mujeres. Además, la
doctrina de la Iglesia en estos y otros temas reconoce la libertad de conciencia
y toda vez que una persona se encuentra ante un dilema ético, no sólo puede,
sino debe decidir en base a su propia conciencia. El fanatismo y la intolerancia
de los sectores fundamentalistas católicos ponen en evidencia el parentesco que
tienen con el fascismo, sosteniendo un sistema de poder patriarcal, capitalista
y excluyente que afecta a todos los sectores postergados, empobrecidos o
discriminados en nuestras sociedades pero afecta de manera especial a las
mujeres.
También nos duele y nos indigna que esté presa en Jujuy Romina Tejerina, violada
y embarazada por su violador, negada en su derecho de abortar, en tremenda
situación de violencia psicológica, quien da a luz el hijo producto de la
violación y le quita la vida. Para ella no hay atenuantes, no hay un oído que
escuche su dolor y comprenda desde el Evangelio, desde la justicia. Para ella
sólo el silencio y el olvido y de eso mejor no hablar. Triple víctima: por el
violador, por la ley que no le permitió acceder al aborto y luego juzgada y
encarcelada por infanticidio a pesar de encontrarse en plena crisis puerperal.
Hace dos años que está presa en Jujuy, las mujeres reclamamos por ella, muchas
mujeres católicas nos sentimos conmovidas por Romina Tejerina y por lo tanto
pedimos su libertad y que el derecho al aborto legal y seguro sea posible para
no llegar a estas situaciones tan dolorosas.
Las mujeres -de todos los credos y las que no tienen credo- hemos dado
suficientes muestras de cuidar de nuestra familia, de defender a nuestros hijos
e hijas en las situaciones más terribles de persecución o de pobreza, no
necesitamos que nos digan que podemos o debemos hacer. Somos adultas, tenemos
capacidad moral, tenemos valores y podemos decidir. No queremos que nos digan
que es lo mejor para nuestras vidas. Lo mejor siempre ha sido poder decidir.
Como mujeres católicas insistimos en que podemos tener fe y creencias religiosas
aunque estemos divorciadas, no queramos tener hijos, hayamos pasado por la
experiencia del aborto, seamos lesbianas o estemos comprometidas con una
militancia de izquierda. La fe es una necesidad y es un derecho a respetar en
mujeres y hombres, que no debiera estar trabado por las exigencias de una moral
sexual que no tiene un carácter absoluto ni indiscutible. Y en esta tarea de
hacer posible la fe con nuestras opciones personales y políticas y con nuestra
sexualidad no estamos solas. Es justo rescatar también la acción de muchos
sacerdotes, religiosas, laicas y laicos que acompañan este proceso desde las
comunidades más pobres con un oído en el Evangelio y otro en el pueblo. Tal vez
no todos y todas lo hacen sin tapujos, como Quito Mariani en su libro y en sus
expresiones públicas pero están ahí haciendo también ellos un proceso junto a la
gente.
En este aniversario del Golpe Militar de 1976 celebramos vivir en democracia a
pesar de todas las falencias que todavía tiene en nuestro país, celebramos la
firmeza del presidente para destituir al Obispo Antonio Baseotto, pero también
quisiéramos celebrar la eliminación del acuerdo con el Vaticano para que NO
EXISTAN MAS VICARIAS CASTRENSES. Porque el Estado debe ser soberano y laico para
respetar la pluralidad que somos como pueblo. Porque cada día queremos que la
democracia sea más radical, que no se quede a mitad de camino.
Que Nunca Más se violen los derechos de humanas y humanos.
* Marta Alanís es integrante de Católicas por el Derecho a Decidir. Córdoba,
Argentina.