Argentina: La lucha continúa
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A 29 años del 24 de marzo de 1976
La memoria del horror y la dignidad
Hugo Presman
Argenpress
En las primeras horas de aquel trágico 24 de marzo de 1976, se cumplían los 90
días de plazo que el General Jorge Rafael Videla dio desde Tucumán, al agónico
gobierno de Isabel Perón. Las TRES A que había creado el siniestro cabo y
aspirante a brujo José López Rega, como organismo parapolicial, se
transformarían en la TRIPLE A del proceso (las tres Fuerzas Armadas) como Estado
criminal. La ceguera y cobardía de la mayoría de la dirigencia política, las
falsas expectativas que alentaba la clase media sobre el orden que establecerían
las armas, la indiferencia de los sectores populares ante un gobierno en
muchísimos aspectos indefendibles, dieron el marco para que el golpe se
recibiera como la caída de un fruto maduro. Nadie, medianamente informado, podía
desconocer, que en la Argentina, de producirse el golpe, largamente anunciado,
se reproducirían los métodos criminales que Pinochet venía practicando en Chile
desde el 11 de septiembre de 1973, a pesar del repudio internacional.
Como esos tragos amargos que la historia propone, había que sostener el
deplorable gobierno de Isabel, como la soga al ahorcado. Los que no se
engañaban, eran los grupos económicos que mientras saboteaban los últimos
atisbos democráticos del gobierno constitucional, se preparaban para ayudar al
genocidio, alentando la represión, actuando posteriormente como delatores de los
delegados de fábrica, accediendo a la instalación de centros de detención en las
propias instalaciones fabriles como en la Ford, Mercedes Benz y el Ingenio
Ledesma entre otros. Esos grupos se enriquecerían luego con la patria
contratista, dejando anémico al Estado, y luego se quedarían con sus restos
cuando fue desguazado.
El proyecto criminal tenia básicamente un correlato económico y como objetivo
una reestructuración profunda de la sociedad. Había que aniquilar toda
resistencia política y trasmitir y propagar el terror. El miedo pasó a ser un
compañero cotidiano. El horror no tuvo límites. El infierno adquirió
nacionalidad argentina. Mujeres embarazadas, adolescentes, niños, bebes, nadie
quedaba excluido de asesinos vesánicos como Suárez Mason, Menéndez, Bussi,
Acosta, Verplatsen, Camps, Chamorro entre tantos otros, en cumplimiento de un
plan criminal orquestado por las Fuerzas Armadas representadas por Videla,
Massera y Agosti. Torturas, violaciones, secuestros, prisioneros arrojados desde
aviones al río o al mar, reparto de bebes y apropiación de los bienes de los
desaparecidos como botín de una presunta guerra. Una historia de ignominia en la
sociedad más culta de América Latina. Como en Europa bajo el nazismo, Dachau,
Auschwitz, Bergen Belsen, o Treblinka en Argentina se llaman La ESMA, El Olimpo,
La Perla, o El Vesubio, apenas cuatro de los más de trescientos cincuenta campos
de concentración distribuidos sobre una geografía ensangrentada. Todo esto con
el pretexto de exterminar un terrorismo agonizante y aislado políticamente
Veintidós años mas tarde esta afirmación fue compartida por Wayne Smith agregado
de la Embajada Norteamericana en nuestro país en aquellos años, quien sostuvo:
'La embajada jamás considero que había una gran amenaza terrorista. Los
militares argentinos eran quienes pensaban que estaban librando la primera
batalla de la tercera guerra mundial. Para mi eso siempre fue una tontería'.
Había infames que cometían asesinatos en nombre del Estado, y miserables que
pegaban calcomanías con aquel slogan tristemente inolvidable 'los argentinos
somos derechos y humanos'. Un intento de economía de mercado y apertura
económica basado en la tracción a sangre generosamente derramada, que
lamentablemente tendría su continuidad en democracia con sucesivos gobiernos que
siguieron levantando los dogmas neoliberales, continuidad ideológica de Martínez
de Hoz.
El dólar barato, traducido en el 'deme dos', era un anestésico que acentuaba la
ceguera.
Si fuera necesario rescatar una imagen paradigmática de la crueldad sin límites
de aquella época de locura habría que recordar a una joven embarazada, con sus
ojos vendados, sus manos engrilladas, sus piernas atadas a la cama, debatiéndose
entre el miedo y la incertidumbre, mientras se retuerce entre los dolores del
parto, consciente que el nacimiento de su hijo coincidía con su sentencia de
muerte. La duda de la joven madre, si su hijo sería criado por sus asesinos,
después de haberlo tomado como botín de guerra.
El horror sin límites ni parangón, de matar y apropiarse de la descendencia. En
esa noche sin estrellas, en la profundidad de la oscuridad, unas mujeres sin
historia publica, sólo armadas con el coraje de la desesperación, relegaron sus
tareas domésticas y se precipitaron hacia la Plaza de Mayo, que desde entonces y
para siempre le dio ubicación geográfica a su dolor y a sus esperanzas. Esas
mujeres, caminando en círculos, gastando las suelas y el alma, arrastrando las
piernas cansadas de golpear puertas sumidas en la indiferencia, perforaron la
coraza de un poder amurallado y todopoderoso, al tiempo que protagonizaban una
de las gestas civiles más notables del siglo pasado, portando como único titulo
su condición de Madres y Abuelas y la legitimidad moral de sus reclamos. En sus
pañuelos blancos está presente la dignidad de la resistencia. Una lección en
medio de la muerte. Sin venganzas. Sin justicia por mano propia. Con la vida
como estandarte. Y la memoria como enseñanza.
A pocos días de un nuevo aniversario del miserable 24 de marzo, murió Olga
Aredes. Esa mujer que en medio de la indiferencia y la hostilidad enfrentó al
mayor establecimiento azucarero de América Latina. El Ingenio Ledesma fue
cómplice silencioso del apagón de San Martín y Calilegua que produjo
cuatrocientas detenciones y cuarenta desaparecidos. La imagen de Olga Aredes
dando vuelta sola a una plaza de Jujuy, perforando el olvido y reivindicando la
justicia es una página que la historia recogerá como lo que fue: una gesta
mitológica donde Goliat no es derrotado pero David adquiere dimensiones
colosales.
Es imprescindible luchar y denunciar todo lo que incorporó la dictadura criminal
a nuestra cultura diaria. La mano dura, el desprecio hacia el otro, la
discriminación, el miedo, la peregrina aseveración que defender la aplicación de
la justicia para el que delinque es estar a favor de los delincuentes, la idea
que los problemas sociales y de seguridad se los combate con el endurecimiento
de las penas del código penal, la prefiguración de un orden basado en los
silencios y la obediencia, el denuesto de la protesta. El privilegiar al
consumidor sobre el ciudadano, y luego llevarlo a la condición de desocupado con
lo que se redondea una exclusión total. La concepción que el derrotado en el
mercado es alguien que merece su suerte y debe ser abandonado como
exteriorización de su fracaso. El haber dejado como Caballo de Troya la deuda
externa y los planes económicos de devastación y hambre, que vaciaron la
democracia y pulverizaron las representaciones políticas.
Hay mucho 24 de marzo conviviendo después de 22 años de democracia. Extirpar sus
valores es la única forma de evitar que se repita. Como dice el escritor checo
Milán Kundera: 'La lucha del hombre contra el poder, es la lucha de la memoria
contra el olvido'
Noche y niebla. 24 de marzo. NO OLVIDAR, y luchar por una Argentina diferente,
es la única forma de decir 'NUNCA MAS'.
* Hugo Presman es periodista.